Ya tenemos aquí el esperado nuevo disco de Red Hot Chili Peppers. Y ya van 12, que se dice pronto. Además, el hype está asegurado con éste, pues la vuelta de John Frusciante recargó la ilusión de unos fans que veían como la banda se iba estrellando disco tras disco. Tras el lejano By the Way (2002) -que por cierto, cumple este verano 20 años-, los discos han decaído en calidad.
Stadium Arcadium (2006) tenía muy buenas canciones, incluso algún que otro himno, pero su excesiva duración acabó por aburrir a la mayoría de fans. Ese disco y su consiguiente gira propició la salida de John Frusciante, la segunda salida para ser exactos. Años más tarde llegó I’m With You (2011), un chiste de mal gusto. Con The Getaway (2016) recuperaron un poco, por así decirlo, su potencial. Pese a ello, el disco era mediocre, no nos engañemos.
Y ahora aterrizan con Unlimited Love (2022), un disco que profesa un “return to the roots” o «regreso a las raíces». Para ello, recuperan a Rick Rubin que, si bien no aporta mucho al resultado final, si aporta cierto “carisma”. El que sí que podemos ver que aporta algo bueno es John Frusciante. El guitarrista sí logra traer cierta frescura a una banda que parece agotada. Hace ya casi dos décadas que Red Hot Chili Peppers tienen pocas ideas aparte de la de autoplagiarse.
Ahora han decidido recuperar la faceta más funky, un regreso a la época del Blood Sugar Sex Magik (1991) que, evidentemente no alcanzan en ningún aspecto. Unlimited Love vuelve a ser un disco excesivo: 70 minutos de música repartidos en 17 canciones. Vuelven a pecar de ofrecer demasiado en lugar de ofrecer lo justo y necesario.
En Unlimited Love podemos ver pinceladas creativas interesantes como la sección de viento en “Aquatic Mouth Dance”, una canción que te acaba saturando por el fuerte contraste entre la canción y los arreglos. “Poster Child”, por momentos, nos invita a viajar a Californication (1999) en su faceta funky, pero la canción se diluye como jabón en agua.
Lo mejor de Unlimited Love es cuando Frusciante saca a relucir su instrumento y su creatividad. Canciones que sí nos hacen recuperar -en cierta forma- la fe en la banda podrían ser «The Great Apes», “Hare Ever After” o “The Heavy Wing”. Ésta última mal, ubicada en la posición 16 del disco, cuando ya estás cansado de escuchar baladas y observar tristemente como Anthony Kiedis empieza a perder la batalla contra el paso del tiempo. Tampoco vemos al Flea que nos arrancaba el alma al ritmo de su siempre mágico bajo.
Como su nombre indica o da pistas, el disco tiene un punto sentimental que viene adornado por muchas, demasiadas canciones lentas. Piezas que disminuyen el voltaje del disco como “Not the One”, curiosamente presentada como uno de los singles previos al lanzamiento del disco.
Quizá, con muchas escuchas más y rascando capas, acabe por valorar mejor este décimo segundo disco de una de las bandas más grandes de todos los tiempos del rock alternativo. Los californianos parece que están en el punto de “quieren pero no pueden”, por lo que deberíamos esperar menos para disfrutar más del resultado. Unlimited Love no tiene ninguna canción memorable, y esto quizá si que es el principal síntoma de agotamiento de una banda que, pese a la inyección que supone la vuelta de John, no logra dar con la teclas de antaño.