La banda de grindcore de la costa este norteamericana Pig Destroyer se formó a finales de los 90, y se unió rápidamente a toda una ola de bandas que se caracterizaban por un sonido extremadamente extremo y que asaltaron la escena más pútrida y underground de aquél entonces.
La banda se ha caracterizado por tocar sin bajista desde sus inicios, y su sonido era toda una tormenta ruidosa y desquiciada de elementos grindcore, con canciones cortas y complejas, voces duales, riffs epilépticos y ocasionales toques más metal. La banda rápidamente se volvió muy activa, girando y grabando splits con otros artistas contemporáneos de la talla de Gnob, Converge o Isis, y otras respetadas bandas de grind y hardcore.
La producción de Pig Destroyer fue prolífica desde el principio, con múltiples lanzamientos menores y apariciones de recopilatorios. En 2000, la banda firmó con Relapse Records, con quienes llevan desde entonces. En el año 2001 publicaron Prowler in the Yard, punto álgido y, hasta la fecha, uno de los mejores roscos de grind jamás grabados. Los cambios en su lineup y en su estilo de afrontar la violencia sonora marcarían los discos posteriores, pasando del grindcore a sonidos más doom y experimentales.
Después de seis largos años de ausencia, Pig Destroyer están de vuelta para perforar tímpanos y cráneos (a partes iguales, o no) con su sexto larga duración, titulado Head Cage (llamado así por un espeluznante dispositivo de tortura medieval), una verdadera obra de arte de metal extremo, que con la adición de un bajista, es sin duda su grabación más dinámica y pesada hasta la fecha.
A través de 12 canciones, la banda nos atormenta con historias desgarradoras, cuya temática va desde la mortalidad hasta la depresión, pasando por el miedo, la violencia y las complejidades más oscuras e intrínsecas de la condición humana, todo a través del prisma de su desquiciado vocalista/letrista J.R. Hayes. Musicalmente, la banda continúa ampliando los límites del metal, el grindcore, el noise y el punk, incrementando la intensidad y dejándote en un estado de shock total, durante la media hora que dura esta nueva entrega.
Head Cage ha sido grabado por el guitarrista Scott Hull en los Visceral Sound Studios, mezclado y masterizado por Will Putney (Exhumed, Every Time I Die, Body Count) y presenta impactantes ilustraciones de Mark McCoy (Full of Hell, Nothing), junto con las ilustres apariciones vocales invitadas de Richard Johnson (Agoraphobic Nosebleed) y de Dylan Walker (Full of Hell).
Esta nueva obra de los de Alexandria, Virginia, es de una pesadez hasta ahora sin precedentes. Para ser exactos, «Terminal Itch», «Mt. Skull», «Dark Train» y «Trap Door Man» son las cuatro canciones (recordemos, de un total de 12) que serían 100% del estilo cafre de los Pig Destroyer originales. El resto de temas irían más por los derroteros del estilo de bandas como The Red Chord o los belgas Leng Tch’e (madre mía, cómo lo flipé en su día con su The Process of Elimination de 2005). ¿Han renunciado los americanos a su propia identidad? No, en absoluto. Las virtudes básicas de la banda, como la brillantez técnica, la atmósfera inquietante y la composición magistral, se conservan en gran medida en Head Cage, tal y como trataré de explicar a continuación.
La cosa comienza con una intro, «Tunnel Under the Tracks», que no es más que un PSA (Publice Service Announcement), cuyo único objetivo es hacer que el disco empiece de una forma cuqui al mismo tiempo que te pone con la maquinaria a tope antes de que las hostilidades se inicien realmente con «Dark Train», todo un blast from the past repleto de furiosas guitarras y de gritos poco menos que espeluznantes.
La banda intenta hacer algo nuevo en «Army of Cops», en la cual interviene Richard Johnson, vocalista de Agoraphobic Nosebleed. Como resultado, tenemos toda una aventura sonora a medio tiempo en la cual ambos vocalistas se reparten la responsabilidad… magistralmente.
«Circle River» y «The Torture Fields» son un poco más directas y un poco demasiado rockeras si echamos un poco la vista atrás y rememoramos el catálogo inicial de la banda. Sobre todo en esta segunda, uno agradece que ahora tengan un bajista entre sus filas. Con «Concrete Beast», la cosa sigue ralentizada, si bien las guitarras suenan más tochas y con algo más de sustancia. Estos temas son quizá un leve guiño a su último material grabado hasta la fecha, Mass & Volume (2013), que muestra un lado diferente de la banda en una vena más doom. Sin embargo, si buscas a la banda en toda su gloria anterior, búscales en temas como «Mt. Skull» (¡cuidado con las pieles de plátano!), que es un tema sin compasión que saciará a los fans de cualquier generación de Pig Destroyer, y «Terminal Itch», tema corto, directo, con guturales a saco y con un doble bombo potente y demoledor.
«The Last Song» -que no es la última canción, sino la penúltima- es un trallazo death en toda regla en el que manda, efectivamente, el bajo, un instrumento que, recordemos, brillaba por si ausencia hasta hace relativamente poco tiempo.
«House of Snakes» cierra el álbum, y sus más de siete minutos de duración lo convierten en uno de los temas más largos que la banda jamás haya grabado. Su lento inicio me recuerda muchísimo al inicio del clásico de Metallica «Blackened»… ¡ojo! Es un final de acto pesado, machacón y doom (muy doom), pero nada demasiado fuera del campo de acción central de la banda.
Head Cage es un fuerte y potente retorno de una banda reputadísima y respetada que intenta ofrecer algunas cosas nuevas pero sin alejarse demasiado de lo que les puso en el mapa. Música rápida y furiosa perpretada por unos señores que llevan demasiado tiempo enfadados con la suciedad de esta puta sociedad… y lo que les queda.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.