Soulcrusher Fest, tener bien presente este nombre para el futuro a todos aquellos apasionados al circuito de festivales ‘indoor’ en el viejo continente. Localizado en Países Bajos, concretamente en la ciudad de Nimega, considerada la más antigua de dicho país, este pasado 1 y 2 de octubre se celebró la quinta edición de este emergente festival, tras un breve hiato en 2020 por el tema que ya todos conocemos. El festival apuesta claramente por los sonidos más oscuros, experimentales y apocalípticos, todo ello fraguado en una sala moderna y multifuncional como es Doornroosje, cuyas instalaciones, como os podréis imaginar, juegan en ‘otra liga’.
Tras unas semanas de cierta tensión y expectación por conocer las directrices del gobierno local para bajo que normativa poderse celebrar el festival, finalmente se pudo celebrar este con toda la normalidad que reina en lo que a eventos culturales se refiere en Holanda. Visto en perspectiva, se puede contemplar como el crecimiento del festival ha sido exponencial. Pasando de celebrarse un único día en la sala principal (red stage), pasando a celebrarse en dos días con el añadido de un emplazamiento más, la purple stage y con un incremento sustancial en lo que a la calidad de las bandas se refiere. Todo esto, con unos precios bastante asequibles y nada abusivos (75€ por el bono de dos días). Incluso, hasta el festival habilitó ambos días, en unos horarios concretos servicio de catering (comida vegana) para los asistentes.
15 días antes de la celebración del festival, la organización anunciaba la cancelación de los noruegos Enslaved y Telepathy por motivos de restricciones y la actual situación reinante por temas de Covid-19 en Europa. Tras ello, rápidamente se movieron con varios reemplazos, ninguno de la talla de los reyes progresivos noruegos, todo sea dicho, pero ante tales circunstancias y fuera del control de la organización, los nombres finalmente fueron Bølzer, Fibreather y las bandas neerlandesas de Noctambulist y Radeloos///Ziedend.
Una primera jornada, sin aparentes ‘grandes nombres’ encima de la mesa, pero con interesantes propuestas subterráneas. El primer contacto que tuve fue con los desconocidos para mí y también neerlandeses Autarkh, banda formada de las cenizas de Dodecahedron. Sinceramente, no sabía muy bien que esperar pues más allá de dicha referencia, iba completamente a ciegas. Su propuesta fue toda una, perdón la expresión, ‘follada sónica’ en toda regla. Base rítmica a base de samples, beats y sintetizadores (esto es, no había percusión a la vieja usanza) aunada con guitarras y voces extremas. En los fraseos más extremos, me imaginaba a unos Anaal Nathrakh no tan pasados de revoluciones, mientras que las partes electrónicas e industriales se turnaban caóticas, cacofónicas y hasta disonantes. Siempre acudo con la mente y los oídos abiertos, aunque está claro, que no estaba preparado para semejante descarga. Sorprendentes cuanto menos.
Tras finalizar esta indescriptible formación, cambio de sala para contemplar cómo se las gastaban los belgas Pothamus. Gracias a la lista de reproducción que el festival confeccionó en Spotify pude hacer algunos deberes con las bandas más desconocidas para mis oídos y estos belgas, estaban en mi particular ‘bandas a seguir’. Interesante propuesta que aúna elementos de post-rock y sludge metal, basando muy fuertemente su música en la progresión y sucesión de riffs realmente muy atractivos, creando también una cautivadora atmósfera. También se valieron de audiovisuales para captar y encauzar al oyente en su propuesta. Para centrar el tiro, compararía su estilo como una mezcla de unos Toundra encabronados junto a la pesadez y el músculo metálico perdido de los primeros Cult of Luna. Interesantes.
Sin haber tenido la posibilidad de asistir al show completo de los belgas, decidí ausentarme de ellos 10 minutos antes para acudir rápidamente a la sala principal para asistir a la cita que tenía marcado en rojo. The Ruins of Beverast. Recientemente tuvimos ocasión de charlar con Alexander von Meilenwald en esta casa, y pesar del hermetismo germánico que le caracteriza, sentí un fuerte interés y curiosidad por ver como funcionaría en vivo y directo The Thule Grimoires (2021), su última flamante obra. Y, a decir verdad, por los ecos de “Ropes into Eden”, la primera canción que descargaron retumbó por toda la sala para confirmar que la maquinaria se encontraba perfectamente engrasada. Durante la hora en escena, la mejor selección de temas posibles de su extensa carrera se sucedió, tales que; la oscurísima “Daemon”, la hipnótica “I Raised This Stone as a Ghastly Memorial” o la opresiva “Kain’s Countenance Fell”. El quinteto alemán en todo momento hizo un excelso alarde a través de su música de como captar la atención de los asistentes, con una actuación sobria y sin ningún tipo de parafernalias adicionales. ¿Cómo? Pues como decía, a través de su música, alcanzando una atmósfera sin igual y muy reconocible desde hace muchos años. Uno simplemente, ha dejar de engullirse por las ennegrecidas artes que desarrollan encima del escenario.
Cambio de sala, y los daneses Hexis me estaban esperando. Acudí básicamente por inercia, por seguir disfrutando de música en directo con una cerveza en mano y sin muchas expectativas. ¡Y bendita inercia! Conocía de Hexis su encomiable ética de trabajo a nivel de interminables tours y una filosofía DIY, digna de admirar, pero nunca había prestado la atención suficiente a su música. ¡Vaya puto error y vaya jodida descarga que se cascaron! Su música es un híbrido entre elementos del Hardcore más cabrón, oscuros riffs del black metal y la pesadez del sludge, si me apuras. Así a priori, a tenor de mis palabras, me harían pensar en los franceses Celeste, pero los daneses se presentan en una versión mucha más cabrona e intensa. Hicieron toda una demostración de energía, intensidad y mala ostia todo ello al son de un frenético juego de luces blancas. Sencillamente arrasaron y se ganaron en mí, un adepto/fan para la causa. Sensacionales.
Este primer día del viernes iba llegando a su fin, con el dúo suizo de Bølzer cerrando la jornada en la red stage. Difícil papeleta para la formación suiza liderada por Okoi, pues teóricamente, los cabezas de cartel lo ocuparían Enslaved que, por motivos fortuitos antes descritos, lamentablemente no pudieron unirse a este gran cartel. Sin mucha parafernalia, más allá de un par de roll up’s ocuparon las tablas con su pétreo, disonante y reverberado black/death metal. Cortes como “The Archer”, “C.M.E.” o “Entranced by the Wolfshook” entre otros resonaron en una actuación que tendría que calificar como correcta o más bien cumplidora. Quizás en otro contexto u otras condiciones, hubiera lucido más. Quién sabe, quizás el cansancio tanto mental como físico, empezara hacer mella en un servidor.
Para cerrar con broche de oro la noche, los finlandeses Krypts saldrían a escena, recayendo sobre sus hombros dicho honor. Tenía en buena estima y consideración a este joven cuarteto proveniente de Uusimaa, pero con una facilidad pasmosa se convirtieron en de lejos, la mejor actuación acontecida dicha fecha en Doornroosje. Extremadamente densos, pesados y oscuros. Su estilo de death/doom metal posee una innegable herencia de la mejor escuela finlandesa de los ’90, pero lo que realmente me atrapó de ellos, fue especialmente lo empastados y conjuntados que sonaban en todo momento, sin olvidarnos de la poderosa voz de Antti Kotiranta junto a la soberbia ejecución y técnica que desplegaron. ¿Cómo un corte como “Echoes Emanate Forms” pudo sonar tan jodidamente bestial y resonante? Colosales.
Otra de mis pasiones es la prensa escrita musical. Con sus luces y con sus propias sombras. Poseo una dilatada experiencia en medios como el extinto Pitchline’Zine (2005-2016) del que fui redactor-jefe o Subterraneo Zine (2017-2019).