Crusader, Crusader… así empieza una de las más reconocidas y memorables canciones de Saxon, la que precisamente da título a este disco, que podemos enmarcarlo como una de esas obras clásicas e imprescindibles dentro de la discografía de los ingleses. Muy posiblemente este es el último gran disco clásico puesto que en el posterior Innocent Is No Excuse ya entra la multinacional y apunta directamente al mercado estadounidense. En el fondo, en Crusader se nota que es un disco de transición en el que los detalles más comerciales van aflorando en algunas de sus composiciones como esos coros dulcificados, reverbs y estribillos que quedan y entran a la primera. Por otro lado, hay mucho material clásico y la palabra “rock” está presente en hasta tres títulos de canciones.
La portada del disco es gloriosa y muy posiblemente sea la más icónica de todas las que han hecho. Cuando el grupo hace esas giras de Eagles and Castles alude especialmente en los de los castillos a esas influencias de espada y brujería, ese legado artúrico que hasta cierto punto queda inaugurado en este disco con la imaginería de las cruzadas. Pero es sólo un tema, luego vuelven a sus tópicos de siempre dentro de la temática rockera habitual. Y a pesar de que hay algún experimento que apunta al otro lado del Atlántico, hay un buen puñado de canciones, también un abuso de la fórmula.
El disco
Una intro bélica nos introduce a lo que es el tema principal del disco, da nombre al álbum y es una de las grandes maravillas de toda la discografía de Saxon. Es difícil imaginar un directo del grupo sin esta tremenda canción solemne e hímnica. La batería está tratada con efectos de delay y una voz en off nos anticipa un verso tan bueno, que es tan reconocible como el estribillo. Los ingleses se metían en el medievo manteniendo todas sus credenciales y esto es magia en estado puro en un corte de directo, en el que los fans nos dejamos la garganta. Toca subrayar los largos redobles de Nigel en la canción a pesar de que quedan algo apagados al contrario del bombo y caja que marcan los tiempos.
Uno de los grandes lujos del disco es la versión formidable del “Set Me Free” de The Sweet a toda velocidad. La llevan a su terreno con un excelente bajo por parte de Steve Dewson y con todos los elementos reconocibles del grupo. El riff a dos guitarras queda muy conseguido y pasa como un clasicazo de Saxon de toda la vida. Nigel Glocker tira de doble bombo y Byford la canta de maravilla, perfectamente adaptada a su voz. También Mötley Crüe y Def Leppard estaban absolutamente enamorados de The Sweet. Lo hímnico y pegadizo viene de la mano de “Just Let Me Rock”, también en la onda de “Crusader”, pero más directa y cortante, incluso con algún deje AC/DC. Otra canción de directo en la que puedes jugar con el águila y las luces.
“A Little Bit of What You Fancy” se apoya en el riff de guitarra y es plenamente reconocible como canción de Saxon, muy en onda clásica y con los instrumentos sonando atronadores a la vez que el estribillo se te queda desde la primera escucha. Que Estados Unidos era uno de los objetivos que el grupo tenía en mente ya lo vemos en el título y letra de “Sailing to America”. Medio tiempo evocador y bonito con un estribillo en el que hay una especie de canon con los coros sonando antes de que cante Biff. Ya un poco marcaba este tema lo que estaba por venir. La vacilona “Rock City” es muy directa y cadenciosa, con coros algo dulcificados y con una lograda línea vocal. Un poco también apunta a los gustos estadounidenses de esa era.
“Run for Your Lifes” me parece un tema de relleno absoluto con esos cánticos futbolísticos tan fuera de lugar por mucho que la canción mantenga el tipo y suene a los Saxon de toda la vida. “Bad Boys (Like to Rock n’ Roll)” es un tema básico y metalero en el que destacan las guitarras de Graham Oliver y Paul Quinn, pero sin legar a ser algo que quede. Es cumplidora en el puro estilo de la banda y poco más. Y es que el tramo final del disco baja bastante en el nivel de lo ofrecido desde el inicio. “Do It All for You” es lo más cercano a una balada y está bastante conseguida, con elementos de power ballad, pero sin pianos, sí con coros, teclados de apoyo y algún bombo con reverb.
Veredicto
1984, año de discos colosales e históricos en el que Saxon no pudo crear una obra mayúscula con Crusader, pero sí un gran disco dentro de la vorágine de la NWOBHM. Es una obra irregular con canciones rotundas, un himno por antonomasia, una curiosa versión, pero también con relleno, con en el que se apunta hacia nuevos sonidos, que huele a cambio y que eso se nota en la batería, que suena muy diferente de un tema a otro. Muchos dirán que sólo por “Crusader” y esa portada ya valió la pena, pero el álbum tiene muchos otros grandes momentos.
Crusader es un disco englobado dentro de los Saxon clásicos que muy posiblemente terminarían con su posterior Innocence Is No Excuse, aunque un servidor estiraría ese legado hasta Forever Free, a pesar de que ya haría unos cuantos años que la cosa empezaba a perder fuelle. Y es que Crusader es un disco del que más toca el grupo, pero la realidad palpable es que es el tema título el único que sobrevive en los set lists. No ha ido más allá. Afortunadamente Saxon siempre ha sido una banda regular y en cada disco, por lo menos, ha habido una o dos canciones que han valido mucho la pena. Y en su siguiente paso discográfico empiezan ese intento de conquistar América…