“Rocket Miss Usa” definió nuestro sueño: la canción de rock de solo una nota. ¡Y, claro, ”Love Missile” también! Eran canciones puras, no sonaban como a nada anterior.” (Isis)
No podían funcionar, esto estaba clarísimo, pero fueron una enorme diversión claramente ochentera que, evidentemente, no pasaría desapercibida. No tenían abuela e ideaban cosas tan estrambóticas como su rock de quinta generación (a saber…), el fusilamiento de samplers infinitos, una estética cyberpunk extrema y unos personajes elegidos a lo Malcom McLaren con los Sex Pistols o con Adam and the Ants. La verdad es que escuchar un tema de los SSS estaba divertido y gracioso, pero si a uno le daba por tragarse un disco entero… se les veía el plumero a partir del tercer tema. Todos sonaban igual, pero ellos no eran los Ramones, capaces de dedicarse a una contumacia auditiva exquisita. El proyecto sigue vivo hoy en día con esporádicas reuniones y grupos derivados de excomponentes, pero olvidaros de la formación original y de cualquier trascendencia musical. Su irrupción en los 80 fue divertidísima, pero seamos claros, desde el momento de su aparición ya estaban pasados de moda. Aparte de sus peinados neoglams y de sus trajes coloristas, legaron al concepto de shock rock algo que quizá muchos no recuerdan: los mensajes y eslóganes que colocaban entre sus canciones con intención de quedar futuristas, pero quedaban más como un homenaje al Gran Hermano de George Orwell. En las posteriores reediciones los borraron, ¡pero hubo casas comerciales que llegaron a pagar por meter sus anuncios en su disco! Una banda inclasificable, al nivel de Locomía.
Su carrera, efímera como la publicidad
El bueno de Tony James tenía una idea concreta de banda, y cuando ya había dejado atrás a Generation X y a The Lords of the New Church, había llegado el momento de ponerse manos a la obra. Fichó al gran Neal X gracias a un anuncio en una revista musical, y se decidió de ir a por Martin Degville, futuro vocalista del grupo, que trabajaba en la tienda de ropa “Ya Ya”. Degville no era un gran músico, pero tenía el acceso a la tienda de ropa y era diseñador de los extravagantes trajes imposibles del grupo. Se barajaron nombres tan bizarros para la banda como “Festival de esperma” o “Oficina nazi oculta”, pero finalmente se optó por Sigue Sigue Sputnik, que terminó siendo el nombre de una pandilla callejera de Moscú. Culminando la cuadrilla, había un par de bateristas y una bellísima damisela llamada Miss Yana Ya Ya que supuestamente lanzaba efectos especiales. La versión más conocida es que la chica era un florero y que nunca llegó a pulsar una tecla. Eso sí, le daba al grupo un toque sexy y mucho más colorido.
A simple vista parecía que el producto era una nueva maniobra de Malcom McLaren, otro intento de vender a unos nuevos New York Dolls con efectos e imágenes extravagantes. La hoz y el martillo que había probado con los de Nueva York volvían a aparecer y el nombre de Sputnik era una clara alusión a las naves espaciales rusas. Tony James apela a que el estilo surgió de casualidad, al mezclar música con las grandes frases de películas que más le gustaban. Eso le llevó a crear la archifamosa “Love Missile F1-11”, su gran obra, la gran sorpresa, y posiblemente su punto final, pues todo lo que seguiría serían intentos de conseguir el éxito con más de lo mismo. Ese título es redundante al unir las palabras misil y F-1; ¡es imposible darle más velocidad al asunto! Llegaría hasta el número 3 en listas británicas y arrasaría en Asia y Europa gracias a la producción de Giorgio Moroder. Este hombre es un genio de la electrónica y se ganó el cielo y la eternidad cuando compuso el tema central de “La historia interminable”.
La banda había fichado por la multinacional EMI y sacaba su primer disco oficial: Flaunt It en 1986, con muchas referencias niponas y un Mazinger Z futurista como juguete del nuevo milenio en la portada. Futuro y Sigue Sigue Sputnik eran sinónimos y con ello una pasión por las innovaciones tecnológicas y las máquinas. En definitiva, deudores de los italianos Marinetti y compañía que firmaron el manifiesto futurista en las primeras décadas del siglo XX. También tenían cierto gusto por el belicismo y la guerra. Sólo hay que echar una ojeada al videoclip de “Love Missil F1-11” para darse cuenta de ello. Pero también hay que sumarle la batidora freak de samplers de frases famosas, música clásica y bandas sonoras de films cabalgando sobre ritmos rockabillys a lo Elvis o The Cramps. ¿El resultado? Algo muy difícil de digerir. Tres acordes deudores de los Sex Pistols, a ritmo maquinal, con bombardeo de samplers, hizo que el disco tuviera importantes críticas negativas al aparecer su posterior single: “21st Century Boy”. El single era igual que el otro. De hecho, todo el disco era igual…
Retornos y reencarnaciones
La posterior obra en 1988 ya era muy ilustrativa y sincera en el mismo título: Dress for Excess. Para el disco, James tuvo la genial idea de que las marcas comerciales pagaran para meter sus anuncios promocionales. El grupo consideraba que la publicidad era algo implícito en la música y que el futuro apuntaba hacia allí. En cierto modo anticiparon el actual Spotify. Muchos de los cortes publicitarios eran eslóganes megalomaníacos y autobombo, pero casas comerciales como L’Oréal llegaron a picar y a pagar su espacio publicitario. Desgraciadamente el disco no les llevó al tan ansiado estrellato por el que tanto clamaban. Ni tampoco llegaron a comprar la discográfica EMI como llegaron a contar en las letras de sus canciones como “Buy EMI”. Eso sólo estaba reservado a Kiss con Casablanca.
Temas como “Success”, “Dancerama” o la absurda “Albioni vs Star Wars” –dividida en dos partes- tenían su gracia, pero poco más. El impacto se lo llevó su “misil de amor Fórmula 11”, el resto eran petardos para chavales. El grupo vio que el crédito había quedado agotado definitivamente y decidieron separase en 1989. Los caminos de sus miembros fueron de lo más dispares: James llegó a ingresar en las filas de los imprescindibles The Sisters of Mercy. Por su parte Degville terminó grabando películas porno. Quizá hizo carne uno de los muchos eslógans de la banda: “el placer es nuestro trabajo”.
En 1995 hubo la primera reunión del grupo con Neal X y Tony James consiguiendo un importante éxito en Japón con “Cyberspace Party”. Posteriormente en 1998 volvieron con Degville a las voces. Inundaron el mercado con recopilatorios y hasta llegaron a grabar discos tan intrascendentes como enfermizos eran los títulos:véase “Piratespace” o “Black Elvis vs. The Kings of Electronic Rock and Roll”. Han llegado a tocar en España con una formación reformada, pero dudo que congregaran a demasiadas docenas de espectadores. Son vistos como una curiosidad divertida y su aportación musical es prácticamente pues eran pura imagen y diversión. Sólo hay que ver las instantáneas de mediados de los 80, una imagen chocante. A día de hoy sigo buscando a gente que se declare fan de Sigue Sigue Sputnik pero es sumamente difícil.
En 2002 conocí a un tipo que se declaraba fan del grupo. Acto seguido me dijo que me invitaba a una cena con fiesta “especial”. Era “especial” pues tenían que quedar seis amigos, pero se les fue de las manos la cosa y finalmente eran mil para comer. Lo mejor de todo fue que me dijo que, por favor, le confirmara ya mi asistencia, pues si venía había que llamar al restaurante para avisar que vendría uno más… Y es que ser fan de los SSS y escuchar abominaciones como “Barbarandroid” o “Frankenstein Cha Cha Cha” puede llegar a freírte las neuronas. Pero es imposible no tenerles un cariño especial.