Fui muy fan de Rage. Los conocí hace un cuarto de siglo en un concierto abriendo para, si no recuerdo mal, Gamma Ray y Stratovarius. Aquello era power pero sin ser power. Tras el bolo, cuando fui indagando en su discografía, me hacía más fan. Aquella tralla sin perder de vista la melodía era brutal, y canciones como “Don’t Fear the Winter” (seguramente mi preferida del grupo) o “Solitary Man” me encantaban a más no poder. Años más tarde, ya sin Terrana en el trío, les perdí la pista sin razón aparente, para volvérsela a encontrar en uno de los RockFest a los que fueron. Nada mal.
Science of Noise tiene cuatro años, y este será el cuarto disco que reseñamos. Esto implica que, cambios de formación al margen (la última me hizo daño, lo admito), Peavy está en plena forma. Tras el tremendo Wings of Rage (2020), y tras la salida de Marcos, la cosa era saber qué camino tomaba el, ahora, cuarteto. Pues veámoslo.
Potencia, o potente. Ese es el adjetivo que me viene a la cabeza. Muy similar al estilo más primitivo del grupo, pero pasado por el buen sonido y producción de lujo, es decir, lo que nunca debió de dejar de ser Rage. El álbum suena muy bien, muy agresivo, pero también muy melódico y con algún arreglo (casi) sinfónico que, en vez de hacerlo pesado, le da un brillo que no siempre han tenido. Quizá peque de repetitivo, pero es algo que, generalmente, siempre me ha pasado con los discos de los germanos. Si asumimos esto, es un gran disco, a la altura de lo que el nombre de la banda merece. Veamos, pues, qué nos esconde el vigesimotercer disco de Rage, este tremendo Resurrection Day.
Tenemos 12 temas (11 y una intro) en una hora aproximadamente. En disco no se nota que ahora hay dos guitarras, pero básicamente porque Victor (cómo me gusta este tío, pero qué necesaria era su salida, mal que me pese) como Marcos son buenos y meten todas las pistas necesarias. Dicho este, el juego de Stefan y Jean es muy bueno, y la mezcla y demás tecnicismos hace que todo suene muy sólido. Lucky en su línea, demostrando que cada vez es mejor. Y de Peavy, como no voy a decir nada que no se haya dicho ya, me callo.
Empezamos con la intro “Momento Vitae”, que engaña, pues es muy sinfónica. Pero no preocuparse si esta etapa del grupo no es de tus preferidas, pues enseguida llega la homónima al disco para darte una patada en la boca. Sí, el principio puede sonar muy power y sinfónico, pero deja transcurrir unos segundos y verás lo que el riffaco te hace en la cabeza. Puro Rage. “Virginity” sigue en la misma línea, Rage de la vieja escuela, con guitarras muy alejadas de, por ejemplo, “Higher Than the Sky” (que siempre me pareció muy sobrevalorada). Lo bueno, hasta ahora, es que sabe mezclar esos dos aspectos, el agresivo / thrasher y el melódico / “power” de forma magistral, quizá mejor que antes, incluso, cosa que le da al álbum un valor muy interesante. El cuarteto inicial acaba con “A New Land”. De nuevo una intro muy melódica paras desembocar en unas estrofas, esta vez sí, más power que sus predecesoras. El estribillo, también, es mucho menos agresivo que las anteriores.
Mucho más contundente es “Arrogance and Ignorance”, que gana incluso más fuerza con el metraje, principalmente gracias al trabajo de la batería. La voz de Peavy sigue jugando con diferentes melodías, cosa que apenas sabía hacer de jovencito. El inicio de “Man in Chains” puede hacernos equivocar de nuevo. Quizá creamos que es una balada o algo delicado, pero no, vuelve a existir la patada en la entrepierna e izquierdazo a la mandíbula. Como todas hasta ahora (y quizá ahí resida el problema), es muy potente, y esta vez con un estribillo muy coreable. Muy buen tema que puede difuminarse entre todos los temas, que llegan a ser parecidos entre sí. Ahora podría hacer copy paste con “The Age of Reason”, aunque esta tiene más elementos sinfónicos, más melodías generalizadas y un estribillo algo más facilón. En cambio “Monteray Gods” no deja dudas: es un machaque desde el inicio. Muy machacona, redundante, heavy… pero con un estribillo ultra cantable. Gustará o no, pero es lo que nos ofrece Peavy a día de hoy.
Encaramos el último tercio del disco con “Mind Control”. La melodía vuelve a reinar, aunque quizá no tan pastelosa como en el power más puro. Es uno de los temas que más se aleja a los Rage clásicos, y sin embargo, es un gran tema que no desentona en absoluto. Hay algo en “Travelling Through Time”, más allá de esa melodía a lo Western, que me suena haberlo escuchado antes, no sé dónde. Es, quizá y por decirla de alguna forma, la más Blind Guardian (pre ultra sinfónicos) del disco, pero hay que escucharla para entender lo que quiero decir. También es el tema con más arreglos orquestales del disco, y no se me han hecho nada pesados (algo raro teniendo en cuenta que esa etapa del grupo me aburre sobremanera). Llegamos a la balada con “Black Room”, y es la que menos me gusta del disco. Puede ser un buen tema y no desentona en absoluto, pero las baladas de los germanos no me gustan especialmente. Es como si no fuera su hábitat natural, aunque la canción tiene todo lo que debe tener la balada de este disco. Pero no se preocupe nadie, que llegamos al final con “Extinction Overkill”, que sin llegar a la caña del principio del disco, si recupera el punch que, quizá, había perdido en la última parte del disco.
Lo que voy a decir puede parecer una contradicción. El disco no tiene ningún tema malo, de esos que vas a saltar sí o sí. Y, precisamente por eso, puede hacerse algo lineal. En global me ha gustado más que Wings of Rage, pero me ha impactado menos, y por eso no le pongo un 8 o más. Que ojo, merecer se merece esa nota, pero un poco de montaña rusa le hubiese beneficiado. Sea como sea, si fuiste fan de los Rage de antaño, puedes estar contento: están de vuelta.
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.