¡Las ocasiones especiales merecen su propia música especial! Los alemanes Rage cumplen cuarenta años. 40 años en los que el fundador de la banda, Peavy Wagner, y sus compañeros de armas han lanzado un buen puñado de álbumes que se consideran clásicos inmortales. La reinvención del propio sonido del grupo ha sido constante en estas cuatro décadas, haciendo de Peavy, en mi humilde opinión, uno de los grandes del metal europeo y, también, uno de los menos valorados. Recordemos, en pocas palabras, que el grupo o autor que escribió un tema que ralla el thrash como «Don’t Fear the Winter» es el mismo que compuso todo un disco conceptual con una orquesta sinfónica, y eso no es nada fácil. Sonidos crudos, sonidos melódicos, orquestales, hímnicos… tremendo lo de este señor.
En esta ocasión, Wagner y sus dos compañeros, Jean Bormann (guitarra) y Vassilios “Lucky” Maniatopoulos (batería), han grabado más de 94 minutos de música. Las 11 pistas del primer CD incluyen muchas influencias modernas además del estilo típico de Rage, mientras que el segundo disco está completamente orquestado con el apoyo del teclista de Duisburg, Marco Grasshoff, desde pequeños arreglos de cuarteto de cuerda hasta amplias orquestaciones. Ya lo dice el bueno de Peavy: “Algo de esto puede recordar a álbumes como XIII (1998) o Lingua Mortis (1996), pero también muestra el importante desarrollo artístico de Rage en los últimos años”.
Empezamos el primer CD con una intro suave, orquestal y melancólica como «In the Beginning» para dar paso a «End of Illusions» a todo gas. Tras una intro de guitarra, la caballería carga con toda su fuerza en un corte típico de primer corte de álbum. «Under a Black Crown» sigue con fuerza y con cambios de ritmo interesantes. Rage puro y duro hasta en estribillo, absolutamente delicioso. Con esa misma línea medio thrasher llega «Afterlife», que aunque no es especialmente rápida, tiene es un auténtico puñetazo en el estómago. Llegamos a «Dead Man’s Eyes» y la agresividad no para, tampoco la velocidad. ¡Menudo trallazo! Me encantan los Rage que cabalgan en el filo entre el heavy, el thrash y el power, y aquí lo vuelven a clavar. La última de este primer pack, «Mortal», se presenta algo más misteriosa. Con un interesante juego de doble pedal a la batería, baja bastante la velocidad pero no la mala leche. Diría que es de las destacadas, ¡pero es que todas las son!
«Toxic Waves» empieza este segundo bloc con unos arreglos de guitarra muy interesantes y un ritmo machacón y fluido a la vez, que le da un aire muy bueno. Con la misma garra sigue «Waterwar», agresiva en su batería, que ataca de lo lindo, aunque el estribillo vuelve a ser muy power, lleno de melodía. Con un punteo se presenta «Justice Will Be Mine», que antes de que suene la voz de Peavy, no hubiese creído que es de nuestro grupo protagonista. Quizá sea la más power hasta la fecha, incluso la melodía del estribillo me recuerda a algo de Stratovarius. acabamos el segundo bloque y el primer CD con «Shadow World» y un rff muy rockandrolero, a pesar del sonido de las guitarras. Es algo diferente a lo que nos tienen acostumbrados, pero me transmite un buen rollo tremendo.
Empezamos el segundo CD con «Life Among Ruins» y al principio, lo juro, pensé que estaba sonando Eclipse. Obviamente a la que entra Wagner la impresión se desvanece, pero me ha sorprendido. Con un piano suave empeiza «Cold Desire», acompañada de una orquestación que hacía años que no escuchaba en Rage y que, aunque está muy bien, siempre me ha tirado algo hacia atrás con este grupo. Por suerte (o no) luego viene el cañonazo con solamente ciertos arreglos de cuerda por detrás. Es decir, en la balanza caña – orquestación, gana la primera. «Root of our Evil» es mucho más power, con una melodía típica del estilo y con esos arreglos orquestales que nos acompañaran durante este CD. No es la que más me gusta, pero tiene una combinación muy equilibrada e interesante. Siguiendo la misma estela, y con orquestaciones quizá demasiado similares, llega «Curse the Night», un medio tiempo con una batería muy interesante, no tan lineal como suelen ser en este tipo de temas. «One World» me da que quedaría mejor sin los arreglos de cuerdas. Más contundente, con más esencia tanto del grupo como del propio tema, pero es cuestión de gustos. Llegamos a la mitad de este segundo CD con «It’s All Too Much» y ciertos toques arabescos. De nuevo tengo esa sensación de que sin orquestaciones ganaría en intención.
Empezamos la recta final con «Dying to Live» a lo acústico y suave, con una bonito melodía de guitarra y unos arreglos interesantes para dar vida a una balada suave que gana en intensidad con el metraje. «The Flood» arrastra esa suavidad y melancolía, aunque a los pocos segundos se convierta en otro medio tempo que, de no ser por la voz, no diría que es de Rage. El estribillo vuelve a ser power 100%, como si fuese de otro grupo. La más larga del álbum es «Lifeliness» con casi 10 minutos de duración. Se trata de una aventura musical muy interesante, llena de delicadeza y potencia, con una instrumentación muy lograda. Seguramente sea el tema estrella del disco, aunque personalmente me gusta más la faceta cañera de Rage. «Interlude», una melodía que puede sonarnos familiar al principio, y que no deja de ser eso, un interludio instrumental lleno de orquestaciones. Ponemos punto y final con «In the End», otra balada bonita y con fuerza pero que no aporta demasiado (¡ojo, que el tema está muy bien, eh!).
Rage, o Peavy, vuelve a sacarse un discazo a la altura de su nombre. Como pegas pondría que sacar un álbum doble, a estas alturas, quizá es demasiado, y que en ocasiones la voz y sus melodías del orondo cantante a veces son algo repetitivas, pero es que a este hombre yo se lo perdono todo. Es un autentico superviviente, ha conseguido reinventarse mil veces, ha podido substituir a músicos de una talla estratosférica sin que la música se haya resentido. Desde luego no tiene el crédito que merece, y yo lo coloco entre los más grandes del género. ¡Por muchos años más, Rage!
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.