Me piden como “favor especial” que reseñe la opera prima de los argentinos Sefirot, “metal sinfónico, estilo Epica”. Desde luego, con esa descripción, no debe ser lo mío, pero como el que me lo pide es un buen tío, no puedo negarme, así que le doy al play y, la verdad, no me suena nada a lo que yo entendía por aquél metal medio gótico que tan de moda estuvo hace un par de décadas, siempre con una señorita al frente poniendo la voz. Sí, aquí también tienen a una chica como cantante, pero creo que su música va más allá, y para tratarse de un disco debut, no está nada mal.
Encontramos, sí, cosas de metal sinfónico, pero también algo más melódico, más clásico, algunas voces guturales. Incluso me aventuraría que, en ciertos pasajes muy puntuales, detalles de hard rock, aunque solo sea en los solos de guitarra. Desde luego es un buen descubrimiento. No van a sonar constantemente en mis altavoces, pero oye, me lo he pasado bien escuchando este tipo de música cantada en español (o en argentino, que hoy todo el mundo está muy susceptible).
El álbum homónimo al disco se compone de 12 temas, u 11 más una intro. “Primer acto”, la intro, no es más que eso, algo más de un minuto de tensión instrumental que sirve para abrir el disco y dar paso a “Que empiece el juego”, que tiene algunos riffs interesantes que rayan el thrash, un juego de voces (chica-gutural) que, en cierta forma, recuerdo a El Fantasma de la Ópera. La instrumentación sinfónica, como en todo el disco, está muy lograda. “Dos almas” se destapa como el primer single. Guitarras potentes, batería a la par y un teclado muy presente hacen que el corte sea más que interesante.
“El cazador” empieza y demuestra que va a por todas, con unos riffs (de nuevo) entrecortados muy interesantes. Quizá, y esto es generalizado, si ese tipo de riffs se mantuviera en las estrofas cantadas, podrían diferenciarse un poco más y ganar enteros, pero aún así el resultado es bueno. Prácticamente lo mismo podría decirse de “El silencio de los inocentes”, que sin ser un mal tema, no destaca especialmente. “Héroe de los miserables”, en su inicio, me ha recordado a algo de los antiguos Avalanch, aunque pronto coge su propia personalidad. Medio tiempo/balada que no está mal.
Escuchando “Alas rotas”, parece que el tema anterior te preparaba para este, que sí es una balada preciosista, dulce y prácticamente un dueto entre las voces y los teclados. Y tras la calma, la tempestad llega con “Nuevo ser”, que a pesar de no ser especialmente rápido ni potente, eleva las pulsaciones. “Sigo en pie” gana en velocidad (poca, pero es que la anterior era más bien de tempo bajo), tiene unos teclados omnipresentes que a veces me han recordado a los antiguos Edguy y unas guitarras majas. Además nos llevamos una sorpresa con la voz, y ahí lo dejo.
Encaramos los tres últimos temas. “Un día más” tiene un rollo rockero en el riff principal que me ha gustado bastante, aunque el tema en sí es más heavy que otra cosa. “La Presa” vuelve a ganar agresividad y se destaca como una de las mejores del disco. Me gustan las rítmicas que tiene. Finalmente, “Imperios de Arena” ponte el punto y final con cierto aire a Kamelot en su instrumentación que la hace interesante.
Destacar, también, las letras. Alejándose de los tópicos del estilo, se adentran en problemas reales de la vida real, valga la redundancia. Como muestra, el inicio del vídeo de «Dos almas» que tenéis a la derecha.
La verdad es que esperaba muy poco del disco, le di al play más por compromiso que por otra cosa, y aunque no reventaré los altavoces con él, la verdad es que me ha sorprendido gratamente. Quizá, el punto negativo, es que las canciones son tirando a largas y, en ocasiones, se puede hacer un poco pesado, pero desde aquí auguro un futuro muy bueno para estos chicos.
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.