De todas las bandas de thrash metal revival que se han hecho un sitio en los circuitos metálicos en estos últimos años, los griegos Suicidal Angels siempre han sido una de mis debilidades, más aún después del impresionante Division By Blood que se marcaron en 2016. Herederos de lo mejor de Slayer y de Kreator (casi nada) y auténticos maestros del riff más diabólico, incisivo y agresivo, la banda liderada por Nick Melissourgos ha conseguido hacerse un nombre propio gracias a la solidez de sus canciones y a la innegable contundencia de sus directos. Por ello, la verdad es que me alegré bastante cuando vi que sacaban material nuevo tras tres años de silencio discográfico, y mis ánimos estaban por todo lo alto tras escuchar por primera vez «Born of Hate», el excelente adelanto de este nuevo trabajo que tenemos ahora entre manos.
Bajo tales premisas y expectativas, la verdad es que este Years of Aggression no es otra cosa que una sonora decepción. Excepto algunas honrosas excepciones, este disco carece del punch, de la fuerza y de la memorabilidad de su predecesor y de la mayoría de los discos que los griegos han editado hasta ahora. Sigue sonando bien, de eso no hay duda, nítido y poderoso, y ellos siguen siendo músicos impecables, pero las musas les han dejado alarmantemente abandonados esta vez, resultando en un disco más bien lánguido en el que las canciones vulgares y poco inspiradas superan en número, con mucho, a aquellas que no me puedo resistir a volver a poner en la cola de reproducción. Y creédme, eso no era así, ni mucho menos (ni muchísimo menos), en su disco anterior.
Cada disco de Suicidal Angels tiene, por lo menos, un par de temas que son la leche (y en DIvision of Blood, bastantes más). Trallazos de thrash metal que aúnan velocidad endiablada con unos riffs coreables y de puño en alto que me resultan absolutamente irresistibles. En este disco, en cambio, me cuesta encontrar ya no esos dos temas que digo, sino casi incluso uno, y lo que me encuentro de sobras son riffs y pasajes desganados, finales y cambios patosos y aparentemente inconclusos y, sobretodo, una falta de inspiración y de garra que me sorprende muy negativamente y que, quizás, haga que el disco de marras me haya causado aún peor impresión de lo que me hubiera causado si no hubiera albergado ningún tipo de expectativa sobre él.
Un buen ejemplo de ello, aún y no siendo de lo peor que encontraremos aquí, es la inicial «Endless War», un tema vulgar como él solo y que queda en absoluta evidencia al lado de otros openers impresionantes de la banda como «Capital of War» o «Bloodbath», temas que te subían las revoluciones y te agarraban de los huevos (o de los ovarios) desde el minuto uno, enganchándote al disco para no soltarte hasta que te lo habías tragado enterito. En este caso, el tema transcurre de una forma completamente inofensiva, sin ni tan siquiera un amago de saltarte a la yugular en ninguna de sus esquinas. Riffs estándard y un estribillo rápidamente olvidable hacen que el tema falle estrepitosamente como punta de lanza del disco.
Por suerte, aún podremos salvar algun despistado con «Born of Hate», aquel tema que sirvió de adelanto hace un par de meses y que, a la postre, acaba por ser de lo mejor (si no lo mejor) de este disco tan desangelado. Porque hay que ser justos, así que no me duelen prendas en decir que éste sí que es un temazo como la copa de un pino y aquí si que reconocemos todo aquello que me encanta de esta banda, con el gancho y la potencia del maravilloso riffaco agudo que acompaña a la estrofa por encima de todo. El tema me atrapó a la primera, y eso es lo que espero y me flipa de Suicidal Angels, que no necesitan más de una escucha para tenerte comiendo de su mano y sacudiendo la cabeza con violencia. Pero por desgracia, esto se trata de todo un rara avis enmedio de la insulsidad de canciones que copan este disco.
El principio a lo Amon Amarth de Years of Aggression desemboca en un medio tiempo de esos que tanto abundan en este disco y que tan poco me transmiten. Una vez más, no es un tema terrible (incluso hay un par de riffs que están bastante bien), pero tampoco tiene nada que lo haga especial ni particularmente emocionante. Su abrupto y precipitado final da pie a unos segundos de silencio para que crezca el punteo agudo de «Bloody Ground», que se acaba convirtiendo en un riff orientaloide bastante resultón. El trabajo de las guitarras apunta bien y entre este riff y el que acompaña la estrofa tenemos algo simplón pero bastante disfrutable para dar color a este nuevo medio tiempo. Pero de nuevo pecamos de esa falta de inspiración que hace que el resto de la canción (dejando de lado el excelente solo) sea totalmente plana y esté llena de momentos en los que parece que no saben exactamente por donde salir, obsequiándonos entre ellos con un final aparentemente aleatorio.
«D.I.V.a.» parece que puede ser uno de los temas con visos de salvarse con ese principio a lo Testament y ese riff tan slayerizado. Veloz, directa, potente y frenética en su execución, el tema más corto del disco dista mucho de la perfección, pero visto lo que encontramos alrededor destaca como uno de los puntos álgidos del disco. «From All the One» suena desganada y como hecha por obligación, un medio tiempo aburrido con líneas vocales e instrumentales mediocres del que se salvan momentos muy concretos y que, al igual que ocurre con la siguiente «Order of Death» (ésta algo más rápida, pero culpable de pecados similares o, a veces, peores), no consigue que mis jugos se exciten ni lo más mínimo. Más bien consiguen que levante la ceja ante algunas soluciones extremandamente ramplonas y, a mi juicio, indignas de una banda capaz de mucho más que esto.
Llegamos a la recta final de estos 41 minutos de thrash con «The Roof of Rats», otro tema que no pasa mi escrutinio por culpa de un riff metalliquero sin demasiada gracia, unos cambios muy flojos y una falta de punch evidente. La encargada de cerrar el disco es «The Sacred Dance With Chaos», un tema que, con sus más de siete minutos, demuestra una ambición que no habíamos visto hasta ahora. La verdad es que el principio acústico promete mucho: es precioso y capaz de hacerme abrir los ojos y las orejas esperando por fin un temazo sorprendente. Por desgracia, y aunque tiene momentos ciertamente destacables que parecen incluso inspirarse en esos Satyricon a los que telonearon hace un par de años, ya os digo que no acaba de serlo. Aquí hay buenas ideas, pero en más de una ocasión la canción parece desmoronarse sin demasiado criterio por culpa de enlaces extraños, riffs sorprendentemente insulsos y, una vez más, un final dolorosamente carente de gracia.
Es una pena, la verdad, porque Suicidal Angels es una banda que me gusta entre mucho y muchísimo. Quizás pasarán los meses y me tendré que comer mis palabras (no sería ni mucho menos la primera vez), pero a día de hoy este Years of Aggression me parece un disco bastante mediocre, y como sucesor de DIvision of Blood (que me acabo de poner de nuevo ahora mismo como ejercicio de evidente masoquismo) fracasa de forma absolutamente estrepitosa. No es solo que le falte velocidad, sino que la inspiración, la incisividad y la garra que siempre han caracterizado a esta banda brillan totalmente por su ausencia. Pero bueno, tampoco es ningún drama, y un mal momento lo tiene cualquiera. Esperaremos tres años más a ver si se redimen, y si no, oye, siempre nos quedará reescuchar todo lo que ya han publicado hasta ahora.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.