Con Destiny (1998), el séptimo disco de los fineses power metaleros, el grupo llegaba al número 1 de las listas de ventas de su tierra natal. Los mil lagos quedaban absolutamente rendidos a un grupo que avanzaba imparable y que demostraba que lo del power metal iba más allá de lo llamado entonces como “metal alemán”. Finlandia llevaba tiempo apostando por ello y el grupo llegó a un momento extraordinario con este disco. Os recuerdo que en la gira de este álbum hubo sold out en Barcelona, y juraría que llevaron a Rhapsody en el tour. Parecía que eran imparables y estaban de verdad en un gran momento.
Esta obra posee arreglos de cuerda y voces de una coral que le dan mucho colorido y clase al disco, pero realmente, si vamos entrando al detalle, no hay mejores canciones que respecto a los anteriores discos a pesar de que sí hay las dos largas composiciones que son las se llevan la palma. “Destiny” y “Anthem of the World” llevan el power metal más allá de la fórmula y consiguen composiciones muy trabajadas y lucidas. Mantienen todos sus elementos y características, pero hay una obvia intención de ser más accesibles, y eso termina lastrando un poco un disco que en su día amé.
El disco
Creo que todo el mundo coincidirá con que la primera y extensa canción que da nombre al disco es lo mejor de esta obra. Toda compuesta por Timo Tolkki y con esas maravillosas voces femeninas dando un inicio épico y de paz, para luego entrar en los terrenos más habituales del grupo. Es pura elegancia, de tremenda variedad y de una calidad incontestable. Adictiva, pasando por el power metal, pero bajando hasta la balada y dotada de unas grandísimas letras del gigantón nórdico, que parecía que en esos días, no tenía rival. Estribillo estelar como era de esperar…
“S.O.S.” es otra gran canción a pesar de ser ese típico medio tiempo animoso que va tras el trallazo inicial. Aquí se mantienen los juegos con las voces del coro y para este tema juegan con el riff de teclado de Jens Johansson a la vez que consiguen un original estribillo. Fue el single de avance, y un poco mostraba una cara del grupo muy para todos los públicos, con la velocidad aparcada y tirando de melodías y de un enorme Timo Kotipelto. “No Turning Back” sí que es una composición que todo fan de los fineses los puede reconocer al instant, al más puro estilo que les caracteriza: doble bombo por parte de un excepcional Jörg Michael y con mucha melodía. El problema es que ya llevaban muchos temas similares y mejores en otros discos anteriores.
Uno de los grandes lujos del disco es la balada “4000 Rainy Nights”, que terminó siendo una de las piezas más emblemáticas del disco, reflejando su cara más sofisticada y classy del combo. Hay una conexión evidente con el “Another Rainy Night” de Queensrÿche, y eso es algo muy grande. Incluso la guitarra de Tolkki es muy deudora de lo que hacían los de Seattle en el disco Empire. “Rebel” es otro tema prototípico y totalmente Stratovarius. Se deja notar el bajo de Jari Kainulainen, hay el incesante doble bombo y todos los clichés del creciente power metal de la época.
El momento relajado acaece con “Years Go By”, balada sofisticada en la que luce especialmente la voz de un gran Kotipelto. Hay aires a “Before the Winter” y arreglos de cuerda muy bonitos. Baladita muy correcta, con un intenso solo de Tolkki, pero que tampoco va mucho más allá. De entre lo más flojito del disco está la machona “Playing with Fire”, muy en la cuerda de “The Kiss of Judas”, pero muy normalita. El grupo nunca confió mucho en ella a pesar de que era un tema pegadizo con un riff de teclado logrado, pero excesivamente machacón.
Lo acústico también tiene cabida en el disco y “Venus in the Morning” cumple ese papel, con momentos que tiran de juegos de coro y de arreglos sencillos para dejar a que el Timo vocalista luzca registros. Luego todo se anima y hay solo de teclado, pero no es algo especialmente recordable. En el otro lado están los más de nueve minutos de “Anthem of the World”, poseedora de un genial estribillo y que consigue unas velocidades tremendas con esa máquina alemana de darle a la batería (así definía Timo Kotipelto a Jörg Michael cuando entrevistamos al vocalista). Curiosamente los temas más extensos son los que se llevan la palma en este Destiny, y de largo. Hay un solazo de inspiración a medias entre Malmsteen y Blackmore perfectamente ejecutado por Tolkki, que ejercía de líder total en esos días.
Termina el compacto con otra gran canción como es “Dream with Me”. A pesar de que el título parezca una referencia a una baladita, hay un medio tiempo animado en el que se da mucha cancha a la destreza instrumental y la cosa luce y engancha. Hay esos juegos con los que Michael va acelerando el tempo con la batería y que en cada vuelta parece que todo se acelera. Gran final para un disco muy meritorio.
Veredicto
Recuerdo estar sentado la Navidad de 1998 viendo que había cuatro discos que me parecía que estaban destinados a ser enormes y que aquellas cuatro bandas iban a arrasar con todo. Eran el Destiny de Stratovarius, el Fireworks de Angra, el Return to Heaven Denied de Labÿrinth y el Legacy of Kings de HammerFall. Era el gran momento del power metal, y en los años posteriores explotaría, pero a pesar de ello, había algunos signos de agotamiento en la fórmula de Stratovarius. Aun siendo un disco dentro de su periodo de gloria, hay un ablandamiento en el sonido, una voluntad de buscar nuevos públicos y de conceder. Eso no quita que algunas de las mejores canciones de su historia están aquí, como la que da nombre al disco, sin ir más lejos. Número 1, salas de aforo mediano hasta los topes, pero… no dieron el salto a algo más grande.