Es una lástima que publicase mi lista de los mejores discos del pasado año y haya escuchado en enero esta maravilla de doom orquestal y gótico de tan preciosa factura. No siempre me habían llegado tan hondo los Swallow the Sun como en Moonflowers. Canciones largas, desarrollos muy trabajados, juegos de voces y de tempos marcados fuertemente por un ambiente depresivo y melancólico que casa perfectamente por la arriesgada portada: una luna roja pintada con la sangre de Juha Raivio y adornada con flores secas que él mismo recogió. Eso te da una idea de lo mucho que han dado para esta obra.
Un poco se sigue la misa línea del exitoso anterior álbum When a Shadow Is Forced Into the Light (2019) en la que las voces limpias ganaban terreno. Dicho disco llegó al número 1 en Finlandia y estuvo marcado por la pérdida de la pareja sentimental de su líder, inspirando una belleza y un dolor arrebatadores. Probablemente, y en la actualidad, no hay ninguna banda con un nivel de excelencia tal en el doom metal contemporáneo. El extra absoluto del disco lo pone el trío de cuerda Trio NOX. Realmente hay momentos celestiales aquí y más cuando lo graban en el interior de una iglesia medieval.
“Moonflowers Bloom in Misery” es absolutamente hechizante en cadencias lentas, repuntada por la labor impresionante del cuarteto de cuerda y los arrebatos eléctricos y con las guturales de Mikko Kotamäki. Todo un himno para el grupo finés que un poco marca el camino de este disco y te sitúa en plena belleza melancólica no exenta de contundencia. “Enemy” es mucho más eléctrica y contundente a ritmos doom, con el peso de las guitarras acústicas.
La belleza de “Woven into Sorrow” es absoluta en la que viola y violín acarician el tema con una clase absoluta. Arrancadas pesadas y guitarras metálicas con la base rítmica cayendo a peso. Los juegos de opuestos alcanzan uno de los clímax de la obra y los pasos de guturales a voces limpias son estelares. Ha sido single, y con todo merecimiento.
El headbanging irrumpe en “Kee Your Heart Safe From Me” para luego parar y jugar con guitarras profundas y una voz de Mikko distorsionada. Hay juegos de percusiones por parte de Juuso para agarrar las baquetas y el set de batería en los tramos más aguerridos y metálicos. Hay también detalles preciosos como las guitarras dobladas en momentos puntuales. Otro de los lujos del disco son las irrupciones vocales de Cammie Gilbert de Oceans of Slumber, que asoma en la bellísima “All Hallows’ Grieve”. Por momentos pueden recordarte a Draconian, pero los situaría en un nivel superior de inspiración y de calidad.
Otro de los singles ha sido la melódica “The Void” en la que ahondan en lo acústico, el trío de cuerdas y las voces sedosas, además de dotarla de uno de los mejores estribillos del disco. Sigue esas mismas premisas esa joya acústica titulada “The Fight of Your Life” en la que Mikko Kotamäki te pone el vello de punta con su sentida forma de interpretar sobre ese colchón a acústicas y el andamio preciosista que forma el trío de cuerdas. Atención al final agresivo, gutural y agónico con el que nos obsequia la banda.
La sorpresa final se la guardan bien e irrumpen fuertes con arrebatos de black metal en “This House Has No Home” expresando dolor y fiereza en todo su apogeo. Antes lo bordan con los pizzicatos de las cuerdas acústicas. Juegos de cumbres y valles en los que vuelven a salir airosos demostrando un excedente de ideas y texturas sin igual. Más allá de los singles, el disco es absolutamente un placer para la escucha y te puedes sumergir en él durante meses enteros pues es un auténtico placer para los sentidos. Hay también la participación de todo un Anti Hyyryen de Stam1na a las voces.
Una maravilla de disco y uno de los mejores álbumes de doom metal en lustros. A veces el dolor de la pérdida del ser amado te lleva a una sensibilidad superior y eso es lo que ha recibido Juha Raivio, lo mismo que les sirvió a Riverside para inspirar su última y alucinante obra. El dolor se palpa, y ellos lo combinan con la rabia y la desesperación. No esta en manos de muchos el poder conjugar a Paradise Lost con Pink Floyd a lo largo de un disco y que quede tan rutilante. Imprescindible, tanto da si te va el estilo o no.