Por fin, después de tanta espera llegaba el día de partir para Viveiro. Si bien el año pasado los médicos me lo prohibieron taxativamente por haber salido recientemente del hospital, me había jurado a mi mismo que este año estaría en el Resu costase lo que costase. Y la verdad es que costar me iba a costar más, ya que entre otras cosas todavía no puedo conducir, y no hay transporte público que me lleve y me traiga. Se que parece imposible em pleno siglo 21, pero vivir en el interior de Galicia tiene ese problema, así que toco tirar de colegas que me llevaran en coche. Sin dudar, tiré de agenda y llamé a Miguel, que no dudó en decir que me llevaría, así que a las 10 de la mañana paraba su coche en la puerta de mi casa para embarcarnos cara al paraíso gallego del Metal. Con los compañeros de coche durmiendo en la parte trasera, ya que me cedieron el asiendo delantero para poder viajar cómo y tras dar un rodeo por pasarnos la salida de Viveiro y casi llegar a Ferrol, alcanzamos nuestro destino tras los tradicionales controles de la Guardia Civil. Mientras que yo me quedé en el pueblo, ellos tiraron para el Beach Camp.
Si quien tiene un amigo tiene un tesoro, quien tiene un amigo metalero con piso en Viveiro durante el Resurrection Fest, tiene un tesoro mucho mayor. Como ya os imagináis, yo tuve la gran suerte de tener entre mis amigos a Blas, metalero y residente en Viveiro que me ofreció acogida durante los días del festival. Bajo un sol de justicia, aproveché para volver a untarme con crema solar, que, a pesar de ser Galicia, el sol pega de mala manera (ese es mi secreto para haber pasado cuadro días de festival sin quemarme, cosa que a algunos asombró) y las pieles se queman fácilmente. De hecho, el tono rojo cangrejo ya era un tono de piel bastante habitual en el Resu. Sentado en el banco, mientras esperaba, ya se notaba que Viveiro esa el corazón del metal durante esos días. Confieso que durante los festivales siempre se me viene a la cabeza como sería si lo habitual fuera vivir en un sitio donde todos tus vecinos fueran metaleros y no reguetoneros y demás especímenes que son mayoría. A que molaría, ¿eh?
Al poco divisé el Clío blanco de Blas que paraba y tras los efusivos saludos estábamos rumbo a su casa. Como suele ser habitual, la casa de un metalhead que vive donde se celebra un festival metalero, suele llenarse los días del evento y esta vez no iba a ser menos. Allí estaban Marta y Mora preparando la comida. Marta y Mora son pareja y metaleros, pero esta vez estaban en el Resu para trabajar en el festival, lo que les iba a permitir disfrutar de las bandas, pero esto es otra historia que ya os contaré más adelante.
Tras comer y disfrutar de una sobremesa de charla para descansar un poco, estábamos ya a las puertas de la Resurrection Fest City. Las colas para la pulseración eran bastante grandes desde que abrieron, pero por suerte en la zona de acreditación de prensa la cosa fue mucho más rápida y en pocos minutos, Blas, mis muletas y yo estábamos entrando en el recinto. En ese momento es cuando realmente fui consciente de que las cosas no iban a ser como en otros festivales. Mientas me desplazaba lentamente por el recinto pensaba si podría ser capaz de aguantar todo el festival, si podría utilizar los baños, si podría estar protegido de golpes, si podría descansar, etc. Era la primera vez que iba a un festival con problemas de movilidad, con mi cuerpo lleno de placas de metal por dentro y os puedo asegurar que empiezas a ver lo importante que son cosas en las que antes nunca habías reparado.
Una de las cosas que me pareció un acierto este año, fue la posibilidad de comparar los Tuents, la moneda de pago en el festival desde internet y recogerlos después. Gracias a eso, nos ahorramos una cola para poder comprarlos allí, lo que nos permitió conseguir antes la tan ansiada cerveza. Además, este año, contaban con cerveza sin gluten y cerveza sin alcohol, que fue la que me tocó degustar este año. Vaso verde festivalero en mano nos acercamos hasta donde ter un punto visible y seguro del Chaos Stage, mientras esperábamos que empezaran Archivo Adxunto. No contar con mi lentitud este año hicieron que no llegara tiempo del concierto. Ya se notaba este día la presencia de mucha más gente que en años anteriores, lo que prometía ser una edición histórica. Como siempre las torres del centro donde estaban los técnicos de sonidos, albergaba la pantalla de información y como novedad este año habían trasladado el misil que presidía la zona del Chaos Stage, para el Ritual Stage y en su lugar a la entrada a estra zona estaba un grandísimo micrófono cincuentero con ese típico tono de oxido que tienen la mayoría de las decoraciones del Resu.
Puntuales como un clavo, salieron Archivo Adxunto, un trío gallego que hace punk rock clásico y que joven que acaba de sacar su segundo trabajo, Libertad de Opresión. Precisamente con el tema Dictablanda, perteneciente a este trabajo, abrieron su concierto. El sonido no estaba mal, para tratarse de la segunda banda que sonaba en el Chaos Stage, pero era francamente mejorable desde la mesa. La sensación de que procuran capar el sonido de las bandas previas para que las que encabezan el cartel parezca que suenan muy potentes es algo que nunca me ha gustado. Pero este trío gallego consiguió mover al público que empezó a hacer circle pits en cada uno de sus temas. Entre su repertorio colaron alguna versión, como “Cualquier día” de Boikot, “Cuando Salga el Sol” de Desakato además de tirar de múltiples de temas Gatillazo y La Polla Records, que son siempre un valor seguro en un concierto. De hecho, cerraron con el mítico Txus, que correaban a voz en grito los asistentes. Quizá, faltaron más temas propios. Es cierto que se trata de una banda que puede ser desconocida para muchos, pero no se trata de una banda de versiones, que fue la sensación que se llevaron muchos, si no de una banda con temas propio que puede defender muy dignamente en directo
Mientras las pantallas indicaban la cancelación de la sesión de firmas de Ignite, que muchos creyeron que era el concierto, y el cambio de horario de la sesión de firmas de Municipal Waste, el escenario se preparaba para la inminente salida de Devil In Me. Ya en este punto me había dado cuenta de lo difícil que es tomar notas, intentar hacer fotos y beber sin, caerme ni yo ni las muletas, así que mi frase de esa noche fue: “Perdona, ¿Puedes sujetarme (el/la) …?” Todo un espectáculo equilibrista, os lo puedo asegurar, pero por suerte fue quien de mantenerme en pie.
Los portugueses Devil In Me, volvían a Viveiro. Aunque llevaban 4 años sin sacar disco y prodigándose poco en directo, enloquecieron a las masas con su crossover. Conocí a la banda pro primera vez en el Resu y reconozco que es el único sitio donde siempre los he visto en directo, pero en ningún momento han perdido su fuerza y agresividad. Es cierto que se parecen muchísimo a Suicidal Tendences, pero es algo que no han ocultado nunca. Comenzaron la descarga con “The End” seguido por “Back Aginst the Wall” y “Alive”. Poli demostró que sigue siendo un frontman cargado de fuerza y energía. Era quien de manejar al público a su antojo y durante los pogos y los circle pits y consiguiente que el grito de: “Resurrection Hardcore” llenara el aire de Viveiro. Con el sonido de P.A. mejorado en comparación con el que le pusieron a Archivo Adxunto, la comunión entre la banda y el público fue perfecta, ya que por algo es una de las bandas más queridas del festival. Siguieron desgranando temas de su discografía como “Break the Change”, “Brothers in Arms” y así hasta rematar con “Soul Rebel”, donde Poli se dio literalmente un baño de masas, y “Knowledge is Power”. Un concierto que nos dejó a todos con ganas de más y que sin duda los convirtieron en los primeros triunfadores de la noche.
Mientras se realizaba el cambio de backline para la actuación de Bury Tomorrow, en la carpa del Ritual Stage, había una sesión de Bandera Negra DJ, que no era que el conocido Ramiroquai,conductor del programa de Radio 3, “Bandera Negra” pinchado trallazos de hardcore, punk, etc. Sabedor de que si iba no llegaría a tiempo del bolo de los británicos, optamos por quedarnos en el Chaos Stage, que además tenía la barra del bar bastante cerca, lo cual es de agradecer y así, apoyado en la barra pude recuperar fuerzas.
Bury Tomorrow, habían estado este año presentando su último trabajo hasta la fecha, Black Flame, por Madrid, Barcelona, Bilbao y A Coruña, por lo que no había mejor sitio para acabar su paso por la península que Viveiro. “No Less Violent” fue el tema elegido para iniciar la descarga. No se le puede negar la fuerza que la banda tiene en directo, que consiguen que con los primeros acordes los pogos se activen automáticamente. El sonido, una vez más, fue bastante malo hasta bien entrado el concierto. Volvieron a su anterior álbum con la canción homónima, “Earthbound”, para volver de nuevo a su último trabajo con “More than Mortal”. Black Flame, fue prácticamente el protagonista de la descarga, en la que el dúo vocal formado por el vocalista Dani y el guitarrista Jason siguen funcionando a la perfección creando ese empaste entre guturales y melodía. Siguieron cayendo temas como “More than Mortal”, “Cemetery” o el aclamado “Man on Fire” que no permitieron un solo segundo de descanso hasta que finalizaron con “Black Flame”. Quizás para la gente que no conociera su último trabajo, se hubieran encontrado con un exceso de temas del nuevo disco y la falta de clásicos de la banda, ya que el repertorio elegido estaría mejor encajado en un concierto único de la banda, donde la mayoría de los asistentes son fans, que en un festival donde se esperaban más grandes himnos. Fue un buen concierto en el que los fans de la banda y los amantes del metalcore melódico disfrutaron, aunque no fue de sus mejores bolos.
Mientras se preparaban en el escenario para Municipal Waste, yo empezaba el peregrinaje hasta la zona de los baños y es que la cerveza al igual que entra, tiene que salir para dejar espacio a más cerveza. Los baños este año eran urinarios metálicos que ocupaban cada una de las paredes (debe ser para que nos sintiéramos cómodos, como si meáramos contra una pared) y las cabinas con el típico inodoro de porcelana. Como contra la pared no tenía donde dejar las muletas de no ser en el paisano que tenía al lado, opté por las cabinas. Ahí es donde me di cuenta de que este año debía ser más previsor que años anteriores, ya que el escalón que había para acceder a la cabina, no me facilitaba mucho las cosas precisamente. Pero como para un metalero no hay pasos grandes ni retos imposibles, fui quien de conseguir finalizar la misión con éxito y sin bajas.
No voy a negar que soy fan de Municipal Waste y que tenía ganas de verlos por fin en un escenario en condiciones. Desde Slime and Punishment, de 2017, no han sacado trabajo nuevo, por lo que su anuncio en el cartel fue para mí una sorpresa, ya que pensaba que traerían este año a Iron Reagan. Apuestas fallidas aparte, Toni Foresta y los suyos son unos tipos muy queridos en el Resu y no hicieron más de dos compases de “Mind Eraser” para que se metieran al público en el bolsillo. Siguieron “Trashin’ of the Christ” y “Poison the Preacher” con un sonido brutal. Municipal Waste es una banda que son una locomotora en directo que no pisa el freno desde que comienza y que se lleva a todo lo que tiene por delante. Si hay algo que demuestra la conexión de una banda con su público es que no tienen que decirle que hagan circle pits, porque es algo que sale de dentro. Y tanto salió que hasta hubo un wall of death al mítico grito de: “UPyD”, que es casi como el segundo himno del festival. Un concierto plagado de buen humor y de altas revoluciones que acabó con “Born To Party” y que a muchos se nos hizo espectacularmente corto.
Tras el bolo de Municipal Waste, el reciento estaba ya bastante lleno y todos esperaban a los californianos Ignite. Tenía especial interés en el directo de esta banda, heredera directa del punk americano de bandas como Pennywise, Bad Religion o Agnostic Front. De hecho, Zóli Teglas, fue vocalista de Pennywise durante un par de años. Aunque la banda siempre fue bastante irregular a la hora de sacar discos y hace tres años que no sacan nada, se notaba que había una legión de fans presentes. Comenzaron la descarga con “Veteran”, “Poverty of All” y “Let It Burn” y no hicieron falta más temas para darme cuenta de que no iba a ser el concierto de la noche. A parte del mal sonido que cuando parecía arreglarse volvía a sonar mal, parecía también que la banda tenía sus altibajos y aunque intentaban mantener el nivel alto, sólo lo conseguían con sus acólitos y es que a veces parecían más una banda de pop que de punk. A lo largo de la noche dejaron espacio para un para de versiones, que fueron “We’re Only Gonna Die” de Bad Religion y “Sunday Bloodie Sunday”, de U2, esta última registrada en su anterior trabajo: “Our Darkest Days”. Acabaron la fiesta con el celebrado “Bleeding” con la que hicieron botar a todo Viveiro, poniendo una buena guinda a un pastel regular.
El cansancio se iba haciendo patente, así que decidí acercarme hasta la plataforma preparada para personas con movilidad reducida, en la que había unas más que agradecidas sillas de madera. Fueron los propios miembros de Protección Civil los que me indicaron que accediera a la plataforma y me echaron una mano en todo momento. Mi agradecimiento para ellos.
Desde esa posición más cómoda y con una visión privilegiada, aparecieron sobre el escenario Kvelertak. Los noruegos fueron un auténtico ciclón y en especial su vocalista Ivar Nikolaisen. Creo que, a estas alturas, pocos serán los que no conozcan a esta banda que mezclan black metal con punk, rock y todo lo que le echen, en lo que se ha llegado a denominar black & roll. Abrieron con “Åpenbaring” y aquello fue un auténtico ciclón. Los movimientos espasmódicos de la banda, en breve se trasladaron al personal que cantó cada uno de los temas (no sabía yo la cantidad de gente que habla noruego por aquí). “Bruane Brenn”, “Nekroskop” y “Berserkr” continuaron la descarga y para mí que nunca había escuchado a Ivar en directo, fue una grata sorpresa lo que escuche, mismo me atrevería decir que supera a Erlend Hjelvik como frontman. Kverlertak, son puro espectáculo y adrenalina, tanto que a veces no sabes si el cantante está en el escenario, bajó al público o donde anda. Es curioso como de las frías tierras noruegas vino el espectáculo más cálido de la noche y no solamente por las lenguas de fuego que había en el escenario si no por el vínculo formado entre la banda y el público. Los riffs sonaron nítidos, las voces se diferenciaban perfectamente y la base rítmica reventaba el pecho con sus graves. Temas como “1985”, “Offernatt” o “Kvelertak”, con el que cerraron, hicieron de este el mejor concierto de la noche. Un concierto se supo a poco y que nos dejó a todos con ganas de más, aunque para eso tendríamos que esperar al día siguiente, porque por hoy la fiesta había acabado y tocaba reponer fuerzas, que aún quedaba todo por llegar.
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