En Science of Noise tenemos una costumbre. ¿Sale disco de un grupo no extremo/prog? Pues para el que escribe, aunque no los haya escuchado nunca y haya en el equipo algún que otro redactor que sí. Pero oye, que no está mal, así voy descubriendo grupos y discos. Y el de hoy, este Sacrament of Sin (2018) de Powerwolf, sigue exactamente eso. A ver qué descubro…
Ya hace unos cuantos años que los germanos van dando guerra, pero es ahora (o desde hace relativamente poco) cuando se están acabando de establecer y, sin hacer nada nuevo, encontrar su sitio, su sonido y su personalidad. Powerwolf hacen, como su nombre indica, un power metal bien hecho, poco original y con unos toques eclesiásticos que quedan de maravilla. A algunos les gustará, a otros no, pero no podemos negar que lo que hacen, lo hacen bien.
Este Sacraments of Sin es ya su séptimo álbum, y tras investigar un poco puedo decir que es exactamente lo que esperarías del grupo, cosa que en absoluto tiene que ser mala. Además, hay alguna que otra sorpresa en el álbum que te lleva a las raíces de la banda.
Las cosa empieza con “Fire and Forgive” de forma directa. Tras su intro teclista, la cosa va por faena. Rápida, trallera y con un Attila que va cogiendo cada vez mejor su punto. Los arreglos con órgano de iglesia (como en todo el disco) quedan de maravilla. Gran forma de empezar. Y de seguir, también, pues “Demons are a Girl’s Best Friend” tiene todo el aroma de single. Teclados absolutamente presente, una línea vocal de lo mejor del disco, un estribillo que corearás en directo y un nombre que parece copiado de Lordi. “Killers with the Cross” cierra el triplete inicial a ritmo entre trotero y machacón. No está mal, pero me recuerda a algo que no sé decir del todo (¿Sabaton?)
“Incense and Iron” vuelve a empezar con intro. De hecho es algo que pasa a lo largo de todo el disco, y la verdad es que no me acaba de convencer. Quizá algún inicio más directo quedase mejor. Aún sin ser experto en el grupo, y por lo escuchado, puede ser de los temas que beben más de sus inicios. “Where the Wild Wolves Have Gone” toma aires semi baladisticos pero sin acabar de sacarle todo el provecho que podría. A ver, no está mal, pero tampoco tiraremos cohetes con el tema. La cosa se anima, aunque no por la rapidez, con “Stossgebet”. Mucho más operístico – misal, con más fuerza y con un ritmo ideal para levantar el puño en directo.
El séptimo tema, “Nightside of Siberia” es otro de esos temas que podrían recordar a sus inicios. El riff tiene algo entre divertido y épico, y la melodía vocal se te quedará bien gravada en la mente. Llegamos al tema homónimo al disco, “The Sacrament of Son”, y la rapidez vuelve. Como en el primer tema del disco, e trata de un corte directo, poco original y un estribillo entre épico y escuchado varias veces. No está mal, y ya se demandaba un poco de doble bombo, pero tampoco tiraremos cohetes artificiales con este. “Venom of Venus” gana enteros. Riffs y ritmos machacones, melodías vocales pegadizas y la impresión que la gente se lo pasará bien en directo.
Ya casi acabamos, tan sólo quedan dos temas. El penúltimo, “Nighttime Rebel”, tiene cosas de otros grupos (obvias, quiero decir, pues el cualquier álbum del estilo lo tendrá), una melodía de guitarra muy interesante y un estribillo que no está entre los mejores, pero que queda más que resultón. Y llegamos al final con “Fist by Fist (Sacralize or Strike)” de forma tremenda. Los arreglos son bestiales, el aroma sacramental reina por doquier y la batería (sus arreglos, sus breaks) son más que interesantes. Una forma inmejorable de acabar el disco.
En definitiva, Powerwolf nos traen un trabajo más que digno de un estilo en el que es tremendamente difícil innovar, y sin embargo mucho mejor que la mitad de álbumes que adornaban las tiendas de discos allá a finales de los 90 o principios de los 2000. Power, sí, pero con personalidad, con voces muy lejos de los castratti que reinaban y con un savior fair fuera de toda duda. Para mí, grupo a tener el punto de mira.
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.