Crime of the Century es el tercer disco de la banca británica Supertramp editado en septiembre/octubre de 1974 según las distintas fuentes consultadas. Sus dos discos anteriores, Supertramp (1970) e Indelibly Stamped (1971), no obtuvieron el resultado deseado al centrarse en un estilo progresivo no apto para consumo masivo, dando como resultado cambios de alineaciones constantes en la formación, de las que solo sobrevivieron los fundadores Rick Davies y Roger Hodgson como miembros permanentes de la misma. A punto de tirar la toalla por las reticencias de la discográfica a seguir apostando por el proyecto, ambos músicos consiguieron un último beneplácito de esta (en concreto, de Dave Margereson, quien acabó convirtiéndose en mánager de la banda durante los siguientes 10 años) para intentarlo una vez más adoptando un giro musical hacia un pop más asequible sin olvidar ese progresivo que era parte fundamental de su ADN. Ese nuevo enfoque, cuyos orígenes se atribuyen a la música creada por The Beatles principalmente, fue la clave del éxito que consiguió por fin la tan ansiada conexión con el público. Aunque a priori nos pueda parecer que la música de ambas formaciones va por derroteros distintos, sí comparten elementos comunes en cuanto a enfocar sus temas hacia las melodías pegadizas y asequibles, pero con desarrollos inesperados, arreglos sofisticados e instrumentación fuera de lo común, lo que podríamos calificar como un pop evolucionado mucho más elaborado que en sus orígenes.
A diferencia de en sus dos discos anteriores, los compositores Davies/Hodgson no compusieron de manera conjunta sino por separado (cada uno de ellos tenía tirada hacia estilos distintos, Davies más hacia el blues/jazz, Hodgson más hacia el pop), aunque sí es cierto que los dos participaron en los arreglos, por lo que finalmente se decidió que ambos apareciesen acreditados en todos los temas. Si queremos saber quién es el compositor principal de cada tema, tan solo hemos de fijarnos en el vocalista protagonista de este, y ahí daremos con la clave. Curiosamente, veréis que están colocados de manera alterna en el disco de manera equitativa, con cuatro composiciones de cada uno de ellos. No hay detalle que se deje al azar en Crime of the Century, como iremos comprobando.
Para dar forma al nuevo disco, la formación se completó con el fichaje de Dougie Thomson al bajo, Bob Siebengerg a la batería y percusión, John Helliwell al saxofón, clarinete y coros, conformando su alineación más estable en el tiempo (que duraría una decena de años hasta la partida de Rodger Hodgson), y el añadido del afamado productor Ken Scott (David Bowie, Elton John), quien co-produjo el álbum junto a la banda.
Crime of the Century se inicia de forma maestra con “School”, uno de los temas más emblemáticos del disco sino el que más, el cual, aunque no fue lanzado como sencillo, sí ha sido radiado de forma masiva por las emisoras de radio desde sus orígenes. Y es que no hay para menos. Esta pieza es una obra de arte en sí que contiene elementos/pasajes progresivos e incluso de jazz fusión en un alarde creativo difícil de superar y que puso el listón muy alto al resto del álbum para equiparar su alto nivel.
Vamos a perdernos en la secuencia freestyle que nos propone “School” porque de verdad que merece mucho la pena… Una armónica lejana nos da la bienvenida a ritmo pausado, dando paso acto a una guitarra limpia y un sugerente Roger Hodgson a la voz, mientras un clarinete aporta un punto distinguido. Escuchamos los ruidos de los niños jugando en el patio de la escuela de fondo, hasta que un grito entra en escena y da comienzo el tema en sí. Tras una primera estrofa, surge una de las primeras genialidades, un precioso tramo instrumental que se inicia de forma sugerente con guitarras limpias y teclas de acompañamiento, incrementando su intensidad en el momento en que piano y guitarra acústica toman protagonismo jugando con diversos acordes y punteos. Es la voz de la autoridad (Rick Davies) la que nos canta a continuación reforzado por unos sonidos de pedal wah wah a la guitarra: “Don’t do this, and don’t do that…” No olvidemos que este tema muestra una visión crítica sobre el sistema escolar y, por tanto, se cuestiona el mismo en frases como ésta, que nos recuerda todas sus imposiciones, y como éstas de poco sirven en el mundo real para desarrollarnos como personas. Roger Hodgson vuelve a tomar las riendas de la última estrofa final acompañado por un saxofón, culminando el tema en un acorde brillante que enlaza a la perfección con la intro de “Bloody Well Right”, al cual se le atribuye conexión temática con su predecesor (reflejada de forma clara en estrofas como: so you think your schooling is phoney). Es el piano eléctrico Wurlitzer el encargado de dar la bienvenida a este sencillo que cosechó un gran éxito, uniéndose al poco la guitarra de Roger Hodgson en un nuevo alarde de dominio de los efectos del wah wah. Nos hemos comido ya un tercio del tema y ni tan siquiera ha arrancado como tal, menuda genialidad para empezar… Llega por fin esa primera estrofa en clave endurecida, acordes pesados que acompañan a esa letra que hemos comentado con anterioridad que enlaza con la temática escolar, para cambiar de nuevo las sensaciones a algo mucho más alegre en contraste cuando entra el estribillo, repitiendo el esquema de nuevo a continuación, y dejando que el saxofón se marque un solo final de una elegancia sublime para despedir el tema en fundido.
Son dos los temas que hemos escuchado (el primero acreditado a Hodgson, el segundo a Davies) y ya nos damos cuenta de que, a pesar de lo poco convencionales que resultan, y lo diferentes que son entre sí, comparten elegancia, originalidad y un gusto exquisito por las cuidadas melodías que prevalecen sobre las complejas estructuras subyacentes, ricas en matices instrumentales.
Continuamos avanzando con “Hide in Your Shell”, un tema del todo intimista escrito por Hodgson inspirado en sus propios miedos e inseguridades de juventud en el que vuelve a tener un enorme peso el piano eléctrico y el cual, aun manteniendo una estructura más clásica, destaca por los pequeños detalles instrumentales que aparecen aquí y allá y un intenso final en el que múltiples coros se unen a la voz principal para sumar emotividad. Con “Asylum” quien juega a emocionarnos es Davies a la voz junto al piano que le acompaña de forma elegante durante todo el transcurso del tema. Son los elementos orquestales añadidos los que potencian las sensaciones melancólicas de este suave tema que acaba en un clímax que bien podría recordarnos a ciertos pasajes floydianos.
Hemos culminado esta primera cara del disco con dos temas seguidos del todo personales en clave relajada, por lo que comenzar el inicio del lado opuesto con algo con más chispa es todo un gran acierto. El encargado de ello es “Dreamer”, un hit feliciano que alcanzó tan buenas posiciones como la número 13 de las listas británicas y 15 de las americanas. Será la inocencia de la voz infantiloide de Hodgson quizás lo más emblemático del tema, que marida a la perfección con las sonoridades del Wurlitzer que le acompaña, lo que hizo que diera de pleno en la diana de la comercialidad de la época, el caso es que ha quedado asociado de forma indudable a la imagen de la banda. Sin duda otra de las claves de su éxito es su concreción que hace válida la expresión “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Compuesto por Hodgson en su tierna juventud, destacan sobremanera el juego armónico que se marcan ambos vocalistas en un duelo final mítico, elevando progresivamente la intensidad del tema para acabarlo con un sonido de xilofón que nos hace recuperar sensaciones infantiles.
En el polo opuesto a lo que acabamos de escuchar, nos encontramos a continuación al tema más largo del redondo con más de siete minutos de duración. Profundidad y mucha belleza es lo que destila “Rudy”, con un piano liderando la parte musical y un Davies en estado de gracia relatándonos las vicisitudes del protagonista del tema que lucha por desprenderse de la cotidianidad de su vida. Aun tratándose de una balada, veremos que contiene pasajes contrastados que la hacen muy interesante, sin duda un tema crossover esencialmente progresivo en el cual identificamos también los gustos por el jazz de su compositor. Los largos pasajes instrumentales/orquestales tienen su cabida, en los que podemos distinguir infinidad de instrumentos de cuerda y viento además de un trabajo de guitarra más contundente de lo habitual, propiciando una nueva batalla vocal épica de Davies/Hodgson.
“If Everything Was Listening” recupera el liderazgo de Hodgson a las voces, complementándose a la perfección tanto con el piano al que acompaña como con un clarinete que resulta clave aportando nuevas melodías, reforzadas por una elegante orquestación que se cuela por todos los rincones para embellecer la pieza. Y si estas dos últimas canciones nos han dejado sin palabras, vamos ya a por la última del disco, la que dio nombre al disco.
“Crime of the Century” tira de la fórmula tan usada de voz acompañada de piano, sin embargo, Davies sabe muy bien como alternar esos versos más suaves con otros mucho más intensos, consiguiendo contrastes sublimes previos a un desenlace más que sorprendente, un tramo instrumental basado en una rueda de acordes de piano a los que se van sumando más y más instrumentos, dejándonos una sensación etérea que nos transporta a lo más alto de todo el álbum. Imposible no caer rendido ante tanto derroche de creatividad, buen gusto y mejor hacer.
Como conclusión acabaremos afirmando que Crime of the Century fue el punto de inflexión en la carrera de Supertramp, ya que fue un álbum que consiguió encontrar un sonido distintivo propio logrado en gran parte gracias a la combinación de las preciosas armonías vocales de Davies/Hodgson, un uso exquisito de los teclados (destacando el uso del piano eléctrico Wurlitzer), guitarras melódicas y elementos instrumentales de calidad en la figura de John Helliwell (saxofón, clarinete) y Rick Davies (armónica) que enriquecieron sobremanera el resultado final. Supertramp marcó un hito con este disco, tomando por fin una senda clara y definida que les cosechó grandes éxitos, fundamentalmente a finales de la década de los 70s, culminando en su disco más famoso en 1979, Breakfast in America, el cuál consiguió dos premios Grammy. Poco tiempo después, el distanciamiento entre los dos líderes espirituales de la formación acabó con el abandono de Rodger Hodgson en 1983, dejando a la formación sin uno de sus pilares creativos. Supertramp continuó adelante sin él, pero no volvió a brillar de la misma manera por la imposibilidad de reeditar la innegable química compositiva existente entre Davies/Hodgson que hizo de la banda algo tan especial.
Aficionada a la música y los viajes, aunque no sabría decidir en qué orden. Cuando los combino, ¡lo más! Amante de aprender cosas de allá donde vaya, soy un poco la suma de los lugares que he visitado y las experiencias vividas. Daría la vuelta al mundo de concierto en concierto si de mi dependiera, pero las limitaciones terrenales me mantienen aquí y ahora, así que, ¡a sacarle el máximo partido!