Principios de julio y Barcelona. De por sí ya es una combinación explosiva, pero si le añadimos que llegaba la segunda ola de calor en pocos días y la falta de sombra, aquello tenía pinta de ser un cocktail molotov en toda regla. Pero a los heavys no nos importa. Los heavys somos duros. Tanto como para, ante semejante clima, ir con tejanos largos, chalecos de cuero llenos de parches y hasta botas camperas. La verdad es que desconozco si los servicios médicos tuvieron que trabajar mucho pero, ante semejante derroche de insensatez, no me extrañaría. ¡Si a mí me sobraba toda la ropa! y llevaba pantalones de deporte finos y una camiseta de Science of Noise remangada hasta límites insospechados.
Pero es curioso observar a la gente mientras esperas en la cola. Cola que se alargó porque, como también es habitual, la organización iba con retraso y tuvimos que esperar algo más de 20 minutos sobre la hora prevista. Como digo, es curioso observar la fauna que asaltamos estos festivales. Uno, yo, que como ya he dicho iba con pantalones de deporte, remangado y con chanclas. Heavys de toda la vida ataviados con vaqueros y botas. Una chica con una especie de sostén de cuero, unos mini pantalones – bragas del mismo material y botas tipo Dr. Martens tochas a rabiar. Calvos. Melenudos. Viejos, jóvenes, niños (muchos niños). Una gozada, oiga.
Por aquello del cotilleo y el rigor informativo, y porque estaba solo, me dediqué a prestar atención a lo que me llegaba al oído. En general vi (o escuché, vamos) mucho cabreo con el festival. Escuché varias veces palabras como “estafa”, “timo”, “mierda de cartel” y lindeces similares. Pero, curiosamente (o no), a lo largo de la noche se demostró que de poca asistencia, nada. Y era sólo el primer día, jueves, laborable y con pocos grupos. Quizá es que somos mucho de la queja por naturaleza. Y por si fuera poco, estando en la fila, me llegó un WhatsApp con una gran noticia, y sorpresiva, debo admitirlo. Habría Rock Fest 2020 y anunciaban a Accept. Vale que podían haber anunciado un grupo que sorprendiera más, pero el solo hecho de que el festival siga creo que es una buena noticia (aunque cuando vi el precio de las entradas me entró un escalofrío. Eso o que tienen algo muy gordo en cartera). Volvemos a la edición de 3 días y, especialmente, cortas cualquier rumor y mal genio que pueda haber. Dicho de otra manera, se abren las puertas y la gente ya está contenta.
Una vez dentro toca hacer el ritual de cada año: ir a por una camiseta para que lleve mi hija el verano que viene. Tras pasear por los puestos de merch y hacerme, también, con un parche de Helloween, me decidí por una de Powerwolf para una niña de 3 años. Íbamos bien.
El recinto presentaba mejoras, o así me lo pareció. En la zona de la RockTent vi más food trucks, más puestos de información (entre otras, un par de escuelas de música). Teníamos el ya mítico trono de guitarras, las puertas del infierno escupe agua, las guitarras y batería para hacerte foto, y poca sombra. Esto es algo en lo que la organización puede mejorar, porque a veces Can Zam es irrespirable (y lo digo yo, que fui allí al instituto). Este año, además, me dio la impresión que había más variedad en la comida, cosa que aprecio y que creo que es un punto a favor del festival. Pero bueno, tras las compras, me fui directo al escenario, que por vía privada había quedado con unos señores…
Kilmara
por Xavi Prat
A veces la vida te da una oportunidad, y si eres listo, la aprovechas. El año pasado lo hicieron de maravilla Born in Exile y este año les tocaba a los catalanes Kilmara, a los que hacía poco más de un mes había visto, y quería ratificar las buenas sensaciones que dejaron. Además, según conversa privada por Instagram, me tenían que dar una púa. Así que allí me planté, en primera fila, bajo el sol abrasador y viendo como pasaban los minutos. La cosa fue con algo de retraso, pero cuando saltaron a escena, se vio claramente que iban a aprovechar esa oportunidad. Unos segundos iniciales de problemas con la voz dieron paso a un sonido que sería apabullante durante (casi) todo el día. Dani demostró que sabe hacer muy bien eso de jalear al público. Dídac al bajo volvió a hacer patente que quiere protagonismo, que quiere el balón, como se dice en argot futbolístico. El dueto de guitarras ralla a un alto nivel, y Eric ya está plenamente adaptado a la banda (aunque sigue con los pantalones de vinilo, el chalao).
Basaron su setlist en su último lanzamiento, Across the Realm of Time (2018), con temas como la tremenda “My Haven”, “Principles of Hatred” o “Disciples”, que nos dedicaron a todos los metaleros. En la pantalla de fondo, la portada del disco iba combinándose con su logotipo. Y en primera fila, cerca de mí, un grupito de fans que les jaleaba. Hace unos días conquistaron Suiza, el 4 de Julio el Rock Fest… ¡pero a no me dieron la púa! Buena forma de empezar el festival.
Al acabar tocó darse un paseo y ver otra mejora del Rock Fest. Ahora los vasos son de plástico duro, cosa que mejora la limpieza y el medio ambiente. Bravo.
Raven
por Jordi Tàrrega
A los hermanos Gallagher les tocó un horario diurno y el abrazo solar fue intenso, pero ellos llevan décadas enfrentándose a todo tipo de situaciones, por lo que saben capear bien todo tipo de vicisitudes. Ya en “Take Control” John lanzó uno de sus agudos que suelen ser algo insufribles para mucha gente y que repetiría sin descanso. Concierto perfecto de festival tirando de clásicos como “Hung, Drawn and Quartered”, “Hell Patrol” o la coreada “All for One”. “Destroy All Monsters” representó su material más nuevo para volver a necesitar de las voces del público para cantar el estribillo de “Rock Until You Drop”. Diversión y metal acérrimo y puro de la N.W.O.B.H.M. Mike Heller cumplió perfectamente a la batería a velocidades importantes como las de “Faster than the Speed of Light”. Buen final con “Wiped Out “y “Don’t Need Your Money”, incluyendo un par de pasaje de Black Sabbath. Opiniones encontradas pues Raven es un grupo tipo Anvil, o te encantan o no los soportas. En la firma de discos estuvieron realmente simpáticos y cercanos. Unos obreros del rock.
Primal Fear
por Xavi Prat
Los vi en octubre pasado y dejaron buenas sensaciones. No, no son mi grupo preferido, ni siquiera un reclamo para ir a un concierto o festival, pero si están, les ves. Y les ves porque, en lo suyo, juegan la Champions. ¿Y qué es lo suyo? Pues heavy metal afilado del de toda la vida, con grandes guitarras, una batería atronadora (ahora con un nuevo ocupante, que haría doblete con Gamma Ray) y una voz que se mantiene en plena forma. Si hace unos meses ya impresionó, en el festival Ralf Scheepers no retrocedió ni un milímetro. Está en plena forma, tanto física como vocalmente, y lo transmite perfectamente en temas como “Final Embrace” o “Angel in Black”, los dos temas que abrieron.
El dúo de guitarras sonó como… bueno, como casi todo el festival, atronador. Eso sí, creo que podemos despedirnos del trío de 6 cuerdas. Matt Sinner a lo suyo, con su carisma y su buen hacer. A los clásicos mencionados se le unieron lanzamientos de su último disco, Apocalypse (2018), como “Hounds of Justice” o “King of Madness”, quizá los dos mejores temas del álbum. “The End is Near” sirvió para que Ralph jugase con el público, como es habitual en todos y cada uno de los grupos, y “Nuclear Fire” (¿su clásico más clásico?) para que los asistentes cantasen y coreasen de lo lindo. El final llegó con “Metal is Forever”.
Como digo, los alemanes no fueron, son ni serán un grupo top en mis gustos, pero si tocan por donde estoy, no dudaré en irles a ver. Lo que hacen, lo hacen muy bien.
U.D.O.
por Xavi Prat
Llegué tarde, pues en previsión de lo que vendría, que a priori no me tocaba cubrirlo e intuyendo a la gente, me fui a cenar cuando empezaba U.D.O. Poco importó no estar allí mismo, delante del todo, pues hasta desde los food trucks se oía lo que, minutos más tardes, corroboré ya presencialmente. Heavy metal puro y duro. Y muy bien hecho.
Hace un par de años vi, en el mismo festival, a Dirkschnider, y aunque aquellas canciones me motivan más, ni punto de comparación entre ambos conciertos. El sonido, una vez más, espectacular. Los instrumentistas a un altísimo nivel. El dueto de guitarras hicieron lo que les dio la gana, y lo hicieron de maravilla. El batería, digno hijo de su padre. Todo compacto, melódicoagresivo, duro y muy heavy.
Steelfactory (2018), como no podía ser de otra forma, dominó gran parte del setlist que, al final, supo a poco. Y, aunque ya sabemos que no puede ser, un “Fast as a Shark” o un “Metal Heart” hubiesen entrado muy bien.
Demons & Wizards
por Xavi Prat
Y llegó la hora de una de las grandes citas del día. Y, sinceramente, no sé exactamente por qué. Es decir, más allá de los dos nombres que tiran de espalda, ¿qué tienen Demons & Wizards? ¿Una gran discografía? No. Yo apenas conozco dos discos y hace más de una década que no los escucho. ¿Algo totalmente innovador? Tampoco, es un híbrido perfecto entre Blind Guardian e Iced Earth. ¿Entonces? Pues no lo sé, pero tampoco es que sea importante. Tocaban e íbamos a disfrutarlos.
El sol se iba poniendo, con lo que el juego de luces ibas cogiendo importancia. En la pantalla, el Fiddler que ocupa la portada de su disco debut. Al bajo, Marcus Siepens, guitarrista de Blind Guardian. A la batería, el también bardo Frederik Ehmke. A la guitarra solista, el icediano Jake Dreyer. A los teclados… ni idea, sinceramente. A la guitarra rítmica, el señor Schaffer con nuevo look. Y no hay greñas pero sí más elegancia. Y a la voz Hansi Kursch, uno de los grandes, de los gigantes del metal europeo. Casi nada el lineup.
Tras la intro, “Heaven Denies”, la única canción que a día de hoy podría recuperar. Incluso la única que en su día me gustó realmente. Sonaba y bien, al menos los instrumentos. La voz tardamos un poquito en oírla, pues había algún problema con el micro. Cuando todo estuvo en su sitio, todo sonó de forma espectacular.
Hansi nunca ha sido una fiera en el escenario, nunca ha sido un gran frontman, pero pesar de estas carencias estuvo muy bien. Los años han pasado, su pelo largo también quedó atrás. Parece que su peso ha disminuido considerablemente, pero su voz sigue igual de bien. Siempre me ha gustado como canta, tanto por su timbre como por los diferentes registros que sabe utilizar. Y carisma… bueno, quien estuviese en el festival ya vería la respuesta del público. De hecho, delante de mí tenía un par de jovenzuelos ataviados con camisetas de los bardos que no pararon de saltar, gritar, aclamarle. Un ídolo.
Se tocaron casi todo su primer disco, resaltando “The Fiddler on the Green”, con la que cerraron el show, pero también hubo guiños a su otro disco, por ejemplo con la genial “Crimson King”. Y, por supuesto, hubo un homenaje a las bandas madres con “I’d Die for You” de Iced Earth y “Valhalla” de Blind Gurdian. ¿Adivináis cuáles fueron los temas más coreados de la noche? “Blood on my Hands” y “Poor Man’s Crusade” también sonaron estratosféricas.
Conforme se fue haciendo de noche, la espectacularidad visual aumentó. Si bien es cierto que la imagen estaba fija y que no hubo ningún otro tipo de lucimiento, las luces le dieron al bolo un ambiente tremendo.
No soy especialmente fan de D&W. No entenderé su posición en el cartel. Pero fue un gran concierto, con un sonido espectacular y que hizo disfrutar mucho a la gente.
King Diamond
por Albert Vila
Con la actuación del danés King Diamond llegamos a la hora de enfrentarnos al gran cabeza de cartel de esta jornada inaugural. Con el recinto aún a medio llenar (supongo que la densidad de público va a incrementar de forma sustancial en los días venideros), la verdad es que nos resultó muy cómodo pasear de escenario en escenario, acceder a las barras y a la comida (situada este año en muchos más sitios distintos) y, por supuesto, colocarnos bien para ver todos los conciertos, incluido el de King, el gran reclamo del día y el rostro más repetido en las camisetas de los asistentes al día de hoy.
Como una crónica sin contexto y batallitas no sería una crónica mía como dios manda, y como mi participación en este artículo de hoy se vé confinada únicamente a este espacio debajo del título de King Diamond, debo decir que mi intención inicial de este jueves era llegar a ver a Imperial Jade a la carpa, pero circunstancias de la vida me tuvieron atrapado compartiendo unas cuantas cervezas ruidosas y amigables con los chicos de Entombed, cuya especie de entrevista / charla publicaremos en breve (y que, por cierto, llegaron un día antes para poder ver el concierto de King Diamond, cuyo rostro también ilustraba la raída camiseta del simpatiquísimo LG Petrov).
Ese par de horas en el hall de su hotel fueron mi punto álgido del día, ya os lo juro, pero tuvieron el devastador efecto secundario de que todos mis planes del jueves, preparados al detalle con mis compañeros repartidos por el recinto, se fueran absolutamente al garete, tanto a nivel de horario como porque cuando llegué a Can Zam al poco de empezar el (muy buen) concierto de U.D.O. (que mi amable compañero Xavi Prat ha sido tan amable de cubrirme) ya iba un poco como las cabras.
Después de entrar sin ningun tipo de cola y encontrarme a decenas de amigos y conocidos por el camino (ni que sea solo por eso, el Rock Fest es un evento imprescindible de cada verano, y por ello mi alegría ante el anuncio de que en 2020 habrá una nueva edición a pesar de que todo el mundo – que nunca viene, por cierto – parace tener ganas de matarlo), me fui a comprobar si era cierto eso que ponía en los flyers repartidos encima de las barras: que Soulfly iban a tocar a las 21:00 en la Rock Tent.
Lo que a priori fue una gratísima sorpresa (y de hecho el hecho de poder permitirse una primaverada de este estilo era todo un pollazo encima de la mesa por parte de la organización) se convirtió en una pequeña descolocación entre todos aquellos que se plantaron puntualmente en la carpa (la mayoría con camisetas de bandas thrasheras) con ganas de ver a Max Cavalera y los suyos. Por lo que parece la intención era que tocaran, efectivamente, pero por algún motivo se retrasaron en su llegada y al final fue imposible que se llevara a cabo el concierto. Una pena, la verdad, pero para evitar las crecientes caras de decepción y confusión entre muchos de los asistentes, quizás hubiera sido buena idea retirar los flyers de las barras con algo de antelación.
Pues bien, dicho esto vamos a lo que dio de sí el concierto de King Diamond. Vaya por delante que yo no soy especialmente fan ni de su trabajo en solitario ni tampoco de Mercyful Fate. Les reconozco la valía y la influencia, por supuesto, pero nunca he sido capaz de conectar con ellos. De hecho, soy de esos que sienten cierta aversión al continuo falsete característico del bueno de King, un tono que ha sido parodiado tantas veces (hola Gigatron) que a veces cuesta tomártelo en serio si te lo miras desde una cierta distancia. Pero bueno, está claro que es un artista que le llega a mucha gente, y el nivel de reverencia hacia su figura que se respiraba hoy aquí no tuvo igual en toda la jornada.
El escenario que llevaba era exactamente el mismo (quizás con algún cambio menor) que el que ya pudimos ver hace un par de años en este mismo recinto, cuando homenajeó por completo su celebrado Abigail. El castillo de piedra con mazmorras, gárgolas, antorchas y escaleras laterales es resultón e impactante, y su teatral puesta en escena sigue siendo verdaderamente impecable. Y a pesar de no gustarme demasiado su propuesta, el concierto de King Diamond también lo fue. Rodeado de músicos de primer nivel con el grandioso Andy LaRocque a la cabeza, y con un sonido potente y pristino (como lo fue en todas las bandas menos en W.A.S.P., por cierto) la hora y cuarto que pasaron sobre el escenario (quizás un tiempo algo corto para un cabeza de cartel de verdad) fue una auténtica celebración de heavy metal, con el vocalista danés exudando carisma con su característico traje, su icónico sombrero de copa, su desesperado maquillaje y su micrófono con forma de crucifijo. Incluso su voz, infumable para tantos, se mantiene a un nivel altísimo a pesar de que ya ha cumplido los 63 años, tanto en los momentos de falsete como cuando toca sonar más agresivo.
En esta ocasión el setlist se repartió bastante equitativamente entre algunos de sus grandes álbumes, con temas como «Voodoo», «A Mansion in Darkness» o la icónica «Halloween» como momentos más celebrados de la primera parte de su show. Llegados más o menos a la mitad, Kim Bendix Petersen (que así se llama el vocalista) anunció que iban a tocar un tema nuevo, perteneciente a un futuro disco que van a sacar al mercado presumiblemente este mismo 2019 (doce años después que su último trabajo). Os podéis imaginar que tal anuncio desencadenó una abrumadora reacción de aprobación entre el público. El tema llevaba por título «Masquerade of Madness» y no desentonó para nada con el resto del show.
«Sleepless Nights» y «The Lake» cerraron el set principal y, después de un breve parón (tan breve que ni se bajaron del escenario), atacaron «Burn» y «Black Horsemen» para delirio de un público que los despidió entre aplausos. Quizás para muchos King Diamond es un cabeza de cartel de segundo nivel (y seguro que no eran la primera opción de la organización para encabezar este día extra con el que cuenta el festival este año), pero lo que está claro es que demostró sobradamente que los años no pasan para él. Si su música te gusta, en directo King Diamond es una absoluta garantía. Excelente concierto el suyo.
W.A.S.P.
por Xavi Prat
E íbamos con el gran reclamo del día para mí. Me los perdí en la gira de aniversario del The Crimson Idol (1992), así que tenía muchas ganas a los americanos. No sería lo mismo, no tocarían íntegramente el disco mencionado (su mejor trabajo de largo), pero tienen discografía suficiente como para completar un setlist tremendo, aunque no sé si tanto como para ser cabezas de cartel.
Nada más empezar ya se vio que algo no iba bien. Y no es que Blackie Lawless ya no sea jovencito, es que el sonido era horrible. De ahí todos los “casi” que han florecido en esta crónica. No sé si es a posta o no (varias personas me han dicho que, desde hace algún tiempo, esto es habitual en sus directos, incluso dicen que hizo playback), pero entre esto, el cómo tapaban Duda y Blair con los coros y la poca gracia de Lawless con el público, la verdad es que el show desmereció mucho. Y eso que opino que el grupo es perfecto para un festival. Música a medio camino entre festiva y rabiosa, una actitud rockera, incluso punkarra, que es genial (los ya mencionados Duda y Blair, en este aspecto, se lucieron), una colección de himnos tremenda… una pena lo vivido.
Como esto sería así durante todo el bolo, ya queda dicho. De entre todo el repertorio, me hizo especial ilusión escuchar “The Idol” (temazo, por Dios), “Arena of Pleasures” y “Chainsaw Charlie”, es decir, las del disco del primer párrafo. Pero ¿quién no se alegra con un “L.O.V.E. Machine”? ¿O con un “Wildchild”? A pesar de lo bochornoso encima de escenario, la gente respondía muy bien con todos los temas. Pero todo esto se queda corto con lo vivido en el último tema, “I Wanna Be Somebody”. Creo que, en el festival, solo he vivido algo similar el año pasado, con Kiss y su “Rock and roll All Nite”. Tremendo por parte del púbico.
Me supo a poco y me supo mal, pero me lo pasé bien. Con un sonido como el que había habido todo el día, hubiese sido el concierto de la noche. Lawless ya no está para tantos trotes, le pesan los años y los kilos, y se nota en su voz. Duda y Blair estuvieron magistrales, y a Priester el grupo (bueno, su música) se le queda pequeña. Solo pensar cómo debía ser esto en los 80 o 90 se me encoje el corazón. Una lástima, o lo que podría haber sido y no fue.