¡Madre mía! ¡2020 aún está con legañas en los ojos y los Rage nos despiertan con semejante trabajo! Sí, no llevo ni una frase, pero ya suelto la bomba: si este Wings of Rage (2020) no está en el top 5 anual a finales de año, es que cosas muy buenas pasarán durante los próximos 12 meses. ¿Qué? ¿Cómo te quedas?
Siempre he considerado a Rage y a Peavy Wagner uno de los grupos/músicos más underrated de la escena metalera de Europa. La capacidad compositiva, reinventiva y de supervivencia de Peter es tremenda. Tras mil cambios de formación, huidas de acompañantes y algunos cruces de palabras un poco fuera de tono, muchos hubiesen decidido lanzar la toalla y dedicarse a otras cosas, pero el bueno de Peavy no. Ahí sigue, dando lo mejor de sí en disco y en directo. Y parece que con el line up actual ha conseguido los compañeros idóneos que le siguen la pista. Desde luego ni Marcos Rodríguez ni Vassilios Maniatopoulos son, a nivel técnico, ni Victor Smolski ni Mike Terrana, pero quien haya visto a este trío, el actual, en directo, sabrá que la química y complicidad que hay entre los músicos no la tenía con nadie desde los tiempos de Manni y compañía.
Pero bueno, vayamos a lo que importa, que para conocer la historia del grupo ya está Wikipedia. ¿Qué nos encontramos en el nuevo lanzamiento? Pues la verdad es que un comprimido de los 37 años de carrera que llevan a sus espaldas. Es decir, desde riffs que rayan el thrash de los primeros tiempos (tipo “Don’t Fear the Winter” o “Solitary Man”) a otras más power metaleras de mediados de los 90 o, incluso, a temas más sinfónicos, a lo XIII (1998). Escribo esto y no sé si está hecho a propósito o no, pero parece un álbum pensado para que todo fan de la banda, de la etapa que sea, encuentre cosas que le atraiga. Y, creedme, si hablamos de Rage, eso es muy difícil de conseguir. En total son 12 temas potentes (11 y una intro), melódicos, rabiosos, con letras que se van del sota-caballo-rey que suele tener el estilo, todo con una producción y un sonido digno del año en el que estamos.
La cosa empieza fuerte, muy fuerte, como a mí me gusta (y hablo tanto del tipo de canción como de la época del grupo). Ya habíamos escuchado “True”, uno de los primeros singles de adelanto, y es TRE-MEN-DA. Después de la intro lobezna, un riff puro Rage de los primeros tiempos entra en escena. Sin parecerse en nada, el nombre de Megadeth me viene a la menta, quizá por el estilo de línea vocal, muy de Mustain. Todo para desembocar en un puente y estribillo rápido y melódico, de los que hará saltar el mes que viene cuando estén descargándolo en directo. Seguimos con el otro adelanto, “Let Them Rest in Peace”, y seguimos muy en la línea. Riffs machacones y una batería que va a la par, todo para acabar otro estribillo made in Peavy. El trío inicial lo cierra “Chasing the Twilight Zone”, el tercer lyric video teníamos, que si bien es cierto que sigue teniendo la misma potencia y garra, quizá tiene un ligero toque power que sus predecesoras carecían, especialmente en el estribillo. Vaya comienzo, la virgen…
En esa onda más power, más del End of All Days (1996) tenemos “Tomorrow”. A ver, que no se me entienda. La garra rayando el thrash está presente en (casi) todo el disco, pero sí es cierto, por ejemplo, que este tema tiene ese toque que hablo. Destacar que la excesiva repetición de la palabra tomorrow le hace perder algún punto. Eso sí, los punteos y armonías de Marcos son geniales. La homónima, “Wings of Rage”, trae lo que el propio título dice, unas alas de rabia que dan gusto. Eso sí, mezcladas con algunas melodías de guitarra que hará las delicias de todo fan. El estribillo se coreará en cualquier concierto, en cualquier año, que se toque, seguro. Pero es que el riff principal… telita. “Shadow Over Deadland (The Twilight Transit…)” sirve como intro de “A Nameless Grave”, la más sinfónica y XIII del disco. Personalmente es la etapa/estilo que menos me gusta del grupo, pero es un gran tema. Un medio tiempo lleno de matices y con melodías y detalles que, a los amantes de este particular sub estilo, gustará mucho.
Recuperamos la velocidad con “Don’t Let Me Down”. Si bien es cierto que tanto este tema como los que faltan son buenísimos, creo que la canción anterior marca un punto de inflexión hacia abajo. Quiero decir que disfrutarás de los temas, de todos ellos, pero la primera parte del disco la encuentro superior. Por ejemplo, el estribillo de este corte es muy repetitivo, aunque las estrofas harán las delicias de todo el mundo. Los detalles sinfónicos, presentes, adornan más que protagonizan, cosa que favorece la global de la obra. “Shine a Light” es, con mucha diferencia, la que menos me gusta. Podríamos tildarlo de balada, pero no es ese el motivo. Tiene algunas melodías de guitarra muy logradas, pero el conjunto de la canción me deja algo frío. El único corte totalmente prescindible, a mi entender. Y el estribillo, repitiendo el título hasta la saciedad, cansa un poco.
Si digo “HTTS 2.0” igual te quedas con cara de WTF. Pero si digo “Higher than the Sky 2.0” la cosa coge otro matiz, ¿eh? Y eso es lo que nos trae el décimo corte del disco, una revisión de otro de los clásicos imprescindibles de Rage (aunque para mi gusto inferior a los mencionados al principio de la review). Tras dos o tres temas con toques sinfónicos, esta revisión nos trae de vuelta la caña. El riff está más que conseguido, dando sensación, en algunas ocasiones y si solo escuchamos la instrumentación, de que es un tema nuevo. Bien por ellos, así debe sonar Rage en 2020. En la misma línea, aunque más melódico en el estribillo, tenemos “Blame It on the Truth”. La fórmula es conocida, estrofas y puentes potentes, machaconas, y estribillo rápido y melódico. Y un solo de Marcos genial, uno de los mejores del disco.
Acabamos con “For Those Who Wish to Die”. Una intro de Lucky a la batería da paso al tema más experimental (ojo, hablamos de lo que hablamos) del disco. Estrofas a voz/batería, algunos arreglos de guitarra, riffs entrecortados y un estribillo que, si bien no es top del disco, no está nada mal.
Me alegro, de verdad. Me alegro por los fans del grupo y del estilo. Me alegro por músicos que, hasta hace poco, estaban en un muy segundo plano, como son Marcos Rodríguez y Vassilios Maniatopoulos, ambos con una actuación muy remarcable. Pero sobretodo me alegro por Peavy Wagner. Me gusta su lucha, su inconformismo, que no tire la toalla y que siga lanzando discazos como este, uno que podría estar en cualquier top 5 de su carrera. Si, además, sumamos que en un Rock Fest el bueno de Peavy y Marcos grabaron un vídeo dando la bienvenida al mundo a mi hija que, a los pocos días, nacería, tenemos la ecuación de por qué Rage merecen estar en lo más alto. ¡Por muchos más discos así! Nos vemos en febrero en Boveda.
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Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.