Powerflo regresa, en medio de la tempestad, con un estruendo, reclamando su lugar en la escena del rap metal con Gorilla Warfare (2024), un segundo álbum que captura la furia, la resistencia y la autenticidad de una banda con raíces profundas en la fusión de géneros extremos. Formada en 2017, Powerflo reúne a iconos de la música: Senen «Sen Dog» Reyes (Cypress Hill), Billy Graziadei (Biohazard) y Christian Olde Wolbers (ex Fear Factory). Estos tipos no solo son leyendas del hip-hop y el metal, sino que moldearon un subgénero al fusionar la agresividad del hardcore con el ritmo callejero del rap. Junto al batería de Worst, Fernando Schaefer, y Rogelio «Roy» Lozano, guitarrista de los no menos míticos downset., el ahora quinteto no se limita a ser una «superbanda» al uso; es una fuerza que canaliza tres décadas de experiencia y pasión por la música rebelde e independiente.
La banda toma sus raíces en el hardcore y el metal, impregnándolos con su característico enfoque de rap sucio y callejero. El legado de sus miembros es palpable desde el primer riff hasta el último verso. Graziadei, pionero del rap metal en los años 90 y con un trabajo crucial en la banda sonora de Judgment Night (1993), sigue marcando la pauta, llevando a Sen Dog fuera de su zona de confort. Como él mismo comenta, “Lo llevé a salir de su zona de confort, y lo que logró es impresionante.” La voz de Sen Dog, más intensa y trabajada que en sus años con Cypress Hill, es el motor que impulsa la energía del disco. En canciones como “I’m a Killer” y “Isolation”, su agresividad vocal se entrelaza con los riffs masivos de Graziadei y las líneas rítmicas punzantes, dejando claro que Powerflo no es solo un proyecto más.
En este segundo esfuerzo, Powerflo eleva su sonido a nuevas alturas. La gran diferencia con su homónimo debut de 2017 es la madurez sonora que logran, reflejada en la producción meticulosa de Graziadei y la mezcla precisa de Tue Madsen (Meshuggah, Suicide Silence), que permite que la energía de la banda se transmita con la suficiente claridad y contundencia. Gorilla Warfare es un disco que rinde homenaje a sus raíces, sí, pero también lo empuja todo un paso más allá.
El álbum comienza con fuerza con “I’m a Killer”, un tema que establece el tono de agresión constante que dominará el resto del disco. El flow rudo de Sen Dog ha evolucionado, y ahora está más afinado que nunca. Se nota que Graziadei lo desafió a salir de su zona de confort, se nota a lo largo de todo el disco. Desde el comienzo, la voz del de Cypress Hill es un arma de destrucción (masiva), empujada a sus límites en canciones como “Isolation” o “Headstrong” (no, no es una versión del hit de Trapt). La compenetración entre Sen Dog y Graziadei, quien también comparte las voces, es una de las claves del álbum. Su interacción vocal es como un choque entre dos mundos musicales, el hardcore y el rap, que se complementan perfectamente.
Uno de los grandes logros de Gorilla Warfare es la habilidad de Powerflo para mezclar estos géneros (aparentemente) tan distintos sin perder la esencia de ninguno. En temas como el ya citado “Isolation” o la homónima “Gorilla Warfare”, en la que colabora Ernie C de Body Count, la banda no solo mantiene la agresividad del metal, sino que introduce elementos del rap, el punk y el hardcore en un caleidoscopio de sonidos que nunca pierde energía. Cada canción está pensada para mantener al oyente en vilo, desde los riffs pesados hasta las secciones rítmicas aplastantes que dan forma a la estructura de cada tema. El trabajo de Olde Wolbers en el bajo, quien ha aportado su experiencia en Fear Factory, y el de Schaefer en la batería, que refuerzan la base rítmica con su contundencia, crean un sonido robusto y sólido, mientras que Lozano aporta una capa adicional de groove que resalta en momentos clave.
El álbum no solo se limita a la energía desbordante. A lo largo de sus 10 pistas, Powerflo ofrece una propuesta más completa. Los temas son capaces de mantener el equilibrio entre la agresión desmedida y la cohesión melódica, evitando caer en la repetitividad que a veces afecta a este tipo de proyectos. Canciones como la final “Drinkin’ Beer and Gettin’ Loud” son una celebración de la rebeldía, mientras que otras como “Fuck ‘Em All Day”, se sienten como un grito de resistencia, un manifiesto sonoro contra la conformidad y la falta de autenticidad en la escena musical actual.
La producción es un punto fuerte, ya que, aunque el sonido es abrasivo y visceral, nunca pierde claridad. Graziadei y Madsen logran dar a cada instrumento el protagonismo que merece, desde los riffs agudos y rasposos de la guitarra hasta los intensos bombos de la batería. Esto le da a Gorilla Warfare una calidad de sonido que pocos discos en el subgénero pueden igualar. La habilidad de la banda para mantenerse fiel a sus raíces mientras llevan su música a nuevos territorios es una de las características que convierte a este álbum en una propuesta refrescante y muy recomendable.
Gorilla Warfare es, por todo ello, más que un simple regreso para Powerflo. Es una reafirmación de su lugar dentro de la escena del rapmetal, pero también una evolución que demuestra que tienen mucho más que ofrecer. La química entre sus miembros, el reto vocal al que se sometió Sen Dog, y el enfoque musical audaz que fusiona géneros de manera efectiva, hacen de este un álbum muy interesante. Powerflo ha superado las/mis expectativas, y si eres fan del hardcore-infused metal, con un toque old school y una autenticidad inquebrantable, Gorilla Warfare es una escucha obligada.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.