Tras el Atom Heart Mother de 1970 y de experimentar con psicodelia y orquesta con coro parecía que los Floyd empezaban a tener muy claro que la guitarra de David Gilmour era el camino a seguir y que les encaminaba hacia un sonido nuevo: el pop y el rock progresivo. Meddle es disperso y variado en lo estilístico, con muchos momentos acústicos, con sus momentos de absoluta genialidad, y con algunos que abren puertas al futuro. La metamorfosis empieza en el seno del grupo, pero el éxito y el dinero hacen que ya empiecen a haber ciertas tiranteces. Se suele decir que Meddle es un puente entre la etapa Syd Barret con la que les vimos nacer y lo que pasarían a ser Pink Floyd dos años más tarde.
La portada de los genios de Hypgnosis es absolutamente horrible. Incluso el propio Storm Thorgerson (su creador) afirmó que era una mala cubierta para un disco brillante. Una oreja fotografiada debajo del agua con círculos en la superficie acuática que intentan simular las ondas sonoras que van para el oído es lo que representa, pero si no te lo cuentan… parece un camello psicodélico visto en un test de Rorscharch. La primera opción era un primer plano de un culo de mono… A esto el grupo dijo que no, pero tampoco estuvieron muy encima de la portada (pues puedes ver allí un culo de mandril) un gesto que dice mucho de la confianza que tenía el grupo hacia Hypgnosis. Luego lamentarían el desatender la supervisión de la cubierta.
Un detalle importante que cuenta Storm, y que dice mucho de que las cosas habían ido cambiando, es la foto del grupo en la carpeta interior. Los cuatro quedan geniales, pero las fotos se hicieron por separado. Sencillamente, nadie se presentó cuando tocaba y se les hicieron tomaron los retratos de forma individual. El nombre del disco es un juego de palabras de las palabras “medalla” e “interferirse en algo que no te concierne” (suenan igual pronunciadas) y el disco es hijo de los parones entre giras y de verter ideas dispersas con la participación de todos en las letras.
El disco
De entrada, hay que subrayar que más allá de la mítica y visionaria “Echoes” hay que destacar y hablar de algo tan sorprendente y mágico como es la instrumental “One of These Days”. Es una (casi) instrumental pues hay una frase que viene a decir: “un día de estos te voy a cortar en pedazos”, con voz robótica. Se abre todo con viento y el bajo de Roger Waters avanzando directo para lograr un tema muy duro en contraposición con lo que viene luego.
El “Echoes” es un viaje especial que despega con esa tecla de Richard Wright simulando un pulsar estelar. Todo fluye, con mucha pegada por parte de Nick Mason y un poco el grupo ya vira hacia el estilo definitivo y por el que va a ser conocido. Gilmour canta con maestría y su guitarra es la gran clave de todo. La canción es tan buena que la línea de bajo acabará inspirando la célebre “El fantasma de la ópera”. Si te fijas, el riff de esa canción está aquí, instalada en los más de 20 minutos de monumental composición. Hay esas cadencias hipnóticas, el solo de Gilmour y esos pasajes más siderales que parten la canción en dos.
Sorprende “Fearless” especialmente por incluir dentro de si misma la célebre “You’ll Never Walk Alone” (himno futbolero de Liverpool y Celtic de Glasgow), que va sonando sobrepuesta a un corte logrado, suave y con aires folkies. Es un corte colorista con arreglos casi de country. Aparece el pulsar que dominará el inicio de “Echoes”, los juegos de ecos galácticos, pero básicamente es un más que interesante ejercicio folk dotado de suaves y trabajados coros de voz.
El viento es el elemento dominador de este disco, y aparece en el título del tema y en el sonido que abre “A Pillow of Winds”. Hay aquí una slide acariciada por Gilmour, jugando con cuerdas de acero. Sorprende el blues puro en “Seamus”, en la que el propio perro de Steve Marriot (Small Faces y Humble Pie) participa en el quejido y lamento del breve blues. Un poco tomarían ideas de cara a Animals… Completan con “San Tropez”, algo más alegre, sonando a canción de época en la que puedes percibir las escobillas de Mason llevando el pulso. Una oda al lujo y a la buena vida.
Veredicto
Nadie tiene a Meddle como el mejor disco de Pink Floyd, pero hay aquí composiciones míticas y se va afinando el punto de mira de cara a un futuro. Es un trabajo mucho más sencillo si lo comparamos con el anterior, pero en “Echoes” el combo inglés da un salto de gigante hacia lo que será su sonido clásico. El cosmos les espera y la lanzadera empieza a afinarse de cara al despegue, algo que sucederá un par de años después de manos de una obra cumbre como es Dark Side of the Moon. Todos los discos de Pink Floyd contienen genialidades y Meddle no es excepción, pero en directo sólo “Echoes” y “One of Theses Days” tuvieron protagonismo.