A los que nos gusta y nos gustaba la tralla durante los noventa, Testament siempre nos habían parecido una banda un poco desaprovechada. Sobre todo en la figura de Chuck Billy, un tiarrón con pinta de aplastarte cual hormiga si le apeteciera, y que a poco que se dejaba ir soltaba unos berridos que te cagabas patabajo, pero que siempre había cantando con una melodicidad que (ya digo, a los tralleros) nos ponía un poco nerviosos. Y ojo, que a pesar de que mis colegas extremos se los miraban con gran sospecha, a mí todos sus discos me gustan y me gustaban lo suyo, desde el thrash más veloz de The Legacy y The New Order hasta la melodía de Practice What You Preach, Souls of Black e incluso el denostado The Ritual, pero siempre daba la sensación de que levantaban el pie del acelerador. Es muy probable que eso no fuera cierto para nada, pero entonces eramos jóvenes e inocentes y nos gustaba hacernos nuestras historias.
Mi descubrimiento de la banda coincidió más o menos con la publicación de Low (aunque ese no fue el primer disco que escuché de ellos). En ese trabajo, publicado en 1994 (así que de aquí a pocos meses le tocará pasar también por esta sección) es el primero que no cuenta con el concurso de su icónico guitarrista Alex Skolnick, y (probablemente por ello) es el primero en el que endurecen decididamente su sonido obedeciendo a la panterización generalizada que vivieron muchas bandas de thrash y de metal en general a mediados de los noventa. En Demonic fueron aún un poco más allá, coqueteando con el death metal con resultados algo extraños (y con una formación de circunstancias), y aunque es un disco disfrutable, no ayudó a que su nivel de popularidad alcanzara cotas demasiado altas.
Por eso, y en un movimiento bastante mediático, poco antes de la grabación de este The Gathering, la eterna pareja Chuck Billy / Eric Peterson remodelaron por completo el line up de la banda, empezando por traer de vuelta al gran James Murphy, todo un referente del metal extremo gracias a su trabajo en Death y Obituary y que ya había grabado Low con ellos. Junto a él, un virtuoso del bajo como Steve Di Giorgio (también ex-Death y ex-Sadus) y, por encima de todos, incorporando al batería de thrash metal de más caché que existía en ese momento (y quizás aún ahora): el inimitable Dave Lombardo, que después de su marcha de Slayer unos cinco años antes no había logrado encontrar un grupo que cuajara a nivel de popularidad a pesar de que sus Grip Inc. a mí me molaban lo suyo.
Y claro, con ese quinteto a las riendas, era de esperar que lo que saliera de aquí fuera más que interesante. Y trallero. Por ese entonces, y de hecho coincidió con una época muy breve, solía frecuentar bastante esos bares metaleros que aún podíamos encontrar en la calle Escudellers de Barcelona: especialmente el Tequila y el otro, situado casi enfrente, del que soy incapaz de recordar el nombre ahora mismo (¿Por qué? ¿Por quéééé´?). Por este último me pasé una tarde y, mientras me tomaba una cerveza en la barra, el camarero (y dueño del local) me dijo mientras preparaba un CD para poner en el reproductor: «Escucha esto a ver si adivinas lo que es«. Por ahí sonó una canción agresiva y violenta como ella sola, feroz, rapidísima y con una producción que te cagas. No fui capaz de adivinarlo, pero se trataba de «Legions of the Dead», el tema más burro que podemos encontrar en este disco. Tan burro que, quizás, nadie se lo esperaba.
De ahí a comprarme el CD yo mismo y ponérmelo en bucle debieron pasar horas o, como mucho, días. Esos Testament reinventados y con un sonido tan (entonces) moderno y agresivo eran exactamente lo que necesitaba de ellos. Y es que The Gathering (que tampoco es que sea un disco perfecto, ojo, ni mucho menos) mimetiza muchas de las virtudes del conjunto de sus miembros: la esencia Testament está claramente ahí a pesar de que Chuck endurece su voz en paralelo a la música. Aunque hay toques de death técnico, este es básicamente un disco de thrash como la copa de un pino, con una batería atronadora y algunos riffacos incontestables. Pero más allá de las canciones y de algunas invenciones musicales de lo más interesantes, lo que le convierte en un disco tan granítico es una producción que a mí me parece magnífica.
Pero en general, y con la perspectiva del tiempo, me parece un disco probablemente más Testament y más auténtico que sus dos trabajos anteriores, en los que de una forma u otra se nota un intento de amoldarse a las corrientes del momento. Nunca hicieron ninguna barbaridad, eso está claro, pero aquí dejan de lado algunas influencias que sonaban un poco antinaturales para volver a ser al 100% lo que han sido siempre: una banda de thrash. De thrash a su manera, claro, pero a fin de cuentas de thrash. Por cierto, que aunque nadie se lo pensaba entonces, este iba a ser su último trabajo de Testament en casi una década: Chuck Billy sufrió un cáncer, del que por suerte se recuperó (no como el otro Chuck, al que diagnosticaron también por la misma época), y no fue hasta 2008 que volvieron al estudio para grabar el también brillante The Formation of Damnation. Los músicos no serían ya nunca los mismos (Alex Skolnick volvió, al igual que Gene Hoglan tras los parches) pero la semilla plantada por el sonido de The Gathering (y, quizás, de Demonic) sigue presente en la banda hasta el día de hoy.
El disco empieza con uno de sus mayores temazos: «D.N.R. (Do Not Ressucitate)» es pegadiza e infecciosa y marca muy a las claras el camino que va a tomar el disco. Un sonido compacto y agresivo, un thrash modernizado con una batería atronadora y una voz mucho más rasgada de lo habitual sin dejar de lado el componente melódico que siempre ha estado inherente en esta banda. «Down for Life» es un tema, en su mayor parte, mucho más típico de los Testament de siempre, aunque no por ello (claro) deja de molar lo suyo, con un estribillo estridente y curioso y una parte etérea y casi fantasmagórica que a mí me gusta mucho. El riff ultra panteril de «Eyes of Wrath» ayuda a definir parte del espíritu de este disco, y en general es una canción que también me recuerda a los Grip Inc. de Dave, incluso a los primeros Machine Head. Vamos, Testament abrazando el groove metal con todas sus fuerzas.
«True Believer» es esa «balada» (lo pongo entre muchas comillas, claro) que se había convertido ya casi en inevitable en los discos históricos de Testament. Por momentos es un poco ñoña, pero es innegable que algunas de sus melodías son verdaderamente pegadizas y que, en general, es resultona y muy muy disfrutable, tanto en los momentos más melosos, en los facilones medios tiempos y en las partes más tralleras y guturales. «3 Days in Darkness» es un tema que, quizás sorpresivamente, ha acabado durando hasta nuestros días, ya que junto a «D.N.R.» es de las pocas que han sido más o menos habituales en los setlists de la banda, logrando incluso ser la elegida para cerrar sus conciertos hace unos años. La verdad es que es un temarral bastante imponente al que difícilmente se puede uno resistir a sacudir el cuello con violencia o a corear sus «oh-oh-óhs«.
La primera parte del disco se cierra con la frenética y trallerísima «Legions of the Dead», un contraste absoluto con la lentitud y la pesadez del corte anterior. Doble bombo a tutiplén, berridos guturales, riffs cercanos al black metal… aquí Testament decidieron dejarse ir totalmente y ver cómo sonarían si fuera una banda de metal extremo. Y la verdad es que aunque mirado fríamente no se trata del mejor tema del disco ni mucho menos, suenan magníficamente bien. Acabamos pues con lo que en otros tiempos habríamos llamado la Cara A que nos ha dejado un excelente sabor de boca y que contiene casi todos los temas por los cuales este disco es conocido. La Cara B es un pelín menos memorable (no por falta de temazos brutales), pero aún así contiene suficiente variedad y calidad como para que no exista ninguna tentación de abandonar el disco antes de hora.
El vacileo de «Careful What You Wish For» es divertido y bailable, mientras que «Riding the Snake» contiene algunos de mis momentos favoritos de todo este trabajo. Misteriosa, agresiva y vacilona, sigue un poco el espíritu de «3 Days in Darkness», algo que solo puede ser un acierto. «Allegiance» también recupera ese rollo panteril / Machine Head que decíamos que había en «Eyes of Wrath» hace unos minutos, un estilo que la banda ya había explorado con éxito en Low. Tanto «Sewn Shut Eyes» como «Fall of Sipledome» combinan excelentes riffs y tremendos guturales para acercarse de nuevo al death metal como ya hicieron en Demonic. Se trata de dos temas que quizás no destacan demasiado en el conjunto del disco, pero que son disfrutables de cojones a la que te metes en ellos en más profundidad (sobre todo el segundo, que es un temón). El disco se cierra con una extraña «Hammer of the Gods», un bonus track instrumental algo repetitivo y con abuso de wha-whas que no está mal, ojo, pero que probablemente tampoco aporta nada más allá de la curiosidad.
The Gathering fue un disco sorprendente, que quizás impresionó más en su momento que lo que lo hace al cabo del tiempo. Aún así, y a pesar de ser una especie de rara avis en su discografía, su influencia a nivel de sonido y estilo fue decisiva para los Testament que íbamos a ver en el futuro, recuperados defintivamente para la causa de la tralla después de que se fueran accesibilizando poco a poco a principios de los noventa. Además, este trabajo supuso un eslabón más en el agrandecimiento de la leyenda de Dave Lombardo, ya que a pesar de no ser quizás tan responsable como pudiera parecer a primera vista (ni Gene Hoglan ni otros ocupantes del trono en Testament son ni mucho menos mancos), el ex de Slayer se llevó gran parte del crédito y de los elogios que generó el renovado sonido de la banda. Al final, y en perspectiva, estamos ante un trabajo un poco irregular pero aún muy disfrutable, un disco de notable que nos ha dejado algunas grandes canciones y que, en su momento, hizo que nos ilusionáramos de nuevo con la banda liderada por Chuck Billy y Eric Peterson después de algunos años de cierta indefinición.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.