Como a la gran mayoría de los mortales, el nuevo lanzamiento de la banda islandesa también me ha pillado por sorpresa. En una época en la que estamos acostumbrados a tener escuchado (legalmente, además) casi la mitad de un disco antes de la fecha del lanzamiento, haciendo de éste un producto efímero con fecha de caducidad corta, Jón Birgisson, Georg Hólm, y Kjartan Sveinsson, los miembros actuales de Sigur Rós, deciden regatear a la industria y después de diez años de “silencio” se sacan de la manga, sin hacer demasiado ruido y como su título indica (ÁTTA), el que ya es su octavo larga durada, grabado a caballo entre los Sundlaugin Studios (propiedad de Kjarri) en Islandia y los londinenses Abbey Road Studios, con la London Contemporary Orchestra.
Aunque si es cierto que a principios de año Jónsi anunció muy tímidamente que, tras la reincorporación de Kjarri, estaban trabajando en un nuevo disco, no ha sido ÁTTA un ejemplo demasiado válido de marketing para alimentar un hype que digamos, y no fue hasta hace unos días cuando la banda nos anunció oficialmente la noticia del lanzamiento del nuevo disco presentándonos una luminosa “Blóðberg” donde el propio Jónsi subrayaba: “Algunos aspectos de mis pensamientos encajan perfectamente con las impresiones que siento respecto a ‘Blóðberg’. La música se convierte en la banda sonora de mis pensamientos más miserables, llegando a aportarles una belleza que solo la música puede llegar a aportar”. En este primer corte, y único adelanto, lleno de arreglos de cuerdas, la voz de Jónsi parece susurrar en algunos compases y se vuelve melosa en otros, la entrada en su primera estrofa es brutal y la orquesta, sin necesidad de mostrar grandes alardes pomposos, está de diez.
La nueva obra de los de Reikiavic no ha sido algo que haya sido compuesta de la noche a la mañana, se nota que ha sido cocinada a fuego lento, y en esa creación han influido aspectos que han golpeado las entrañas de Sigur Rós, tales como diferentes proyectos personales paralelos, la acusación al batería Orri Páll Dýrason por agresión sexual (quien abandonó el seno de la banda por ese motivo) por parte de una artista estadounidense, la COVID-19, los problemas de la banda con la justicia islandesa por evasión de impuestos… Todo ello, más directa que indirectamente han salpicado todas las composiciones de este nuevo ÁTTA.
Desde la inicial “Glóð”, con esos teclados y esas voces invertidas, tengo claro que este nuevo trabajo de Sigur Rós se va a alejar de la oscuridad y fuerza que mostraba su anterior Kveikur (2013), un disco que me encandiló precisamente por eso, un disco que tenía más que uno y que dos ramalazos deudores del rock industrial de los noventa. ÁTTA no va a ser la continuación de Kveikur, por consiguiente, ÁTTA no va a entrar de forma tan directa como entraba Kveikur. En los primeros compases de “Glóð” notas la luz, el brillo, como se te ponen los pelos de punta, y cerrando los ojos (ejercicio obligatorio cuando uno escucha Sigur Rós) me traslado a la calidez que aportaba “Hoppípolla”, me siento un miembro más de esa familia que cruzaba desnuda la carretera en la portada de Með suð í eyrum við spilum endalaust (2002), o busco un buen sitio para sentarme en el valle de Öxnadalur para poder ver como la banda interpreta “Olsen Olsen”. “Glóð” es el inicio perfecto para esta nueva aventura.
Todo el disco es un colorido viaje musical de diez cortes que pueden desarrollarse como una sola pieza, una pieza cinematográfica y onírica que nos servirá para bucear en lo más profundo de nosotros. “Skel” es delicada, épica, muy melancólica, por momentos celestial, y la voz de Jónsi se mimetiza como otro instrumento más. Como me gusta decir: Temarraco. “Klettur” se convierte en marcial debido a la percusión y rítmica, además tiene cierta densidad y oscuridad que mira ligeramente a Kveikur. También más triste y oscura comienza “Mór” con esas cuerdas casi místicas, un dramático corte que no sé muy bien el motivo, pero me transmite lluvia, pero no una lluvia en un escenario grisáceo y nublado, no; me transmite una especie de plou i fa sol. La hermosa “Andrá” está compuesta a través de diferentes capas, incluidas una guitarra acústica, y puede que sea el tema más accesible de todo el disco, ya que, entre otras cosas, el tratamiento vocal es totalmente reconocible. Sello Jónsi 100%. Seguramente estemos ante el momento más álgido del viaje, además, si atendemos al doble vinilo que estará disponible a partir del 1 de septiembre (de momento el álbum únicamente está en formato digital), “Ándra” cerrará el primero de los dos.
“Gold” abre el segundo disco con el piano de Kjarri y va armoniosamente de la mano de “Ándra”, enlazando de manera perfecta lo que serán los dos vinilos. Armonía y melodía que parecen querer decirnos algo así como: “Sí, casi 30 años de carrera, diez sin sacar un disco, cambios en el seno de la banda… Sí, pero recordad que seguimos siendo Sigur Rós”. La sensible “Ylur” pone el foco en la emotiva voz de Jónsi que, al igual que en “Blóðberg”, cambia gradualmente su tono de registro bajo a notas agudas con una facilidad pasmosa, pero, si con “Andrá” llegábamos al pico, aquí, y con la siguiente “Fall” es donde creo que el oyente puede perder cierto interés y concentración en un disco que se cierra con la conmovedora “8”, la pieza más larga, un corte que además tiene cierto aire a despedida y donde nuevamente resaltan el piano y las cuerdas del principio.
Tenía muchas ganas de un nuevo disco de Sigur Rós, muchas ganas y a la vez mucho miedo. Diez años eran demasiados sin editar un disco, y no, Odin’s Raven Magic (2020) no me vale, y cuando una banda está tanto tiempo sin editar nada, o casi nada, suelo desconectar bastante de ella. Kveikur me pareció un discazo, y suponiendo que este ÁTTA iba a estar prácticamente desprovisto de guitarras y sobre todo de percusión, no me apetecía un paso en falso tipo Valtari (2012).
Aunque para algunos, los mejores trabajos de Sigur Rós ya hayan pasado, ÁTTA, posiblemente el disco más orquestal y ambiental de la banda, es una más que notable vuelta discográfica. Emotivo, delicado, colorido, y con una primera parte brutal, este nuevo disco me ha vuelto a poner los pelos de punta, los ojos lagrimosos, y todo el cuerpo lleno de pequeños escalofríos. Takk, y bienvenidos de nuevo.
Pota Blava y fanzinero de los 90. La música siempre ha sido una de mis grandes pasiones, y aunque el Metal es mi principal referencia, no he parado de moverme por diferentes estilos sin encerrarme a nada. Con los años el escribir también se convirtió en otra pasión, así que si junto las dos me sale la receta perfecta para mi droga personal. Estoy aquí para aportar humildemente algo de mi locura musical, y si además me lo puedo pasar bien…pues de puta madre.