California. EE. UU.. Inicios de los años 80. El bueno de Kirk Hammett (Metallica) tenía un compañero de escuela de lo más peculiar quien, antes de meterse de lleno en esto de la música, trabajó de carpintero. En 1986, tras la trágica muerte de Cliff Burton, el propio Hammett pensó en él, en el carpintero, para sustituirle, pero tras una más que breve audición el jefe, James Hetfield, pensó: «Tío, eres demasiado bueno. Deberías formar tu propia banda», a lo que nuestro amigo respondió: «Bbbfff, menos mal porque no me veo tocando trash metal; yo soy más de los Isley Brothers.» Total, que Metallica terminó reclutando a un fan de la banda, Jason Newsted, para ocupar el (insustituible) vacío dejado por Burton, y el carpintero decidió formar su propia amalgama sonora en forma de banda. Estamos en 1988, año que vio nacer a bandas como 311, Tad, Madball, Paradise Lost (aquí podéis leer la reseña de su más reciente trabajo) y el trío formado por Les Claypool, Larry «Ler» LaLonde y Tim «Herb» Alexander. Señoras y señores, ante todos ustedes, Primus.
Los fans de Primus siempre aguardamos con gran alegría cada nuevo álbum. Yo, aunque fan confeso de la banda durante mi época más moza y lozana, reconozco que les había perdido un poco la pista últimamente, la cual cosa no significa que no sepa apreciar todo lo que han venido haciendo durante mi «ausencia»; geniales e inclasificables… únicos en su especie. ¿Podemos hablar de la existencia de un «sonido Primus«? Sin miedo a errar, os puedo asegurar que sí, que efectivamente estos californianos tienen un sonido tan y tan peculiar/especial que hasta el más tonto de la clase sería capaz de identificar cualquiera de sus canciones con solo escuchar un par de notas. Haced la prueba y podréis comprobar en vuestras propias carnes (y oídos) que temarrales (perdona, Albert, que te robe tu palabra fetiche) como «Too Many Puppies», «Tommy the Cat» o su celebérrima «My Name Is Mud» estáis más que casados de oírlas… y sí, las tres son canciones de Primus, la banda del tipo ese que hace cosas tan raras e impensables con el bajo.
La impronta dejada por la banda es larga y evidente. Su estilo, a medio camino entre el experimental rock, el funk metal, el progressive rock y el alternative metal, ha dejado una huella más que evidente en todas aquellas bandas que, desde inicios de los años 90, empezaron a dar sus primeros pasos en esos del rock alternativo. Artistas de la talla de Pink Floyd, Frank Zappa, King Crimson, Jimi Hendrix o Rush tienen la culpa de todo pero, si bien es claro y evidente que nuestros protagonistas han bebido y abusado de todas estas fuentes, Primus han sido capaces de crear un estilo propio e incomparable.
El nuevo álbum de Primus, The Desaturating Seven, el noveno álbum de estudio en su haber, es una especie de híbrido entre sus dos anteriores LP’s: Primus & The Chocolate Factory With the Fungi Ensemble (2014), que es una re invención de la banda sonora de la película clásica de 1971, y su anterior trabajo, Green Naugahyde (2011), que por lo general recibió reseñas bastante positivas, coincidiendo la crítica en que su sonido era algo así como una reminiscencia de los primeros álbumes de Primus, muy en la onda de Frizzle Fry (1990).
Está bastante claro que estamos ante un álbum conceptual, basado en el libro infantil The Rainbow Goblins (1978), escrito por el autor italiano Ul de Rico. Les Claypool solía leérselo a sus hijos cuando eran pequeños, y estaba fascinado e inspirado por el vibrante aspecto visual del libro, así como por el uso que en éste se hace de los colores. Conociendo a Claypool, no es de extrañar que pensara que la historia del libro pudiera convertirse en un fascinante proyecto musical. Este es el segundo álbum de Primus basado en una película o libro; leed unas líneas más arriba para recordar cuál fue el primero.
La publicación de este nuevo trabajo de estudio también marca la reunión de la formación original. Les Claypool, Larry «Ler» LaLonde y Tim «Herb» Alexander no habían grabado nada juntos desde que publicaran, en el año 1995, Tales From the Punchbowl.
El álbum no es más que toda una sucesión de sueños, más o menos salvajes, conservando, eso sí, la extravagancia y el humor tan característicos de Primus, pero con alguna nota que tira por unos derroteros más siniestros y oscuros. Un dulce balance, al fin y al cabo, de rock progresivo, experimental y funk, armoniosamente recreado a través de las siete pistas que componen este nuevo trabajo del trío californiano. El «curro» de LaLonde con su guitarra, a veces quizá demasiado empañando por el virtuosismo de Claypool tras las cuatro cuerdas, es bastante notable en esta ocasión, confiriéndole al álbum de un notable equilibrio. A lo largo de toda la carrera de la banda, el inmenso talento y ese bajo tan característico de Claypool han tomado casi siempre la delantera. En The Desaturating Seven los dos instrumentos, bajo y guitarra, parecen más cercanos en importancia, en cierta manera por el uso de más efectos por parte de LaLonde.
En general, la musicalidad en The Desaturating Seven se repite con demasiada frecuencia debido, probablemente, a como está planteado el trabajo. Aún así, ante esa, en ocasiones, tediosa monotonía, conserva la esencia, la firma y el espíritu de Primus en cada una de las pistas, convirtiendo esta obra en algo que solo ellos podían crear. En esta ocasión, la narración gira entorno a un septeto de codiciosos y coloridos duendes que aterrorizan a su mundo ficticio, chupando los colores del arco iris. Las siete pistas del álbum trazan su nefasta expedición hacia el Valle de los Arco Iris, un paraíso hasta ahora desconocido para nuestras criaturas hambrientas. Desde la espeluznante introducción «The Valley» hasta la breve «The Ends?», el álbum no es adecuado para una escucha «normal», por así decirlo. Tanto si os hacéis con una copia física, como si optáis por escucharla en soporte digital, The Desaturating Seven exige que el oyente se pierda en la rareza y disfrute de un lindo paseo que, en ocasiones, puede resultar todo un desafío. «The Trek», con sus casi ocho minutos de duración es, de hecho, un viaje en sí misma, mientras que «The Dream», en su mayoría instrumental, de buen seguro que pondrá a prueba los límites de tu paciencia. Si, de entrada, el concepto puede resultar infantil y, en ocasiones, hasta tonto, si analizas el álbum como un conjunto, como un todo, os puedo asegurar que esa tontería se convierte rápidamente en toda una experiencia alucinógena y loca. Destacan «The Seven», que introduce a los duendes protagonistas de la historia a través de un groove irresistiblemente marca de la casa; «The Scheme», el corte más pegadizo y la única composición cuya estructura se asemeja a lo que todos podamos pensar que es una canción tradicionalmente pop; y «The Storm», el momento más pesado del álbum, que marca la muerte definitiva de los Siete.
Las voces de Les Claypool y sus inconfundibles líneas de bajo encantarán a sus fans más incondicionales, si bien es poco probable que atraiga a nuevos fans. Excéntrico porque sí, estamos ante un ejercicio interesante, aunque no esencial fuera de la esfera de los más devotos de Primus y de Claypool. El hecho de que una banda con una trayectoria tan extensa como la que aquí nos ocupa dedique a «copiarse» a sí misma, para muchos podría ser algo deprimente y, en cierta manera, triste. Creo que cuando se hace algo así es porque una banda necesita reorientarse y encontrar de nuevo el norte, ese que un día les puso sobre el mapa, para reinventarse como músicos. Supongo que si tú, lector que lees esta reseña, eres un fan de Primus muy, muy old school, podrás llegar a comprender un poco por donde voy. Si amas a estos muchachos, entonces entrarás en este álbum de lleno pero, honestamente hablando, no puedo decir nada más positivo sobre este trabajo, y eso me entristece muchísimo. Me alegro de que hagan lo que más les gusta, faltaría más pero, ¿podemos volver a los 90 y recuperar un poco de funk metal, por favor?
¿Compráis o no a los Primus de 2017? Si has escuchado sus últimos tres álbumes, ya sabes por dónde van los tiros y, seguramente, prefieras recordarlos por «Sgt. Baker», «John the Fisherman», «DMV» y demás obras maestras de sus dorados años 90. Lo maravilloso de la música es que nadie verá la misma música de la misma manera… y eso me encanta.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.