No hay duda de que Suffocation es una de las bandas más relevantes de la historia pasada y presente del death metal. Pioneros a la hora de explorar y explotar las vertientes más extremas del estilo y fundadores de facto del brutal death metal y del death metal técnico de riffs enrevesados que tantos han abrazado hoy, pocas bandas les pueden llegar ni tan siquiera a la suela de los zapatos en influencia, en contundencia y en precisión, tanto en disco como, sobretodo, en directo. Por ello, gozan de un aura de infalibilidad que les hace inmunes a cualquier crítica negativa a pesar de que su producción discográfica reciente, aun no siendo mala para nada, no haya llegado nunca ni de lejos al nivel mostrado en su inspiradísima trilogía de début, formada por Effigy of the Forgotten (1991), Breeding the Spawn (1993) y Pierced From Within (1995), discos que merecen un sitio en cualquier hall of fame del death metal (el primero de ellos, para mí, es directamente uno de los mejores discos de death metal de la historia).
Después de la publicación de estos tres mastodontes y de la breve separación que sufrió la banda alrededor del cambio de siglo, Suffocation nos han ofrecido cuatro buenos trabajos (cinco con este álbum que reseñamos aquí). Tanto Souls to Deny (2004) como Blood Oath (2009) me gustaron bastante en su momento, e incluso su anterior Pinnacle of Bedlam (2013), a pesar de que me dio la sensación de que no fue un disco particularmente bien recibido entre sus fans de siempre, fue para mí una sorpresa muy agradable, introduciendo elementos algo más melódicos a su brutal death metal habitual, con algunos temas, como el propio single «As Grace Descends» que me atraparon con bastante fuerza. En general, de todas maneras, sus producciones en estudio en los últimos 20 años se han caracterizado por una cierta falta de memorabilidad que, de una forma u otra, se ha visto eclipsada por su legado, por el aprecio que se han ganado año tras año y por sus impresionantes directos.
Y este …Of the Dark Light, su octavo trabajo de estudio, peca un poco de lo mismo. No es en absoluto un mal disco, de hecho es bastante disfrutable e incluso contiene algunos momentos realmente brillantes, desde pasajes de la inicial «Clarity Through Deprivation», «The Violation» o el tema título, a temazos completamente soberbios como la inquietante y más-o-menos-melódica «The Last Breaths», que personalmente me gusta mucho, la danzarina y hardcoreta «Return to Abyss» o la final «Epitaph of the Credulous» (menuda ésta, también), pero no solo palidece al compararlo con sus mejores obras sino que da la sensación que, por momentos, van un poco con el piloto automático. Tampoco creáis que soy capaz de encontrar temas malos a parte de que algunos cambios o finales tienen pinta de haberse quedado en un estado de cierta provisionalidad, pero muchos de ellos pasan sin dejar demasiada huella más allá de impresionar por las apabullantes capacidades técnicas de los miembros de la banda. Hay interesantes toques casi orientales que molan bastante en las guitarras de temas como «The Warmth Within the Dark» o «Some Things Should Be Left Alone» y el disco suena denso y potente como siempre, retornando explícitamente a su brutal death metal primigenio sin olvidarse de mantener algunos de los toques melódicos que caracterizaban su disco anterior.
Su calidad como músicos no solo está fuera de toda duda, sino que demuestran una vez más que son unos puñeteros maquinotes. Aunque ya no queda mucho de su formación original, e incluso el divertido e icónico vocalista Frank Mullen (que sí que canta en este disco) no participa ya de todas las giras debido a incompatibilidades con su trabajo, la banda mantiene un nivel técnico impresionante y sus señas de identidad totalmente intactas bajo los mandos del señor Terrance Hobbs, principal artífice de la música de Suffocation e hilo conductor incorruptible a lo largo de su carrera. Además del impresionante bajista Derek Boyer, una bestia del directo que se unió en 2010 después de haber pasado por bandas como Decrepit Birth, Dying Fetus o Deeds of Flesh, hace pocos meses se han incorporado los jovencísmos Charles Errigo a la guitarra y Eric Morotti a la batería para completar la formación del grupo. Dos chicos bastante desconocidos para el gran público y que deben tener como la mitad de años que Frank y Terrence, pero que han demostrado tener el nivel para no desentonar en absoluto en una plaza tan complicada y exigente como es Suffocation.
…Of the Dark Light es otro indudable buen disco de los de Long Island y no les bajará del trono que llevan ocupando casi desde su incepción. De él podremos rescatar algunos excelentes temas para la posteridad, pero no creo que vaya a destacar demasiado en el conjunto de su discografía. Como anécdota, hace pocos días hice la reseña del último disco de los cántabros Gathering Darkness y, aunque evidentemente no voy a atreverme a comparar bandas que juegan en ligas tan distintas, su escucha fue capaz de excitarme y de remover mis entrañas con bastante más insistencia. Puede que sea la sorpresa que los de Santander me causaron, puede que sea porque el disco de Suffocation me ha parecido bastante previsible e inferior a su trabajo anterior, pero habiéndolos escuchado los dos con bastante insistencia esta semana, me sigue apeteciendo más ponerme el de los españoles.
Ahora sí, el terreno donde Suffocation se sobran y no tienen rival es sobre el escenario. Hace ya unos años que no se pasan a impresionarnos por nuestras salas, y creo que la última vez que pisaron la península fue en el Resurrection Fest de 2014, en el que dieron muy probablemente el mejor bolo de uno de los mejores festivales a los que he asistido nunca. Con eso ya lo digo todo. Cuando vuelvan, ni se os ocurra dejarlos escapar: da absolutamente igual qué temas vayan a tocar, nuevos o viejos, ya que el espectáculo está en ver como son capaces de ejecutar con tal aplastante precisión riffs tan veloces y con tantas notas que muchos ni tan siquiera serían capaces de recordar.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.