Recuerdo la primera vez que escuché un CD de Queens of the Stone Age, se trataba del Songs For the Deaf (2002) que sonaba en la parte trasera del coche de mi padre camino a otro partido de fútbol del infantil B del Vilamajor. Por aquel entonces, mi padre me tenía prohibido poner música excesivamente ruidosa o extraña en el coche si nos acompañaba alguien, así que la noche antes tuve que hacer unas, llamémosle compras, para poner en el pendrive y así tener algo con lo que entretenerme durante el viaje. Hablar con mi compañero de equipo no parecía ser una opción.
Descubrí este grupo antes de siquiera saber quiénes eran Kyuss, y por lo poco que había oído de ellos me parecían la mezcla perfecta entre guitarras duras pero no tanto como para molestar, cantante con voz más o menos comercial, y críticas suficientemente buenas como para no cabrearme por no estar escuchando Iron Maiden que es lo que en realidad quería hacer.
La primera canción en sonar en ese viaje fue «You Think I Ain’t Worth a Dollar, But I Feel Like a Millonaire», y al escuchar los berridos de Nick Oliveri mi padre decidió poner la radio. Ese fracaso me costó meses de Rock FM y Cat Stevens antes de volver a ganarme la confianza de mi padre como Dj del coche. Pero a cambio, ese incidente me hizo indagar más en el grupo, y descubrí uno de los grupos más frescos e innovadores de la escena del rock de este siglo, y el conocer a Josh Homme me llevó también a conocer a Kyuss; y le acabé pillando el punto a Cat Stevens, así que escoger a Queens of the Stone Age se podría decir que fue uno de mis mayores aciertos.
Pero dejémonos de historias de joven cebolleta y vayamos al disco que nos toca. El Rated R, que tal día como hoy cumple 20 años. Y el disco no puede empezar de mejor manera, «Feel Good Hit of the Summer» es uno de esos trallazos marca de la casa, o mejor dicho el trallazo que marcó la casa. Un indispensable en cualquier concierto de los de California y que en apenas 2:43 minutos muestra los puntos fuertes de esta banda: un sentido de la dinámica exquisito (con esa intro de bajo, a la que se le añaden poco a poco los demás instrumentos hasta estallar en el estribillo), un gran dominio de las paradas y las arrancadas, una cátedra de cómo hacer cada estrofa diferente (añadiendo sonidos, cambiando los coros vocales, donde por cierto, colabora Rob Halford, ahí es nada), y una muestra de lo divertidos que pueden llegar a ser con una letra que consiste en repetir los nombres de las ocho drogas que el bueno de Homme solía consumir.
Bajan las revoluciones en su siguiente canción «The Lost Art of Keeping a Secret», pero no su efectividad. Esta canción sería en mi opinión el equivalente del Rated R al «No One Knows» del Songs From the Deaf, una canción más comercial e pegadiza, más próxima al videoclip de MTV, pero de una clase que ya quisieran la mayoría de grupos que aparecen ahí tener. Es la cara b de Queens of the Stone Age, lo cual no es decir mucho, porque estos tipos tienen más caras que letras hay en abecedario. Es una canción con reminiscencias a grupos como Violent Femmes o Weezer, así como lo es «Leg of Lamb», que sigue un poco la estela marcada por su predecesora. Medios tiempos llenos de Groove, unas estrofas casi recitadas con coros agudos que ayudan a darle cuerpo y un estribillo pegadizo.
«Auto Pilot» me parece una apuesta más arriesgada en ese sentido, con un sonido que me recuerda a una mezcla entre los Wire de Chairs Missing y 154, y Radiohead. Queens of the Stone Age, sin embargo, es un grupo tan único que cualquiera podría decirme que lo que yo cito como influencias no lo son realmente, o que ellos ven otras más claras. Pero creo que es evidente el constante coqueteo entre el art rock y el stoner que practican, así como su constante homenaje a la escena alternativa de los 90, a la que re-visitan bajo las pesadas guitarras de Homme.
Y si os estabais cansando de referencias locas, aquí va otra que os tiro, pues con «Better Living Through Chemistry», los californianos se sacan a mi juicio la mejor canción del álbum, y nos muestran su cara C, con la que vendría a ser su «Sympathy For the Devil» particular. O al menos así comienza hasta su primer interludio, donde tras un largo acople de guitarra comienza una larga progresión basada en unos mismos acordes de guitarra y unas voces corales constantes en su repetición, que aparecen y desaparecen en el estéreo de nuestros auriculares, y con un sonido que recuerda mucho al que poco después grupos como Muse machacarían hasta la saciedad. Hacia el final de la canción volvemos a los versos iniciales, pero esta vez ya con un ritmo marcado únicamente por la batería.
Con «Monsters in the Parasol» parece que vuelve un poco la caña, pero la frena con un estribillo sincopado, muy basado en las repeticiones y los golpes rítmicos. Es la mezcla perfecta entre sus dos facetas (tralla y melodía), y probablemente sea la segunda canción del disco más fácil de sonar en las radios, después de «Lost Art of Keeping a Secret». Pero «Quick and to the Pointless», confirma el regreso de la caña con una corta pero intensa canción, marcada por la lunática voz de Nick Oliveri. Un temazo que me recuerda a aquel que escuché esa mañana en el coche de mi padre, y que me descubre la parte más Pixies de la banda.
En el siguiente tema «In the Fade», cuentan con la colaboración de Mark Lanegan, y lo que comienza como una canción con reminiscencias a los antiguos Kyuss, termina convirtiéndose en algo completamente nuevo y bello, más pausado que con la banda de John Garcia pero donde no puedes dejar de imaginarte el mismo tipo de parajes desérticos. Un breve interludio que contenía el estribillo de «Feel Good Hit of the Summer», nos lleva hacia otro gran tema «Tension Head». Uno de mis favoritos del álbum y que si con la anterior canción recordábamos a los Kyuss de «Space Caddet» o «Asteroid», con esta recordamos a su versión más desenfadada y furiosa, con unos riffs malévolos, despiadados y descarnados.
El disco termina con «Lightning Song», que me recuerda a los «Bron-Yr-Aur» de Led Zeppelin en algunos de sus discos. Una instrumental basada en un groove de guitarra acústica con fuertes raíces en la música sureña estadounidense, y que sirve como pase perfecto para la locura que nos preparan para el final: la pesadillesca «I Think I Lost My Headache». Canción que si no catalogo como favorita, es por lo confuso que me deja cada vez que la oigo, pero que sin duda es la que menos indiferente me deja. Una completa experimentación que mezcla riffs infernales y pausados que a nadie le sorprendería si hubiesen salido del mismísimo Tommy Iommi, líneas vocales pegadizas, guitarras pesadas que se aceleran a cada paso, un pequeño solo de batería, y un final a ritmo de puras trompetas que improvisan durante los últimos tres minutos de la canción.
En resumen, Rated R, es un disco que no podéis dejar de escuchar, un álbum que junta un sinfín de influencias en un estilo único e inconfundible. Josh Homme es uno de esos pocos guitarristas inconfundibles con los que no te hace falta escuchar más de dos notas para saber quién se trata. Creo que no se trata de su obra maestra, pues Songs for the Deaf me parece aún más completo y genial, pero este es una muy buena ventana para conocer a una banda que de seguro no decepcionará, y que si eres un metalero de gustos muy cerrados, puede servirte para ampliar miras sin por ello creer que te estás ablandando demasiado.