Como todos los barceloneses bien sabéis, a la que caen cuatro gotas la ciudad deja de funcionar. Los buses y los metros van tarde, se montan charcos en cualquier pasaje subterráneo, los semáforos se apagan y, lo que es peor, te mojas. Por si fuera poco, un partido del Barça y una de las múltiples manifestaciones que forman parte de nuestro paisaje en estas últimas semanas ayudaron a congestionar de forma impracticable las principales arterias de la zona alta de la ciudad, con lo que mis ambiciones de llegar a tiempo a la Sala Bikini para pillar el principio de Madder Mortem se iban esfumando tristemente a medida que pasaban los minutos y yo me consumía en el interior de un bus en una calle absolutamente abarrotada.
Esto me estaba frustrando especialmente porque el concierto de hoy es uno de los que esperaba con más ganas en esta temporada otoñal que, como pasa cada año, viene repleta de eventos de gran calidad. Luego nos quejamos de que hay giras que no pasan por aquí y que somos el culo de Europa, pero no sé como nos apañaríamos para asistir a aún más conciertos. En seis días, en Science of Noise hemos cubierto hasta seis bolos (y más que hubiéramos podido cubrir, si tuviéramos el don de la ubiqüidad), y en todos ellos había una cantidad entre decente y abundante de público. Pero entre tanto concierto, tengo que decir que éste de los suecos Soen me apetecía especialmente, tanto por lo bien que me ha entrado su espectacular último disco, Lykaia, como por la excelente fama que tienen en directo y para sacarme la pequeña espina de no haber podido ir a verlos en ninguna de sus dos visitas anteriores a nuestra ciudad, una por cada disco de los que han sacado hasta el momento (teloneando a Paradise Lost primero, y acompañados por Vulture Industries después. Todos ellos cartelones, vamos).
Madder Mortem
Por suerte, parece que la organización tuvo compasión de los tardones inocentes y desafortunados como yo y, sin ni tan siquiera enterarme, modificaron el horario de las actuaciones retrasándolo todo quince minutos. Gracias a esta feliz decisión, en vez de perderme un tercio del concierto de los noruegos Madder Mortem, solo me perdí la mitad del primer tema. Y bien que me alegro, ciertamente, porque el quinteto de Oslo dió un bolazo muy serio que fué de menos a más y que acabó de forma bastante apoteósica. Con la enérgica y personal Agnete Kirkevaag a la cabeza, cuya voz raspada y presencia sobre el escenario constituye gran parte de la pesonalidad de esta banda, descargaron toda la potencia de su particular mezcla entre metal alternativo (en sonido) y progresivo (en ritmo) catorce años después de su primera y única visita a la Ciudad Condal. Como no vienen presentando ningun disco, su setlist fué un repaso a toda su carrera sin especial hincapié en su último trabajo, publicado el año pasado. Personalmente, es una banda que descubrí y prácticamente me paré con su interesante Eight Ways (del que tocaron «The Little Things», «Resolution» y la fantástica «Armour», una canción de amor bastante particular y llena de sinuosidades musicales realmente interesantes). Pero a pesar de no conocer en profundidad sus otros trabajos, me costó bien poco disfrutar de su concierto gracias a la cercanía y a la personalidad de su vocalista y a la calidad de canciones como «The Little Things» o la inquietante «M for Malice».
La primera mitad del concierto estuvo bien, introduciéndonos a lo que son capaces estos chicos, pero fué precisamente a partir de «Armour» donde tanto Agnete como el resto de la banda parecieron desatarse y, no sé si es porque fuí yo quién conecté completamente con ellos o porque realmente fué así, pasaraon a sonar totalmente arrolladores en los últimos cuatro temas. «Hangman» fué un punto álgido total, con su principio jazz / lounge y una delicadeza que acaba desembocando en un final épico en el que Agnete lo dá todo para romper su voz y acabar (literalmente) al borde de las lágrimas, en una imagen impactante y totalmente inesperada que había visto pocas veces sobre un escenario. Para concluir el concierto y sacudirnos de tanta intensidad escogieron la rockera y bailonga «Fallow Season», mientras que la final «Underdogs» es otro tema épico y dramático que trajo la emoción de nuevo a la sala y que puso el punto y final a un muy buen concierto con un último terció realmente espectacular.
Como es habitual en la Sala Bikini, el sonido fué impecable y la elevada altura del escenario hizo que la visibilidad también lo fuera, aunque unas luces a media altura, muy efectistas para el público, molestaran bastante a los fotógrafos. Al principio Madder Mortem contaron con un centenar de personas atentas a su actuación, pero a medida que avanzaba su concierto llegaron más y más espectadores que tan pronto como entraban se quedaban atrapados por su potentísimo y emotivo directo. Es curioso porque, sin parecerse realmente, creo que es una banda que le pega muy bien a Soen, formando así un paquete de gira muy acertado y disfrutable. El suyo fué un concierto excelente que dejó a todo el mundo convencido y que incluso auguro que generó algun que otro nuevo fan. Espero que no esperen otros catorce años a volver.
Setlist Madder Mortem:
If I Could
The Little Things
The Whole Where Your Heart Belongs
M for Malice
Returning to the End of the World
Resolution
Armour
Hangman
Fallow Season
Underdogs
Soen
Un batallón de clásicos pop de los ochenta como «Forever Young» o «Dirty Dancing» sirvieron para amenizar la espera hasta que los grandes protagonistas de la velada salieran al escenario. Uno podrá pensar que qué elección tan rara y que esa música no pinta nada ahí, pero si te lo miras bien, parte del espíritu de estos temas, con ese sudor sensual y esa media sonrisa, estan más que presentes en la propuesta de los nuevos Soen, esos que en su último disco han decidido alejarse de Tool y acercarse a A Perfect Circle e incluso sobrepasarles. Porque si sus dos primeros discos tenían mucho de cierta matemática progresiva, metalera y alternativa, técnicamente impoluta pero un poco fría por momentos, en este tercer trabajo han abrazado su vertiente más cálida, lírica y orgánica (que siempre había estado ahí, ojo) tanto en las composiciones como en la producción, lo que supone un salto de calidad y de personalidad realmente destacable. Mucho de esto se lo tenemos que agradecer a la presencia de su nuevo guitarrista Marcus Jidell (Avatarium, The Doomsday Kingdom, ex-Evergrey, ex-Royal Hunt), cuya entrada en la banda parece totalmente caída del cielo, ya que pega como anillo al dedo y en muchos sentidos es como la noche y el día en comparación con su predecesor, Joel Platbarzdis, un chico con una aproximación mucho más «moderna».
En una sala que presentaba una media entrada larga (entre 200 y 250 personas, calculo), los cinco componentes de Soen aparecieron sobre un escenario totalmente manco de decoración bajo las primeras notas de «Canvas». Lo de la decoración no es del todo cierto, ya que había un telón de fondo, pero el hecho de colocarle unos focos justamente delante no ayudó demasiado a su visibilidad, y estoy bastante seguro que la mayoría de espectadores no repararon en su presencia hasta que se abrieron las luces de la sala al final del bis. De todas maneras, desde el primer instante demostraron que toda decoración habría sido absolutamente superflua e innecesaria: Soen nos iban a atrapar exclusivamente a través de sus canciones y de su magnetismo personal. Y van sobrados, muy sobrados, tanto de las unas como de lo otro. En lo que se refiere a lo primero, es cuando ves el repertorio de la banda al completo que te das cuenta del impresionante cancionero que han llegado a reunir esta gente en tan solo tres discos. Y, como ellos mismos, se trata de un cancionero sin hits destacados y sin estridencias, pero abundante en buen gusto, clase y calidad.
Joel y Marcus se reparten todo el protagonismo sobre el escenario, y los dos exhudan seducción, madurez y elegancia por los cuatro costados. Joel con su habitual traje y americana, su media sonrisa permanente y su cálida pero distante timidez, y Marcus con su melena rubia, su confianza y sus movimientos sinuosos. A pesar de una comunicación con el público muy limitada, ambos son capaces de expresar una sensibilidad inusitada con sus recursos respectivos: Joel tiene una voz dulce y envolvente que es absolutamente clave en el sonido y el éxito de esta banda, mientras que Marcus sabe extraer lo más delicado de las seis cuerdas de su guitarra. Para ser una banda fundada por un batería (y no precisamente un batería cualquiera), es interesante ver como Martin Lopez (ex-Opeth, ex-Amon Amarth, aunque supongo que eso ya lo sabéis) no tiene especial protagonismo sobre el escenario, colocado en una esquina y parapetado detrás de un armatoste considerable. Con su camiseta de Entombed y sin prestar ninguna atención a su aspecto, parece incluso no pegar demasiado con el espíritu de la música y del resto de componentes de la banda. Pero tras los parches es un auténtico monstruo, y cuando le toca lucirse, va de un sobrado que asusta. También Lars Ahlund y Stefan Stenberg pasan bastante desapercibidos escénicamente, aunque en lo musical su participación en el sonido que logra plasmar esta banda tanto en disco como en directo es decisiva.De hecho, el señor Stenberg consigue incluso que no echemos en falta el virtuosismo al bajo del que fué fundador de la banda, el incomparable Steve DiGiorgio, que no duró más de un disco al ver que Joel, Martin y los demás iban realmente en serio.
Tengo que decir, aunque quizás no importe demasiado, que estuvimos ante un día en que los dioses de la tecnología se posicionaron en mi contra con bastante convicción: por un lado, por temas que no vienen al caso ahora mismo, no pude disponer de mi cámara y tuve que pedir una prestada. Si eso ya es un contratiempo bastante importante de por sí para cualquier fotógrafo (y más para un fotógrafo confesamente mediocre como yo), la cosa se pone aun más peliaguda cuando te das cuenta que la camarita en cuestión tiene un defecto en el objetivo y le dá por no enfocar cuando no le apatece. Frustración y desesperación máxima ante la manifiesta imposibilidad de enganchar la mayoría de las poses y combinaciones de luces que me habria gustado (unas luces que, por cierto, fueron bastante mejores que en Madder Mortem). Por si fuera poco, mi teléfono móvil decidió apagarse solo y no volverse a encender al poco de que Soen empezaran su concierto, así que me dejó huérfano de la posibilidad de tomar ninguna nota en absoluto. Me llevó unos minutos de cagarme en todo lo que se menea, pero finalmente me rendí a las circunstancias y aproveché la oportunidad de dejarme ir e implicarme en el concierto sin preocuparme por nada más. Cosa que, evidentemente, acabé por celebrar.
Es complicado destacar temaas concretos en un concierto tan redondo y emocionante, pero a mí todas las canciones de Lykaia me sonaron especialmente bien, empezando por la maravillosa «Sectarian» y sus multiples matices, continuando por «Sister» y acabando por «Jinn», que de hecho me pareció el mejor tema de la noche, confirmando que se trata de un disco que cuando lo reseñé en su momento le dí un notable alto, pero a día de hoy lo subiría algun escalón más. La gente pareció disfrutar especialmente de los temas de su anterior disco (Tellurian, quizás el que yo menos me he trillado de los tres), entre los cuáles brilló especialmente la belleza dulce y melosa de «The Words», que se convirtló en una exhibición vocal impresionante por parte de Joel y que dió paso a mi tema favrito de Lykaia, un «Opal» que sonó maravilloso y que sirvió para reafirmarme en mis preferencias: es sensible pero épica, potente, progresiva y pegadiza, y me parece una de las mejores canciones de la historia de esta banda. En «Pluton», un tema que siempre me había pasado algo desapercibido pero que aquí se desplegó en toda su plenitud, Marcus animó exitosamente a la gente a corear una dulce melodía de su guitarra con unos «oh-oh-ohs» de intensidad variable que inundaron la sala de emoción.
Su primer álbum estuvo representado por tres cortes: la mencionada «Canvas», la magnífica «Savia» y la imprescindible «Fraccions», que sirvió para cerrar el set principal. Este último tema ya es genial de por sí, pero si había un momento concreto que esperaba con ansias en este concierto es su escalofriante y gallináceo final a capella a múltiples voces. Con lo que me encanta escuchar esto en disco, habria sido lo más normal que, como pasa en la mayoría de conciertos, su interpretación en directo no me hubiera parecido a la altura, pero por el contrario, esos pocos segundos, esas ocho frases que fué casi lo único que supe cantar con convicción de no cagarla en la letra, sonaron apoteósicas y hicieron que se me erizara todo el vello del cuerpo.
Sonará a cachondeo esto que digo, pero no es para nada una exageración: entre el público había gente prácticamente tocándose mientras se movía con sensualidad y cantaba los temas más melosos con los ojos cerrados y una sonrisa lela en la cara. Y les comprendo perfectamente, la verdad, porque Soen supieron conectar con la vena más sensible de todos nosotros durante la totalidad de un concierto sin altibajos que se hizo bastante corto, porque a demás fué bastante corto: una hora y cuarto y gracias (poco teniendo en cuenta que Madder Mortem tocaron 60 minutos). Para el bis, escogieron dos de sus temas más celebrados, «Tabula Rasa», coreada como ninguna otra, mientras que la jazzera y loungera «Lucidity», dulce y atmosférica como ella sola, sirvió para cerrar definitivamente una noche que a nivel personal empezó siendo algo caótica y frustante pero que acabó siendo preciosa a todos los niveles. En la parte que les toca a Soen, creo que dieron uno de los grandes conciertos de la temporada y son una de esas bandas que te preguntas como es que no le gustan a todo el mundo. Me imagino que debe ser porque no los conocen, así que no me queda otra que asumir la responsabilidad de ejercer de mesías y dar a conocer la buena nueva a tantos potenciales fieles como sea posible: amigos, Soen LO TIENEN. Y lo tienen mucho. Ahora os toca a vosotros agarrarlo.
Setlist Soen:
Canvas
Sectarian
Savia
Sister
Pluton
The Words
Opal
Kuraman
Jinn
Fraccions
—
Tabula Rasa
Lucidity
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.