O quizás sí, no sé. La verdad es que, hablando con unos y otros al salir y viendo la pasión con la que parecieron vivir el concierto muchos de los asistentes, casi acabo convencido de lo contrario, pero siendo totalmente sincero (y yo siempre intento serlo, claro), lo cierto es que la descarga de estos melancólicos finlandeses no me acabó de llegar como quizás debería haberlo hecho. En su haber, también debo decir que no me encontraba yo en mi mejor día: ese último lunes de abril había dormido cuatro horas y me había levantado hecho polvo, había tenido un día de esos tediosos en el trabajo y varias incomodidades se manifestaban sin disimulo en el interior en mi organismo. Con ello quiero decir que podríamos estar fácil y tranquilamente ante uno de esos casos de «no fueron ellos, fui yo», de manual. Pero bueno, va como va, ¿no?
No diré exactamente que éste era uno de los conciertos que esperaba con más ganas de la temporada, ya que nunca he sido un fan del todo devoto de los de Juha Raivio, pero lo que sí que diré es que el nuevo trabajo de Swallow the Sun, ese maravilloso When a Shadow is Forced Into the Light, es sin duda el disco que más me ha impactado y emocionado de todos los que he escuchado este año. Entre esto y la curiosidad que me despertaba el directo de Oceans of Slumber, una banda verdaderamente interesante con una propuesta distinta y original, lo cierto es que venía más que dispuesto a ser engullido por dosis ingentes de melancolía y pesadez. Pero por desgracia, no acabó siendo del todo así.
Aeonian Sorrow
Aunque el concierto de Aeonian Sorrow tenía que empezar a las 19:30 en punto, a la que llegué a las puertas de la sala a las 19:25, a través de las puertas y las paredes ya se podían oír los primeros martillazos lánguidos, lentos y pesados procedentes del escenario. El quinteto greco-finlandés, que de forma circunstancial vino sin bajista y (como siempre) con dos cantantes, empezó su descarga ante un público bastante testimonial que, eso sí, fue aumentando con firmeza a lo largo de las cinco severas y solemnes canciones que tuvieron para demostrar su valía. Y aunque quizás no gozaron del ambiente más propicio para hacerlo, lo cierto es que sonaron muy potentes y pesados, logrando poco a poco atraparnos en su aura de melancolía y tristeza.
Los gravísimos y acertados guturales de Ville Rutanen (que se ha incorporado a la banda hace nada en sustitución de Alejandro Lotero) se alternaban con la melodía hipnótica que nos ofrecía la voz de la griega Gogo Melone, cuyo rango y actitud abarca desesperación y esperanza con igual credibilidad. A ambos lados, dos guitarristas 100% finlandeses, con pelazo rubio, liso y larguísimo, uno de ellos sorbiendo vino directamente de la botella en cada momento que tenía oportunidad, algo que me pareció un gesto muy doom, muy decimonónico y, para qué negarlo, con bastante pose. Claro que, a nivel de evocación romántica, no es lo mismo beber de un Burdeos o un Borgoña que de un Ribera del Duero o un Tempranillo, pero como no pude alcanzar a ver de qué vino se trataba, no puedo juzgar bien la autenticidad del gesto.
Alguien me hizo notar también que el señor que estaba tras la batería era el rumanés Daniel Negoe, vocalista y multi instrumentalista de los ingleses Clouds (banda a la que también pertenece Gogo), y efectivamente así es. Y no solo eso, sino que según la sapiencia infinita de la caprichosa Encyclopedia Metallum, parece que el hombre tiene ni más ni menos que trece bandas en activo. ¿O deberíamos decir en hiperactivo? Un tío comprometido con la música como pocos y, como se demostró, también un excelente batería.
Esta joven banda se formó en 2015, y su reprertorio se centró, como es lógico, en el único disco que han editado hasta el momento, un Into the Eternity a Moment We Are que publicaron en 2018 y que no nos descubre nada que no conozcamos ya extensamente si estamos un poco familiarizados con el doom, pero que no deja de ser también un disco sólido y perfectamente escuchable y disfrutable. Interpretaron cinco de los ocho temas que lo forman, composiciones largas y pesadas como un yunque, y aunque los aproximadamente 45 minutos que estuvieron sobre el escenario fueron muy compactos y no hubo altibajos remarcables, me atrevo a destacar la inicial «Forever Misery», la bonita «Memory of Love» y la final e hipnótica «Insendia», que sirvió para cerrar un bolo que fue de menos a más y que a mí acabó por convencerme bastante, tanto en canciones como en interpretación y en sonido.
Setlist Aeonian Sorrow:
Forever Misery
Shadows Down
Uner the Light
Memory of Love
Insendia
Oceans of Slumber
Aunque tampoco es una banda que haya seguido con tanta profundidad, tenía muchas ganas de ver a Oceans of Slumber sobre el escenario. Sé que ya habían pisado nuestras salas junto a Enslaved hace unos años, pero algun tipo de solape vital que no recuerdo me impidió asistir a ese concierto tan prometedor. Su propuesta, con tentáculos en el doom, en el metal progresivo, en el black metal y en una especie de soul jazzero, ha alcanzado niveles de excelencia tanto en Winter como en The Banished Heart, dos discos poco menos que impresionantes que consiguieron que mis expectativas ante su directo (y las de la mayoría) estuvieran por las nubes.
Y bien, el suyo fue un poco un concierto de sí pero no (o de no pero sí, según se mire). La banda empezó un poco anquilosada, comprimidos como estaban los seis (junto a batería y teclados) encima del pequeño escenario de Bóveda. Esa primera «Sunlight» no sonó del todo bien, y tanto la magnética vocalista Cammie Gilbert como el resto de la banda (cuya mitad de miembros son nuevos, por cierto) se mostraron inesperadamente estáticos. A partir del segundo tema Cammie se dejó ir un poco y, sin hacer nada del otro mundo a nivel físico (en lo vocal, claro, es harina de otro cantar) consiguió atraer todas las miradas, erigiéndose en una especie de Venus que, sin ser realmente así, cohesionaba y daba sentido a toda la música de la banda, quizás más de lo que hubiera sido saludable o deseable.
Porque su actuación como vocalista fue de menos a más y acabó resultando deslumbrante y poniendo la piel de gallina a todos los que nos la mirábamos mesmerizados, sí, pero el problema es que si bien cuando sus melodías vocales eran el centro de atención musical todo era fantástico, en el momento en que dejaba a la banda sola, el sonido se esparcía y todo se convertía en un pequeño caos sónico, falto de volumen, difuso e ininteligible. En disco no ocurre así, más bien al contrario. Allí las partes instrumentales brillan por su riqueza y sus matices, así que me resultó bastante frustrante que, por una razón u otra, no fueran capaces de replicarlo del todo sobre el escenario. Por supuesto, la música de este grupo es de todo menos sencilla, así que sonorizarlo tampoco debe serlo en absoluto, claro. Pero siguió pareciéndome una pena.
Uno de los momentos más memorables de la noche fue la interpretación de la brutal «The Decay of Disregard», y el público que ocupaba media sala larga y que se los miraba desde una cierta distancia (dejando libres las primeras filas una vez los muchísimos fotógrafos que había hoy se retiraron a un segundo plano – que no sé qué esperaban, ya que las luces prometían y resultaron ser infames) así lo corroboró con sus efusivos aplausos. También sonaron un par de temas más de su último trabajo: el corte que le da nombre, «The Banished Heart», y la final y espectacular «No Color, No Light» (probablemente, el mejor de su actuación). Eché en falta un poco más de chicha de Winter, su anterior trabajo, del que solo sonó un tema, pero tampoco tengo especiales quejas en este sentido.
Antes de este último tema, por cierto, es cuando Cammie se dirigió por primera vez al público, con una timidez muy alejada de ese chorro de voz tan sensible y poderoso que te atrapa tan a lo bestia. Como curiosidad definitoria y quizás un poco indignante, tan bajo estaba el sonido (y tan respetuosa fue en general la gente aguántandose de charlar con el vecino,eso también), que durante el largo y creciente principio instrumental que caracteriza esta canción se podía escuchar perfectamente el ruido del secamanos en la lejanía del baño. Sea como fuere, es un temazo que me pareció que sonó bastante bien, así que me sorprendió que, al acabar, la banda fuera despedida con aplausos tirando a tímidos y fríos, de forma que no parece que acabaran de causar la sensación que me imaginaba. En mi caso, me gustó verlos, pero por una razón u otra (recordad, quizás no son ellos, sino que soy yo), ni alcanzaron mis expectativas ni me pareció que dieran un concierto especialmente memorable.
Setlist Oceans of Slumber:
Sunlight
Howl of the Rougarou
The Decay of Disregard
The Banished Heart
At Dawn
No Color, No Light
Swallow the Sun
Después de que por los altavoces sonaran un puñado de hitazos del groove y el thrash metal de los noventa que abarcaron desde Machine Head a The Haunted y que no sé si hicieron mucho para mantener la atmósfera de melancolía y emotividad que se respiraba y que se quería respirar en la sala, los seis componentes de Swallow the Sun aparecieron sobre el escueto escenario (telón oscuro de fondo, pared de pantallas Orange) bajo unas lúgubres notas de música eclesiástica y unas luces tenues muy resultonas que no iban a variar demasiado durante todo el concierto (pero que iban a resultar una pesadilla para los fotógrafos, claro). Todos iban de negro riguroso, y tres de ellos añadieron una dosis extra de misterio al portar unas capuchas que escondían parcialmente sus rostros. Con lo oscuro que estaba el escenario, de todas maneras, pocas caras íbamos a ver igualmente.
Aquellos que tomamos como cierta referencia el setlist que tocaron en su reciente gira americana ya pudimos ir lanzando las notas a la basura: para este periplo europeo como cabezas de cartel, los finlandeses decidieron darle una pequeña vuelta, sin dejar de apostar (como era de esperar, por otro lado) por un repertorio basado en sus temas más recientes y algunas pinceladas clásicas. Empezaron precisamente por la canción que abre y da nombre a su último disco, la fantástica «When a Shadow is Forced into the Light». Se trata de un tema que me encanta y del que disfruté con pocas reservas pero que enseguida nos pondría de manifiesto los problemas que íbamos a sufrir durante toda la noche y que, en mi opinión, iban a lastrar el concierto.
Para empezar, el peor de todos es que al sonido le faltó una buena cantidad de punch. Lo más flagrante era el sonido de las guitarras, bajísimas (y lo estuvieron durante todo el concierto, privándonos de esa densidad tan característica que suele ofrecernos la banda), pero el volumen general (que ya me parece bien que no sea atronador, ojo, ni tanto ni tan calvo) estaba tan bajo que podías hablar tranquilamente con el de al lado sin necesidad de levantar la voz aunque la banda estuviera inmersa de lleno en sus pasajes más cañeros. A parte de sonar desangelado, eso hizo que las conversaciones del personal destacaran mucho más de lo habitual, de forma que tanto en los pasajes más calmados como en los que no lo eran tanto se podía oir ya no solo el run-run de la gente, sino alguna que otra risa estridente. Ya digo que no estoy advocando porque nos metan una tralla que nos haga sangrar los oídos ni mucho menos, pero un poquito más no habría estado nada mal.
El segundo problema es que los finlandeses no fueron capaces de transmitir en directo los múltiples detalles de los que podemos gozar en su producción discográfica, y de hecho tampoco lo pretendieron. En estudio suenan espectaculares: sus canciones estan repletas de matices y gozan de una producción ultra nítida y unos arreglos deliciosos. En directo, en cambio, y dejando de lado la voz femenina enlatada (perteneciente a Anette Olzon, por cierto) que acompañó a la banda en «Cathedral Walls», Juha y los demás apostaron por tocarlo todo ellos mismos (algo a celebrar, por supuesto) con lo que muchos de esos detalles basados en doblar y doblar capas se quedaron en el tintero, desluciendo un poquito algunos cortes verdaderamente memorables.
El ejemplo más flagrante, por ejemplo, lo encontramos en el apoteósico final de «Upon the Water», un pasaje que en disco brilla especialmente gracias a unos juegos de voces deliciosos pero que sobre el escenario simplificaron al máximo y que me dejó en una especie de coitus interruptus. El tercer problema, aunque éste es menor, es que el teclista Jaani Peuhu, encargado de hacer los coros limpios y agudos en muchos pasajes, no pareció gozar de su mejor noche a nivel de tono y precisión, y en múltiples ocasiones sus intervenciones no acabaron de encajar del todo con las líneas y el espíritu que guiaba la voz principal de Mikko Kotamäki, un tío que, por cierto, es capaz de alternar voces limpias, guturales y rasgadas con total naturalidad (aunque la última de las tres modalidades no le acabe de quedar tan redonda como las otras dos).
Bajo esas contraluces tenues que sirvieron para evocar perfectamente bien el espíritu de la banda y de su nuevo disco (un desgarrador relato dedicado al proceso de duelo y superación al que tuvo que enfrentarse el guitarrista y principal compositor de la banda, Juha Raivio, después de la trágica muerte de su esposa Aleah Stanbridge), los seis taciturnos componentes de Swallow the Sun fueron alternando con éxito canciones más nuevas como la mencionada «Upon the Water» (que me fli-pa y que quedó muy bien, apoteosis vocal final a parte), la preciosa «Firelights» o la ovacionada «Stone Wings» con cortes más clásicos como «Lost and Catatonic», «Cathedral Walls» o «New Moon». Aunque no se prodigaron demasiado en su interacción con el público, su actitud fue, eso sí, totalmente intachable, sacudiéndose con energía siempre que subía la intensidad de la música. El alto y escuálido Juha se erigió, por supuesto, en protagonista involuntario al concentrar todas las miradas de comprensión y compasión. Él se mantuvo en todo momento escondido entre las sombras en una esquina del escenario, pero es de imaginar que tocar estas canciones que aún evocan una tragedia tan reciente debe ser una experiencia dura para él.
Evidentemente el doom melancólico que practican Swallow the Sun no es una música para perder precisamente los papeles, pero a pesar de que yo no acabé de conectar nunca del todo con el concierto a nivel energético, hubo un buen puñado de gente que sí lo hizo. Vaya que si lo hizo. Con brazo en alto, ojos cerrados, movimientos sinuosos y labios siguiendo cada una de las letras, una cantidad notable de seguidores de la banda lo estaban gozando totalmente ante mis furtivas miradas llenas de envidia. No era la tónica del global de la sala, eso también es cierto, pero para todos ellos el concierto valió todos y cada uno de los céntimos que les costó la entrada.
Al cabo de poco menos de una hora y después de haber interpretado la dinaámica y poderosa «These Woods Breathe Evil» para cerrar el set principal, los finlandeses se bajaron del escenario para volver al cabo de pocos minutos y meterle caña a la conocida «Emerald Forest and the Blackbird» y a una final y celebrada «Swallow (Horror pt. 1)», que fue sin duda el tema más bien recibido y que se ganó la respuesta más unánime de toda la noche. Y no seré yo quien les niegue que sonó potentísima, la verdad, incluso quizás llegó a ser el mejor tema de la velada en este sentido. Y después de casi una hora y cuarto de concierto (diríamos que corto), los chicos de Swallow the Sun se fueron entre grandes ovaciones por parte de muchos y una cierta indiferencia disimulada por parte de los demás.
Así pues, ¿qué? Pues que más allá de las cuestiones racionales con el sonido (algo que, por supuesto, está abierto a opinión si se trata de un problema o no), la decepción que me llevé es que a mí, personalmente, ni Swallow the Sun ni las dos bandas acompañantes me tocaron de todo la patata. Por supuesto todas ellas tienen (e interpretaron) algunos temas fantásticos, pero teniendo en cuenta que gran parte del atractivo de todas ellas es precisamente esa sensibilidad y esa capacidad para hacerte vibrar y para ponerte los ojos llorosos, el hecho de no conseguirlo me hace pensar que la experiencia no fue del todo completa. En todo caso, siempre nos quedarán los discos.
Setlist Swallow the Sun:
When a Shadow is Forced Into the Light
Lost and Catatonic
Firelights
Cathedral Walls
New Moon
Upon the Water
Stone Wings
These Woods Breathe Evil
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Emerald Forest and the Blackbird
Swallow (Horror pt. 1)
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.