Formar parte de Science of Noise me ha permitido estrenarme en muchos aspectos de mi vida musical: ir a un concierto de estadio (a los que siempre había tenido cierta aversión), ver a Metallica en directo (algo que no me creo ni yo que no hubiera pasado antes) o visitar algunas salas catalanas de nivel como La Mirona de Girona (justo la semana pasada) o la Faktoria d’Arts de Terrassa (tres veces ya). Y ahora, tocaba desvirgarme ya no solo en L’Auditori del Fòrum sino también en este tipo de conciertos (de rock) en formato teatro. Yo soy de los de sacudir la cabeza y hacer air guitar, así que me cuesta un poco concebir un concierto de rock (por muy preciosista que sea) en este tipo de circunstancias. Pero como con todo en la vida, estoy abierto a aplastar mis prejuicios y que me demuestren lo contrario.
Y es que mi segundo encuentro con el Tito Wilson bien que merece el esfuerzo, y aunque su último disco (el que le ha hecho despegar a lo bestia a nivel de popularidad) me parece algo irregular, el recuerdo de esa maravillosa noche de verano de 2016 en la que me aplastó inesperadamente con un emocionante e impresionante concierto en el Be Prog (quizás, ¿el mejor concierto que he visto jamás en el Be Prog?) es imborrable. El año pasado me perdí su visita (a este mismo escenario en el que lo veremos hoy), pero desde el momento exacto en que anunciaron esta nueva gira sabía perfectamente que esta vez, por mis partes, no me iba a pasar lo mismo.
El Auditori del Fòrum está un poco en la punta de Barcelona, pero el viaje vale la pena, ya que es realmente un recinto espectacular, con unos accesos comodísimos y una visibilidad y un acústica pristina. Ya puestos a valorar cosas que jamás había valorado en un concierto (a no ser que fuera un ballet, una ópera o una rendición de música clásica, de los que por ora parte jamás he hecho crónica… aún), las butacas eran también cómodas y, algo importante para alguien de casi metro noventa como yo, sobradamente espaciosas. Esos detalles se agradecen cuando vas a estar sentado en ellas durante las más de tres horas (intermedio mediante, eso sí) que duró el concierto del artista inglés, establecido por méritos propios como el gran gurú del prog contemporáneo.
Ante una platea que presentaba un muy buen aspecto pero que distaba aún mucho de estar llena (quizás precisamente porque hace justo un año Steven ya vino a presentar exactamente el mismo disco que hoy), a las ocho en punto se apagaron las luces y una voz profunda y masculina anunció que el concierto iba a empezar tan pronto acabara un video introductorio que nos iban a enseñar para ponernos en situación. Entonces, las imágenes de «Truth» se proyectaron en una tela traslúcida colocada justo delante del escenario que resultó ser muy efectista a lo largo de toda la noche, pero que también fue azote de los fotógrafos, que la tuvieron presente en todas las canciones en las que pudieron trabajar.
Aunque sencillo en concepto, este pequeño corto da que pensar y, efectivamente, es capaz de colocarte en un estado mental inquisitivo, como así pretende, mediante la sucesión de imágenes y palabras sobrepuestas, primero en un orden concreto y después cambiando la relación entre unas y otras. Por ejemplo, una foto de un astronauta en la luna se asoció primero con «Science» (ciencia) y, al cabo de un rato, con «Lie» (mentira), cambiando con ello drásticamente tu percepción. O la foto de una madre abrazando a su hija ante la amenaza de un hombre con un cinturón en la mano se ascoció con «Fear» (miedo) y después con «Life» (vida). Y así sucesivamente, hasta que cada imagen se asoció con varias palabras, invitando a la reflexión y la sorpresa en cada combinación. Rallante y fascinante. Un poco como el propio Steven 😀
Cuando se acercaba el final del corto, el protagonista de la noche (con un nuevo corte de pelo, por cierto) y sus compañeros de banda aparecieron tímidamente por la parte posterior del escenario, entre esperanzadores aplausos, para empezar interpretando «Nowhere Now», el corte que abre su último disco, y ante el que ya pudimos ver que el sonido impecable iba a ser la tónica en toda la noche (si la primera ya sonaba así, imagínate el resto). Rápidamente enlazaron con la preciosa «Pariah», uno de los grandes singles de To the Bone, con el que pudimos comprobar como la vocalista israelí Ninet Tayeb no iba a estar físicamente presente esta vez (como sí lo estuvo el año pasado). Su voz y su rostro se proyectaron sobre la tela que aún cubría el escenario, ofreciendo un efecto realmente impactante.
Antes de seguir con la música, Steven tuvo unos minutos para dirigirse al público en uno de los discursos infinitos que tanto le gustan y que tanto exasperan a muchos (no a mí, que el tío me parece un cachondo… algo pretencioso, por supuesto, pero aún así cachondo). En esta ocasión aprovechó para empezar a trolear al batería Craig Blundell (un troleo que sería recurrente a lo largo de toda la noche), animando a la gente a hacer palmas a destiempo durante el tema siguiente, a ver si lo desconcentraban. Ese tema iba a ser «Home Invasion / Regret #9», en el que vimos los primeros momentos de contundencia de la descarga, así como una auténtica bacanal de solos de guitarra y teclado por parte de Alex Hutchings y Adam Holtzman. Visualmente, el telón frontal dejó paso a una pantalla situada en la parte posterior del escenario, en la que en esta ocasión vimos la secuencia de ojos que ya recuerdo haber visto en mi primer encuentro con Wilson en 2016.
Las primeras concesiones (de las pocas que hizo) al catálogo de Porcupine Tree vinieron de la mano de la genial «The Creator Has a Mastertape» y la sorprendente y poco habitual «Don’t Hate Me», perteneciente a ese ya lejano Stupid Dream (1999) y que alternó partes melindrosas con ruidacos estridentes que sonaban bajo las melancólicas imágenes de un Londres eternamente lluvioso.
Llegados a este momento, y aprovechando que llevaba colgada del cuello una Telecaster del 1963, Steven se lanzó a predicar una oda a la guitarra, un instrumento que, según él, vive un trágico destierro en el mundo de los grandes éxitos de hoy en día. Además de un sinfín de detalles y de una crítica explícita a esas bandas que se llaman progresivas pero que a lo que se dedican es a tocar tantas notas como sea humanamente posible (eso es deporte y no música, dijo), Steven prometió que iba a interpretar el solo de la magnífica «The Same Asylum as Before» sin mirar a su instrumento en ningún momento, para demostrar así como la guitarra puede ser una extención de su cuerpo y que si él, un friki de 51 años, podía parecer sexy tocándola, cualquiera podría. Yo estaba lejos, pero me dio la sensación que el hombre falló miserablemente en su promesa, ya que miró en varias ocasiones. Mejor eso que colarte de notas, me imagino.
Para acabar la primera parte del show, escogieron la grandiosa «Ancestral», un tema complejo, largo y psicodélico que alterna caña de un nivel casi violento con momentos de absoluta placidez. Tantas subidas y bajadas acabaron con los miembros de la banda tirados por el suelo y tocando entre un delirio apoteósico. Tan pronto acabaron con el tema, y sin hacer mucho bombo, los miembros de la banda se retiraron del escenario y se abrieron las luces de la sala para dar lugar a un breve receso de veinte minutos.
Llegados a este punto toca hacer una pequeña reflexión que más adelante veréis que el propio Steven también se hizo. No sé si por lo inmenso del recinto (el Auditori tiene un techo altísimo), por la distancia entre público y escenario o por el simple hecho de estar todos sentados, pero el hecho es que todo transcurrió de forma algo fría. Tampoco creo que fuera culpa suya, ya que ellos lo dieron todo, pero me atrevo a decir que hubo una total falta de adrenalina (e incluso quizás de emoción) recorriendo las venas de la mayoría de gente que estuvo allí. Algo sorprendente estando ante el artista que estábamos, pero buena prueba de ello es que durante este intermedio estuvimos hablando unos con los otros como la misma frialdad que lo haríamos si estuviéramos en el teatro en vez del concierto de uno de los músicos más emotivos y melancólicos de la escena contemporánea. En un principio quise asociar esta sensación con mi lejanía al escenario, pero como digo, incluso Steven hizo un par de menciones contrariadas al tema, reafirmando así mis impresiones.
Para preparar la vuelta al escenario, por la pantalla posterior empezaron a reproducir un video que mostraba una inquietante sombra humana acercándose a una ventana cerrada. Cuando ya llevaban un rato con eso, los instrumentos fueron empezando, uno a uno y paulatinamente, como dando tiempo a que la gente volviera a sus sitios sin prisa, empezando poco a poco con la muy prog «No Twilight Within the Courts of the Sun», seguida por la simfonía de chasquidos de dedos que abre «Index», otro tema brillante con el que se esforzaron para que la gente se animara un poco.
Porque Steven tendrá muchas cosas, pero lo que no tiene es pelos en la lengua, y por ello no tuvo ningun reparo en decir que era una pena ver que el público estaba siendo, por el momento, el menos activo de toda la gira (al revés que suelen decir todos, lo que también se agradece). Claro que la disposición no ayudaba, y si quieres que la gente se mueva no toques en un teatro con todo el mundo sentado, pero es innegable que en ocasiones, y desde mi privilegiada posición en la parte posterior del recinto, veías como el gran grueso del público no movía ni cabezas ni manos ni piernas ni nada. La verdad, está bien que alguien con más ascendencia que yo se alíe en mi cruzada contra la persistente pasividad habitual del público barcelonés.
Para intentar mejorar la cosa y crear un punto de inflexión en ese sentido, Steven animó a que la gente se levantara para darlo todo en la siguiente canción, ese extraño y bailable «Permanating» que personalmente no me gusta en absoluto y que, a mi juicio, no pega ni con cola con el resto de su catálogo. Evidentemente él es libre de hacer lo que quiera, pero asi como compro la accesibilidad de temas como «Pariah» con los ojos cerrados, ésta me parece de un vulgar e insulso que casi me sorprende viniendo de quien viene. Su interpretación en directo tampoco me convenció ni me motivó a bailar demasiado, y por el contrario me dio la sensación de que su inclusión es bastante forzada enmedio del espíritu del resto del repertorio, tanto musicalmente como en eso de «ahora podéis levantaros, acercaros y bailar, pero a la que acabe, todo el mundo a su sitio».
Tan pronto todos volvimos obedientemente a nuestros asientos, hizo de nuevo acto de presencia el telón frontal y la maravillosa voz de Niyet para ayudar a interpretar «Song of I», cuyas proyecciones se centraron en unas bailarinas hipnóticas bastante efectistas. Uno de los grandes momentos de la noche llegó con la emotiva «Lazarus», acompañada ahora de algunos vídeos de la infancia de Steven (vamos, supongo que era él…), mientras que la funkera «Detonation» que la siguió me hizo bailar mucho más (aunque tuviera que hacerlo sentado) que la pretendidamente alegre «Permanating» (ya habréis notado que le tengo cierta rabia al temilla de marras). Además, el video en ésta fue absolutamente hipnótico, quizás el mejor acompañamiento de toda la noche junto a la cara gigantesca de Niyet en «Pariah» y al tema que iba a cerrar la noche.
La depresiva y esperanzadora «Song of Unborn», dedicada a un niño que aún está por nacer, fue bonita y potente, y la instrumental y cañera «Vermillioncore» subió la temperatura de una sala que acabó de explotar con «Sleep Together», cuyo final apoteósico les hizo merecedores de una ovación de gala antes de retirarse durante unos minutos para preparar el bis. Esta segunda parte del show fue un poco más caliente que la primera, pero tampoco os penséis que fue nada del otro mundo, y en mi opinión la adrenalina brilló por su ausencia excepto en momentos muy puntuales.
Al cabo de breves instantes Steven volvió a escena con un pequeño ampli de estar por casa en la mano, y después de cagarse en plan tiquis-miquis en un pobre redactor que tuvo el atrevimiento de decir que en su concierto de Vancouver del año pasado tocaron canciones propias y «versiones» de Porcupine Tree, se lanzó a interpretar «Even Less», una versión de Porcupine Tree (a ver si Steven me lee y me menciona en su próxima gira) en plan Manolo Kabezabolo, es decir, en solitario con una guitarra eléctrica. Es verdad, eso sí, que le quedó un pelín mejor que a Manolo.
Una de las grandes sorpresas de la noche fue que se acordara de su periodo Blackfield, interpretando la espectacular canción que da nombre a la banda con su guitarra acústica y el único acompañamiento del piano. Preciosa, la verdad, y uno de los mejores momentos de todo el concierto para mí. No si antes quejarse de nuevo de la frialdad de la gente, llegó el momento de introducir a los miembros de la banda y de trolear de nuevo a Craig, pidiendo para él un aplauso desangelado y mediocre (a lo que la gente no le hizo demasiado caso).
La apoteosis final llegó con la esperada y brillante «The Sound of Muzak», un tema cuyo concepto (y le robo la definición a él mismo) es depresesivo de cojones pero que lo salva el tener un estribillo pegadizo, y con la interpretación de la miserable y devastadora «The Raven that Refused to Sing», que no la salva ni el estribillo que no tiene. Con el hipnótico vídeo del abuelo, la niña y el cuervo y su tramo final a lo grande, la canción puso otra vez a todo el mundo en pie para, ahora sí, despedir finalmente a la banda después de tres horas y diez minutos de concierto.
A pesar de la duración y de lo poco activo que fue el show a nivel de público, lo cierto es que Steven y los suyos no se hicieron pesados en ningun momento, pero también mentiría si os digo que fue un concierto que me flipara especialmente. Técnicamente fue algo prodigioso, por supuesto, el sonido fue pristino en todo momento y el artista inglés estuvo tan cachondo como se le espera durante toda la velada. Pero no sé si por culpa de la frialdad y la lejanía física y espiritual en que pareció vivirse todo (y no es solo mi opinión, es también la del propio Steven) o de que el amplio repertorio ignoró la mayoría de mis canciones favoritas (y eso que en 2018 las tocó casi todas), pero la verdad es que en el Be Prog de hace un par de dos años se me saltó incluso alguna lágrima, mientras que hoy lo viví dentro de una cierta indiferencia satisfecha. Aún así, Steven Wilson demostró que sigue siendo el gran rey del rock progresivo contemporáneo.
Setlist Steven Wilson:
Nowhere Now
Pariah
Home Invasion
Regret #9
The Creator Has a Mastertape
Don’t Hate Me
The Same Asylum as Before
Ancestral
—-
No Twilight Within the Courts of the Sun
Index
Permanating
Song of I
Lazarus
Detonation
Song of Unborn
Vermillioncore
Sleep Together
—-
Even Less
Blackfield
The Sound of Muzak
The Raven That Refused to Sing
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.