Saul Hudson, más conocido como Slash, sacó hace 25 años su primer disco en solitario, montando así los Slash’s Snakepit, después de que Geffen descartara el nombre de SVO Snakepit (Slash Very Own Snakepit). Eric Dover, ex Jellyfish, a la voz, Gilby Clarke a la guitarra rítmica, Mike Inez de Alice in Chains al bajo y su otro compañero por aquel entonces en Guns N’ Rose, Matt Sorum a la batería, le acompañan. Slash también contó con otros dos Gunners, com eran Teddy Andreadis y Dizzy Reed tocando la armónica y teclados respectivamente, y Paulinho da Costa a la percusión. Hay quien dice que este disco fue el motivo por el que Axl expulsó al guitarrista de la banda, hasta que el destino o el motivo que fuera les volvió a unir, contando con Duff y Slash de nuevo en 2016, sin Matt ni Gilby ni Andreadis, que eran totalmente prescindibles.
El disco It’s Five O’ Clock Somewhere (1995), editado después de The Spaghetti Incident? (1993), sirvió para que los fans de la banda tuviéramos “nuevas” canciones del universo Guns. Como cuando Izzy Stradlin sacó Izzy Stradlin & The Ju Ju Hounds (1992), Duff McKagan su Believe In Me (1993) o el Pawnshop Guitars (1994) de Gilby Clarke, el único que contó con todos sus entonces compañeros para el disco. En el caso de Slash, el sonido del álbum se acerca más al del Appetite for Destruction (1987) o al Pride and Glory (1994) de la banda del mismo nombre de Zakk Wylde, a quien tantearon para entrar en Guns N’ Roses para su Chinese Democracy (2008). Rock clásico, riffs potentes, una voz desgarrada de Dover -para mí, todo un acierto-, como también hiciera Rod Jackson en el segundo trabajo de la banda Ain’t Life Grand (2000). Voces que encajaban más (en mi modesta opinión) con el sonido de Slash que no la de Myles Kennedy, grandísimo vocalista, pero con un registro diferente. Incluso los álbumes de Velvet Revolver con Scott Weiland sonaban maás uniformes. Seguramente, esta opinión no será compartida por los fans de Kennedy, pero toca hablar sobre los 25 años del primer disco de Slash’s Snakepit, y empezaremos por el principio.
“Neither Can I” nos muestra por donde irán los tiros, o las picaduras de la serpiente, con ese aire tranquilo de blues sureño (armónica incluida) caminando por las notas de las guitarras, con Eric casi susurrando antes de que la intensidad aparezca en el estribillo; nunca entendí como Axl no quiso estos temas para Guns, o quizás nunca los escuchó antes de que los grabara Slash. El espíritu de grupo rockero lo tienen. No estamos ante el típico trabajo en solitario de un guitar hero que quiere lucirse esto es más bien como una vía de escapatoria para Slash y en definitiva, parece el trabajo de una banda cuyos miembros llevan mucho tiempo tocando juntos. Quizá, el hecho de que dos miembros no estuvieran al lado de Slash en Guns, ayudó, pero eso no le quita el mérito a este disco. Y tras abrir con un tema largo con esa sonoridad sureña, la siguiente, “Dime Store Rock”, nos muestra la faceta más rápida de los Snakepit, con esa energía llena de riffs, donde casi son los golpes secos de Matt los que llevan todo el protagonismo durante la canción, exceptuando -en esta y en todas- los brillantes solos de guitarra de Slash, quien se luce en cada momento.
El ambiente sureño vuelve en la espectacular “Beggars & Hangers-On”, con el slide de Slash subiendo y bajando por el mástil de su Les Paul, y con esos momentos en los que la voz de Eric suena casi desnuda, creciendo a cada frase, desgarrando la melodía del que fuera uno de los singles del disco. Seguramente una de las mejores canciones de Slash, en la que colabora su compañero Duff McKagan en la composición de la canción. Es la única aportación de Duff a este disco, y como algunos temas se plantearon para aparecer en un hipotético nuevo disco de Guns N’ Roses que nunca llegó, seguramente esta estaba en esa lista. El disco fue compuesto básicamente por Slash y Dover, con aportaciones del resto de componentes de la banda, como la de Gilby en “Good To Be Alive”, o “Monkey Chow”, que firmó él solo. Las dos canciones encajan perfectamente en el equilibrio del disco. Matt Sorum participa en la composición de “What Do You Want to Be”, con ese ritmo marcado y tan llena de guitarras, y en la veloz “Soma City Ward”.
En el boogie «Jizz Da Pit» quizá sí que Slash se las dé un poco de guitar hero. El tema, firmado junto a Inez, es el único instrumental de este disco. La otra pieza que se empezó y que, de hecho, se grabó como instrumental, es “Be the Ball”, que se escuchaba en el pinball Guns N’ Roses, y a la que Dover le puso letra. Es una de las mejores canciones de este disco, sin duda. Si en Guns había espacio para meter más teclados, melodías muertas, delfines y otras cosas, aquí son solo cinco músicos en estado de gracia interpretando las canciones sin ningún tipo de aditivos.
El álbum se toma un respiro en “Lower”, o como mínimo en el inicio, porque aparece la fuerza por momentos, llevándonos desde melodías psicodélicas hasta la intensidad cruda de Slash, con esos momentos mágicos usando el vocoder. La canción habla sobre los suicidios de Kurt Cobain y la actriz porno Savannah.
Tranquila también es “Take It Away”, pero sin bajar la intensidad. Es una canción que perfectamente podían haber usado como single, pero no fue el caso. “Doin’ Fine” trae de vuelta los riffs de Slash, que llenan todos los rincones del álbum, dejando que las rítmicas de Gilby les acompañen en un segundo plano. Para la parte final del disco dejo a dos de sus mejores canciones, como “I Hate Everybody (But You)”, otra canción que podía haber sido un gran single, pues lo tiene todo: una gran intro con el solo de Slash, un gran estribillo y guitarras marca de la casa. Es quizá la canción más “alegre” del disco, con un Eric bestial y un Slash elevando la canción a cada momento. Y cierro el disco con “Back and Forth Again”. Perfecta, para mí, la mejor canción de Slash fuera de Guns. Los teclados sirven de dulce acomodo para la voz de Dover, junto con las guitarras acústica, para explotar de golpe, después de que todo vaya subiendo por momentos. Aquí aparece uno de los mejores solos del disco; éste tiene vida propia. Magia en los dedos de Slash, Les Paul en alto y sombrero en la cabeza, en su mejor momento. Cerrar un disco con una canción como esta es una muy buena elección.
En la parte técnica del disco, el viejo conocido de Slash, el gran Mike Clink se encargó de la producción, Steve Thompson y Michael Barbiero de la mezcla y George Marino de la masterización en los River Sound. La portada corrió a cargo de ConArt, del hermano de Slash, Tony Hudson, donde se aprecia una serpiente en forma de «S» sobre fondo rojo con el sombreo de copa tan típico de Slash y con un cigarro en la boca. Las fotos fueron hechas por Gene Kirkland y Robert John. Editado por Geffen el 14 de febrero de 1995, supuso el debut de este proyecto de Slash, que sacaría tres años después su segundo y ultimo disco bajo el nombre Slash’s Snakepit.
Adicto a los vinilos y a los directos. Fotografo allì donde no haya sol y suene buena musica, con ya mas de 25 años pisando salas de concierto, ha visto de todo en todas las salas. Coleccionista de lp’s y 7″ que acaban sonando en sus sesiones como dj