Cuando hablamos de metal heleno, todos y todas pensamos en bandas como Septic Flesh o, especialmente, Rotting Christ, bandas cuyo sonido emula, o pretende emular, antiguos y arcanos rituales pertenecientes a religiones ya desaparecidas. Pero Suicidal Angels es otra historia.
Desde su formación, allá por 2001, y desde la publicación de su disco debut, Eternal Domination (2007), han exhibido un thrash metal muy bien asentado en los pilares ochenteros y noventeros del género. Lo que tenemos en este Profane Prayer, publicado el pasado 1 de marzo bajo el sello de Nuclear Blast, es un notabilísimo ejercicio de riffs, cambios, coros y elementos de diversa índole que enriquecen y amplían el trabajo de una banda que en el pasado ya ha demostrado con creces su buen hacer. A lo largo de sus 48 minutos y medio, los nueve cortes de Profane Prayer repiten una serie de elementos que están presentes en casi todos ellos, pero lo hacen de una forma que queda en las antípodas de la monotonía. Todo suena a Suicidal Angels, pero todo no suena a lo mismo.
Como suele pasar en las bandas de thrash metal modernas, y el ejemplo más palpable de esto son los albaceteños Angelus Apatrida, el amplísimo abanico de recursos que muestra este cuarteto heleno otorga al oyente la sensación de capacidad, de dominio, incluso de virtuosismo, y la consecuente satisfacción al final de la escucha.
De entre los nueve temas que componen Profane Prayer, podemos encontrar los típicos temas rápidos del género, tales como “Virtues of Destruction”, tema rápido, corto y fugaz donde los haya, o la propia “Profane Prayer”. También podemos encontrar un medio tiempo bastante bien ejecutado en “Deathstalker”, o temas típicamente a lo bay area como “The Return of the Reaper” o “Guard of the Insane”. Para finalizar este repaso rápido a los temas del disco, mencionaremos al primero y al último de ellos. “When the Lions Die” es un tema thrash con elementos melódicos en la línea de lo que en el anterior trabajo de la banda, Years of Aggression (2019), fue “Born of Hate”. Canciones de este tipo, por una parte, resultan muy agradecidas a los que tenemos nuestro punto ecléctico, y por la otra, enriquecen a un género que con mucha facilidad (y también con mucha frecuencia) puede caer en la reiteración. El tema que cierra el trabajo, un mastodonte de casi diez minutos titulado “The Fire Paths of Fate”, es un ejercicio algo más experimental y menos clasificable que aúna voces femeninas procedentes del folklore mediterráneo y un desarrollo bastante más lento de sus partes que el resto de temas del disco. Como suele pasar con esta tipología de canciones, requieren de una digestión más pausada, pero siempre resultan altamente placenteras.
No quisiera acabar este modesto análisis sin dedicar un párrafo a los interludios, elementos que, en la opinión de este humilde redactor, son lo que le da calidad a la película. El hecho de que, de los nueve cortes del disco, haya interludios en cinco, no es baladí, y pone de manifiesto que no estamos hablando de meros aficionados. Desde el interludio lento de “Crypts of Madness”, el cambio drástico de compás de “When the Lions Die”, pasando por el punteo limpio y con voz cantada (¿alguien ha dicho “Master of Puppets”?) de “Deathstalker” hasta los sonidos mediterráneos que ya hemos mencionado en “The Fire Paths of Fate”, pero también en “Purified by Fire”, podemos hablar de infinitas capas y de canciones dentro de canciones. A este respecto, prueba más que superada.
La carrera de Suicidal Angels es una historia de evolución, de perfeccionamiento, de enriquecimiento. Por eso, no es de extrañar el altísimo nivel que los helenos han alcanzado en su ya octavo LP. Como ya hicieron en su momento los grandes clásicos del género, Profane Prayer propone un interminable repertorio de riffs y punteos, de solos, gritos y rugidos, pero sin dejar de lado un punto épico, guerrero y casi nostálgico. Alguien dijo una vez que, detrás de ese sonido bronco, agresivo, incluso desagradable para ciertos oídos, de las bandas de thrash metal, hay muchísimo conocimiento musical y muchísima habilidad. Hoy no puedo estar más de acuerdo.
Soñador en tiempos de hierro, solitario corredor de larga distancia, disfruto tanto de leer un libro en el más absoluto silencio como de la música más salvaje imaginable. Y a veces escribo algo.