¡En pie! Toca hablar de una de las obras capitales de los 90 y de uno de los mejores discos dobles de la historia del rock. Lo de Smashing Pumpkins en 1995 fue una absoluta locura dejando al mundo asombrado y al resto de la escena boquiabierta con un doble disco monumental en todos los sentidos. Billy Corgan tocaba el cielo y nos hacía surcar océanos y el espacio exterior a base de variedad estilística a la vez que echaba raíces en el grunge y el entonces llamado rock alternativo, pero añadía nuevas cuerdas al arco, desde el heavy metal, a canciones de cuna o música clásica. De esta colosal obra se sacaron hasta seis singles, a cada cual mejor. El vocalista calvo estaba en un momento creativo único y supo encauzar todo ese torrente de ideas en lo que es uno de los discos más ambiciosos de la historia.
Corgan les dijo a sus compañeros que se tomasen ese disco como si fuera el último que iban a hacer como grupo, algo que les motivó y caló enormemente. Pero la borrachera de éxito también tuvo su cruz cuando Jimmy Chamberlin y Johnatan Melvoin tuvieron una sobredosis estando de gira en 1996. Melvoin, teclista en la gira, muere y Chamberlin sería expulsado posteriormente. Tristes consecuencias del estrellato. Todavía recuerdo aquellos días en los que “Tonight, Tonight” aparecía en televisión y te quedabas petrificado escuchando aquella maravilla sonora y visual en la que participaba la sinfónica de Chicago.
Primer disco: Dawn to Dusk
Muchos consideran que es uno de los discos más bellos jamás creados, y eso viene en gran parte dado por la preciosidad de ese tema título instrumental que nos sume en “melancolía e infinita tristeza”. “Mellon Collie” se pronunciaría como “Melancholy”. La delicadeza de ese piano y esos arreglos de cuerda explotan en un single capital con un video exquisito, considerado uno de los mejores de los 90. No les fue fácil rodarlo ya que James Cameron había acaparado todos los ropajes de época de la zona para grabar Titanic. Ambos proyectos harían historia. “Tonight, Tonight” es una pieza evocadora potenciada y elevada por la orquestación. La voz nasal de Corgan gana infinitos matices en un medio tiempo que arrasó medio mundo. Aquí hay la inmensa gracia de que los singles no tienen nada que ver uno con el otro y de que te atrapan a la primera escucha. Luego hay el riff de “Zero”, uno de los mejores de esa década con el grupo sonando a heavy metal con el poso grunge. Cuando la pinché en su día en el programa de radio Electric Circus mis compañeros alucinaban que eso fuera Smashing Pumpkins. Ritmo maquinal, ruiditos de pedalera y un estribillo casi a capela dan una originalidad absoluta con un solo estridente con vistas puestas a Tom Morello y final abrupto. La canción y el grupo aparecieron en Los Simpsons inclusive.
Pero hay más, mucho más, este disco es un océano. “Bullet with Butterfly Wings” es un himno generacional. Batería acústica y real con caja aguda de Chamberlin para definir el sonido grunge más allá de Cobain. Uno de sus grandes logros es jugar con los silencios instrumentales dejando desnuda la voz de Corgan sobre acústicas. Más allá de los singles del primer disco hay que fijarse en virguerías como “Porcelina of the Vast Oceans” y sus casi diez minutos de duración. Otro giro más de una obra con millones de matices. Momentos reposados, e incluso psicodélicos, bañados en tristeza. Profundidad y belleza con filtros de voz y presencia absoluta de guitarras jugando con cumbres y valles. Luego encontramos la potencia de “Jellybelly” con un tremendo trabajo de la base rítmica y esa electricidad de guitarras junto a la teatral voz de Billy. Nunca poseyó una gran voz, pero su expresividad y los juegos de efectos son incomparables.
Pasamos a un medio tiempo eléctrico como es “Here Is No Why” en otra demostración de clase y variedad, siempre dentro del estilo. Original, deudora de su anterior disco Siamese Dream y totalmente 90s. “To Forgive” es más un quejido eléctrico, pero reposado. Sutileza y teclado en una composición desnuda y bonita que contrasta con la electricidad y agresividad a lo “Zero” de “An Ode to No One”. Corgan vuelve a demostrar que es capaz de exprimir su voz y darle un aire teatral y sumamente expresivo. Un ejemplo de cómo sacar partido y matices a una voz nasal. Hay aquí otro de los grandes logros de este disco pues hay variaciones de tempo constantes, arrancadas, parones, desaceleraciones… y todo encajado con maestría. El ritmo maquinal de “Love” va con crujidos y se canta con una especie de megáfono. Otra que bien podría haber sido single perfectamente con esas baterías sampleadas.
Lo etéreo y onírico despierta en “Cupid de Locke” con teclados esponjosos y burbujitas en las que Corgan se amolda a la perfección en un capricho que vuelve a sumar. En esa misma onda está “Galapogos” tirando de suavidad y caricias acústicas con un estribillo delicado y sentido. Aquí Chamberlin acentúa los momentos con su kit de batería y se le añaden susurros. Cabe subrayar el gran papel de D’Arcy Wretzky a las cuatro cuerdas. La icónica bajista derrocha clase y glamour empastando perfectamente con batería y sonando compacto y bello en su totalidad. “Muzzle” terminó merecidamente como single a pesar de no poseer la rotundidad y evidencia de los anteriores, pero repito: estamos ante canciones que definieron un estilo y una década. ¡Y es solo el primer disco!
Segundo disco: Twilight to Starlight
El segundo disco tiene el problema de que está menos escuchado que el primero. Eso lo deja como una obra a redescubrir por mucha gente. Os aseguro que ha sido realmente placentero el volver a sumergirme en ese mundo que creó Corgan con infinita maestría y encontrar muchos tesoros escondidos. Recordemos que los de Chicago estaban en la cima de su creatividad y en esos días crearon una cantidad ingente de canciones, y algunas, eran maravillosas. Obviamente el “1979” es el gran tema de este segundo disco. Una preciosa canción que marca de cerca de “Tonight, Tonight” y que mantiene orquestaciones, es a medio tiempo y te sumerge en esa nube brumosa de felicidad melancólica. “Thirty-Three” amplía el abanico de canciones oníricas y esponjosas. Riff sencillo escobillas para Chamberlin y sutileza con clase. Luego tenemos esa gema que es “We only Come Out at Night” que Vuelve a partir de lo sencillo y con ese teclado marcando tiempos para penetrar otra vez más en el universo Pumpkins de los 90. Una delicia metida en un loop.
Pero antes ya habían marcado terreno a guitarrazo limpio en la inicial “Where Boys Fear to Tread”, cruda y cercana a ese “Zero” con todos los detalles que definen al grunge de la época. Otro posible single clarísimo estaba en “Bodies” que entremezcla la potencia con esos momentos pausos con coros celestiales. Quizá se la composición que mejor aúna todo lo mostrado en este doble disco. Las acústicas de James Iha abren “In the Arms of Sleep”, una especie de duermevela inspirado y oscuro y que contrasta fuertemente con esa orgía de potencia y decibelios que es “Tales of a Scorched Earth”. Estridencias, voces distorsionadas para luego levantar el pie del acelerador en “Thru the Eyes of Ruby”. Extensa pieza que deambula por cumbres y valles. Enésimo giro, esta vez acústica en la delicada y sedosa “Stumbleine” con Iha transmitiendo desde la sencillez de los arpegios.
En “X.Y.U.” vuelve lo que uno espera escuchar bajo la etiqueta de grunge. Texturas, densidad y decibelios al servicio de la nasal voz de un Corgan capaz de imprimir en cada canción lo que necesita. El aura etérea y feliz re-asoma de la mano de “Beautiful” con voces dobladas y otro loop. Las percusiones parecen totalmente programadas, incluso en los platos hasta que irrumpe la batería real a media canción. Obviamente el nivel de excelencia no está en los dos discos completos, pero esto está claro que no es relleno precisamente. Luego tenemos ese “Lily (My only and only), un divertimento baladero y pomposo que conecta con la anterior. Tenían claro eso de darle al disco un final reposado y bello así que suman “By Starlight” a la causa, un corte que se acerca bastante a los singles más clásicos de esta obra. Finalmente se despiden de nosotros con una nana preciosa titulada “Farewell and Goodnight” en la que cantan los cuatro componentes del grupo, y la verdad es que todos lo hacen más que bien. Todo termina con un bello piano que se nos va alejando, justo como empezó todo. Brillante de cabo a rabo otra vez.
Veredicto
Puede que los 90 huelan a espíritu adolescente, pero suenan a Mellon Collie también. Irrepetible obra culminante de la década capaz de elevar al grupo a la división de honor del negocio. Fue tan grande que nunca pudieron llegarse a acercar a algo tan magno. Los detalles fueron cuidados al milímetro también y esa portada con esa mujer angelical que asoma desde la estrella enlaza la modernidad de la época con los grandes maestros pictóricos del pasado. Esos mismos tonos liláceos y esos planetas formarían parte de los muchos videoclips del grupo rubricando un concepto pensado y una estética muy personal. Podrían haber hecho un disco con los singles, pero… que difícil es elegir singles aquí pues hay tanto material potencial que seguro que optaron por un doble disco. Cinco millones de discos vendidos en los Estados Unidos y platino y oro por medio mundo fueron contaminaron a un país como España pues incluso llegaron aquí al disco de oro. Todo un logro para unas tierras que en esos días abrazaban la ruta del bacalao.