Durante la larga temporada que tuve mi tienda de discos traté con bastantes empleados, concretamente con representantes o comerciales de diversas grandes distribuidoras, que no tenían ni puta idea de música, ni el mínimo interés por aumentar sus conocimientos y gustos en este fabuloso arte. Por suerte, rápidamente conseguí que nuestras interacciones laborales fueran lo más escasas posible y, en consecuencia, cada vez que compraba stock para mi pequeño negocio lo escogía personalmente a través de las listas semanales de novedades o repasando a fondo las estanterías de estas superfluas empresas. Así fue como descubrí y me agencié una copia en CD de How It Feels to Be Something On, con una diminuta pegatina adhesiva transparente firmada por un grupo extrañamente denominado Sunny Day Real Estate, y que hoy cumple el 25 aniversario de su salida oficial (su referencial sello, Sub Pop, lo reeditó en agosto de 2016).
Si algo caracterizó a la década de los 90 fue la amplia proliferación de etiquetas estilísticas, principalmente designadas por la prensa especializada. En todo caso, el emotional hardcore o emo era, en aquella época, un subgénero sin clientela en mi local (a pesar de que vendía mucho rock alternativo) y, por tanto, no me fijé en sus particularidades hasta que busqué información del redondo que nos ocupa. Entonces supe de los vaivenes de la banda, de sus improvisados comienzos (nació como un conjunto instrumental), de su abrupta primera ruptura y de su forzada resurrección (por encargo de la compañía independiente antes citada). Al mismo tiempo, vía canales de importación, adquirí sus dos precedentes publicaciones, Diary y LP2 (también llamado The Pink Album, por el color de su envoltorio y en homenaje a la portada del doble blanco de los inmortales The Beatles), y tras pocas escuchas me quedé automáticamente embelesado por incisivos cortes como “Seven”, “Red Elephant”, “Song About An Angel”, “Friday”, “47”, “Iscarabaid”, “Shadows”, “5/4” y, claro está, por el que quizás sea su hit más notorio, “In Circles”.
Volviendo al conmemorado tercer trabajo de estudio de la renovada formación (con cambio de bajista por culpa de Dave Grohl y sus Foo Fighters) norteamericana, con un título tan enigmático como la ilustración de su carátula y los dibujos que acompañan a las letras incluidas en el libreto, cabe remarcar que el unificado sonido global pierde la mayor parte de su pretérita y distintiva agresividad, pero gana en profundidad, matices y arreglos. La oscuridad introspectiva y el misticismo de nuevo cuño se afianzan, quedando bien patentes en la inicial y penetrante «Pillars», en la frágil y anhelante «Every Shining Time You Arrive», en la contemplativa y esperanzadora pieza homónima, en la reflexiva y escapista “Guitar and Video Games” o en la nostálgica y concluyente «Days Were Golden», seguramente las cinco canciones más deslumbrantes de una obra trascendental (¡al menos para mí!).
Afortunadamente para los que en aquel momento nos metimos de lleno en el excepcional universo creativo del combo de Seattle, los miembros fundadores Jeremy Enigk, Dan Hoerner y William Goldsmith (ya sin el fugado Nate Mendel, exceptuando su participación en el muy efímero y recomendable proyecto The Fire Theft) continuaron su andadura (con algunas intermitencias), lanzando un registro en concierto, Live (1999), el último y celebrado The Rising Tide (2000), y tocando en directo con cierta regularidad (realizando una breve actuación en el festival Primavera Sound 2010).
Actualmente, están de gira de reunión por Estados Unidos. ¿Europa en 2024?