Era una calurosa tarde de verano, a comienzos de la década de los 90, cuando vi la sugestiva portada de Laughing Stock en un típico expositor de casetes, ubicado en la entrada de una tienda de electrodomésticos del encantador pueblo gerundense de Sant Hilari de Sacalm. Tanto la atrayente carátula como el nombre de la banda que la firmaba destacaban entre las demás cintas, la mayoría a un precio muy rebajado. Por aquel entonces, mis dubitativas impresiones sobre la ochentera formación británica solo estaban basadas en dos pegadizos hits, «It’s My Life» y «Such a Shame», y en algunos singles («Living in Another World», «Life’s What You Make It», «Dum Dum Girl», «Give It Up», «Today» y el lejano corte homónimo) emitidos con menos frecuencia por estos lares. Aun así, ávido por conocer nuevas melodías y tentado por la extremada oferta del producto, decidí comprarlo sin apenas titubeos. Pero después de oír su contenido, mi decepción fue tal que dejé dicho artefacto arrinconando indefinidamente en un armario del dormitorio que tenía en casa de mis padres.
Hasta que en 1999, me enamoré de una versión en directo de la canción “Tomorrow Started”, incluida en el recién lanzado CD London 1986. Por consiguiente, con reconducida predisposición rescaté aquella cajita olvidada y cubierta de polvo y, al mismo tiempo, adquirí sin dilación los dos discos que había ignorado: Spirit of Eden (1988) y el único álbum solista del líder del conjunto, Mark Hollis (publicado en el año 1998). Una trilogía que, tras miles de escuchas, la considero complementaria, indisoluble y, por supuesto, esencial.
Todo lo que pueda decir, o intentar describir, acerca de lo que ofrece Hazmerreír en sus escasos cuarenta y pico minutos de duración es prácticamente aplicable al otro par de trabajos citados. El pop convencional desaparece, asoma una especie de rock deconstruido y minimalista, mezclado con estructuras de jazz, ambient y música de cámara, y los silencios (también los puntuales ruidos) pasan a tener un papel relevante. La susurrante y afectada voz principal se funde con los variados e inéditos pasajes instrumentales, sin reiteraciones ni excesos superfluos, desprendiendo un aroma íntimo y reconfortante.
De este modo, el ideólogo Hollis, su mano derecha Tim Friese-Greene y el batería Lee Harris (el bajista Paul Webb no participa en este registro), acompañados de un buen puñado de colaboradores, tejen con una técnica obsesivamente perfeccionista un espléndido e imponente manto atmosférico. Sabes cuando empiezan las seis diversas composiciones, porque así te lo indica el reproductor, pero te descolocan placenteramente sus imprevistos trayectos y acabas deseando que nunca concluyan. Y cada vez que vuelves a pinchar esta penetrante obra, descubres en ella distintos sutiles matices.
Como ya habréis intuido al leer mi relato vivencial del inicio de este escrito, Laughing Stock fue un absoluto fracaso de ventas y provocó la disolución de Talk Talk. Afortunadamente, este magno epitafio creativo sería reivindicado posteriormente por grupos tan reverenciados como Radiohead, Mogwai, Sigur Rós, Tortoise, Portishead, Godspeed You! Black Emperor, Low, The War on Drugs o los Marillion de Steve Hogarth.