Y es que no me voy a andar con rodeos: Slave to the Grind (1991) fue un pelotazo en su momento, y sigue sonando fresco, nuevo, actual.
Skid Row debutaban un par de años antes auspiciados por un Jon Bon Jovi en la cúspide de su carrera, con un trabajo de debut macarra, hard rockero, maravilloso también, pero que poco hacía presagiar esta evolución en su segunda entrega, el disco más difícil, el que te puede convertir en “aquella banda que sacó un buen disco”, o que te puede elevar al status de bandaza, y sellar tu nombre a partir de ahí en la historia del metal.
Es cierto que la carrera de Skid Row es curiosa, llegaron quizás algo tarde para el estilo de música que hacían, y el éxito les atropelló justo cuando los grandes medios, sobre todo en los Estados Unidos, empezaban a mirar hacia otro lado; pero esa es la historia de Subhuman Race (1995) que quizás abarquemos otro día; el caso es que el segundo disco era muy esperado tras hits como “Youth Gone Wild”, “18 & Life” o “I Remember You”. Aquel cantante con carita de ángel, voz privilegiada y una mala leche (casi siempre) bien encauzada en favor de la música nos había destrozado con sus interpretaciones en ese primer disco, y la banda exhibía un talento enorme; nada hacía presagiar la bofetada que nos iba a dar este disco que hoy nos ocupa; tendíamos a pensar más en una banda de hard, sleazy, hasta glam, pero de repente lo nuevo se nos presenta con “Monkey Business”, un tema netamente heavy, que enlazaba perfectamente el saber hacer del grupo en tesituras melódicas, con una rabia y potencia poco común en las bandas con las que se codeaban por aquel entonces, como digo, más enfocadas a lo melódico que a lo heavy.
El segundo corte da título al álbum, y por si alguien pensaba que el tema inicial era una rareza, nada más lejos, sigue en esa línea, un tema veloz, poderoso, con un magistral estribillo, porque si algo sabían hacer bien estos Skid Row eran magníficos estribillos. Sebastian Bach dando muestras de que, en ese momento era una de las mejores voces del mundo, una voz personal capaz de subir, bajar, volver a subir, y subir a donde poca gente conseguía llegar, pero eso lo veremos más adelante, porque hay puntos en este álbum de un lucimiento vocal de otro mundo.
“The Threat” nos devuelve un poco la esencia de los Skid Row que esperábamos, del primer disco, más rockero, más macarra, tiendo a pensar que este tema es de los primeros que tuvieron para este disco, o incluso un descarte del anterior, porque aquí sí que veo una continuidad. Buen tema, pero cuidado: estamos a punto de conocer una de las baladas del disco, que sin ningún pudor puedo afirmar, que son tres de las mejores que he escuchado nunca.
“Quicksand Jesus” es un temazo que podría definir lo que conocemos como power ballad; inicio tranquilo, desarrollo creciente y final apoteósico. Sobra decir que Sebastian Bach lo borda se mire por donde se mire, una canción para la historia, aguantando la apuesta e incluso aumentándola, ya que era muy difícil defender este tipo de temas tras los que contenía su primer lanzamiento. De momento, pasan con nota.
“Psycho Love” nos devuelven a esa banda hard rockera que esperábamos; rock fiero, callejero, pero con unas grandes melodías; aunque si queremos un tema directo y punzante, ese es sin duda “Get the Fuck Out”, letra gamberra, estribillo magistral, un tema que te pone las pilas, de mis preferidas del disco. Es curioso porque dependiendo de la versión del disco que tengáis o pinchéis, este tema no está, siendo sustituido por “Beggar’s Day”, como siempre, hay versiones de todo tipo y sin duda existe a que tiene ambos temas, aunque no recuerdo si respeta este orden.
“Beggar’s Day” curiosamente me recordó siempre al “I Don’t Know” de Yngwie, un tema rockero con buenas melodías y que se sale un tanto del estilo del sueco, como esta se sale de los parámetros de Skid Row, un tema entretenido que da paso a “Livin’ on a Chain Gang”, vuelve el macarrismo, hasta me atrevo a decir que escucho algo de Guns N’ Roses en la parte del solo, y un estribillo muy marcado de esa época, coros a lo Warrant y un Bach, oh sorpresa, bestial de nuevo.
“Creepshow” sigue por esa línea, una línea netamente rockera, pero a la que la fiereza de Bach le confiere un punto más heavy que lo que este tipo de temas nos acostumbra a ofrecer y la guitarra de «The Snake» Sabo conduce de forma magistral.
“In a Darkened Room” es un tema intimista, que narra el miedo de un niño indefenso en su oscura habitación, tema que la genial interpretación de Bach convierte en desgarrador; segunda balada del disco y segundo puñetazo, excepcional de nuevo; y no estaba todo dicho en ese sentido.
“Riot Act” rompe el momento aportando otro de los temas gamberros del disco, casi punk por momentos, pero enlazando a la perfección con el estilo de la banda, que ahora sí, ya hemos visto que sigue fiel a su escuela hard rockera pese a lo metalizado del inicio del disco. Tras ella, “Mudkicker” es uno de los temas que menos me llama la atención de este disco, una buena canción pero quizás no al nivel excelso del resto del disco. Y claro, influye también que es un tema que quieres que acabe, porque sabes que cuando acaba, hay premio, ni más ni menos que la joya de la corona.
Los acordes que dan inicio a “Wasted time” abren paso a una melodiosa voz de Bach, don Sebastian Philip Bierk (aka Sebastian Bach), porque aquí me pongo de pie ante este genio. En el puente previo al estribillo, entra toda la banda; maravilloso estribillo, ejecutado en baja intensidad, y es que si antes os hablaba de canciones que crecen, esta se lleva la palma; destacar en este tipo de temas el bajo de Rachel Bolan que matiza detalles que hacen la canción aún más interesante. Tras el segundo estribillo, Bach enloquece y da paso al solo de Sabo; a partir de aquí, solo pasan cosas buenas. En un principio lo esperado, vamos hacia otro estribillo, pero Bach ya está desatado y solo va a ir a más; el final de esta canción es una obra de arte que cierra el disco en todo lo alto. Y la voz, ¡qué voz!
“Slave to the grind” es sin duda uno de los discos clave en el hard rock de la transición de los 80 a los 90, con una banda en un estado de forma que nunca más tuvieron, y con algunas canciones que van directamente a la historia del metal. Celebremos sus 25 años, disco irrepetible que hoy merecía ser rescatado y homenajeado.