No hay duda que los californianos Testament son una de las bandas definitivas del thrash metal, y es justo y habitual colocarlos justo por debajo del inevitable Big Four en la lista de grupos más destacados de la vertiente americana de este estilo. Personalmente, no me parecería para nada descabellado ponerlos al nivel de los cuatro intocables, ya que son una banda única y una de mis debilidades desde hace mucho tiempo. Quizás porque a lo largo de los años he tenido que defenderlos repetidamente ante hordas de thrasheros muy duros que siempre les han acusado de vendidos y de demasiado melódicos, he acabado desarrollando una cierta conexión especial con este grupo. Lo cierto es que no me cuesta nada ponerme de su lado, ya que pocas bandas, por no decir ninguna, son capaces de fusionar el thrash más contundente con un sentido de la melodía excepcional, construyendo temas agresivos y contagiosos con gran facilidad de la mano de músicos de un nivel estratosférico y una instrumentación siempre delicada y elegante.
Aunque a lo largo de su carrera han dado unas cuantas vueltas y han pasado por etapas bastante diferenciadas, es fácil disfrutar de todas sus épocas, incluyendo sus momentos más terriblemente cheesies (aunque éstos, por favor, con moderación). A finales de los ochenta, The Legacy y The New Order sentaron las bases del thrash directo pero a la vez pegadizo y melódico que se ha convertido en su sello de identidad, y en el icónico Practice What You Preach, quizás su álbum más equilibrado, empezaron a ver la oportunidad (o alguien se lo hizo ver) de dar más chance a la melodía e intentar el salto a las masas, intento que llegó a cotas mucho más elevadas con el buen Souls of Black y, sobretodo, con un The Ritual en el que creo que se les fue un poco la mano con el acercamiento a la comercalización, tanto en sonido como en composiciones. Si bien algunos de los temas de ese disco siguen estando entre los más populares de su carrera, los propios miembros de la banda reniegan bastante de esa época y de ese álbum en particular.
Durante los noventa, como les pasó a la mayoría de bandas de thrash metal, pegaron algunos bandazos estilísticos, sufrieron muchos cambios en su formación y perdieron un poco el control sobre la cantidad de directos y recopilatorios que diversas discográficas sacaron en su nombre. En todo caso, los nuevos miembros que entraron en la banda a cubrir las salidas de Alex Skolnick y de Louie Clemente aportaron un plus de dureza que ayudó a apuntalar una dirección musical que había perdido un poco el norte en años anteriores. Guardo especial cariño por el disco con el que les descubrí, ese excelente Low (1994) en el que experimentaban con el groove panteril que triunfaba en la época y del que quemé la cinta hasta la saciedad. Demonic coquetea con el death metal (y finalmente el bueno de Chuck Billy aprovecha su complexión física al máximo y se pone a berrear en vez de tanta melodía) y The Gathering (1999), que cuenta con el gran Dave Lombardo a la batería, es un auténtico pepinazo lleno de thrash del bueno y de tralla sin concesiones que a mí, personalmente, me parece uno de los momentos álgidos de su discografía.
Con la llegada del nuevo siglo llegó un prolongado parón a causa de que a Chuck Billy le diagnosticaron un tumor cerebral que costó mucho de curar y que, de alguna manera, estrechó la relación entre los miembros originales de la banda, dando lugar a que la formación clásica se reuniera de nuevo a mediados de la década pasada. Su retorno en forma de The Formation of Damnation (2008) es otra maravilla thrashera llena de temazos para parar un tren, y su anterior Dark Roots of the Earth (2012) sigue en la misma línea y, aun siendo un pelín más irregular, cuenta con algunos de los singles más potentes de su carrera.
Como siempre ha sido y como probablemente será en el futuro, Eric Peterson huye de todo protagonismo pero sigue siendo la mente pensante tras las composiciones del grupo, firmando la práctica totalidad de los temas de este álbum si exceptuamos un par de aportaciones puntuales de Alex Skolnick. La base rítmica es prácticamente inmejorable, recreando la que formaron el bajista Steve DeGiorgio y el maquinote que es Gene Hoglan a la batería en los inigualabes Death. Si a esto le añades que Skolnick es uno de los guitarristas más talentosos del thrash y que el rango vocal de Chuck Billy se ha ido expandiendo y enriqueciendo con los años, es imposible que no estemos ante un disco lleno de calidad y como mínimo interesante.
Y aún siendo así, confieso que mi primera impresión de este Brotherhood of the Snake no fue demasiado buena. Para empezar, el sonido es, tal y como ya pasó en menor medida en Dark Roots of the Earth y como pasa normalmente en sus conciertos, innecesariamente alto y comprimido. Además, de buenas a primeras muchas canciones me parecieron más bien irregulares, extrañas y dispersas para ser Testament. He necesitado unas cuantas escuchas para apreciar el valor de estos cortes, y aunque al final es cierto que hay un buen puñado de temas destacables y la variedad que ofrece el disco es entretenida y disfrutable, el resultado final no alcanza los niveles de sus tres discos anteriores, de manera que sitúo este álbum, probablemente, como el menos destacado desde Demonic. En todo caso, tampoco os penséis que esto es un drama, ya que lo que han sacado desde Demonic son tres discazos como tres soles.
El tema que abre y da título al disco fue también su primer adelanto. Se trata de una composición bastante típica de estos últimos Testament: agresiva, pegadiza, dinámica y directa, con un fantástico riff principal afilado y un estribillo motivante y muy bien construido. Cuando me lo puse por primera vez fuera del contexto del álbum no me pareció que aportara realmente nada nuevo, pero la verdad es que, al igual que muchos otros de los temas de este disco, crece bastante con las escuchas. Hoy en día me parece uno de los mejores cortes de Brotherhood of the Snake, mostrando todo lo bueno que la banda californiana es capaz de ofrecer en la actualidad.
Cuando superas la impresión de que «The Pale King» recuerda bastante más a Kreator que a Testament tanto musicalmente como en la melodía y el tono vocal que usa Chuck, se revela como otro tema muy aprovechable, protagonista del primer videoclip extraído de este trabajo. Por momentos suena tan poco a Testament que la primera vez que la escuché tuve que comprobar dos veces que no se me había activado accidentalmente el shuffle en una playlist de thrash metal, pero lo cierto es que tanto los riffs machacones, los fragmentos más thrasheros y el solo fluido y evocador que emerge casi al final son excelentes. Por otra parte, el estribillo melódico reminiscente de tiempos pasados que creíamos olvidados no me acaba de convencer, y me da la sensación que han intentado empaquetar demasiadas partes distintas en un minutaje muy limitado, con lo que los pasajes menos inspirados arrastran al tema hasta una cierta confusión y falta de coherencia.
Si «The Pale King» recordaba a Kreator, «Stronghold» es 100% hardcore y rememora a bandas como Biohazard, con coros gritones incluidos. La línea vocal es un poco extraña, pero el estribillo agresivo es realmente interesante de escuchar en las manos de Testament. También algunos momentos más calmados que suenan a Metallica son bastante disfrutables, y el fantástico solo épico y jebi que emana de los dedos mágicos del maestro Alex Skolnick es absolutamente magnífico.
Continuando con las sorpresas, «Seven Seals» empieza con un buen riff de heavy más clásico que me trae a la cabeza a bandas como Annihilator. Después de algo de velocidad contenida se estabiliza en un medio tiempo poderoso y culebrero con abundancia de aullidos y arreglos de guitarra. El estribillo es excelente, probablemente el más pegadizo del álbum, pero el tema acaba haciéndose quizás algo repetitivo, ya que abusa del mismo tiempo y se centra básicamente en pequeñas variaciones sobre una única progresión, que aún así está bien y es bastante infecciosa. «Born in a Rut», mientras tanto, empieza como un medio tiempo vacilón que desemboca también en un pasaje lento y sinuoso, y en general tiene un rollo noventero evidente que recuerda a bandas como Pantera, los primeros Machine Head o los mismos Testament de la época Low. Incluso el estilo del solo me recuerda a Dimebag Darrell, y el reverb y la pegada de la batería son Vinnie Paul 100%. También el estribillo melódico y hard rockero podría ser parecido a cosas que encontramos en Cowboys from Hell.
Después de una primera parte del disco con bastante experimentación y algunos altibajos, la verdad es que se agradece la aparición de un tema de thrash puro y directo como es «Centuries of Suffering», con un magnífico riff principal afilado y algunos bendings detallistas que me encantan. No es que sea tampoco un tema espectacular, ya que fuera de este par de riffs se dispersa un poco, pero su familiaridad es muy disfrutable en contraste con lo extraño que era todo hasta ahora. Por su parte, «Black Jack» tiene algunos momentos interesantes, pero en general me parece el tema más flojo del álbum, con unos riffs, enlaces y melodías vocales que no me acaban de cuajar. Lo que nunca falla es el trabajo absolutamente impresionante de Gene Hoglan a la batería y de Eric Peterson y Alex Skolnick a las guitarras. Este último va realmente sobrado y demuestra una vez más que es uno de los mejores guitarristas de la actualidad, marcándose aquí otro solo de los que te deja la mandíbula en el suelo.
Con «Neptune’s Spear» llegamos a mi tema favorito. La melodía vocal en la estrofa es totalmente característica de Testament, pero lo que hace que destaque por encima de los demás es el grandioso riff principal, quizás el mejor del álbum, muy thrashero, infeccioso, vacilón y lleno de detalles. Es verdad que el estribillo no es espectacular, pero lo compensa un excelente bridge y un sorprendente y valiente punteo de guitarra que ocupa el último tercio de la canción, mezclando partes neoclásicas con una progresión de inspiración oriental más propia de grupos como Orphaned Land y que seguro que se llevará palos a mansalva. A pesar de su extraño nombre, «Canna-Business» es otro corte bastante divertido, muy dinámico y directo, aunque contenga algunas partes, como el estribillo de voz gravísima, que no me acaban de convencer. Para acabar, el disco se cierra con un «The Number Game» simple y directo, otro pepinazo thrashero sin complicaciones con partes casi metalcore que se disfruta muy fácilmente.
Este año ha supuesto un auténtico festín para los amantes del thrash metal, que hemos podido saborear una generosa cantidad de discos sobresalientes. Me parece que este Brotherhood of the Snake no va a pelear por el podio, pero aún así es una adición más que digna a la cosecha de 2016, y completa con éxito la gran trilogía que los californianos han publicado durante este siglo. Un disco que ofrece una gran variedad de canciones fácilmente reconocibles y que tiene sonido y espíritu 100% Testament a pesar de las sorpresas, con un trabajo de las guitarras y de la batería como siempre excepcional. Es un álbum corto y ligero que se escucha con facilidad y que aunque no tenga temazos tan obvios como «More Than Meets the Eye», «The Formation of Damnation» o «Native Blood», es definitivamente adictivo e invita a volvérselo a poner.
Esta misma semana los tendremos por Bilbao, Madrid y Barcelona teloneando a Amon Amarth y configurando un cartel de lujo que ha generado muchos comentarios sobre quién debería ser o no ser el grupo principal. Opiniones a parte, está claro que el poder de convocatoria de los vikingos hoy en día es superior al de Testament por muy clásicos que estos sean, y la verdad es que su presencia como teloneros añade un empaque espectacular a la gira, con lo que los sold outs en sus tres fechas en España son más que esperados. Los últimos conciertos que he visto de los californianos (el épico concierto bajo la lluvia en el Resurrection Fest 2014 y la gira junto a Exodus el año pasado en una sala Salamandra llena a rebosar) no me acabaron de convencer, sobretodo porque abusan de un sonido muy alto y comprimido que te revienta los tímpanos sin poder distinguir bien lo que está pasando y te acaba dejando con un pitido en los oídos bastante desagradable. Ya me gustaría que alguien les convenciera que el objetivo no es el de sonar lo más fuerte posible, sobretodo teniendo en cuenta que no lo necesitan para impresionar con sus canciones y habilidades, pero en todo caso, aunque sea con tapones mediante, tendremos la suerte de poder disfrutar de una de las giras más potentes y de perfil más alto que se pueden ver por Europa este otoño.
Entrada publicada originalmente en http://www.metalsymphony.com/testament-brotherhood-of-the-snake-nuclear-blast/
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.