Poco queda de los Sonata originales y la verdad es que ellos no te engañan en lo más mínimo. Es lo que hay así que… lo tomas o lo dejas. Quejarse de que no toquen ya “The Wolf and Raven” o “The Cage” va a ser una pérdida de tiempo, pero también es cierto que se echa de menos a esa banda capaz de grabar algo tan grande como Ecliptica. La Salamandra se llenó ya desde bien temprano y la gente respondió entusiasmada porque, y esa es la magia del grupo, poseen núcleos de fans diseminados por el mundo que gustan de esa orientación más actual que mezcla hard rock, algo de progresivo y buenos estribillos, aunque han firmado ladrillos considerables. Kakko es consciente de ello hasta el punto que no quiso meter ciertos temas en el último disco. Fue el resto de la banda que lo animo a hacerlo… Kakko tenía razón. Por otro lado, no necesita de tecnología y pre-grabados como otros, algo que le honra. Amenizaron antes la noche dos bandas de estilos dispares y entretuvieron a unas primeras filas más que participativas.
Temple Balls, hard rock y pelotas como templos
Diversión, hard rock de estadio con melenas al viento y pintas 80’s. Finlandia es rica en bandas buenas y variadas y ellos demostraron que valen. Si te gustan Kissin’ Dynamite puede que debas acercarte a Temple Balls. Desgraciadamente el tráfico a media tarde en Barcelona hace que llegues tarde a los teloneros de los teloneros. Entré al ritmo de la efectiva “Kill the Voice” viendo el buen hacer de unos jóvenes cinco miembros que tiran de coros y teclados pre-grabados pero que ejecutan un hard rock de quilates, y fresco, a pesar de entrar en terrenos ya muy transitados. La despedida con “Hell and Feelin’ Fine” convenció ampliamente. A pesar de que hay muchas bandas de estilo similar Temple Balls pueden tener su espacio. Aprovecharon su oportunidad.
Edge of Paradise quedan diluidos en la noche
No puedo decir lo mismo de Edge of Paradise. Una especie de metal sinfónico con voz femenina, pero sin teclados que a veces podía acercarse a Battle Beast o a A Sound of Thunder, pero sin la contundencia de ambos El sonido no jugó a su favor para nada en “Universe”, que a la postre fue lo mejor del concierto. Tema más que interesante, pegadizo y bien llevado, pero ya en “Fire” la cosa fue decayendo a pesar de la simpatía y timidez de su cantante. Margarita Monet es de rotunda presencia, pero su voz tampoco es tan potente como en divas de bandas similares. En “Star” tiraron de escalas arábigas y sabores de oriente a la vez que el público iba desconectando y estaba por otros menesteres. Mismos ingredientes para “Dust to Dust”. Musicalmente la solidez de grupo quedaba en entredicho y la actitud general terminó por contagiar al combo de Los Angeles. Se despidieron con “In a Dream” recordándonos que llevan una década de trabajo y optaron por no tocar otro tema más que tenían en la recámara. Mala noche. Esperemos que la próxima vez les podamos ver con mejores condiciones pues piezas como la misma “In a Dream” o “Universe” apuntan a que el grupo tiene calidad compositiva.
Sonata Arctica encanta a sus fans actuales y desespera a los veteranos (por enésima vez)
Qué poco tiene que ver el público que había en el Salamandra esa noche con el que solía estar en los conciertos de los tiempos de Ecliptica o Silence… El grupo de compañeros con los que disfruté el concierto sabían todos bien lo que nos esperaba pues, si les has visto en festivales como el Leyendas o el Rock Fest, sabes que a día de hoy la propuesta de Sonata es algo muy personal y de la que reniegan sus primeros seguidores. Pero tanto da, siguen siendo Sonata Arctica y allí está Tony Kakko y Tommy Portimo. Entraron de forma dulce y con un sonido algo bajo en “A Little Less Understanding”. Todo a medio tiempo con el teclado de Henrik Klingenberg inclinado par que veas como juega con las teclas y con el grupo sonriente tras esos focos amarillos. “Closer to an Animal” mantiene los tiempos medios y tira de bonitas melodías en los rangos de voz en los que Kakko se encuentra más cómodo. Sus pintas de eterno adolescente con pelo rubio y camiseta sin mangas son siempre llamativas.
El grupo es potente y cumple perfectamente como en “Whirlwind”, de ambientación gélida como en la portada del disco, pero el fervoroso público se encargó de calentar la sala moviendo los brazos y cantando en un recinto que presentaba una excelente entrada. Alargaron ese “lalalala” final. De verdad que la triada elegida para abrir te deja claro que la velocidad y las altas revoluciones se han quedado en Laponia para no salir jamás de allí. La intro de teclado (preciosa) de “The Day” alegró a los presentes. Ya todo un clásico con las diabluras técnicas de Elías a las seis cuerdas, ya todo un veterano asentado en el grupo. Cara más acústica la de “Cold” con esos teclados ambientándonos en un nevado paisaje forestal. Es uno de esos temas que puede representar perfectamente a los Sonata actuales… Andaba yo algo frío, y no era el único, así que qué mejor que “I Have a Right” para volver a calentarnos. Coreo múltiple en el que es el mejor tema del grupo desde que sacaron su tercera obra en estudio.
Con la sala entregada cayó “Storm the Armada” que pasa de la intro lenta a velocidades más altas dando al combo algo más de movilidad y punch. Curiosamente “X Marks the Spot” me pareció de lo mejor de la velada, un tema que el Rock Fest me había parecido fuera de lugar y sobrero. Estábamos en el mejor tramo de la descarga y se confirmó con “Who Failed the Most”, muy coreada y vistosa. Algo de vida en un concierto que había empezado muy renqueante. Quizá sea el gran single del disco y es desde ya un nuevo clásico. El momento emotivo fue la sentida interpretación de “Tallulah” con Kakko sentado en el escenario, consiguiendo un clima íntimo y con una bonita presentación antes de encararla. Siempre es bueno rescatar material clásico, aunque sea una baladita.
Luego hubo un momento de protagonismo instrumental con Henrik armado con su teclado portátil y con Pasi Kauppinen marcándose un solo de bajo. A esas alturas el sonido estaba perfectamente ecualizado y todo desembocó en estuario hasta “Black Sheep”. La sensación de reencontrarte con la banda clásica, la de siempre, la que tuvo a sus pies la escena de power metal fue una sensación reconfortante. Detalles neo-clásicos y con Tony sacando adelante quizá el tema más exigente del repertorio. El momento disfrute continuó con una parrafada de introducción a lo más notable de su repertorio: “Full Moon”. Impresionó de verdad escucharla cantada por su público a capela.
Los dos bises mantuvieron el nivel, no así la voz del vocalista en “Losing My Insanity”, otro tema fetiche para terminar con “Life” con luces verdes de fondo y con Elias tocando su guitarra tras su nuca en un final en el que lo dieron todo. Incluso Kakko jugó a lo Freddie Mercury con los clásicos “Ieeeeoo”. Como es tradición cerraron con “Vodka”, un tema que nunca he llegado a entender qué gracia tiene como final, pero la gente responde bien.
Opiniones dispares a la salida, pero en fin… uno ya sabe a lo que viene cuando se trata de Sonata Arctica. Siguen siendo una banda especial y el hielo, el lobo y la luna llena nos hechizaron desde que irrumpieron en 1999. Sonata ante su público elevan el listón, algo que no sucede en festivales y a luz diurna. Como buenos Pacos fuimos al bar a criticar lo acaecido mientras bastante gente optaba por esperar a los ídolos en la puerta del autocar. No sé ya si la próxima vez iré a verles… siempre digo que es la última y mira, allí estábamos incluso comprando el nuevo disco. ¿Qué tendrá Sonata Arctica que les hace tan especiales?