Noviembre de 1995. Reserva indígena Pimentel Barbosa, Mato Grosso, Brasil. La banda de metal más grande del momento viaja a lo más profundo del Amazonas para empaparse de la cultura tribal y sus propias raíces cambiando la historia para siempre.
Pero vayamos por partes y pongámonos en situación. Los 90 fueron época de cambios en esto del rock. Si bien hasta ese momento cada década había estado capitalizada por algún género en particular, la que nos ocupa fue la que desquebrajaría todos los moldes a base de fusión y ruptura de esquemas establecidos. El hip-hop y la electrónica se mezclaban con el rock creando nuevas escenas, el grunge irrumpía en todas las listas convirtiéndose en la nueva tendencia, y el heavy metal vivía sus horas más bajas por culpa de los cambios estructurales en Iron Maiden y Judas Priest y la crisis de identidad de otros como Metallica o Megadeth. Ante este panorama surge el groove metal, que pese a tener límites difusos y algún embrión anterior se convertiría en el caldo de cultivo perfecto para que Sepultura y Pantera tomaran el cetro mundial.
Para entender mejor el concepto vital de «Roots», sexto y último disco de los clásicos Sepultura, también es conveniente detenerse en Chaos A.D. (1993) por un momento. Sin dicho trabajo sería imposible imaginar un álbum tan rompedor y aperturista como este, y es que sentaría muchas de las bases a modo de bisagra dejando atrás el death/thrash primigenio de su primera etapa y ralentizando su sonido sin ningún tipo de complejo. El resultado fue increíble, y aunque no todo el mundo estaría de acuerdo con dicho cambio se trata quizá de su obra cumbre (para mí, sin duda lo es). El camino estaba preparado.
Así, tal día como hoy, veía la luz Roots en 1996. Seguramente, eso de ir a un lugar exótico a buscar inspiración o mezclar sonidos tribales, no suene innovador a día de hoy. Pero en aquella época, esa en la que Internet era poco menos que un ser de luz y las revistas musicales nuestra única fuente de información, impresionaba ver al cuarteto de Belo Horizonte grabando en plena selva y pintarrajeados cual indígenas. Sin embargo, esta convivencia con los Xavantes (una de las tribus menos relacionado con la civilización) no solo trajo una inédita aleación de metal y música tradicional brasileña, sino que también se tradujo en un profundo contenido ideológico, ayudando a difundir las problemáticas del Amazonas profundo y la progresiva desaparición de sus poblados nativos.
El disco fue todo un éxito y catapultaría al cuarteto al estrellato más absoluto, pero los problemas en el seno de la banda no tardaron en llegar. Tan solo unos meses después, las desavenencias del grueso de la banda con Gloria Cavalera, manager de Sepultura y mujer de Max, hicieron que se prescindiera de ella y que el propio frontman abandonara el combo tras el histórico concierto de Brixton Academy en Londres en diciembre de este mismo año. Nunca se me olvidará el momento de leer dicha noticia en una Metal Hammer de la época, sí, cual exclusiva del Lecturas. Sus caminos siguieron por separado, pero ya nada volvería a ser lo mismo.
El disco
Con la perspectiva que da el paso del tiempo (¡un cuarto de siglo nada menos!), 15 temas y 72 minutos quizá se me antojen demasiados para un disco de estas características (aunque el track oculto final engorda demasiado el metraje final). No obstante, Roots fue un álbum homogéneo pese a su diversidad estilística, muy compacto a pesar de contar con tres singles bastante claros y donde la inspiración y el excelente momento creativo de la banda brotaba por todos sus poros.
El pilar del disco no fue otro que «Roots Bloody Roots», clásico repetido hasta la saciedad y que tanto los actuales Sepultura como Max con Soulfly siguen reinterpretando cada noche. ¿Qué metalero no ha desafiado nunca a sus cuerdas vocales intentando emular el grito de «Roots, bloody roots!!!» con voz gutural?
Junto a él siempre destacaron «Attitude» y «Ratamahatta», formando un inicio imperial y siendo este último otro de los temas capitales del disco tanto por su exposición en directo como por presentar a Carlinhos Brown (sí, el del archiconocido «Maria Caipirinha»). El músico y productor brasileño ayudó en la composición y ejecución del tema e incluso metió su voz consiguiendo que la mezcla de ambos mundos sonara de lo más natural. Este experimento fue aún más allá en «Itsári», una jam improvisada con la mencionada tribu Xavante (así mismo significa raíces en su propio lenguaje) que fue directa al disco junto a su intro «Jasco».
Otro de los temas sorprendentes del álbum fue «Lookaway», donde el crédito de colaboraciones incluye a gente como Mike Patton (Faith No More), Jonathan Davis (Korn) y DJ Lethal (House of Pain y futuro Limp Bizkit ). Se trata de otro corte experimental, oscuro esta vez y pieza clave de una revolución sónica que se convertiría en influencia directa para cientos de bandas. Pero de eso ya hablaré un poco más adelante.
Aún con todo, el trabajo desprende actitud punk por los cuatro costados. Al margen de su mensaje directo y punzante («Cut-Throat», «Straighthate») o racial («Breed Apart», «Born Stubborn»), buena parte del disco lleva el sonido hardcore a un nuevo nivel, pasando de ser una influencia puntual a la base de temas como «Spit» o «Dictatorshit», auténtico pildorazo de poco más de un minuto.
Legado e influencia
Pocas dudas ofreció el álbum comercialmente hablando, siendo Top 4 en la lista de ventas de Reino Unido, disco de oro en los Estados Unidos en 2005 con 500.000 copias despachadas y llegando a más de dos millones en todo el mundo. La recepción mediática tampoco pudo ser mejor, convirtiéndose en uno de los discos del año para Kerrang!, la mencionada Metal Hammer e incluso de otras revistas más alternativas como Rockdelux o Mondosonoro.
Donde sí hubo división de opiniones fue en su enorme círculo de seguidores, creándose un cisma similar al de Metallica con su Black Album. Algunos vieron en «Roots» a un combo capaz de seguir reinando sin miedo a avanzar, mientras que la facción más purista creyó estar ante el fin de la banda (curiosamente acabarían teniendo razón, aunque por motivos bien diferentes). La opinión no ha cambiado demasiado en la actualidad. Quienes amaron el disco lo siguen haciendo hoy en día, y aquellos que no pudieron con tanta tribalidad y modernidad abandonaron por siempre a Sepultura.
Y es que, por mucho que escociera en su momento y otros quieran seguir sin verlo, Roots fue sin duda una de las piedras angulares de la explosión nu metal. Si bien el álbum también estuvo directamente influenciado por el debut de Korn de 1994 y su gurú Ross Robinson a producción, Roots fue, a su vez, uno de los discos más influyentes del género, expandiendo esa forma de despachar riffs sencillos y contundentes (en el propio «Roots Bloody Roots» o «Dusted» tienes un par de ejemplos) y abriendo una paleta de sonidos que muchas otras bandas acabarían por explotar.