Apenas las 14:00 horas de la tarde y el gentío se agolpaba para la primera actuación del domingo en el escenario principal, con los franceses black metaleros Regarde les Hommes Tomber perfectamente preparados y listo para su descarga. Velas, incienso y una palpable oscuridad nos invitaba a acomodarnos a la perfecta atmósfera que construyeron. El quinteto de Nantes no defraudó en absoluto, ni en lo que a actitud/entrega, imaginería o sonido se refiere, principalmente apoyándose bajo su última obra, Ascension (2020). Porque a pesar de las intempestivas horas, en sus 50 minutos que nos regalaron, dieron rienda suelta a cortes como “A New Order”, “The Renegade Son” o “The Crowning” del anteriormente exitoso y citado elepé. Certeros, trascendentales y disonantes.
Sacrifiqué de manera intencionada el desplazarme para ver al dúo conformado por las neerlandesas Doodswens con la firme intención de preparar mi mente y alma para un nuevo encuentro con el septeto belga Wolvennest. ¡Y acerté de pleno! En la reciente entrevista que mantuvimos con Corvus von Burtle, nos expresaba que disfrutaba con los pequeños momentos de felicidad y placeres de la vida, por lo que tomé su consejo a pies juntillas y cerré los ojos al primer son de “Swear to Fire”. La intro tribal que le precedía (en concreto, la parte final de la canción “Mantra”), creó una atmósfera sin parangón que flotó cual polvo en el Cosmos durante también los 50 minutos. Este viaje sideral estuvo comandado en todo momento por la perfecta anfitriona y hechicera de Shazzula y sus hipnóticas habilidades al theremín. Junto al tema mencionado, se sucedieron también de Temple (2021) “Incarnation” (pelos de punta para este servidor que firma estas palabras), “All That Black” o el hit “Ritual Lovers” extraído de Void (2018). Otros grandes triunfadores del Soulcrusher Fest.
Cambio de tercio y de habitáculo para dejarme llevar por unos desconocidos para mi como lo eran el trío francés Crown. No tuvieron nada de suerte, y su interpretación podría tildarse de deslucida y descafeinada, pues tuvieron un sinfín de problemas técnicos que se alargaron (demasiado) en el espacio/tiempo. Su propuesta podría tildarse como una amalgama de elementos industriales, fraseos atmosféricos, guitarras pesadas cercanas al rock moderno y voces melódicas. Algo así más bien como un híbrido entre Nine Inch Nails, Katatonia y unos acaramelados Godflesh, baterías programadas incluidas. Lo más desapercibido de la noche y de todo el festival.
Tras dicha pequeña decepción, nuevo cambio de emplazamiento y cita con los belgas Wiegedood. La experiencia que atesoran estos músicos en formaciones como Oathbreaker y Amenra es prácticamente una garantía, a pesar de que estilísticamente, se encuentren ciertamente alejados de dichas bandas. Black metal ciertamente minimalista, crudo y sin muchas florituras, pero de gran calidad y nada manido. Nos deleitaron con seis canciones, extraídas a partes iguales de De Doden Hebben het Goed III y II respectivamente, esto es, tres temas por disco. Tampoco necesitaron mucho más para convencer, pues su propuesta desde km de distancia se vislumbra como sincera y cuya innegable influencia directa de la fría Noruega de los años 90 y ciertos fraseos atmosféricos son más que suficientes argumentos para atraparte en directo musicalmente hablando. Siempre cumplidores y disfrutables a partes iguales.
Vuelta a Francia para reencontrarme con Celeste. Tengo una broma o coña con este singular cuarteto, pues muy cariñosamente les he tildado como los «mineros de Lyon», pues como algunos sabréis, actúan exclusivamente en plena oscuridad con una especie de faros rojos y luz estroboscópica en las cabezas de sus integrantes, creando una sensación audiovisual bastante curiosa que puede sorprender a propios y extraños. No obstante, analizando su puesta en acción, hay que destacar que el sonido fue aplastante, especialmente en las frecuencias más graves, dotándoles de una fiereza y fuerza muy sorprendentes con su particular propuesta de musculoso y dinámico post-hardcore y black metal. Toda una experiencia audiovisual
Seguimos con más metal negro, pero de corte algo más vanguardista y moderno, con los suizos Schammasch. Fallé en la ocasión que visitaron nuestro país en 2016 en el Move Your Fucking Brain así que pude redimirme con gusto. Tres guitarristas encima del escenario portando instrumentos de siete cuerdas. La cosa prometía. El sonido fue sencillamente perfecto y equilibrado, como tener la sensación de estar escuchándolos en un formato físico. Poseen un trabajo de armonía digna de admirar. Técnica, talento compositivo, habilidades progresivas y vanguardia al servicio del black metal. Como no, toda la parafernalia (traje ceremonial, rostro completamente negro y cierto ‘mobiliario’ en el escenario) secunda, refuerza y redondea su propuesta artística en el buen sentido de la palabra. Otros triunfadores.
Haciendo un ejercicio de honestidad por mi parte, el cansancio iba haciendo ya mella en el cuerpo y reconozco que ese pudo ser uno de los factores para que mi experiencia con las dos últimas bandas del escenario principal y cabezas de dicho día, The Ocean y Oranssi Pazuzu se tradujeran en una desconexión mental entre ambos artistas y la persona que suscribe estas palabras. Con los alemanes tengo la excusa de que hace más 10/12 años que me desconecté de ellos (época del Heliocentric) y no les he seguido la pista, pero veo que siguen manteniendo un directo y puesta en escena muy sólidos, mientras su propuesta ha ido progresando/evolucionando a terrenos más atmosféricos y progresivos, y cada vez algo más melódicos.
Mientras, con el quinteto finlandés simplemente no conectó a nivel musical. Su psicodelia, progresividad y ramalazos vocales de black metal no activan o captan mi atención por mucho que lo intente. Como mera reflexión personal, es curioso como los extintos noruegos vanguardistas Virus sean una de mis bandas favoritas y Oranssi Pazuzu se me atraganten con el paso de los años. Aunque huelga decir que el show que ofrecieron fue netamente profesional y los fans congregados alrededor de ellos, disfrutaron de lo lindo. Repasaron principalmente su última obra Mestarin Kynsi (2020) en lo que tildaría su actuación como una experiencia, viaje y trance musical no apta para todos los públicos.
No obstante, no puedo ni debo de olvidar, que, a pesar de dicho agotamiento, entre ambas bandas hubo un espacio para el black metal de los holandeses, Verwoed. Por recomendación de un amigo (¡gracias, Andrés!), hice los deberes previamente fijando mis oídos en el cuarteto de Utrecht. Y sinceramente mi intuición no me falló. Los black metaleros se posicionaron como otra de las gratas sorpresas de ambas jornadas. Su estilo no se encuentra encasillado bajo ningún género en concreto, pues poseen riffs disonantes, secciones más clásicas y genéricas, pero ante todo creo que disponen de un aura bastante malvado que les hace ser una formación musical muy interesante y con un futuro prometedor.
A modo de reflexión final, el Soulcrusher Fest posee muchísimos elementos y papeletas para convertirse en un festival de referencia para aquellas almas que buscamos sonoridades oscuras, indistintamente del estilo que sea. Más allá de las cinco o seis personas que nos desplazamos desde España (en concreto, desde Bilbao), me extrañó no coincidir con una mayor presencia de gente de la península. Aunque la situación en la que nos encontramos, seguramente sea la respuesta. De momento, para el público nacional/hispano, se trata de un gran desconocido, pero poseen una buenísima ubicación en el centro de Europa, unas instalaciones de lujo y poco a poco, van dando pasos firmes para convertirse en unas más que latente realidad. Al tiempo…
Otra de mis pasiones es la prensa escrita musical. Con sus luces y con sus propias sombras. Poseo una dilatada experiencia en medios como el extinto Pitchline’Zine (2005-2016) del que fui redactor-jefe o Subterraneo Zine (2017-2019).