Crónica y fotos del Rock Fest BCN - Can Zam (Santa Coloma de Gramenet), 5 de julio de 2019

Rock Fest BCN 2019 (II): El power metal aúlla, ZZ Top convencen y Napalm Death arrasan

Datos del Concierto

Rock Fest BCN

Bandas:
ZZ Top + Michael Schenker Fest + Napalm Death + Powerwolf + Entombed AD + Gamma Ray + Böhse Onkelz + Candlemass + Obús + Turilli / Lione Rhapsody + King King + Rage + Thunder + Beast in Black + The Rock Best Tribute
 
Fecha: 5 de julio de 2019
Lugar: Can Zam (Santa Coloma de Gramenet)
Promotora: Rock n Rock
Asistencia aproximada: 18000 personas

Fotos

Fotos por Manu Damea

Empezábamos la segunda jornada, a priori la mejor para mis gustos (mis = Xavi Prat) pero la peor para media redacción de Science of Noise (ndr. El resto de la redacción de Science of Noise no estamos de acuerdo). Era el día del power metal (ndr. y de muchas más cosas), y eso o lo amas o lo odias. Ese cuarteto Beast in Black, Rage, Gamma Ray y Powerwolf pintaba la mar de bien, y como no quería llegar tarde, me fui con tiempo. Con tanto que me equivoqué y llegué una hora antes de lo previsto, que sumado al ya mítico retraso en la apertura de puertas, hizo que me tirase un buen rato asándome al sol.

Recalco el tema del aparcamiento. Si los años anteriores se podía aparcar donde quisieses (o pudieses), este año los alrededores del tanatorio estaban reservados para los vecinos de la zona, así que había que ir abajo, al lado del Besós, y era difícil encontrar un hueco. En adelante opté por ir en moto y dejarme de jaleos.

Apunte: camisetas de grupos había muchas, pero durante todo el festival, y obviamente ese día, me dio la impresión que predominaban las de Beast in Black y Powerwolf. Curioso, cuanto menos.

Beast in Black

por Xavi Prat

Llegar pronto tiene sus contras, pero también sus pros, como poder ponerte en primera fila, en el lateral en el que da la sombra. Echo importante por lo que pasaría al final del concierto. Había gente. No sé cuanta, pero desde mi privilegiada posición se veía bastante lleno para será las 14:30 y bajo un sol de justicia. Porque hacía calor, mucho calor. Más tarde vi un video de Marcos Rodriguez de Rage en el que decía que rondábamos los 38º, una locura. Y vuelvo a lo de siempre: sí, las pintillas están guays, pero aunque vayas a estar sobre el escenario, salir vestido de cuero, en manga larga y con botas super ultra sónicas es un atentado a la salud. Algún día tendremos un susto en directo y nos llevaremos las manos a la cabeza.

Pero vamos a lo  que vamos. Unos minutos por encima de las 14:30 saltaban a escena los multinacionales, todos bien ataviados de negro y moderneces  y con unos samplers un poco excesivos. Lo que más y mejor se oía eran unos teclados que debían estar escondidos tras la batería de Atte Palokangas, porque por otro sitio no se veían. Hombre, si los teclados tienen tanta importancia en tu música, como es el caso, lleva a un teclista, que siempre da más empaque. En esto sus hermanos archienemigos de Battle Bast les han colado un gol.

“Cry Out for a Hero”, el primer tema de su From Hell with Love (2019) sirvió para abrir el concierto, y desde ese instante ya se vio que el sonido sería tan bueno como el de la jornada pasada, que su música festivo-discotequera es garantía de diversión (lo de las primera filas era flipante, no esperaba semejante reacción, sinceramente) y que Yannis Papadopoulos  es tan buen cantante en directo como en disco. Su variedad de registros es amplísima. Como leí una vez, un híbrido perfecto entre Rob Halford y la Tarja de Nightwish.

A mi lado una pareja japonesa ondeaba una bandera de su país (cosa que serviría al cantante para alabar los festivales y aplaudir la hermandad del metal, sin importar de dónde se venga), y al otro un par de hermanas pequeñas, una con gorra de Bob Esponja, disfrutaban de lo lindo. “Unlimited Sin”, “Beast in Black”, “Eternal Fire”… sus clásicos, si es que los podemos llamar así, caían uno tras otro.  “Die by the Blade” sonó brutal, como es el tema, pero sin duda la más coreada fue “Blind & Frozen”, cuyo título sirvió para que hicieran la enésima broma sobre la temperatura. El final llegó con “End of the World”.

Estar en primera fila sirve para coger la baqueta cuando la tiran, y como buen powermetalero para dársela a la niña de la gorra de Bob Esponja y hacer que su festival ya valiese la pena. Hasta su padre, minutos más tarde, vino a darme las gracias. ¡Aprended, Jennies*!

*Jenny: nombre que pongo encima de la mesa, en contrapunto a Paco, para nombrar a aquellos que desprecian los grupos y estilos más clásicos.

Thunder

por Albert Vila

Los ingleses Thunder ya estuvieron en este mismo Rock Fest hace algunos años, y la verdad es que entonces me dejaron una impresión excelente. En esa ocasión gozaron de una hora de actuación más tardía, y por ello los disfrutó una cantidad de gente mucho más numerosa que los cuatro (entregados) gatos que tuvieron hoy. Es cierto que la banda liderada por un Danny Bowes que mantiene una voz excelente a pesar de estar bien a punto de cumplir los sesenta no es que sea precisamente un fenómeno de masas, pero a mi juicio su clase y su calidad merecían bastante más público del que acabaron dispusiendo hoy, y que, en gran parte, prefirió esconderse en las sombras de las gradas, la taverna o los árboles repartidos por el recinto que asarse a los más de treinta y cinco grados y sol de justicia que asolaba la esplanada frente a los escenarios.

No les culpo, la verdad, e incluso yo mismo empecé su concierto bastante atrás. Pero coño, a medida que iban pasando los minutos y estos señores ya mayores iban rockeando con tal confianza y ofreciéndonos tal cantidad de temas magníficos que, además, sonaban como los ángeles, no pude aguantarme de avanzar hasta la quinta o sexta fila (sí, así de fácil era avanzar) y ponerme a mover las caderas al ritmo de canciones como «Higher Ground», «Love Walked In» o la sleazy, final y muy coreada «Dirty Love». Un temazo en toda regla y una banda sólida como una roca que, una vez más, demostró ser una auténtica garantía en directo y una opción muy disfrutable tanto si les conoces a priori como si, tal y como me ocurrió a mí, no estás del todo familiarizado con su prolífica discografia.

Por cierto, que como ya viene siendo habitual en estos grandes escenarios gemelos, y mientras Thunder estaban ocupados con lo suyo, justo al lado teníamos a la orquestra de Rage al completo probando sonido con dedicación. Al revés de lo que ocurrió con el famoso incidente de Dee Snider con Europe hace unos años o con el discurso moralista de Justin Hawkin en el Rock the Coast hace nada, Danny se acercó tranquilamente hasta allí con su vistosa camisa hawaiana roja y les pidió muy educadamente que por favor se callaran, que si se fijaban, ahí al lado estaban intentando dar un show. Al volver a su posición incluso tuvo palabras amables para los miembros de la orquestra, y todo se desarrolló con una simpatía y una falta de pretensión que le generó un montón de merecidos aplausos. Todo un gentleman, tan elegante como la música de una banda que me temo que toda su vida ha merecido un poco más.

Rage

por Xavi Prat

Cuando se anunció la primera tanda de bandas del Rock Fest 2019 me quedé bastante frío, la verdad. Quizá sólo lo alemanes me llamaban la atención. No porque sea un grupo que me gusta. Que vengan tanto (debe ser la tercera o cuarta vez que venían al festival) es un handicap, tampoco porque la de Marcos Rodríguez  fuese la primera entrevista que pedí expresamente para Science of Noise. Fue porque venían con la orquesta sinfónica de Barcelona, conducida nada más y nada menos que por Pepe Herrero¸ de Stravaganzza,  uno de los músicos más talentosos del panorama nacional. La excusa era simple: el XX aniversario de su disco XIII (1998), el primer gran discos con orquesta que hicieron.

Sinceramente no sé muy bien qué decir del concierto, más allá de que fue estratosférico. Siempre he creído que Peavy es uno de los músicos más underrated del metal alemán, y es una pena. El tío tiene talento, y si la química con sus acompañantes es buena (y con Lucky y Marquitos lo es), lo que se ve en el escenario es tremendo. Tocaron todo el XIII, como no podía ser de otra forma. Especialmente potente fue la apertura con “From the Cradle to the Grave”, mi tema preferido del disco y que usé en la universidad para hacer un trabajo que consistía en hacer un anuncio/slogan de un restaurante (cambiando cradle por table). La orquesta se veía implicada a medias. De la misma forma que había un violinista que no es que estuviera sentado en la silla, es que estaba tirado a lo Homer Simpson, había otro (¿el principal) que lo vivía muy intensamente, así como el chico y la chica de percusión.

Marquitosn y Lucky estuvieron a gran altura. Creo que el batería gana, como instrumentista, con el paso de los años, y el guitarrista de origen venezolano estrenó una Ibanez color camuflaje. La cosa acabó con un solo suyo de la intro de Star Wars.

Como pega, parte del set list, y me explico. Creo que es evidente que debían tocar todo el XIII, para eso es gira de aniversario, pero si tienes tiempo de tocar otro tema, solo uno, creo que hay mejores elecciones que “Higher than the Sky”, como “Solitary Man”, “Don’t Fear the Winter” o “Down”. Pero, en definitiva, bolazo absoluto y pelos de punta.

King King

por Albert Vila

Como todos mis compañeros de la revista tenían unas ganas locas de ver a Rage (una banda que a mí siempre me ha dado un poco igual), en mis ansias de completismo y para compensar moralmente mi etílica jornada anterior, decidí encaminarme hacia la carpa (que iba a ser mi segunda casa hoy) para prestar atención a King King, una banda que, para seros totalmente sincero, ni pensábamos cubrir ni había oído en mi vida. Pero tan pronto las huestes del brillante Alan Nimmo (ataviado con una falda escocesa que está comenzando a ser habitual entre los asistentes de estos festivales tan calurosos) salieron al escenario, supe que mi elección fue acertada: es muy posible que Rage dieran un bolazo de aúpa junto a la Orquestra Simfónica de Barcelona, cosa de la que me alegro, pero estos chicos no se quedaron atrás en absoluto.

Con una clase y una actitud contagiosas, el cuarteto inglés nos descargó un entretenido blues rock accesible y lleno de groove que hizo las delicias de los pocos que se reunían en la (muy) calurosa carpa. Porque es cierto que no fueron un éxito de masas (solaparse con uno de los conciertos más esperados del festival es lo que tiene), pero sí que contaban con una cantidad de fans muy dedicados que disfrutaron de todas y cada una de sus canciones con una sonrisa en los labios. Sonaron a la perfección y demostraron ser músicos impecables, empezando con la sobradísima habilidad y los solos del señor Nimmo a la guitarra, el arte de Jonny Dyke tras el aparatoso armatoste que llevaba por teclado (parecía más un piano de madera incluso) y la sólida y rítmica base que nos imponían Andrew Scott tras los parches y Zander Greenshields al bajo. Este último, además, se parecía y mucho al tío de mi cuñada (¡hola, Miguel!), lo que hizo que me sintiera más cercano a ellos.

No les conocía, no, pero su descarga me hizo venir muchas ganas de hacerlo. Hubo incluso un par de temas que, no sé si por ser versiones o porque, efectivamente, quizás son un poco más conocidos, me sonaron bastante incluso a mí. Se trató de un bolo casi perfecto para disfrutar justo después del de Thunder, ya que ambas bandas encajan bien entre ellas y su continuidad musical me permitió mantener mi juego de caderas a tope justo antes de que lo que nos venía en la carpa me adentrara en una oscuridad y una tralla de la que ya no iba a volver a salir en un buen rato. Quizás no es una banda que se ajuste a los parámetros de lo que suelo escuchar, y de hecho tampoco es una banda 100% Rock Fest, pero no hay duda de que su concierto de hoy fue absolutamente impecable.

Turilli / Lione Rhapsody

por Xavi Prat

Mi historia con Rhapsody, en cualquiera de sus formas o nombres, es extraña. Si bien es cierto que al principio, con el Legendary Tales o con el Symphony of Enchanted Lands llegaron a gustarme mucho, fue pronto que los aborrecí. Tanto barroquismo musical, tanta carga me ídem, es decir, me cargó. Pasajes interminables, canciones exageradamente largas, una voz deficitaria (como me duele verlo en mis Angra) y un directo, cuando los vi (en un Rock Machina, a finales de los 90) flojo. Y las pintas. En eso, al menos, hemos ganado. Hemos pasado de camisas con volantes a camisetas ceñidas de Emporio Armani, como buenos italianos.

Este concierto fue lo previsto: aburrido, ultra saturado y cansino. Claro que si eres fan de la banda o del estilo, igual discrepas de mí, y con razón. Siendo lo teclados tan importantes en su música, encuentro absurdo tener un segundo guitarrista (sobre todo viendo el nivelazo del italiano, que a pesar de no gustarme su música es innegable su capacidad a las seis cuerdas) y no un teclista.

El exceso de samplers hizo que el sonido fuese un batiburrillo nada nítido, tapando en ocasiones las guitarras. Lione estuvo correcto, sin más. Guers al bajo se salió, tanto tocando como en actitud. Leurquin paso totalmente desapercibido, y a Holwarz hay que exigirle más, porque tiene nivel suficiente como para darlo.

Desde donde estaba me dio la impresión que la respuesta del público fue discreta, tan solo los más acérrimos respondían al juego de Fabio, y la salida del grupo del escenario fue la cosa más fría y penosa que he visto en tres ediciones de festival.

Sobre lo que tocaron, lo único que (re) conocí fue «Dawn of Victory». Creo que con esto está todo dicho. Si eres fan del grupo, deseo de corazón que me desdigas, pero la verdad es que me aburrieron sobremanera y solamente me quedé hasta el final para poder hacer esta crónica con toda la información posible.

Obús

por Abel Marín

Aunque tenía pocas o ninguna gana de ver a Obús, lo cierto es que me cogió el concierto acabando de comer unos fideos veganos, no porque lo sea sino porque con el calor que hacía no me venía de gusto ningún producto cárnico cubierto de suculenta salsa. En fin, que me pierdo, a lo que iba. Vimos a Fortu y compañía desde la generosa cola que había en la carpa de firmas para que Gamma Ray nos dejara con la miel en los labios y la desilusión de mi hijo ante la frustrada expectativa de conseguir la firma de uno de sus ídolos musicales. Un tema aparte merece si vale la pena realizar sesiones de firmas en apenas media hora cuando vas a dejar a una generosa cola de fans sin su preciado objetivo.

Vuelvo a retomar a Obús. Ya desde la zona de restauración se escuchaba la potencia del directo de los madrileños, lo que no me imaginaba cuando nos acercábamos a verlos de cerca es que estuviera el frontal del escenario Fest con tanta cantidad de personas saltando y coreando las canciones.

A pesar de la lamentable imagen que pueda dar Fortu en el canal de televisión de cuyo nombre no quiero acordarme, no se le puede negar que tiene un control del protagonismo y del movimiento de masas digno de cualquier frontman de mayor repercusión. Fortu és el maestro de ceremonias de una fiesta abierta a todo aquel que quiera acercarse. Aguantando la alta temperatura como un campeón, en ningún momento paró de animar a los encantados presentes. Incluso desde la cola me contagié coreando temas como Prepárate, Dinero y algunos más del final de su show.

Genial fue cuando decidió subir al escenario a algunos de los niños presentes, incluso uno de ellos se animó a cantar ante la sorpresa del propio Fortu y muchos de los que los estábamos allí.

Muy entretenida fue la posterior presentación de la banda y el momento que Fortu se decidió ponerse a las baquetas para el lucimiento de su loco y divertido batería. Así pues no era de extrañar la ovacionada despedida que se llevaron al finalizar el concierto. Obús es fiesta asegurada y así lo dejaron de manifiesto.

Candlemass

por Albert Vila

El primer concierto que llevaba realmente marcado en rojo de la jornada de hoy y, probablemente, de todo el festival, fue el que iba a llevar a las huestes de un recuperado Leif Edling a ofrecernos su excelente y ya histórico doom metal en parc de Can Zam. Los suecos, orgullosos padres del estilo en Europa, ya estuvieron en el Rock Fest en la edición de 2016, y en aquella ocasión se asaron bajo el solaco de media tarde en uno de los escenarios principales mientras daban un bolo muy y muy respetable. Pero ahora que la carpa se ha estabilizado ya como una alternativa perfectamente válida (entonces aún no acababa de serlo), la genial banda de Estocolmo parece haber encontrado un lugar más apropiado en el que hacernos disfrutar de su oscura, densa y épica propuesta.

Después de unos años de cierta indefinición, Candlemass parecen vivir una época de especial brillantez tanto en estudio como en directo, quizás animados por el renacimiento del que goza el estilo a nivel global. Hace nada que han sacado su nuevo trabajo, el aplaudido The Door to Doom, y sus conciertos se cuentan como apisonadoras sónicas capaces de sacudir a un muerto. Si hasta hace pocos meses era el espectacular Mats Léven el encargado de cantar las épicas y dramáticas melodías que sobresalen por encima de la densa e intensa instrumentación de la banda, ahora contamos con el aliciente extra de poder disfrutar de la vuelta de Johan Langquist, vocalista original y voz del mítico Epicus Doomicus Metallicus, a la posición en la que se hizo grande hace ya más de treinta años. Y si este chico llevaba años apartado de los escenarios de primer nivel la verdad es que no se notó de masiado: Léven es una bestia escénica y vocal, pero Johan no sé quedó nada corto con su fuerza y su sobria teatralidad.

No sé si todos los presentes estaban allí para ver a Candlemass o más bien para escaparse del bolo de Obús, pero cuando los suecos empezaron con su descarga, lo cierto es que la carpa estaba a petar. Y ellos lo aprovecharon para dar un concierto magnífico, con un sonido potente y pristino, una actitud impecable y un setlist difícil de superar. En mi opinión, los grandes momentos de un concierto casi perfecto llegaron de la mano de la sorprendente «Dark Reflections» (el tema bandera de Tales of Creation, un disco que me compré a ciegas y que en su momento odié), de las brutales «Mirror, Mirror» y «Bewitched», de la nueva «Astorolus – The Great Octopus» y de, por supuesto, el impresionante final con la preciosa, depresiva e icónica «Solitude», tras la que se fueron entre cerradas, sinceras y merecidas ovaciones.

Böhse Onkelz

por Jordi Tàrrega

Creo que los Tioz se ganaron el respeto y a un buen puñado de seguidores tras su paso por el escenario del Rock Fest. “Llevamos 40 años tocando y hasta ahora no habíamos tocado en España”. Con esta declaración empezaba el simpático “Der W” un concierto que quedó marcado por los incomprensibles parones de sonido. Hubo uno más de cinco minutos y al final de la actuación tres fallos más. Pero los Onkelz ya se habían ganado a la gente y había una enorme representación de fans de toda Europa. Aquí no les conocemos, pero esta gente ha sido cabeza de cartel en Wacken, son leyendas y llenan grandes pabellones.

Su rock punk en germano fue calando poco a poco con “Lack Und Leder” y “Keine ist Wie Du”. Me alegré que recuperaran “Viva los Tioz”, ideal para llegar a los hispanohablantes. Sobriedad, galones y mucha entrega para demostrar que su rock de raíces punk tiene pegada y atractivo. Hubo una queja del grupo hacia el escenario hermano en el que probaban sonido mientras los Böhse tocaban. A pesar de las interrupciones disfrutamos también de “Keine Amnestiefür MTV y sobre todo con uno de sus más grandes himnos: “Auf Gute Freunde”.

Gamma Ray

por Xavi Prat

El power está muerto. El power es una mierda y ya no mueve a nadie. Esto son ejemplos de las lindeces que tengo que aguantar en la redacción. Pues bien, dos cosas: haber pasado por el escenario y ¡jajaja! Aquello estaba a reventar para ver a tito Kai, y no es para menos. Gamma Ray era uno de los mayores reclamos que tenía para ir al festi, aunque casi por descarte. Hace mucho que dejé de escucharles, desde el No World Order (2001), y han pasado muchos años desde entonces, pero es innegable la influencia de Hansen en mi juventud. Así que allí estaba, al pie del cañón pero algo intranquilo. ¿Qué tal iría la cosa? Las últimas veces que los vi, hace ya algún tiempo, fue regular. Además, viendo algunas fotos más recientes, ¿quién era el quinto miembro? ¿Un teclista? ¿Un tercer guitarra? La cara que se me quedó al ver que era un cantante debió ser un poema, pero bravo por Kai. Sabe que ya no llega y, en vez de forzar, pide ayuda. Hay pocos que lo hagan.

Bueno, sonó la intro “Welcome” y las primeras notas de “Heaven can Wait” y Can Zam enloqueció. No es para menos, es un temazo, uno de los mejores pre Land of the Free (1995), un tema optimista y alegre, y la gente respondió a lo grande. “Gardens of the Sinner”y “Man on a Mission” siguieron la estela, aunque vi que algunos se empezaban a ir a la zona de foodtrucks que luego se petaría. Franck Beck, aparte de tener una voz más que aceptable, se acoplaba perfectamente con Hansen. El dúo rítmico era apabullante, y Richter iba, como siempre, sobrado.

Iba cayendo clásico tras clásico. Como apunte, sólo “Master of Confusion” (la enésimo reversión de “I Want Out”) fue post No World Order, cosa que refleja que los mejores años del grupo y del estilo ya pasaron. Para nostálgicos como yo, eso sí, fue tremendo. “Rebellion in Dreamland”, “Land of the Free”, “Send Me a Sign”… el repertorio fue brutal, reflejando lo grandes que fueron una vez. Fue un bolazo, uno de los mejores de la noche, sin duda, y con gusto me comí mis temores.

Como nota medio negativa, daba algo de grima mirar las pantallas. Cuando los enfocaban (principalmente a Dirk y a Henjo) quedaba latente que el tiempo pasa para todos y que nos hacemos viejos. Los vi demacrados (bueno, vale, quizá e he pasado), pero es que yo también peino muchas canas, tengo la espalda destrozada y una bonita barriga adorna mi zona delantera. Sea como fuere, ¡grandes Gamma Ray!

Entombed A.D.

por Albert Vila

Si ya de por sí la descarga de los suecos Entombed A.D. era uno de los puntos álgidos de mi jornada, después de nuestra recién estrenada amistad a base de cervezas entrevistatorias el día anterior, aún tenía más ganas de ver en qué estado de forma se encuentran a día de hoy LG Petrov y los suyos. Estos chicos (cuando no eran aún A.D., claro) fueron una de las bandas clave en el desarrollo del death metal en Europa, ya no solo por la impresionante calidad de sus primeros discos sino también por la introducción de un sonido, una afinación y una producción imitada y reverenciada por cientos de bandas a lo largo de los años. Y siempre es cuanto menos triste ver como una banda tan legendaria como ellos se vé enmerdada hasta las orejas en las disputas y jaleos de nombres en el que se han visto Alex Hellid por un lado y LG Petrov por el otro. A consecuencia de ello, estos A.D. dan la sensación de ser una especie de versión menor de la banda, una apreciación algo injusta cuando son los únicos que se están responsabilizando de mantener vivo el inmenso legado de Entombed.

Aunque hubo pequeñas pinceladas de los tres trabajos posteriores a su separación (incluido «Fit for a King», el avance perteneciente a su próximo disco que saldrá en agosto), la descarga de los suecos estuvo prácticamente del todo centrada en sus tres primeros álbumes, publicados entre 1990 y 1993. Supongo que esto es lo que la mayoría de gente quiere oir, y obviamente estamos hablando de un montón de temazos, pero a mí me supo un poco mal que dejaran tan de lado toda su producción menos estrictamente death metal y se olvidaran por completo de álbumes como Morning Star, Inferno o To Ride, Shoot and Speak the Truth, exponentes máximos de ese death ‘n’ roll que les ha hecho grandes y especiales. En mi charla del día anterior me dijeron que suelen improvisar el setlist dependiendo de por donde sople el viento, y en este caso parece que el viento sopló en la misma dirección exacta que en las fechas anteriores, ya que el repertorio coincidió totalmente con el de sus conciertos previos.

El quinteto sueco, eso sí, sonó como un pepino desde el minuto uno: grave, viscoso, potente y muy trallero. Y eso se tradució en los mayores pogos, tanto en intensidad como en número, que había visto el festival hasta ahora. Liderados evidentemente por el carismático y ligeramente barriobajero LG (que incluso se permitió pedirle un cigarrillo a alguien del público), Entombed fueron descargando temazos de puro death metal como «Stranger Eons», «Revel in Flesh», «Living Dead», la brutal «Left Hand Path» y la final «Supposed to Rot», mientras que «Eyemaster», «Out of Hand» y su tema título fueron las concesiones al que para mí es claramente el disco que más me emociona, el mítico Wolverine Blues, y por ello fueron también las canciones que más disfruté y en las que más sudé. Aunque sonaron algo confusos por momentos, el concierto de Entombed fue algo totalmente real, totalmente in your face, que todos los que allí nos reunimos disfrutamos al máximo.

Powerwolf

por Xavi Prat

Que los lobos estuviesen por encima de Gamma Ray me sorprendía, la verdad, pues se supone que son alumnos de los maestros, y las carreras de ambos, en cuanto a número de discos y años, son incomparables. Pero las dudas se disipan a la que empiezan.

Sí, es cierto que el power tuvo mejores tiempos, y que más allá de los clásicos (y quizá ni eso) hay pocos grupos que sigan. Pero de entre esos pocos, Powerwolf destacan mucho y con razón. Su música puede gustarte o no, pero bordan lo que hacen, lo hacen con personalidad y con una puesta en escena muy buena. Como decía al principio, durante todo el festival había muchas camisetas de los alemanes, pista innegable para entender que son el presente y futuro de un género que parece (o parecía) agonizar. Coño, ¡si es que desplazaron a unos mitos del metal extremo como Napalm Death a la carpa!

El escenario era de lujo, el mismo que han usado durante su gira, con la diferencia (respecto a su concierto en la Razz) que esta vez sí encendieron un poco de fuego. Nada comparable a lo que cuelgan en su instagram, pero al menos sí hubo algo.

“Fire an Forgive” abrió fuego (¡chiste!) de forma tremenda. La misa metalera, como llaman a sus shows, iba muy bien con “Army of the Night” y “Incense and Iron”. Quizá sobró, durante todo el concierto, que Attila cantase tanto con el público, pero creo que ya viene de serie en un concierto de los lobos, como también esa necesidad de atención de Falk Maria Schlegel dejando en muy segundo plano a los hermanos Greywolf.

El juego de luces fue como el sonido, espectacular, haciendo del bolo toda una experiencia musical. “Resurrection by Erection”, “Demons are a Girl’s Best Friend”… setlist bueno, corto (no es culpa suya) y un concierto que, aunque no superó al que dieron en la Razz en enero, elevó en mucho el nivel del festival.

¿Lo oyen? Son los lobos aullando por encima de los Jennies.

Napalm Death

por Albert Vila

Durante la misma mañana del sábado se produjo un cambio de horarios que hizo que, básicamente, Napalm Death pasara a solaparse con Powerwolf en vez de con el Michael Schenker Fest. Personalmente, y aunque fue un alegrón poder tener la posibilidad de disfrutar del festival que se monta el guitarrista alemán sobre el escenario, ya venía con la intención de ver el power metal de los fieros y poderosos lobos (que aunque no me gusten especialmente a la hora de ponérmelos en casa, sí que tienen un directo muy poderoso), así que me dio un poquito de pena no poder hacerlo. Una pena que, ya os podéis imaginar, desapareció inmediatamente a la que Napalm Death aparecieron sobre el escenario para marcarse un concierto burrísimo que de no ser porque son un nombre bien grande y ya les conoce todo el mundo, no sé ni tan siquiera que pintaría en este festival.

Y es que el espíritu de la banda de Birmingham, personalizado en la alocada y convulsa figura de Barney Greenway, enfundado en una camiseta roja con el símbolo de la paz, es todo punk y hardcore, mientras que su música es un grindcore salvaje e insultantemente preciso que no se acerca demasiado a ninguna de las bandas que hemos visto este fin de semana aquí. Aún así, la carpa presentaba un aspecto magnífico para ver a una banda que hace años que se ha ganado un lugar en el corazón del público extremo y que, a pesar de haber venido decenas de veces tanto a escenarios grandes como a pequeños, aún despierta emocionadas ansias para verla. Algo normal, por otra parte, porque los ingleses son un encanto y, a la vez, una auténtica apisonadora sobre el escenario. El trío formado por el «nuevo» John Cooke a la guitarra, Shane Embury al bajo y la metralleta que es Danny Herrera tras los parches ejecutó los frenéticos, cafres y amelódicos cortes que trufan su discografía con una precisión absolutamente brutal, abriendo bocas y dejando regueros de babas a medida que pasaban los minutos. Barney, mientras tanto, se movía compulsivamente por el escenario, saltando y corriendo de un lado para otro, berreando con ese espectacular torrente de voz que tiene y soltando soflamas protestonas entre tema y tema para delirio de un público al que tenían comiendo de su mano.

Lo que vivimos allí fue una auténtica locura de principio a fin, con temas como «Suffer the Children», «Standarization», o la celebrada y esperada versión del «Nazi Punks Fuck Off» de Dead Kennedys poniendo la carpa patas arriba. En el momento en que se arrancaron con una serie de cortes de Scum, todos por debajo del minuto de duración, y en el caso del ya mítico «You Suffer», de poco más de unos segundos, la gente se volvió literalmente loca, inspirada quizás por el continuo y delirante baile de San Vito de un Barney que chapurreó en español tanto como pudo. También anunciaron que tienen un nuevo disco en ciernes, del cual interpretaron un tema que sonó tan tremendamente brutal como el resto de su impresionante descarga. Con un sonido magnífico, una contundencia sin igual (en el cartel del festival y, casi, dondequiera que vayan) y una actitud impecable, Napalm Death se marcaron un conciertazo que fue, muy probablemente, mi favorito del día.

ZZ Top

por Albert Vila

Teniendo en cuenta que me había pasado la tarde en la carpa (literalmente, no me moví de allí dentro desde poco antes de que empezaran Candlemass hacía ya unas cuantas horas), me sorprendió salir en busca de un buen sitio para ZZ Top y encontrarme el recinto totalmente a petar. Así como creo que es evidente que durante las tardes hubo bastante menos gente que en ediciones anteriores, ahora me pareció que estaba casi tan lleno como siempre. No tan lleno como el año pasado, supongo, pero igualmente muy lleno. Y bueno, supongo que la ocasión se lo merecía, ya que el trío americano es toda una leyenda (y ya van unas cuantas en lo que llevamos de festival) que, además, no se prodiga demasiado por aquí.

Con un gran y austero cartelón de fondo (de hecho era una imagen estática en pantalla) con el nombre de la banda y el anuncio que estaban celebrando cincuenta años de carrera (casi nada), ZZ Top salieron al escenario con toda su parsimonia habitual y con ganas de interpretar un setlist que reflejara la colección de clásicos que han sido capaces de amasar a lo largo de los años (bien, para ser estrictos, que amasaron en las décadas de los setenta y mediados de los ochenta). Sin ningún tipo de atrezzo o decoración más allá de sus propios trajes de lentejuelas, de unos maravillosos palos de micro en forma de tubo de escape y de las toneladas de carisma que exhudan sin necesidad de moverse prácticamente ni un palmo, los tejanos dieron un concierto que, al menos a mí, me convenció del todo e hizo que me lo pasara la mar de bien.

Empezaron ni más ni menos que con la pegadiza «Got Me Under Pressure», y rápidamente ya vimos de qué iba a ir la cosa: Billy Gibbons y Dusty Hill se mantenían bien juntitos en el centro del escenario, alternando voces y deleitándonos con sus lentas y sinuosas coreografías de jefazos, que ejecutaban casi como si fueran una sola persona (una sensación intensificada por el hecho de que vayan vestidos iguales, que lleven el mismo sombrero, la misma barba y los mismos instrumentos – preciosos, por cierto -). Detrás de los parches Frank Beard (que siempre me ha fascinado, y supongo que a ellos también, que sea el único que no lleva barba a pesar de su apellido) es un metrónomo infalible, sobrio e inmutable que permite que Billy se deje ir con sus solos y sus improvisaciones ocasionales. Quizás lo icónico de sus pintas hace que nos olvidemos a veces, pero unos minutos frente a él son suficientes para recordarnos que el señor Gibbons es un guitarrista de blues rock absolutamente impresionante.

Aunque no soy ni mucho menos un experto en su discografía, y seguramente interpretaron algunos temas que quizás eran clásicos y que yo ni me enteré, no creo que hiciera ni tan siquiera falta para disfrutar al máximo de su concierto. Porque sí que estoy bastante familiarizado con sus hits (de hecho me encantan), así que la sucesión de canciones maravillosas como «Waiting for the Bus» o «Gimme All Your Loving» me pusieron las caderas, la líbido y las cuerdas vocales a mil. Echando un vistazo a mi alrededor, de todas maneras, me pareció que la mayor parte de la gente estaba aún menos familiarizada con ellos que yo, y mi sensación es que se los miraban con más curiosidad que otra cosa y no parecían particularmente impactados por la aparición de cada uno de esos infecciosos hits atemporales. Al contrario, más bien fueron recibidos con tímidos movimientos de cabeza y despedidos con dubitativos aplausos.

Justo antes de interpretar la también genial «Just Got Paid», Billy agarró una Les Paul y una cejilla y se puso a jugar con una slide guitar, alargando el tema a base de solos y de improvisaciones varias. A partir de aquí el volumen de hits alcanzó los niveles más altos de todo el fin de semana (digan lo que digan mis compañeros de pista), ya que para acabar el set principal se animaron con la maravillosa «Sharp Dressed Man» (quizás el mejor momento de la noche) y la no menos pegadiza «Legs», uno de sus temas más decididamente ochenteros, durante el que Billy y Dusty usaron sus icónicos bajo y guitarra de piel de ovejita para delirio del público (o bien, al menos del mío). Es interesante analizar la reinvención que la banda experimentó con la publicación de Eliminator en 1983, popizando su sonido y conviertiéndose en un súbito éxito de masas, aunque en directo estos temas más bailables se mezclan perfectamente con sus ásperos clásicos setenteros.

Después de un pequeño parón y un nuevo cambio de instrumentos, el trío volvió al escenario para interpretar el que es probablemente su tema más conocido: «La Grange». Para ello Billy se proveyó de una guitarra rectangular y de una camiseta del Barça que, como es habitual en estos casos, fue recibida con aplausos. La canción, muy alargada, sonó verdaderamente genial. No menos brutal fue «Tush» (con purito incluido en los labios del señor Gibbons), que fue cantada por Dusty Hill al igual que el último tema del concierto, su conocida versión del «Jailhouse Rock» con el que cerraron una descarga más corta de lo esperado (75 minutos) que completó un día con un nivelón verdaderamente destacable entre los conciertos que tuve la oportunidad de ver. Quizás el de los ZZ Top no es uno de los que más intensamente guardaré en mi memoria de todas las bandas grandes que han pasado por los escenarios de Can Zam a lo largo de los años, pero a mí en su momento me pareció un bolazo y lo disfruté como un crío.

Michael Shenker Fest

por Jordi Tàrrega

Brillante… el rubio guitarrista alemán ha renacido completamente en esta encarnación de Michael Schenker Fest. Un show impresionante con tres vocalistas (faltó Graham Bonnet) que han pasado a lo largo de todas sus etapas. Michael ha perdido incluso su timidez, no toca tan encorvado, sonríe y hasta se dirige al público. Atención pues nos dijo: “Michael Schenker ha estado en UFO y Scorpions, y escribí esta canción cuando tenía 17 años”. Luego sonó un “Doctor Doctor” excepcional con los tres vocalistas apareciendo por una pasarela al puro estilo Avantasia. Doogie White, Robin McAuley y Gary Barden. El tercero es el que anda más justito de agudos y potencia, pero capeó bien “Armed and Ready” y “Messin Around”. Intercaló Schnker alguna instrumental para dar paso a los vocalistas siendo la segunda en sonar la maravillosa “Into the Arena”.

Impresionante show a nivel técnico y de sonido. Michael llevaba un chaleco con parches de todas las bandas en las que ha estado y salió al rescate McAuley para los agudos de “Attack of the Mad Axeman”, pues Barden justeaba. En “Captain Nemo” el bajista grandullón lució unas gafas con lásers de color verde. McAuley demostró ser un vocalista extraordinario en “Save Yourself”, el tiempo no pasa para él. El material más actual vino de la mano de Doogie White y sonaron cortes como “Vigilante Man”, “Take Me to the Church” o “Warrior”, siempre alternadas con alguna instrumental, en este caso “Coast to Coast” de su etapa en Scorpions. “Rock Bottom” duró más de un cuarto de hora y Michael pudo explayarse demostrando que está en uno de los mejores momentos de su carrera. El bis final fue otra pieza de UFO: “Lights Out”. Sin duda, uno de los shows del festival. Un poco más de la etapa de McAuley y Bonnet en la alineación y hubiera estado de 10. De verdad que lo que lleva Schenker en la actualidad le da para ser cabeza de cartel.

The Best Rock Tribute

por Jordi Tàrrega

A pesar del cansancio y de los síntomas generales de insolación había ganas de fiesta y dimos con nuestros huesos en la carpa para ver el The Best Rock Tribute. Y a pesar de que no soy un gran amante de los tributos debo reconocer que el nivel era altísimo. Un Slash a la guitarra, un Gene Simmons al bajo y un carrusel de cuatro cantantes que bordaron su cometido. Impresionante los temas de Mötley Crüe destacando “Girls, Girls, Girls”, ¡qué gran voz!. Hubo un momento Scorpions en el que destacó “Wind of Change” para luego dar un repaso a Alice Cooper con el “Poison”. Enorme ambiente y mucha diversión para una madrugada que incluiría a El Pirata con pirotecnia y a Fortu de Obús pinchando.

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