Sí, yo soy uno de esos antiguos seguidores de la formación bautizada con el acrónimo de Rapid Eye Movement que acabó demasiado saturado del bombazo comercial de Out of Time (1991). De igual manera, terminé bastante harto de los superlativos elogios que recibió el bellamente sombrío Automatic for the People por parte de aquellos redactores que hasta ese momento habían ignorado a la banda o, aún más grave, de los profanos que afirmaban que la mayoría de sus composiciones de los ochenta eran prácticamente idénticas. Por supuesto, sigo pensando que el crudo Monster (1994) fue un indiscutible traspié y, en último término, el principio de la involución creativa del cuarteto de Athens. En consecuencia, y pese a que era mi ansiado estreno con su directo, el concierto de presentación de este controvertido registro, el 18 de febrero de 1995 en el Palau Sant Jordi de Barcelona, me dejó tan frío como el mismo recinto donde se realizó. Finalmente, viéndolo con la perspectiva del tiempo transcurrido, estoy convencido que la justificable marcha del batería Bill Berry, en otoño de 1997, influyó negativamente en los siguientes trabajos del reconvertido trío (aunque esta subjetiva opinión no procede que la argumente en este artículo). Dicho todo esto, para mí la grandeza de R.E.M. reside en la imprevisibilidad funcional que, con más o menos coherencia, ha ido mostrando a lo largo de su firme trayectoria. Por citar solo algunos ejemplos, su contrato millonario con la multinacional Warner tras haber permanecido fielmente en el sello independiente I.R.S. durante un lustro, su rechazo a hacer giras para promocionar sus producciones más exitosas, la no inserción de las letras (a menudo muy crípticas) de las canciones en un buen número de sus lanzamientos, sus artworks nada convencionales o, de modo significativo, que no consiguieran parir una obra rematadamente impecable. Una irregularidad marca de la casa que también está presente en el redondo que nos ocupa y del que hoy celebramos el vigésimo quinto aniversario de su publicación.
New Adventures in Hi-Fi, el décimo disco de estudio del conjunto estadounidense, ofrece 14 cortes (los seis primeros en la cara «Hi» y los ocho restantes en el lado «Fi») que tanto beben de la experimentación de la época como de sonidos pretéritos ya conocidos. El grueso de su contenido fue escrito y grabado mientras el grupo estaba en la carretera, y tal como se desprende en la sugestiva instantánea que preside la portada, esta temática queda plenamente expuesta en el variado repertorio incluido. Asimismo aparecen brochazos crepusculares, melancólicos y tétricos, indistintamente de que sean partituras energéticas o aterciopeladas, pero sin llegar a pintar un ambiente global de oscuridad opresiva.
Para mi recopilatorio de piezas imprescindibles de R.E.M., de este álbum particularmente escojo la conmovedora “New Test Leper”, la lúgubre “E-Bow the Letter” (con los inquietantes coros a cargo de la musa Patti Smith), la oscilante “Bittersweet Me”, la melódica “Electrolite” y, si me apuráis, la intensa “Leave”.
Y aquí me planto porque, cuando se tercie, os relataré las posteriores nuevas andanzas de Mike Mills, Michael Stipe y Peter Buck.