De Guadalajara, Jalisco, México para el mundo y el death metal, presentamos el segundo material de Shemhaforash: Entropy. Formados en 2012. Cuentan con un EP titulado Vortex of Deception de 2015 y su primera larga duración de 2016, Aether y con Entropy lanzado el pasado 30 de junio, se conforma esta dupla de blackened death metal. La temática de Entropy es interesante, ya que abordan cuestiones de mitología sumeria, greco-romanas y sobre la liberación del alma, entre otras cosas. Atención aquí, que lo que proponen éstos tapatíos (gentilicio para la gente vivimos en Guadalajara, Jalisco) es algo matemático, pues son tan precisos como el mecanismo de un reloj. La cubierta del álbum nos prepara para lo que viene: maldad pura.
Primeramente comencemos por lo que significa Shemhamforash. Es una palabra proveniente del hebreo que aparece en la Cábala y quiere decir «El nombre implícito», una de las maneras con las que se refieren a Dios. Como dato curioso, los miembros de la iglesia de Satán guiados por Antón LaVey, utilizaron dicho nombre para referirse al señor de las tinieblas. Pero para no irnos tan lejos, la banda ha señalado que el nombre fue tomado de la canción de Behemoth, «Shemhamforash«, de quienes la banda comparte el gusto por ellos y los mantienen como una parte de sus influencias a la hora de componer.
El álbum consta de nueve cortes dando un total de 45:50 minutos, siendo el primero una introducción, «Sceter of Demise«, que es bastante atmosférica; con un sintetizador creando un suspenso atónito junto con la guitarra que emana notas melódicas. La introducción suavisa el ataque que se acerca de la primera canción que galopa a mil por hora, se trata de «Proclaiming the Throne of Enlil». Enlil es una deidad sumeria bastante interesante, señor de los cielos y de la tierra. Un dios maligno si se le quiere ver así y destructivo, igual a la pieza que lleva su nombre. Es un tema violento y desgarrador. La ejecución de los riffs es de lo mejor y sientes que el bajo golpea tus entrañas hasta reventarte las tripas. Qué decir de la batería que golpea justo en la cara, pareciese que la caja y el bombo volarán en pedazos. Las voces son repugnantes, sucias y malévolas, justo lo que se pide en el death metal. La canción contiene una sección de teclados que logra crear un interesante ambiente. El final es muy groove que te deja deseando más.
Le sigue «The Chaos Ladder» con un inicio fuerte en los tambores y el bajo revoloteando con agresividad. Los riffs están cargados de maldad y machaquean todo a su paso. Los cambios son precisos, muy disfrutables y dan buen rollo junto con los solos de guitarra que son elaborados, cortos y selectos. Sin duda lo que destacaría de esta rola sería la potente batería, te hace preguntarte si puede ir más rápido. El sintetizador le da un toque siniestro al tema. Hay un corte que da un suspiro al oyente, hecho con arpegios, sintetizador y violín, para al poco rato la batería regrese y destruya esa bella melodía del corte y finalicen justo como inició el tema. «Saturn´s Migth» sigue la línea trazada por su antecesor con una sabrosa introducción a cargo de los teclados. El riff es interesante con excelente ritmo y la batería y el bajo que los siguen. La voz es sepulcral y perversa, disputa a desgarrarse la garganta. Un tema con cortes certeros y bien medidos. La canción tiene mucho potencial y los miembros de la banda lo saben. El solo final fue creado con tal entusiasmo que parece que la guitarra llora.
El próximo corte, «Lord of Carnage» abre con violencia. Los tipos de Shemhamforash tienen mucha energía por repartir y aquí se demuestra. El solo de la canción encaja como anillo al dedo y da paso a los breaks y cambios de ritmo con mucho sweep picking. «Desolation Rains» es el más corto de todos temas hasta aquí explorados. Una pieza instrumental de escasos 2:00 minutos. Una guitarra acústica haciendo arpegios cargados de tristeza y otra guitarra igual en acústica se encarga de requintear con pasión. Se aprecia el magnífico trabajo en los teclados y el violín para completar con la melodía. Un tema perfecto para dar un respiro al escucha después de tanta violencia. El tema podría funcionar para recitar el poema de El Cuervo de Edgar Allan Poe, le daría nueva vida al escrito.
La voz cargada de lamentos de «Heir of Emptiness» es de lo mejor que contiene el séptimo tema. Todos los instrumentos transmiten ese abatimiento provocado por esa búsqueda a la libertad y la fragilidad de nuestras vidas, como diría Camus, absurdas. El tema tiene sus momentos lentos y acelera cuando lo precisan. El violín es destacable, justo y necesario junto con los teclados. De repente todos guardan silencio para escuchar desgarrarse el violín y culminar con un solitario vibrato. El siguiente tema, «Light Abstinence», regresa con brutalidad y bestialidad con todo colmillo. La batería abre con destreza y sin piedad. Violencia es la única palabra que se me ocurre para describir lo que se escucha. Voces asesinas y los riffs aplastantes. Las progresiones son geniales, el piano y los solos de guitarra hacen lo suyo sin importarles nada.
«Gemini», con 10:00 minutos de duración es la indicada para cerrar con el álbum. Aquí haré con paréntesis porque la letra me parece sumamente interesante. Habla de la dualidad, del eterno conflicto que existe entre el bien y el mal; concretamente hace referencia a Castor y Polux, míticos guerreros gemelos de las antiguas leyendas grecolatinas. El primero nacido del rey Tindareo, un mortal, y el segundo hijo de Zeus, el dios olímpico. El tema refleja de cierta manera esta dualidad del bien y el mal. Hay que escucharlo con atención para poder darse cuenta de ello. En cuanto a lo musical, es un orgasmo sonoro. Los arpegios distorsionados con los que da inicio nos indican para dónde va el asunto. Una canción épica sin duda con muchas variaciones y texturas, dándole a éste cierre de álbum algo diferente de los demás temas. La materia golpea con fuerza y el bajo ruje con fiereza. Los riffs son espectaculares y hechos con bastante rabia. En la transición de los cinco a los seis minutos, la guitarra se luce y despedaza por completo. El solo es ejecutado con tal maestría que no puedes creerlo y, para la mitad de la canción, es algo que sienta bien. El tema termina con la guitarra requinteando y en seco, para regresar con una salida de bombos y platillos y cortar abruptamente dejándote con ganas de más.