Qué poco se habla de Riot, banda estadounidense que ha estado en todas las fases del heavy metal desde su génesis y que sigue sobreviviendo a pesar de sus mil cambios de formación, de estilo, muertes y de modas varias. Formados en 1976 (¡!!) y capaces de firmar canciones con el título de “Warrior” antes de Manowar y antes de todo, de hecho. Coetáneos de Thin Lizzy, estuvieron en la era de la NWOBHM, y no en Inglaterra precisamente, vivieron el auge del speed metal, sobrevivieron al grunge y a todas las modas, incluso se acercaron al power metal cuando tocaba. Imaginad si son supervivientes pues siguen a día de hoy sin su líder Mark Reale y con una formación sin nadie de la primera etapa.
Riot V
Tiene bemoles la cosa que podamos estar hablando de que en estos últimos años es cuando mejor les van las cosas a Riot, ¡sin Reale! y bajo el nombre de Riot V. Todo es debido a una formación muy sólida, a que los nuevos temas están al nivel de sus himnos a que ese cantante llamado Michael Todd Hall es una bestia. Pero duele eso de vivir ahora conciertos con sold out en Barcelona cuando a principios del 2000 éramos 100 personas. Yo me alegro enormemente que les vaya bien, pero si lo miras todo en perspectiva no tiene ningún sentido que Mark Reale no pueda vivir estos tiempos de éxito.
El disco
Fire Down Under es el disco que celebramos en su cuarenta aniversario, y bueno, es más para el fan que por la trascendencia de esta obra en si, a pesar de que la tendría de tener. Pero hubo muy malas decisiones y la peor era la idea de decantarse por un bebé foca como su Eddie particular. Es inexplicable habiendo decenas de animales más apropiados para elegir, algo que indica también que las decisiones tomadas nunca fueron las mejores. Dudo que haya alguien que pueda asociar al bebé como un animal representativo del heavy metal. Aunque sangre hay, sólo hay que recordar esas matanzas salvajes por la piel… Junto a Reale aquí estaba el gran Guy Speranza a las voces en el que sería su último trabajo con el combo. Habían perdido a su anterior base rítmica entrando en e combo Kip Leming y Sandy Slavin. Rick Ventura se puso las pilas y anduvo a la par que el gran Mark Reale. Las dos guitarras combinadas son lo más lucido del disco.
Musicalmente todo es rotundo y si te haces con alguna de las reediciones el sonido es matador, diferente y más limpio con el que esta obra vio la luz. Hard rock con influencias de Thin Lizzy en las guitarras y de la entonces creciente NWOBHM, pero ellos ya apuntaban hacia el speed metal. Esa misma velocidad y contundencia es la que llevó a su sello Capitol a echarlos, pues, como siempre, no cuadraban ni encajaban en ninguna parte. Hay en el disco dos temas especialmente inmensos que son clásicos y que han envejecido realmente bien. Casi todo el catálogo de Riot ha envejecido muy bien, la verdad. Excepto su mascota y las terribles portadas…
La primera de ellas abre el disco y posee una entrada muy Judas Priest: “Swords and Tequila”. La conexión mejicana en esta obra va apareciendo y para bien. Esta canción es un clásico absoluto, armada con un estribillo perfecto y una cadencia que engancha desde su inicio. La otra es “Outlaw”, un road movie brillante en el que destaca en sobremanera la guitarra de Reale y la voz de Speranza. El trabajo técnico es constante y el estribillo evocador. Hay una astracanada tremenda con la inclusión de una parrafada en mejicano (por el acento, gentileza de Tony Ramos), con todos los tópicos que uno puede llegar a pensar. Heavy metal de primera que anticipa el auge del género: Guitarras dobladas y feeling total.
Atención a “Fire Down Under” puesto que es un speed metal emparentable con el de Accept si bien aquí hay un punto más de clase buscando la melodía con base más hard rock. El trabajo de guitarras y especialmente los solos se llevan la palma, pero también la calidad compositiva. Otra que suele sobrevivir en sus directos es “Altar of the King” dotada de una conexión irlandesa evidente. Los Thin Lizzy y lo irlandés es algo que siempre estuvo en Reale y que explotaría en Inishmore en los 90, con enormes resultados y a caballo sobre el creciente power metal centroeuropeo. Aquí hay una intro suave para beber de twin guitars al puro estilo Lizzy, incluso el bajo es puramente Lynott. Medio tiempo dorado hecho con suma elegancia.
Otra de las más rápidas es “Don’t Bring Me Down”, si bien es más festiva y rock n’ rollera. Riff base machacón y mucha velocidad para la época con una influencia notable de Saxon. Luego hay ese cruce perfecto entre heavy metal con los ritmos Lizzy y sus juegos de guitarra en “Don’t Hold Back”, una de las grandes joyas del álbum, con esos breaks rapidísimos de Sandy Slavin. Tampoco hay que desmerecer la labor de Rick Ventura en la segunda guitarra pues ambas no paran a lo largo y ancho de la obra.
En un escalón menor se encuentra “No Lies”, que se limita a cumplir expediente, contrastando con las afiladas y trabajadas guitarras que nutren a “Run for Your Life”. Puedes imaginarte los clásicos silbidos de Biff Byford en el tema y enganchan perfectamente. Es el heavy metal en boga de la época. Una de las composiciones más especiales y diferentes del disco es “Feel the Same” en la que bajan pulsaciones y tiran de oscuridad y dramatismo. Es uno de los cortes menos directos si bien en sucesivas escuchas terminas rendido a él. El hecho de conseguir canciones que se salgan del guion y que casen con lo que ofreces es lo que hace a un disco especial.
Luego hay una de las joyas del disco, algo en directo que los fans agradecemos que se hubiera llegado a editar: “Flashbacks”. Es una especie de Frankenstein con diferentes partes de directo, grabadas en el Monsters of Rock de Donington con extractos de la presentación del DJ Neil Kay en un concierto en el Hammersmith Odeon de Londres. Como podéis apreciar la acción en el heavy metal de la época pasaba por la pérfida Albión. Las sucesivas reediciones complementan con hasta cinco temas extra que son correctos pero que se nota en muchos casos que son descartes.
Veredicto
Al final si uno lo piensa realmente (“Realemente” mejor…) queda absolutamente claro que si Riot hubieran estado en Birmingham y no en Nueva York estaríamos hablando de una de las más grandes leyendas del heavy metal. Hay material aquí capaz de mirar de tú a tú a los Judas de la época, pero quedaron en tierra de nadie y en unas latitudes alejadas de donde se encontraba la acción. Eso mismo es lo grande de Riot. Todas sus etapas, todos sus cantantes y todos los músicos que han pasado por las filas de este grupo nunca bajaron el nivel. Si no les conoces todavía hazte con un recopilatorio, pero ten presente que en Fire Down Under el grupo se avanzó una década a lo que estaba por venir. Su espléndido Thundersteel tapa una discografía de ensueño. Y si vienen a tu ciudad, ni te lo pienses, es parte de la historia del heavy metal. Gracias Mark Reale por tanto.