Algunos de mis amigos y varios de mis detractores afirman que mis gustos musicales tienen un manifiesto punto comercial y, aunque a priori no me entusiasma esta valoración, creo que no van mal encaminados. Podría justificarme diciendo que es una inclinación que venía de fábrica pero, a fin de cuentas, el hecho de haber sido vendedor de discos durante un montón de tiempo seguro que ha condicionado mi manera de consumirlos. Por esta razón, principalmente si alguien me lo pide, para empezar siempre suelo recomendar la obra más asequible de un artista, y por tanto, en el caso que nos ocupa, el séptimo larga duración de Sonic Youth cumple con creces este requisito.
Dirty, que hoy celebra el 30º Aniversario de su publicación, no está considerado el mejor trabajo de los neoyorquinos según los particulares criterios de los fans acérrimos de la banda (Daydream Nation (1988), Sister (1987), Evol (1986), Goo (1990) o, incluso, Washing Machine (1995) y The Eternal (2009) se reparten este podio de honor) pero, sin apenas excepciones, nadie que lo haya escuchado detenidamente le otorga una calificación que baje del notable. Por otro lado, su uniformidad sonora, su gran poso melódico y su producción cristalina (a cargo del solvente Butch Vig, conocido por sus destacadas participaciones en Nevermind (1991) de Nirvana, Siamese Dream (1993) de The Smashing Pumpkins y en el grupo Garbage) lo convierten en el documento ideal para cualquiera que desee introducirse por primera vez en el enrevesado y arisco catálogo del combo estadounidense. ¡Si con este no entras, olvídate del resto de su repertorio!
Puestos a hacer trampas, pese a que no soy partidario de remover una creación ajena, al profano le aconsejo que pinche el doble elepé por el siguiente orden: «Sugar Kane», «Chapel Hill», «Theresa’s Sound-World», «On the Strip», «Wish Fulfillment», «JC», «Shoot», «100%», «Drunken Butterfly», «Youth Against Fascism» y «Purr». Las cuatro piezas que he obviado («Swimsuit Issue», «Orange Rolls, Angel’s Spit», la versión «Nic Fit» y la improvisada «Crème Brûlée») no son obligatorias en ese examen inicial, pero suben nota (al igual que las 16 pistas adicionales incluidas en la re-edición ampliada de 2003).
30 años después de su aparición en un mercado que le era favorable (el grunge, un estilo plenamente inspirado en la tenaz y determinante trayectoria del conjunto, estaba en su máximo esplendor), a unos cuantos aún nos sorprende que no consiguiera una inmensa aceptación por parte del público de la época. Probablemente, unas letras abiertamente políticas y ese deconstruido conglomerado de rock, pop, punk y bastante noise, por muy pulido que estuviera, tuvieron la culpa de que el divertido muñeco de lana naranja no llegará a más hogares. Una circunstancia que no debió afectar en demasía a Thurston Moore, Lee Ranaldo, Kim Gordon y Steve Shelley porque lanzaron ocho posteriores registros de estudio y un puñado de artefactos experimentales antes de separarse abruptamente ahora hace una década.
Por cierto, para romper el tópico de mi preponderante predisposición a lo accesible, os revelaré que Sonic Nurse (2004) es mi otro álbum preferido de Sonic Youth.