Crónica y fotos del Rock Fest BCN - Can Zam (Santa Coloma de Gramenet (Barcelona)), 7 de julio de 2019

Rock Fest BCN 2019 (IV): La tralla y el dinamismo de Testament y Cannibal Corpse compensan la pasividad de unos aburridos Def Leppard

Datos del Concierto

Rock Fest BCN

Bandas:
Big Mouthers + Michael Monroe + Therion + Sonata Arctica + Sebastian Bach + Testament + Dee Snider + Europe + Cannibal Corpse + Def Leppard
 
Fecha: 7 de julio de 2019
Lugar: Can Zam (Santa Coloma de Gramenet (Barcelona))
Promotora: Rock n' Rock
Asistencia aproximada: 20000 personas

Fotos

Fotos por Manu Damea

Después de tres intensos días de conciertos, la jornada del domingo sirvió para comprobar si esta idea de alargar el festival un día más era buena o iba a acabar con los metaleros barceloneses (en su mayoría, ya entrados en años) desparramados por el suelo de cansancio. Como aliciente extra para ayudar a acumular un poco de energía, estábamos ante la que fue probablemente la jornada más potente del fin de semana a nivel de nombres, con Def Leppard a la cabeza (quizás la banda más grande que ha pasado por aquí este año) y con otros primeras espadas y líderes en lo suyo como Dream Theater o Cannibal Corpse. Y un día más, salvo alguna que otra excepción, el nivel de la inmensa mayoría de los conciertos fue elevadísimo, algo que junto a las obvias mejoras introducidas por parte de la organización (con el único pero de la lentitud de las barras), convirtieron esta edición del Rock Fest, de nuevo, en todo un éxito.

Michael Monroe

por Xavi Prat

“Ve a ver a Michael Monroe, seguro que te gusta” me dijeron en la redacción cuando se anunció. Bueno, pues vale, el de Hanoi Rocks. Ni idea de quién es, aparte de lo dicho, y tampoco voy a investigar, que tengo mucho trabajo, pero vale. El viernes del propio festival, hablando con los compañeros, quedamos en que sería otro que domina más su trayectoria (cosa muy fácil) quien lo cubriría. Sábado, al día siguiente, el compañero dice “mañana me pierdo al Monroe, no puedo con mi vida”. Así pues, me tocó cubrirlo a mí. Y gracias a Dios o a quien sea, porque ¿dónde coño se había metido este tío toda mi vida?

Por decirlo claro, rápido y sin tapujos, el señor Monroe dio el mejor bolo del festival. Ale, dicho queda. A partir de aquí a ver si soy capaz de explicarme. ¿Qué busco yo en un concierto? Música que me guste (algo totalmente subjetivo), festiva/divertida/movida si es en un festival, con músicos buenos en lo suyo y espectáculo, mucho espectáculo. En el concierto que nos toca hubo de todo eso y más. Sobre el escenario nada del otro mundo: un kit de batería normalito, dos guitarras, un bajo y 4 pies de micro. Unos amplis. Y ya. Y de repente un vendaval rubio, vestido a lo glammy total, cambiando de gorra cada 3×4 (una la tiró al público), liando el cable del micro en su correspondiente pie, escalando por los andamios del escenario, tirándose al público mientras este le agarraba para que no se cayera, armónica arriba, saxofón color Iron Man abajo (poca gente lo sabe, pero el saxofón es el instrumento cuyo sonido más me gusta. Y si lo juntas con rock…), carisma a raudales y todo ello sin parar de cantar bien. Bajo un sol abrasador (¿a quién cojones se le ocurre ponerlo a las 13:15?). Mirase a donde mirase veía sonrisas. Todo el rato y en todo el mundo. ¿Cuántos grupos han conseguido eso? Yo es la primera vez que lo veo, y creo que de eso se trata la música, de sonreír y pasárselo bien, ¿no?

El resto de la banda… pues lo que tiene que ser una banda de hard rock/glam/rock/whatever, músicos más que buenos, siguiéndole la estela al protagonista de la noche y dejando a todo el mundo más que satisfecho. Karl Rockfist cumplió con creces a la batería, aunque sin alarde alguno (la música tampoco lo demandaba). La pareja de guitarras, Rich Jones y un tremendo Steve Conte lo bordaron. Y al bajo el que según el protagonista del día es el mejor bajista de rock n’roll y que no hacía falta presentar, Sami Yaffa ataviado con un gorro de dudoso gusto. Poco importó.

Podría poner el setlist, pero paso. Seguro que en setlist.fm lo tenéis. Yo no conocía ni una canción, y desde el principio al final no dejé de disfrutar. A veces no hace falta conocer la música, cuando se toca en directo, para alucinar.

Por favor, que vuelva de gira pronto. O que lo traigan de nuevo, puestos a repetir grupo. Y que lo pongan a una hora decente. Estaré en primera fila.

Therion

por Jordi Tàrrega

Un acierto absoluto el traer a una de las bandas más rompedoras y especiales de la escena. Bajo un sol de justicia danzó un hada acompañando a “Rise of Sodom and Gomorrah” con un comunicativo, elegante y simpático Christofer Johnsson. Nos había prometido en la entrevista un show de clásicos y los tuvimos con “Cults of the Shadows” y una única referencia a su nuevo disco: “Theme of Antichrist”. Thomas Vikström estelar como siempre, apoyado por soprano y mezzo dando un color y una solemnidad excepcional a la propuesta. Hay pregrabados (voces masculinas), pero cuando suena “Wine of Aluqah” de verdad que enamoran.

Christian Vidal es todo un seguro de vida y la vocalista morena no sólo se comunicó en castellano, sino que también en catalán animada por un Johnsson que alabó al FC Barcelona y a su fútbol. “Lemuria” y “Flesh of the Gods” repartieron peso para los vocalistas que utilizaron bien la pasarela culminando una estelar “Son of the Sun”. Cayó la clásica “Guinnungagap” y el éxtasis final con “To Mega Therion”, siendo uno de los grandes momentos de la jornada final. Therion siguen estando bastante por encima de la mayoría de bandas de la escena y es todo un placer que puedan ofrecernos su propuesta, lástima que no fuera en nocturnidad.

Sonata Arctica

por Xavi Prat

¿Recordáis los tiempos de Ecliptica (1999)? ¿Incluso los de Silence (2001)? Pues recordadlos bien, porque ya no volverán. Todo lo que prometía el grupo en sus inicios ha desaparecido, convirtiéndolo, al menos para mí, en un grupo sosainas a más no poder, con instrumentaciones justitas y un cantante, Tony Kakko, que en directo no puede. Aquella frescura, aquella alegría, aquél potencial se ha quedado en un desierto helado y frío como lo que desprendieron en el escenario del festival.

Cuando escribía en otro medio, a su último disco The Ninth Hour (2016) le puse un cuatro (4), así que ya os hacéis la idea de lo que esperaba. Pero es que fue peor.

Como digo, estéticamente la cosa fue terrible. Se nota que vienen del frío, porque así debe ser su sangre. Más allá de unos leves pasos de su frontman, la cosa era gélida, y Kakko no es que fuese el alma de la fiesta. También hemos comentado como canta en la actualidad. Tal es su estado que de sus clásicos más clásicos, de cuando parecía que tomarían el relevo de Stratovarius, sólo tocaron “Black Sheep” que sonó regular, la balada “Tallulah” que no exige ningún esfurzo vocal (y que no pinta nada en el setlist limitado de un festival, más si tocas a las 17h con todo el solazo) y “Full Moon”, cantada en un 90% por el público. Incluso me llegó un whatssapp de un compañero que había ido al festival con su hijo pre adolescente, con una foto de este dormido sobre el césped artificial y el texto “la crónica de Sonata Arctica«. Creo que no hay mejor explicación de lo ocurrido.

Podría seguir la crónica, pero sería seguir diciendo lo mismo una y otra vez. Bueno, como curiosidad, decir que una chica me dijo, cuando supo que me tocaba hacerla a mí, “ponlos a bajar de un burro, por favor”. Pues eso. Prescindibles de principio a fin.

Sebastian Bach

por Albert Vila

Lo que me iba a deparar la presencia de Sebastian Bach esta tarde en el escenario Rock era todo un misterio para mí. Primero, porque a pesar de que tanto Skid Row como Slave to the Grind son discos que me gustan bastante, difícilmente los puedo considerar referencias importantes en mi vida musical. De hecho, los descubrí pasados ya muchos años desde su publicación, y siempre una vez abierta mi mente a todo lo que pudiera tener el más mínimo de componente glam (una apertura que, claro, me ha permitido encontrar perlazas). Pero más allá de esos dos trabajos míticos, ni he seguido ni conozco demasiado lo que ha ocurrido en la carrera en solitario del rubio vocalista ni, tampoco, en la de su banda madre. Por ello, la verdad es que tampoco sabía muy bien qué fama precedía a Seb a día de hoy: ¿se está arrastrando? ¿está en un estado de forma magnífico? Lo dicho, ni idea.

Y aunque a priori tendía a pensar que íbamos a sufrir más de lo primero que de lo segundo, lo cierto es que la voz del vocalista americano (sin ser nada para tirar cohetes, y abusando incluso de algun que otro reverb exagerado) rayó a un mejor nivel de lo que esperaba. De hecho, este elemento me pareció incluso mejor que el sonido del resto de la banda. También su actitud (si dejamos de lado el borrón machirulo que explicaremos en un momentitoo) me pareció muy correcta, derrochando simpatía, interactuando con el público, haciendo molinillos con su micrófono (alguno muy cerca de las cabezas de las primeras filas) e intentando incluso pronunciar algunas palabras en catalán para divertimento de los presentes, que no entendieron un borrajo de lo que decía pero que le valoraron indudablemente el intento.

Aunque a mí se me acabó haciendo un pelín largo, los clásicos de Skid Row como la inicial «Slave to the Grind», las melosas «18 and Life» y «I Remember You» («Us recordo«), la divertida «Piece of Me», «Sweet Metal Sister» o, por supuesto, el celebrado final con «Youth Gone Wild», fueron recibidos con puños al viento y con gorgoritos varios. Cuando tocaba interpretar sus propias canciones, en cambio, y como era de esperar, el nivel de interés y de energía entre el público bajaba considerablemente, de manera que uno no puede sino preguntarse qué tiene que ocurrir o cuánta pasta hay que poner, teniendo en cuenta que el nivel de popularidad tanto de Skid Row como de Sebastian en solitario son tirando a modestos a día de hoy, para que unos y otros se traguen el orgullo y cedan finalmente a reunirse y, con ello, subir tres o cuatro escalones en cualquier cartel.

Y vamos al bochornoso momento machirulo, que acabó siendo, por desgracia, lo más recordado del concierto. Durante la interpretación de la lenta y melindrosa «I Remember You», Sebastian invitó a una chica que se encontraba en el lateral del escenario, y que imagino que debía ser su pareja, o amante, o lo que fuera, a bailar con él. Como los jebis en el fondo son unos románticos, este movimiento fue aplaudido y recibido con bobaliconas sonrisas por la mayoría de la gente. Todo iba a pedir de boca hasta que en un ataque de trasnochado ochenterismo, el fornido vocalista no se pudo aguantar de levantar el cortísimo vestido blanco que llevaba la muchacha, exponiendo todo su nalgamen al público. La pobre chica, pública y visiblemente humillada, se zafó rápidamente de él y estuvo a nada de soltarle un sopapo (que se hubiera merecido sin duda, el muy imbécil), mientras Sebastian, todo chulito, se paseaba con su media sonrisa como vacilando de su logro.

Quizás el heavy metal fue eso en algun momento (probablemente cuando Skid Row empezaron a petarlo), pero por suerte hoy en día, almenos aquí, lo último que merecen comportamientos de este tipo son aplausos. Y Seb no se llevó ninguno, al contrario, ya que esta gracieta fue recibida con caras de estupefacción y un silencio acusador que, peor para él, hizo que un concierto que había transcurrido por derroteros notables hasta entonces, fuera mirado con muchos peores ojos por parte de los allí reunidos, suponiendo un claro punto de inflexión, a peor, en la respuesta del público y la identificación con la banda. Por suerte, el mundo ha cambiado, Sebastian, y creo que es motivo de alegría certificar que una casposa idiotez de este tipo se vea tan obviamente fuera de lugar a día de hoy. Ahora, chato, a ver si cambias tú también.

Children of Bodom

por Albert Vila

Otros de los que no esperaba nada especialmente brillante eran los finlandeses Children of Bodom. Mis últimos encuentros cara a cara con las huestes de Alexi Laiho datan de más de diez años atrás, y aunque no guardo (creo) un mal recuerdo de ninguno de esos conciertos, sí que diría que me dejaron tirando a frío. Además, las opiniones generalizadas a día de hoy parecen ser que la banda no está precisamente en un momento brillante en directo, y de hecho suelen meterlos más en el saco de las decepciones que en el de las sorpresas. Aún y así, y a pesar de haber escuchado con muy poca profundidad su último trabajo, Hexed, tenía casi tantas ganas de verlos como la gran cantidad de gente que se agolpó ante su escenario con camisetas de la banda, aunque eso me supusiera perderme la elegancia y la garantía que es un concierto de F.M. en la carpa.

Y oye, aunque al principio sonaron un poco com el culo, y en realidad les costó casi tres temas ajustarse, los finlandeses dieron un concierto mucho más que aceptable. Alexi demostró estar en buena forma tanto vocalmente como a la guitarra, y certificó una vez más que es un guitarrista impresionante más allá de su controvertida personalidad. Y eso que para un fan old school como yo, cuyos discos preferidos son sin duda Something Wild y Hatebreeder, el repertorio de este concierto no iba a ser particularmente satisfactorio. De hecho, la única concesión a esos dos primeros álbumes fue para la imprescindible «Downfall», mientras que trabajos como Hate Crew Deathroll, Are You Dead Yeat? y el ya mencionado Hexed se llevaron las mayores cuotas de protagonismo, con tres temas cada uno de ellos.

Algunos de los momentos más celebrados de su descarga vinieron de la mano de canciones como «In Your Face», «Hate Me» o la final «Hate Crew Deathroll», mientras que cada uno de los truquitos habituales en forma de sablazos guitarreros o potentes y características cavalcadas también fueron recibidos con ovaciones. El público respondió muy bien en todo momento a su icónico death metal melódico de espíritu power, y la banda nos premió con un concierto que fue claramente de menos a más, y que si bien no lo coloco entre los mejores del día (spoiler alert: iros un par de párrafos más abajo para descubrir quién merece tan magno honor) sí que me dejó con un muy buen sabor de boca, desmintiendo las malas lenguas que los daban por acabados encima de un escenario.

Como detalle educacional que nadie me ha pedido que explique (y no sería la primera banda que lo iba a hacer), comentar que el segundo de los bombos de la batería del excelente Jaska Raatikainen estaba ahí de puro atrezzo, y tanto la brillante y plateada barra del pedal como las vibraciones de los parches (del único parche que vibraba, vamos) dejaba este hecho más que en evidencia. Eso no significa nada a nivel de técnica, ojo: cuesta exactamente lo mismo tocar un pedal de doble bombo con dos bombos que con uno, y más bien es algo que se hace por una simple cuestión de afinación, sobre todo si, tal y como es el caso en un festival, las bandas no disponen de mucho tiempo para probar sonido pero no quieren renunciar a la fuerza visual de los dos bombos. Es probable que casi nadie se diera cuenta (y, como os digo, hubo más bandas durante el festival que lo hicieron), y como digo no creo que desmerezca nada, pero me parece interesante apuntarlo.

 

Testament

por Albert Vila

Parece que se trate de la tónica del día, pero he de confesar que tampoco esperaba demasiado del concierto de Testament. Y en este caso no es porque no me gusten o porque no los haya seguido, al contrario. Los californianos me flipan y me he trillado todos y cada uno de sus álbumes con insistenca, pero siempre que he tenido la ocasión de verlos últimamente en directo (almenos tres veces, si no recuerdo mal, en los últimos cuatro o cinco años) he salido bastante decepcionado. El line up que llevan a día de hoy, y desde hace ya un tiempo, es sencillamente increíble (una base rítmica Hoglan / Di Giorgio es probablemente insuperable en el mundo del metal actual), pero ya fuera por culpa de un exagerado y saturadísimo volumen (tanto en el Resurrection Fest de 2014 como en la Sala Salamandra el año siguiente) como por todo lo contrario (teloneando a Amon Amarth en 2017), convirtió en imposible poder disfrutar de ellos como me habría gustado.

Por suerte, hoy la cosa estuvo infinitamente mejor e, incluso, me atrevería a decir que el que dieron en Can Zam es el mejor concierto que he visto de Testament en toda mi vida. Un set list magnífico, una actitud brutal y un sonido, esta vez sí, mucho más equilibrado de lo habitual, convirtieron la descarga de la banda liderada por Chuck Billy y Eric Peterson en el concierto que más disfruté, más headbanging hice y más sudé, de largo, de esta jornada de clausura del Rock Fest. A poco de empezar su descarga, algo que hicieron con dos canciones de su último y celebrado Brotherhood of the Snake, la lluvia que ya nos había visitado ayer volvió a hacer sorprendente acto de presencia. Esta vez no fue gran cosa, y el caluroso e implacable solaco reapareció de nuevo a los pocos minutos, pero me hizo venir a la cabeza lo épico que fue su concierto bajo un intenso diluvio en el Resu de 2014 (un concierto que, por cierto, me dejó con pitidos en las orejas durante una semana).

Con un sonido ya magnífico, se animaron con la brutal «More Than Meets the Eye», un temarral que me encanta al nivel de cualquier clásico de la banda y que es un gustazo escuchar y ver interpretar, especialmente en lo que refiere a la batería. Lo engancharon con dos cortes «nuevos» más (tienen veinte años) como son «D.N.R. (Do Not Ressucitate)» y «Eyes of Wrath», ambos pertenecientes al maravilloso The Gathering. Con Chuck recreándose en los solos sobre su caracteristico mini palo de micrófono, y con Alex Skolnick demostrando su abracadabrante calidad a la guitarra, me sorprendieron y se me acabaron de ganar con la interpretación de «Low». El tema título de su disco de 1994 es, casi, el que me introdujo a las bondades de esta banda hace esos 25 años, y eso, para mí, supuso el momento cumbre de su descarga, dejándome cuello y cuerdas vocales como un auténtico poseso. Es verdad que no me pareció que esa pasión fuera especialmente compartida (la mayoría de gente no tenía pinta de conocerla o, si lo hacía, su elección les emocionó bien poco), pero oye, con lo poco que la prodigan en directo, que se aguanten, hombre ya.

Todos los que habían estado parados en «Low» se reanimaron con «Into the Pit», capaz de generar algunos de los mayores circle pits del día (nada que ver con lo de Angelus Apatrida el día anterior, de todas maneras). «Electric Crown» fue otra sorpresa, ya que el The Ritual al que pertenece lleva años siendo un álbum denostado tanto por la banda como por la crítica (ya no tanto fans). A mí, aunque extremadamente melódica y «comercial» (que poco me gusta esta palabra), me parece una canción muy disfrutable y pegadiza, y sirvió para alargar un éxtasis personal que, en realidad, no disminuyó hasta que se bajaron definitivamente del escenario. Porque claro, cuando uno enlaza «Practice What You Preach» con «Over the Wall» y con «Disciples of the Watch» lo último que espera es que baje ningún tipo de intensidad. Para acabar por todo lo alto, otro tema brutal como es «The Formation of Damnation» (¡qué discazo!), cerrando un bolaco inmenso entre sudorosos aplausos.

Aunque en general este año me he cansado bastante menos de lo que recuerdo hacerlo el año pasado (y no sé por qué, no será porque esté en mejor forma precisamente), justo antes de este concierto estaba planteándome seriamente meterme un vasazo de Monster entre pecho y espalda (el que hubiera sido primero de todo el festival). El calor y el cansancio acumulado durante cuatro días de estar al tute de principio a fin estaban empezando a hacer mella en mí, pero el chute de energía que me dio este bolazo y este setlist lo convirtieron en algo absolutamente innecesario. Maravilloso concierto de Testament, para mí el mejor de un día lleno de reclamos de primer nivel y que les redime a mis ojos de todas esas descargas inexplicablemente decepcionantes del pasado reciente.

Dream Theater

por Albert Vila

¿Sabéis como voy a empezar mi repaso a la actuación de Dream Theater, verdad? Pues sí, lo habéis adivinado: como en los casos anteriores, tampoco tenía especiales esperanzas puestas en su concierto. Y como en los casos anteriores, los motivos son otra vez distintos. La música de los de John Petrucci me gusta (a veces, me gusta mucho), ellos son unos musicazos impresionantes y he seguido bastante exhaustivamente su discografía, pero no tengo claro que un festival de estas características sea el lugar ideal para hacer brillar todas sus virtudes. De hecho, en 2015 ya tocaron en este mismo escenario (a pleno sol), y en esa ocasión su actuación me pareció notablemente insulsa.

Por suerte, y al igual que ocurrió con las bandas anteriores, los neoyorkinos disiparon temprano todos mis temores. Con más de la mitad de su repertorio centrado en los temas de su último disco, un notable Distance Over Time que ha supuesto todo un subidón después del cansino The Astonishing, Dream Theater gozaron de un sonido cristalino y, aprovechando el empuje y la fuerza de este trabajo y de sus canciones, consiguieron hilvanar un concierto metálico, energético y entretenido que satisfizo a todos sus fans y que no ahuyentó a casi ninguno de los curiosos. Para ello, creo que acertaron renunciando a muchos de sus clásicos (a casi todos, en realidad) y apostando por un setlist más cercano a lo que el asistente medio a un festival generalista como éste puede disfrutar.

Lo primero que llamó la atención al echar un vistazo al escenario, por supuesto, es el enorme armatoste tras el cual se sienta Mike Menghini. Está claro que parte de la fuerza visual de Dream Theater está en dejar meridianamente claro que son unas bestias absurdas con sus instrumentos, y por ello no se cortan a la hora de poner un teclado rotatorio o, como es el caso, montar una batería con un marco altísimo y una cantidad de timbalas absolutamente exagerada y ante la que, por cierto, Mike se pasó la inicial «Unthetered Angel» visiblemente incómodo, algo que pareció subsanar bajando su sillín al final del tema. Por cierto, que quizás Mike no tiene el carisma de su tocayo Portnoy (¿y quién lo tiene?), pero a nivel técnico no tiene verdaderamente nada que envidiarle.

La inclusión de la brutal «As I Am», ilustrada por un vídeo muy Game of Thrones y perteneciente al que es probablemente mi disco favorito de ellos, Train of Thought, me pareció todo un acierto para este tipo de set, aunque a James LaBrie, cuyo micrófono estaba adornado con la calavera que ilustra la portada de su último trabajo, le costó un poco acabar de coger el tono (estaremos de acuerdo que el perilloso vocalista está uno o dos escalones por debajo del resto de sus compañeros). Las melosas «Peruvian Skies» y «Barstool Warrior» son dos temas magníficos, pero aquí sí que relantizaron un poco el ritmo y certificaron que, a pesar de sonar igualmente magníficos, es complicado que una banda tan compleja como ellos enganché a muchos nuevos fans en este tipo de entorno, sobretodo viniendo de la trallaca de Testament y justo antes de que, previsiblemente, Dee Snider pusiera Can Zam patas arriba.

Con la instrumental «The Dance of Eternity» aligeraron un poco el ambiente y consiguieron divertir al respetable a base de charlestons y demostraciones abracadabrantes de técnica de todos y cada uno de sus músicos (el impasible y siempre desapercibido John Myung incluido). Tras ella engancharon a la perfección con la también excelente «Lie», que pasa por ser uno de sus temas más conocidos y que fue coreada con bastante pasión por gran parte de los presentes (yo mismo incluido). Llegados a este punto, yo sinceramente habría metido un «As I Am» para acabar sin ningún tipo de pudor, pero ellos escogieron seguir dándole protagonismo a Distance Over Time (algo que aplaudo) con la inquietante épica de «Pale Blue Dot», cerrando un muy buen concierto que yo personalmente disfruté notablemente, aunque sigo pensando que lo que pueden ofrecer en un entorno así es muy inferior a lo que hacen en sala.

Dee Snider

por Xavi Prat

Cinco veces de seis ediciones es una barbaridad, desde luego. La gente tiene derecho a quejarse de la excesiva repetición de los grupos en general y del ex Twisted Sister en particular. Yo hasta le aconsejaría invertir en un piso de la Avenida Pallaersa colomense, seguro que le saldría mejor que tantos billetes de avión. Pero es que sigue siendo un animal, el tío. Sí, cansino, Paco, repetido y lo que se quiera, pero en medio de la lluvia dio un recital de lo que es el rock. Por temas, por actitud, por forma de cantar y por todo. Y eso que tiene 64 años, pero como él dice, “who cares”.

A grandes rasgos ya he dicho como fue el concierto. Un bolazo tremendo de puro y duro heavy metal. Referente a estos dos palabras, venía presentando su último discazo, For the Love of Metal (2018). Este estilo nuevo, más agresivo, le viene que ni pintado y le aparta un poco de prejuicios, y en él y sus clásicos, como no podía ser de otra forma, se basó el setlist. Creo que el line up que lleva, venido de sonidos algo más extremos/modernos, ha favorecido esta evolución, y aunque es obvio que el propio Dee es alfa y omega del proyecto, sus compañeros tienen una especial relevancia.

La cosa empezó con la metralleta de doble bombo “Lies are Business” y siguió con la enorme “Tomorrow’s No Concern”. Del mismo disco cayeron “American Made”, la estupendísima “Become the Storm” (muy apropiada para la noche) y el tema homónimo al álbum. Pero claro, entre peticiones de que oficializara una boda y varios “this is a real fuck yeah moment” tenían que sonar clásicos. Debían sonar clásicos. “You Can’t Stop Rock n’Roll”, “Burn in Hell” y  “Under the Blade”, pero como no podia ser de otra manera, la palma se la llevaron “We’re not Gonna Take It” (que bautizó como “Huevos con Aceite… y Limón”. No, Dee, no es limón. Es jamón, que está más bueno) y “I Wanna Rock”, dedicada a la gente de rocknrock por traerle en tantas ocasiones. La fiesta acabó con el heavy metal anthem, como la definió, “Highway to Hell”.

Tremendazo concierto que dio el bueno de Snider, artistazo como la copa de un pino y un personaje clave en el heavy metal, pero aunque diga que esa, que el Rock Fest es su casa, creo que sería saludable para todos que faltase las próximas tres o cuatro ediciones.

Kararocker

por Albert Vila

Depués de estar viendo bandas non-stop desde que llegué al recinto, el concierto de Dee Snider (contra el que no tengo nada, ojo) fue el que escogí para invertir en otros menesteres. Ante la amenaza de lluvia torrencial (alguien dijo que en Plaza Catalunya estaba cayendo la del pulpo) y de tormenta eléctrica (vimos algun que otro rayo cruzando el cielo de lado a lado), decidí agenciarme alguno de los múltiples platos vegetarianos que ofrecían los numerosos y variados (aunque nada baratos) puestos de comida e ir a comérmelo tranquilamente a la Motörtent, ya no solo para esperar desde cerca el principio del concierto de Cannibal Corpse en caso que el diluvio hiciera acto de presencia sino también para disfrutar por fin de una sesión de Kararocker, que son buenos amigos míos pero que entre imperdibles solapes y mi proverbial impresentibilidad no tuve ocasión de ver aún en todo el fin de semana.

Y la verdad es que se nota que estábamos en pleno Rock Fest y aquí se reúne lo mejor de lo mejor, porque el nivelón que tuvieron los y las cantantes que pasaron por el pequeño escenario de la calurosísima Motörtent fue sencillamente espectacular: AC/DC, Whitesnake, Metallica o Sepultura gozaron de rendiciones maravillosas por parte de vocalistas anónimos o no tan anónimos que no tenían nada que envidiar (en algunos casos, más bien al revés) a algunas estrellas que se arrastran por escenarios gigantescos. Acompañando a Marc durante este Rock Fest como maestro de ceremonias estuvo Héctor Llauradó, el vocalista de Timeless que se ganó ese derecho en el concurso que la gente de Kararocker llevó a cabo en la sala Rocksound hace tres o cuatro semanas, y cada vez que tuvo la oportunidad, el pelirrojo cantante demostró que es una auténtica bestia con un micrófono en la mano.

Al acabar me comentaron que la de hoy había sido la sesión más floja de las cuatro. Supongo que hababan a nivel de público (aunque tampoco es que hubiera poco), porque si es a nivel de calidad y de disfrute, no me quiero ni imaginar como debieron ser las demás. Al gozar de tan solo 45 minutos por sesión, sus intervenciones en el Rock Fest siempre se acaban haciendo un pelín cortas, con una larga lista de cantantes potenciales que tienen que retirarse sin haber podido agarrar el micro, y creo que estaría bien que tuvieran un lugar fijo, por ejemplo, para cerrar la Motörtent solapando con los DJ’s. Pero bueno, hasta que eso pase, tanto cantantes como curiosos siempre nos podemos acercar a la Sala Rocksound de Barcelona o a la Breakout de Sabadell, en las que son residentes habituales una vez al mes.

Europe

por Xavi Prat

Toca Europe, otro de los casi fijos en este festival y en tantos otros del país y de lo que el nombre de la banda indica. Los nórdicos suelen ser un valor seguro en directo. Finos, elegantes, buen sonido, buena puesta en escena, un frontman que parece que deba protagonizar la película del madurito sexy de Antena 3 y algunos clásicos muy clásicos. Eso esperaba y eso obtuve, sin sorpresa alguna.

Creo que es obvio que los mejores tiempos del grupo ya pasaron. Pasaron hace algo más de 30 años, con su disco debut y la ya inmortal “The Final Countdown”, pero aún siguen, y bastante alto, en los carteles de festivales. Desde entonces, en estos años, por supuesto han seguido sacando discos. Discazos, algunos, pero me da la sensación de que en directo no funcionan ni una cuarta parte de bien que en disco o que sus clásicos. O quizá sea la nostalgia, no lo sé. Me explico: “War of Kings”, “Walk the Earth” o “The Siege” son buenos temas, pero en directo me dejaron bastante frío (no así “Scream of Anger”). Los ya míticos “Rock the Night”, “Cherokee” o LA canción empujaron a un público ya muy cansado a saltar, cantar, bailar y pasárselo bien. Incluso “Superstitious” (con interludio del “No Woman no Cry”).

Todo sonó de lujo. Todos, los cinco componentes, rallaron un altísimo nivel. La estética/luces/imágenes fue tremenda, variada, incluso poniendo lo que parecían partes de videoclips. Pero aunque fue de menos a más, me falló algo y no sé exactamente qué. Fue un buen concierto, uno muy bueno, pero me faltó algo para hacerme entrar de lleno. O quizá es que me sobrase cansancio.

Sea como sea, Europe es apuesta ganadora sobre un escenario y te aseguras que tres cuartas partes de los asistentes, por lo menos, estarán como locos de nostalgia con el último tema, cantándolo a pleno pulmón.

Cannibal Corpse

por Albert Vila

Ya he ido comentando que a pesar de que tratarse de bandas que me gustan entre bastante y mucho, no esperaba nada especialmente excitante de los conciertos de Sebastian Bach, Children of Bodom, Testament o Dream Theater. En cambio, no tenía ninguna duda de que la descarga de Cannibal Corpse en la Rock Tent (primera vez que la pisaba en el día de hoy, ojo) iba a ser absolutamente espectacular. Por otro lado, y quizás sorprendentemente, el quinteto de Florida debería ser, sobre el papel, una banda que me flipara, pero a pesar de haberlos seguido con regularidad y haberlos visto una generosa cantidad de veces, la verdad es que nunca he acabado de conectar del todo con ellos. Molan, sí, eso es evidente, pero sus canciones no acaban de resultarme del todo memorables.  Qué cosas, ¿verdad?

La tropa liderada por Alex Webster y Paul Mazurkiewicz es, probablemente, la banda clásica de death metal más popular y más mediática que existe. Y eso es algo que, en realidad, nunca he acabado de entender, ya que su música es brutota como ninguna y tiene absolutamente cero de accesibilidad. No sé si es por haber salido en Ace Ventura o si es por su contenido lírico tan exagerado y controvertido, pero Cannibal siempre han estado un escalón por encima del resto de bandas contemporáneas a nivel de seguimiento, y por ello (quizás unido a la amenaza de lluvia), la carpa estaba a petar esperando su salida. En realidad, de hecho, había bastante más gente que en ninguno de los conciertos que yo ví aquí en todo el fin de semana. Y eso que su concierto coincidía por completo con el de Europe, en lo que fue para mí el solape más duro de todo el festival: claro que sobre el papel los americanos me gustan más, pero los conciertos y los himnos de Joey Tempest y los suyos son impecables y me resultan totalmente irresistibles en directo.

Como era de esperar, los chicos de Cannibal Corpse salieron a por todas y desde el primer segundo de «Code of the Slashers» decidieron sonar como una puñetera apisonadora para demostrar (por si había alguna duda) quiénes son los jefes de esto. Con una contundencia, una precisión y una violencia sónica solo comparable al bolazo que dieron Napalm Death en la jornada del viernes, con una sección instrumental sencillamente impresionante (especial mención para la «sorprendente» presencia de Erik Rutan a una de las guitarras sustituyendo, quizás eternamente, al eterno Pat O’Brien después de su chocante arresto a finales del año pasado) y con un George «Corpsegrinder» Fisher que se comió el escenario y dejó meridianamente claro que tanto a nivel vocal como en cuanto a intimidación escénica poca gente le puede tosar en el mundo del metal extremo. El tío es una auténtica mole, gasta una voz que no es de este mundo y posee una capacidad para hacer molinillos sin igual (ya lo dijo, de hecho: «os animo a intentar mantener mi ritmo: fracasaréis»). Y aunque en algunos momentos se le vio de ligero mal humor (no sé si fue realidad o pose, pero yo no lo recordaba así), su carisma sobre las tablas es totalmente innegable.

Sin levantar el pie del acelerador en ningun momento, los neoyorkinos fueron atacando temarracos de todas sus épocas como «Staring Through the Eyes of the Dead» (dedicada a Chuck Billy, que estaba viendo el bolo desde el lateral del escenario), «Kill or Become» o «A Skull Full of Maggots», poniendo la abarrotada carpa totalmente del revés con cada uno de ellos. En varias ocasiones, y debido a algún problema técnico que no pude llegar a averiguar, se produjeron parones entre canciones más largos de lo normal. Si bien en un primer momento eso era bastante molesto, ya que cortaron un poco el elevadísimo ritmo del concierto, al final aprendimos a tomárnoslos como gratificantes respiros entre trallazo y trallazo. Y en realidad, tampoco necesitaban de más de diez segundos de cada nuevo tema para volver a recuperar el ritmo y la intensidad hasta el nivel donde lo habían dejado en el tema anterior.

Para el arreón final (a esas alturas ya se había marchado una considerable cantidad de curiosos), se guardaron cuatro temazos de los más clásicos como son «I Cum Blood», «Make Them Suffer» (del genial Kill: quizás, el mejor de sus discos «modernos») y, sobretodo, «Stripped, Ripped and Strangled» y «Hammer Smashed Face». Si con la primera vimos un circle pit gigantesco, la segunda lo superó con creces, convirtiéndose quizás, incluso, en uno de los grandes y más intensos momentos de todo el festival. Siempre he flipado que esta canción pueda ser considerada un hit a este nivel, ya que sí que es verdad que tiene algunos riffs moderadamente pegadizos, en general mete una trallaca totalmente absurda. No puedo ponerle ningún pero al concierto de Cannibal Corpse: vinieron a arrasar con todo, y sin duda lo hicieron.

Def Leppard

por Albert Vila

Después de cuatro días de conciertos y más de treinta bandas vistas por mi parte, llegaba la hora de cerrar un festival que, a pesar de durar un día más de lo habitual y de tener un cartel mediáticamente más modesto, no se me hizo largo para nada. Los encargados de poner el punto y final a las actuaciones de los Main Stages (al final Big Mouthers iban a hacer doblete cerrando efectivamete el festival en le Rock Tent) fueron probablemente la banda con más nombre y más caché de todas las que han pasado este fin de semana por aquí: los héroes ochenteros Def Leppard. Está claro que no son un cabeza de cartel con una capacidad de convocatoria comparable a bandas como los Iron Maiden, Aerosmith, Kiss o Ozzy Osbourne que han liderado el Rock Fest de estos últimos años, pero siguen teniendo gran tirón entre los muchos nostálgicos se acercaron hoy aquí para poder disfrutar de una de las bandas responsables de acercar el hard rock y el metal a las masas y al mainstream.

Vaya por delante una cosa: aunque mis tragaderas son bastante anchas, Def Leppard es una banda que no soporto. Se me hacen cansinos, me suenan artificiales y la inmensa mayoría de sus canciones, incluso las más conocidas, se me antojan faltas de todo tipo de punch. No los soporto históricamente ni los soporto ahora a pesar de (os lo prometo) haberme estado escuchando horas de su música durante esta última semana para prepararme para este concierto. Aún así, decidí escoger hacer esta crónica (y mira que nuestro compañero Jordi Tàrrega es fan) por puro ejercicio periodístico, casi como cuando me enfrento a una reseña improbable. Sabiendo que no me gustan a priori, y que quizás hay algo de prejucio en ello, pero dispuesto a ser todo lo ecuánime posible ante lo que ocurra sobre el escenario y lo que vaya a salir por los altavoces durante la siguiente hora y media.

Y lo primero que sonó para empezar a calentar al público fue la versión que la banda ha grabado hace poco del «Personal Jesus» de Depeche Mode. Una versión que no tiene nada de erróneo pero que me parece absolutamente genérica y que no me parece que aporte nada de interesante o original. Y eso, quizás, sería la frase que resume bastante fielmente lo que me parece en general la música de Def Leppard. Al poco el quinteto formado por Elliot, Vivian Campbell, Phil Collen, Rick Savage y el icónico batería Rick Allen (un quinteto que, por cierto, se ha mantenido unido contra viento y marea a lo largo de sus más de cuarenta años de carrera con el único cambio – forzado – que supuso la entrada de Vivian en sustitución del trágicamente fallecido Steve Clark) se subió al escenario con una inmensa pantalla como fondo para empezar su concierto interpretando uno de sus grandes clásicos, un «Rocket» que tendrá su cosa pero que creo que le falta chicha y energía por todos lados.

A pesar de haber ido sacando discos con más o menos regularidad a lo largo de los años (tienen once en el mercado), aquí vinieron a volver la vista atrás con todo el descaro del mundo, y de los dieciséis temas que interpretaron, creo que solo dos fueron posteriores al 1994. Supongo que esto es lo que muchos fans quieren, pero se me ocurren pocas bandas en activo que sean tan exageradas en este sentido y, quizás, es bastante clarificador de en qué lugar se encuentran a día de hoy: en el de la más absoluta nostalgia y renunciando totalmente al presente. Después de una aburrida «Animal», atacaron la más rockera «Let It Go», donde por fin enseñaron un poco de energía rockera. Su sonido era impecable y su puesta en escena, aunque algo desganada y no precisamente dinámica bajo las luces y las pantallas, resultó también más o menos satisfactoria, pero también me pareció que fueron incapaces de encandilar a los presentes, especialmente a aquellos que no venían ya encandilados de casa.

La dulcísima e insulsa balada «When Love and Hate Collide» fue despedida con aplausos sorprendentemente tímidos y provocó ya las primeras deserciones entre el público que me rodeaba. La vacilona «Let’s Get Rocked» subió bastante el nivel, sí, pero la sensación seguía siendo que faltaba algo más que una gran pantalla y unas luces excelentes para sacarnos de los derroteros tan inofensivos por los que estaba transcurriendo el concierto. Imagino que si eres fan y todos estos temas significan algo de verdad para ti puedes disfrutarlo como el que más, pero aquellos que venimos un poco a verlas venir creo que salimos, en general, bastante decepcionados. No me quejo de las toneladas de pop que hay en su propuesta, ojo, primero porque no hay nada de malo en el pop y segundo porque ellos siempre han sido así, almenos en disco, pero sí que les habría pedido un poquito más de sangre. De hecho, una de las grandes gracias del Rock Fest, para mí, es el tener oportunidad de ver a bandas grandes que nunca me han gustado lo suficiente para ir a verlos si vienen en sala, y así he podido disfrutar de bolazos como los de Twisted Sister, Aerosmith, Alice Cooper o Thin Lizzy. Hoy, en cambio, esa sensación de que estábamos ante alguien verdaderamente especial ocurrió en muy contadas ocasiones.

Después de que Rick Savage abriera la también poco excitante «Rock On» con su bajo y de que Chris Elliott demostrara que mantiene un nivel vocal excelente (y de insistir en decir «Barcelona, Spain» todas y cada una de las veces en las que se refería a la ciudad, algo muy diferente a la concienciación con Cataluña que tuvieron casi todas las bandas que pisaron Santa Coloma este fin de semana – no lo digo como algo bueno ni malo, ojo, solo apunto – ), llegaría uno de los momentos más emotivos de la noche, con los cinco miembros de la banda armados de instrumentos acústicos e interpretando «Two Steps Behind» en el estrecho espacio al final de la plataforma que se adentraba entre el público. Así tan juntitos, además, pudimos apreciar el bajo de Ricky Savage pintado con la Union Jack, y la camiseta, los cascos y el parche en el muñón de Rick Allen ilustrados con sendas banderas británicas más, dejando sobradamente clara la devoción que sienten y han sentido siempre por su patria.

La funky «Man Enough» precedió a otras dos baladas (rediós) bastante pesaditas, tituladas «Love Bites» y «Bringin’ On the Heartbreak», que hubieran acabado de aburrirme del todo si no fuera por los hipnóticos láseres de colorines que las acompañaron. Ya entiendo que de esto precisamente se trata su propuesta, pero todos debéis entender también que es probable que por eso mismo su propuesta no me guste. Aunque en realidad, si fuera a mi solo a quien no le gustara tampoco pasaría nada, pero a estas alturas ya empezaba a haber unas clapas muy serias en la pista. Lo podemos achacar en parte al cierre temprano del metro, claro, pero creo que también sería irreal ignorar que lo que estaban ofreciendo Def Leppard sobre el escenario era en parte responsable de las deserciones en masa. De hecho, no exagero si os digo que habría podido llegar hasta la fila veinte sin ningun tipo de problema ni haber tenido que apartar a nadie.

Una especie de corte instrumental acabó desembocando en un solo de batería algo ramplón (sí, soy conciente que toca con un solo brazo, pero siguió siendo ramplón) que, a su vez, dio paso a uno de los mejores momentos de la noche: acompañando la interpretación de «Photograph», las pantallas fueron invadidas por fotografías y vídeos de los momentos de gloria de la banda a lo largo de los años, y allí les vimos saltar, revolcarse, arrodillarse y sudar ante audiencias entregadas. Eso puede ser bonito y emotivo de ver, claro, pero también el último clavo en la evidencia de que lo que nos estaban ofreciendo hoy aquí no acababa de ser del todo eso. Como cierre del set principal escogieron la que es posiblemente su canción más conocida, «Pour Some Sugar on Me», y esa sí que fue bien recibida (a pesar de que a mí tampoco me gusta un pelo, en parte por culpa de ese sonido tan ochentero y comprimido obra del afamado productor Mutt Lange, pero también porque a pesar del estribillo – y tampoco os creais – en serio que me cuesta encontrarle las gracias).

Después de unos minutos de atención para Rick Allen que nos hicieron recordad la bonita historia de amistad que hay detrás de esta banda, cuyos miembros le esperaron pacientemente a que se recuperara de su accidente y reaprendiera a tocar a pesar de encontrarse en la cumbre de su carrera, Def Leppard cerraron su concierto con «Rock of Ages», un tema que, por fin, sí que me moló gracias a un estribillo que, ahora sí, me parece bueno sin reservas. Lo cierto es que me dio un poco de rabia que no tocaron ninguna de las pocas canciones que más o menos me gustan de verdad de la banda («Foolin'» y alguna otra así rockera de la parte final de Pyromania), pero qué vamos a hacerle. Después de la ovación de turno y de mi completo convencimiento que el concierto de los británicos fue esencialmente un gran aburrimiento, la gran mayoría de la gente se fue retirando poco a poco del recinto, despidiéndose de un Can Zam que ya es casi una segunda casa hasta el año que viene. Es innegable que los nombres de este año no tenían el tirón de otros, pero tanto yo como la inmensa mayoría de asistentes salimos de aquí satisfechos y habiendo disfrutado de un montonazo de conciertos de primer nivel.

¡Nos vemos el año que viene (a pesar de que, de nuevo, maldita sea, se solape con el Resu)!

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