Skindred – Big Tings

Nuestra Nota


7.25 / 10

Ficha técnica

Publicado el 27 de abril de 2018
Discográfica: Napalm Records
 
Componentes:
Benji Webbe - Voz, sintetizadores
Mikey Demus - Guitarra, coros
Daniel Pugsley - Bajo
Arya Goggin - Batería

Temas

1. Big Tings (3:34)
2. That's My Jam (3:16)
3. Machine (feat. Gary Stringer) (3:32)
4. Last Chance (3:59)
5. Tell Me (4:42)
6. Loud and Clear (3:31)
7. Alive (3:22)
8. All This Time (3:03)
9. Broken Glass (3:53)
10. Saying It Now (4:35)

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¿Cuándo fallece un género musical? ¿Cuándo podemos dar por finiquitado, por ejemplo, el punk? Uno podría argumentar que un género no puede morir. Una vez nace, crece, evoluciona y, sobre todo, se reproduce un estilo o género musical, siempre habrá alguien que quiera utilizar esa esencia para hacer música. Un género puede permanecer en hibernación años, lustros, y puede pasar desapercibido para generaciones de nuevos fans, pero la esencia persiste y no se va a dormir a ninguna parte. Está siempre allí, al alcance de aquél o aquella que quiera poner sus huevos en ese mismo nido. Y luego ese género podría tener una segunda juventud, pero básicamente, un género no puede morir nunca una vez que surge. Luego puedes discutir si la música que se está haciendo es buena o no, però això ara no toca.

Skindred surgió cuando el nu-metal nos explotó en toda la cara. Un género que fue definido como una fusión que combinaba elementos del heavy metal con otro generos, como el hip hop, el grunge, el rock alternativo y el funk, y que ha estado entre nosotros desde los años 90 a través de bandas como Korn, Limp Bizkit, P.O.D. o Linkin ParkSkindred surgieron casi al final de todo aquel percal y trató de aprovechar el momento.

Pero el «problema» que creo que siempre ha perseguido durante años a una banda como Skindred es el de ver si podían entrar en aquel selecto club o bien tenían que contentarse con ser ellos mismos. Y aquí estamos, casi a finales del año 2018, presentando su séptimo álbum, Big Tings (2018), un plástico en el que se mantienen más o menos fieles a su esencia original, y en el que nos presentan el género propio que ellos se encargaron de crear, pues creo que las puertas del anteriormente citado club nunca llegaron a abrirse de par en par para que estos galeses pudieran entrar. Ritmos pegajosos con una potente base bajo-batería para formar un puente entre la música y la personal -aunque en esa ocasión no tan variada y brillante- voz del bueno de Benji «Enemy Maker» Webbe, dando como resultado una mezcla con bastante flow.

Aún así, en muchos pasajes del álbum, uno puede reconocer fácilmente las características que definen un género como el nu-metal y ser devuelto, casi por arte de magia, a una juventud repleta de gomina, collares de bolitas y pantalones anchos en la que la banda apareció y desapareció a medida que la ola se desvanecía. Sin embargo, Skindred se las arregla para hacer algo de música bastante fiel al género, si bien van más allá y se meten en algo nuevo. En este nuevo álbum encontramos cosas tan pegajosas como adictivas, y no me extraña que hace unos años (en el 2011) ganaran el premio a la «Mejor Banda en Vivo» en los Metal Hammer Golden God Awards del Reino Unido. Aún así, las dosis del pasado se evaporan conforme el reloj avanza. Podríamos decir que este trabajo empieza muy bien pero que acaba no tan bien.

La música contenida en Big Tings no sabría decir si es exactamente como debería de ser, y tampoco estoy del todo seguro de si lo que tenemos ante nosotros es un claro ejemplo de a lo que han de sonar estos tipos. La producción, a cargo de James Loughrey (con quien ya trabajaron en sus tres anteriores trabajos), es poco menos que perfecta. Algunas de las canciones se te meten en la olla de una manera casi adictiva y, a veces, es difícil quedarse quieto cuando escuchamos canciones como «That’s My Jam» (y su tremendo videoclip… ¡del año!), «All This Time» o la que da título al álbum, «Big Tings» (con ese inicio tan a lo Muse). Son píldoras, pequeñas dosis de buenrollismo, condensadas en poco menos de tres minutos. Se les nota que todavía disfrutan haciendo música y que lo van a petar durante esta próxima gira que les traerá por aquí dentro un par de meses. Estoy seguro de que harán que la gente se ponga on fire.

Especial atención a la colaboración de Gary Stringer, vocalista de los australianos Reef, en la rockera y altamente adictiva «Machine», en la que hay guiños, desde a los Beastie Boys de su era Licensed to Ill (1986) (¿no os resultan familiares esas dos primeras notas que abren el tema?), hasta a los también australianos AC/DC. Adrenalina pura y dura. Esos son los Skindred que nos gustan, los de ponernos, o bien a pegar saltitos en plena pista o a headbangear por doquier. Pero, por ejemplo, hay momentos en los que la banda se pierde un poco, como sucede con ese intento de balada final, en la que la voz de Benji Webbe, simplemente, no encaja; su voz no se ajusta a ese tipo de experimentos, y muy especialmente si van al final de un álbum.

Pero me pasa algo un poco extraño con Big Tings. No es que no lo disfrute como debiera, pero se me crea como una especie de vacío interior a partir del cuarto tema que me dura hasta el final del disco, con la salvedad quizá de la ya citada «All This Time». Aproximadamente la mitad de lo aquí contenido me parece insustancial y, porqué no decirlo, inofensivo. Les falta el gancho de años atrás y sobre todo, uno echa de menos el desgarro de Benji al cantar. Skindred, una de las bandas más originales, eclécticas y personales de la música pesada de las últimas dos décadas, han pasado del ristretto al descafeinado con edulcorante, de la imperial stout a una porter con apenas cuerpo. Las dosis de sus obras pasadas que aquí encontramos se nos aparecen con cuentagotas. El funk y el metal brillan por su ausencia.

Estamos ante un disco correcto, y los flashbacks del pasado se presentan en la mente de uno en ciertas ocasiones (correcto) durante sus 37 minutos de metraje, pero menos de lo que uno esperaría y desearía; por ejemplo, apenas hay pasajes rap. Aún así, su música no llega a brillar nunca tanto como lo hacía en sus anteriores Roots Rock Riot (2007) o Kill the Power (2014), por ejemplo. Aquí tenemos nuevas melodías y una reinserción que quizá no era necesaria. Skindred logran sobrevivir dentro de un género moribundo, mientras crean algo que, simplemente es una copia de lo que ellos han sido.

¡Que vivan los gatitos!

Rubén de Haro
Sobre Rubén de Haro 620 Artículos
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J'hayber.