Me enfrento a esta review con gusto agridulce. Dulce porque un álbum en el que cante Atkins tiene muchas posibilidades de ser bueno, y agrio porque, quizá, sea el último que pueda grabar. Por si hay alguien que no lo sabe, en 2019 se le diagnosticó cáncer de pulmón (fumaba como un carretero, dicen), y tras una lucha intensa, en abril de 2020 alcanzó el estado 4: no es curable. Dicho en palabras más curdas, está destinado a morir más pronto que tarde. Habría mucha gente que, en su situación, no dejaría de lamentarse y preguntar a sabe Dios quién “¿por qué yo?”, y aunque él lo hizo durante un tiempo, según confesó en redes sociales, para gozo de todos decidió emprender su primer proyecto en solitario, proyecto que ya tenía firmado con Frontiers.
A priori esperaba escuchar algo así como un álbum de Pretty Maids (que, por cierto, cumplen 40 años de carrera este 2021) pero bajo el nombre de quien ha sido su voz desde el inicio. Y aunque tiene cosas de su grupo madre (a parte de él, han colaborado muy estrechamente Chris Laney y Jacob Hansen, teclista y productor de los últimos lanzamientos de los daneses, respectivamente), ciertamente toma un aire algo más personal. No descubre la sopa de ajo, pero sí es menos metálico y abraza más el hard rock melódico, casi el AOR, para entregarnos un álbum repleto de (muy) buenos temas, muy digno de toda su carrera y, si lo fuese, la guinda de un pastel que ha durado 40 años. Esto decía el propio Atkins:
«Decidí hacer que One Shot fuera atractivo para los fans, los seguidores que me han estado siguiendo durante casi 40 años, así que este es básicamente un álbum de rock melódico con un toque heavy.»
En cierta medida, y sin tener nada que ver musicalmente, sí desprende ese aroma a despedida de, por ejemplo, Innuendo (1991) de Queen. Quizá sea, solamente, porque sabemos el desenlace nada tardío de esta historia y lo escuchamos a sabiendas, pero sí que encuentro One Shot más íntimo y personal que el resto de su carrera, aunque luego haya tantos discos de este estilo, algunos muy buenos, a lo largo de la historia, a los que no les pondríamos esos adjetivos. Quizá sea por la colección de amigos que han colaborado. Más allá de los dos mencionados, nos encontraremos a Allan Sørensen (batería) y Morten Sandager (teclista) que han pasado por Pretty Maids, el bajista de Lion’s Share y King Diamond Pontus Egberg, y una colección de guitarristas que le regalan sus solos, entre los que están Kee Marcello (ex Europe), Oliver Hartmann (Avantasia, Hartmann, ex At Vance) y Pontus Norgren (HammerFall). No está mal, la verdad.
El disco lo componen 11 temas (todos compuestos por Ronnie y Laney), el más largo de los cuales es el single y homónimo, con 5:26 minutos, y con seis de ellos sin llegar a los cuatro minutos. Es de fácil escucha y digestión, como el estilo en sí. Repasémoslos.
Empezamos con “Real” a modo de medio tiempo ultra melódico y con un estribillo que, sin salirse de esos parámetros, es de cemento cola. Gira mucho hacia la vertiente más AOR del disco. Seguimos con la más cañera / prettymaidsiana del disco, “Scorpio”. Los efectos iniciales dan paso a las guitarras más potentes que se marcan riffs destacables. A mí es de las que más me ha gustado. Llegamos al primer single, el homónimo “One Shot”, que empieza como balada para ganar intensidad en el estribillo. Cuando hablaba de intimidad y personal me refería a canciones como esta. Los arreglos son muy buenos y los coros, tremendos, y hacen de ella otra de las destacadas. Mucho más accesible y comercial es “Subjugated”, muy en la honda de algunos temas de su banda madre. Me recuerda a algún otro tema de otra banda, pero no acierto a decirlo. El estribillo y sus coros, de nuevo, son para tener muy en cuenta. El solo de guitarra es de los destacados. Bueno, el solo y las melodías que hace de forma constante.
El segundo bloque empieza con “Frequency of Love”. De nuevo regusto a balada al principio para ganar algo de potencia cuando el metraje avanza. También tiene un gusto a AOR o a aquellos temas de Pretty Maids que tiran más de melodía que de potencia. Canción bonita. “Before the Rise of an Empire” sigue en un tempo medio pero combina mejor la melodía y la potencia. Es de las que más me han gustado, también. Llegamos, ahora sí a la balada. Balada potente, en este caso. “Miles Away” está diseñada para el lucimiento de Atkins y de quien se haya cascado el solo de guitarra. Los coros que acompañan a la voz le dan un plus muy bonito. Las melodías repetidas vuelven a hacerse con el control en “Picture Yourself”, en la que el estribillo y el solo vuelven a ser los reyes absolutos de la canción.
Encaramos la recta final con “I Prophesize” y sus riffs potentes, de los que más de todo el disco. El tema, en sí, es de lo más heavy del disco, aún sin perder un ápice de melodía. El puente y estribillo son tan chulos como proféticos (pondría “guiño guiño” si no fuese triste). “One by One” es otra de las destacadas y, también, de las más potentes. Los adornos y arreglos con los teclados le dan un plus más que interesante. Acabamos con “When Dreams are not Enough”, y de nuevo un título que podría ser profético. Aquí lo acústica predomina, pero no es un tema unplugged ni baladístico. Poco a poco gana fuerza, siempre llevada por la voz. El estribillo es de película de amor.
Si realmente es el último disco de Atkins, es un álbum más que digno para ser esa puerta que se cierra. Si tuviese que ponerle alguna pega, diría que me faltan canciones a lo “Back to Back” o “Face the World”, pero cuando asumes que no es un disco de Pretty Maids y que, a pesar de beber un poco de ellos, va por otros caminos más melódicos, descubres un discazo muy destacable.
Pude ver a Ronnie cuatro o cinco veces con Avantasia y solamente una con Pretty Maids, en el primer RockFest al que acudí. Esta segunda opción no me es suficiente, pero creo que ya no se puede hacer nada. Una lástima. No sé qué pasará con Atkins, o más bien, cuando pasará. Sirva esta review como homenaje y tributo, así como agradecimiento, a uno de los grandes de la escena europea.
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.