Y es que Blackmore afrontaba la década de los 80 con nuevos retos; por un lado, asaltar el mercado americano, que se le resistia, y por otro, encontrar a alguien que se hiciese cargo del micro con absolutas garantías para el giro que se proponía. Tras la marcha de DIO el escogido fue un Graham Bonnet que funcionó muy bien en estudio, pero que era una caja de sorpresas en directo, por lo decidieron prescindir de él en cuanto cubrieron todas las fechas de la gira.
“Down to earth”, como decía, había funcionado bastante bien a nivel de ventas, pero a Rainbow se le seguía resistiendo el mercado americano, pese a haber hecho unas cuantas concesiones ya en ese sentido en algunos temas de esa último álbum. Para “Difficult to cure”, su quinta entrega de estudio, tanto Blackmore como Glover tenían claro el rumbo que debía tomar la banda en ese sentido, así que lo primero que hicieron fue pedirle algunos temas a Russ Ballard, quién ya escribiera uno de sus grandes éxitos aneriormente como es “SinceYou’ve been gone”. Por otra parte, para sustituir al cantante australiano, contrataron a un desconocido como era Joe Lynn Turner, vocalista de Fandango en aquel momento, y desconocido para el gran público hasta la fecha. No era la única vacante a cubrir, ya que Cozy Powell también había abandonado la banda en pos de una carrera en solitario que parecía empezar a despegar. El escogido en este caso fue Bobby Rondinelli, un batería que les sorprendió por su pegada y su destreza con el doble bombo, algo que hace 4 décadas no era tan habitual.
Con todos esos ingredientes, y contando de nuevo con Don Airey al teclado, la banda se embarca en la grabación del que será conocido a la postre como su trabajo más comercial. El tema escogido para abrir es la composición que se quedaron de las que les ofreció Russ Ballard, “I surrender”, una canción que posee una tremenda fuerza, apoyada sobretodo en una melodía de la guitarra sencillamente gloriosa. Una canción que flirtea con un estilo marcadamente más melódico, cercano incluso al AOR por momentos. La voz de Turner se amolda perfectamente a la canción y efectivamente, Rainbow consiguen un éxito a nivel mundial con este tema, entrando en las listas de ventas de medio mundo. Como curiosidad, este tema ya había sido vendido por Ballard a las hermanas Cherie y Marie Currie, quienes grabaron una primera versión del mismo que no tuvo ni de lejos la fama que esta de Rainbow, incluso hoy día la podéis ver por ahí como “Rainbow cover” cuando lo cierto es que ellas la grabaron antes que nadie.
En segundo lugar tenemos el gran tema que tenían Blackmore y Glover para este disco, “Spotlight Kid”, un tema veloz donde la pegada de Rondinelli luce a pleno rendimiento. Estribillo pegadizo, riff marca de la casa, Airey apoyando con sus teclas y un solo neoclásico para deleite de los fans del hombre de negro, tema que pasa inmediatamente a la categoría de clásico de la banda, y que ya nunca podrá faltar en sus directos.
“No Release” siempre me ha parecido “el día que Rainbow intentó parecerse a Led Zeppelin”. Ese riff inicial y ese estribillo, donde Blackmore parece Page, y Turner emula a Plant… No, en serio, escuchadla junto a “Nobody’s fault but mine” y luego me contáis. Pero es que más allá de esto, a mitad de canción, mitad final más concretamente, se transforman en Queen. Empiezan a sonar unas palmas y el coro al más puro estilo Mercury va repitiendo “Can’t get no release” mientras un Turner “Coverdaleano” por encima va dando la réplica. Todo ello desemboca en un solo, esta vez sí, marca de la casa Blackmore.
El cuarto corte vuelve a ser una versión, en este caso de Brian Moran, alguien de quién no tengo el gusto de conocer en ninguna otra obra, pero que aquí compuso un tema melódico donde la voz de Turner vuelve a lucir a gran nivel. Un tema que para mi siempre fue muy especial, y es que ese solo que hace Blackmore en la segunda parte del estribillo me rompe completamente. Aún así, el tema no tuvo la suerte que pretendía y es, injustamente a mi parecer, uno de los grandes olvidados de este disco y de la discografía de Rainbow. Seguramente es un paso más en una dirección demasiado melódica, o sencillamente el tema no acabó de cuajar ni entre la base de fans del grupo, ni como éxito comercial.
Tras “Magic”, la emotividad continúa con la primera instrumental del disco, “Vielleicht Das Nächste Mal (Maybe The Next Time)”, una canción para lucimiento absoluto de Blackmore que sirve para cerrar la cara A del disco con ese feeling que el maestro imprime a sus composiciones, y ese halo a pieza clásica moderna. Como curiosidad, el titulo en alemán se debe a que en esa época Blackmore se había instalado en Stuttgart, y quiso hacer ese guiño; recordemos que viene de lejos la afición de Blackmore por Alemania, sus castillos y sus paisajes, hasta el punto de que su hijo se llama Jürgen. Pero a este ya lo trataré en otro artículo próximamente.
El formato CD mató esa separación entre cara A y B, haciendo en este disco muy evidente el cambio, ya que cuando giramos el vinilo nos encontramos con “Can’t happen here”, un tema con voluntad de animar el cotarro; tema fiestero con estribillo coreable, sobre un teclado roncanrolero que hubiese firmado el mismísimo Jerry Lee Lewis, con un solo de nuevo marca de la casa pero sencillo y perfectamente integrado en la canción a la que acompaña. Probablemente el otro “hit” que tenían en la manga Blackmore y Glover.
Y es que a partir de aquí para mi gusto la cosa baja bastante de nivel, y encontramos un par de temas poco inspirados que para mi siempre han sido considerados directamente relleno. Hablo de “Freedom fighter” y “Midtown tunnel vision”. El primero de ellos, un tema hard rockero clásico, sin más historia, el segundo en un tono más bluesy, pero al que nunca le cogí el punto.
Para rematar el disco, la segunda instrumental, en este caso un tema que da nombre al disco, y que cuenta con una pieza de Beethoven, de la novena sinfonía concretamente, como vehículo conductor, y que Blackmore ha usado desde entonces en sus directos a la hora de hacer el solo de rigor. Buena clausura de disco, aunque sigo notando una diferencia de nivel demasiado grande entre la cara A y la B.
El disco fue producido por Roger Glover y contaron como ingeniero de sonido con Flemming Rasmussen, quién más tarde grabó con bandas como Metallica algunos de los discos básicos de la historia del Metal.
Y tras 40 años, “Difficult to cure” sigue siendo un disco tan básico como lo son las mascarillas que vemos en su portada y contraportada, quién se lo iba a decir en aquel momento. Long live Rainbow.