Si algo tengo claro respecto a mi devoción por R.E.M. es que su arte entró en mi vida en el momento adecuado. Este crucial hecho sucedió, aproximadamente, a mediados de la década de los 80, tras leer un análisis superlativo de uno de sus trabajos en un fidedigno magazine musical. Aquella redacción y la foto de la sugestiva carátula que ilustraba dicha reseña me llevaron a comprar un disco que, a primera vista, no congeniaba con mis primordiales gustos de entonces, de los cuales, por diferentes razones, ya empezaba a estar un poco saturado. Además, es de recibo apuntar que me encontraba en una época dedicada a la plena expansión de conocimientos en la mayoría de los ámbitos socioculturales y, por tanto, con una acentuada predisposición a dejarme seducir por renovados o ignotos estímulos. En definitiva, por el motivo que fuera, en aquel vinilo descubrí que una composición sin estribillo y con una duración inferior a los tres minutos también podía ser sensacional. Y aunque ahora me encantaría seguir disertando sobre «Welcome to the Occupation», el magistral corte, y Document, el rotundo elepé donde está insertado, debo centrarme en el efecto que provocaron en mi perceptibilidad sus reiteradas y absorbentes audiciones.
Como podéis suponer, mi siguiente paso fue adquirir cualquier registro relacionado con aquella cautivadora banda, principalmente toda su producción anterior. Y así fueron cayendo entre mis manos, en orden aleatorio y en distintos formatos, Lifes Rich Pageant, Fables of the Reconstruction, Reckoning; los recopilatorios Dead Letter Office y Eponymous; el EP Chronic Town y, por supuesto, el debut largo que hoy cumple 40 años de existencia.
Para mí, un alto porcentaje de lo que ofrece Murmur se intuye en la hermosamente sombría portada (y según mi opinión, la más acertada de su amplio catálogo oficial), la cual, casi por embrujo, incita a penetrar en los surcos de un redondo orgánico, lozano, enigmático y, sin ninguna duda, absolutamente atemporal. Coherente y sencillo en las formas, es un álbum que recomiendo ser convenientemente escuchado en movimiento, ya sea paseando a pie por parajes solitarios o conduciendo por carreteras vacías. De esta manera, el oyente acaba vislumbrando los pequeños detalles que engrandecen las cuatro piezas más vigorosas: la inicial y regrabada «Radio Free Europe» (una versión bastante cruda había sido lanzada en 1981), «Moral Kiosk», «9-9» y la final «West of the Fields». O comprobando que «Pilgrimage», «Laughing» (mi favorita), «Talk About the Passion» (la preferida de sus adeptos), «Catapult», «Sitting Still» y «Shaking Through» son las canciones que mejor definen el sonido característico del cuarteto de Athens. Incluso constatar que «Perfect Circle» y «We Walk» son un par de medios tiempos prácticamente insuperables.
Una vez publicado, este críptico y hechizante murmullo recibió valoraciones excelentes por parte de una crítica que lo seleccionó como una obra fundamental del jangle pop, el collage rock, el post-punk melódico o, en nuestro país, el nuevo rock americano (junto a grupos como Pylon, Green on Red, The Long Ryders, The Dream Syndicate, The Replacements o Violent Femmes). Etiquetas que, a mi entender, no describen con exactitud su enorme y esencial contenido.
Y no prosigo con mis reflexiones porque, posiblemente, volveré a escribir sobre otras creaciones de Bill Berry, Michael Stipe, Peter Buck y Mike Mills.