Ya lo he dicho bastantes veces, pero dada la relevancia de la historia en el contexto de este artículo, lo volveré a decir: el primer concierto grande al que asistí en mi vida fue la visita de Pantera al Pavelló d’Esports de la Vall d’Hebron de Barcelona. Iba a ser un 19 de octubre de 1994 (hace nada hará 25 años) y las huestes de Phil Anselmo estaban presentando su celebrado Far Beyond Driven, un disco que me flipaba (y me flipa) y que a la postre iba a ser el último gran clásico de los americanos. Como teloneros de esa gira venían dos bandas que, a mis quince años recién cumplidos, no tenía ni ide de quiénes eran: primero estaban unos tales Downset que llevaban gorras y cosas y, como soporte principal, unos tíos así macarrillas que se llamaban The Almighty.
Por supuesto, tan pronto tuvimos esa entrada roja con la foto de los cuatro Cowboys from Hell en nuestras manos y vimos esos nombres imprimidos en ella (en esos tiempos no te enterabas de los teloneros hasta que comprabas la entrada), fuimos raudos a investigar quiénes eran. Como éramos adolescentes, estábamos pelados como una rata y aún estábamos trabajando en la construcción de nuestros principios, nuestra primera aproximación a la música de The Almighty fue mediante un intento de apropiación indebida de la cinta de Powertrippin en El Corte Inglés de plaza Catalunya, un lugar que habíamos oído que era propicio para este tipo de fechorías.
Por desgracia para nosotros, nuestras habilidades cleptómanas adolescentes no estuvieron a la altura de los sistemas de seguridad implementados por el poderoso gigante comercial, y tan pronto nos dirigíamos a las puertas de salida con el cuerpo del delito bien agarrado en el bolsillo con manos sudorosas, un señor uniformado y armado con una amenazadora porra nos barró del paso y nos dirigió a un pequeño y hostil cuartito para humillarnos en privado, recuperar su cinta y enviarnos a la calle con el rabo entre las piernas y un buen escarmiento. Debió servir para algo, porque después de ese episodio (casi) nunca más he intentado apropiarme de lo ajeno.
Ante la falta de éxito que demostramos ante la vida ilícita, mi amigo y compañero de descubrimientos metálicos acabó ahorrando lo suficiente como para comprarse el que parecía ser el nuevo álbum de la banda británica, un disco llamdo Crank. Por supuesto, nosotros no teníamos ni la más remota idea de a lo que sonaban The Almighty, pero a la que despecintamos el artefacto nos quedamos flipando bastante. Podría achacarlo fácilmente a la impresionabilidad adolescente, pero aún escuchándolo hoy sigue pareciéndome exactamente lo mismo: este Crank, amigos, es un pedazo de disco con un catálogo de temazos impresionante. Rebosante de energía, macarrismo, electricidad y rock and roll por los cuatro costados, recuerdo trillármelo hasta la muerte, y aún hoy, en esos momentos poco frecuentes en los que decido ponérmelo, me pasa volando y sigo disfrutándolo como el primer día.
A pesar de todas sus virtudes, este disco siempre ha sido un poco one album wonder en mi vida y mi relación con la música de The Almighty: aunque Crank me ha encantado siempre, nunca le presté demasiada atención ni al maldito Powertrippin (para muchos, la cumbre de su moderadamente corta carrera) ni a cualquiera de los tres álbumes que publicaron posteriormente. Tampoco me preocupé mucho de seguir la figura de su líder, el carismático Ricky Warwick, que después de dar carpetazo a la banda a principios del siglo XX, se ha dedicado a tomar las riendas de Thin Lizzy y de Black Star Riders, y por lo que parece no tiene ninguna intención de revivir a su banda original.
Aunque yo no soy un gran ejemplo de que hubiera que ocurrir lo contrario, me da la sensación que esta banda ha estado trágicamente infravalorada a lo largo de los años y que merecieron mucha más atención de la que obtuvieron. Hoy en día sus discos clásicos ni tan siquiera están en las plataformas de streaming y, en general, parece haber como una gran aura de olvido alrededor de The Almighty. En todo caso, nunca es tarde para reivindicarlos y redescubrirlos, y aunque no puedo hablar de los demás discos que publicaron porque, como ya he comentado, no los he escuchado en absoluto (¿quizás ahora es un buen momento para subsanar eso?), el hecho es que este Crank, almenos, ha envejecido maravillosamente y suena tan actual y tan fresco como sonaba hace hoy 25 años.
No sé si algun tipo de nostalgia adolescente me invade al ponerme este disco, pero aún hoy todos y cada uno de los temas que encontramos aquí me parecen auténticos temazos, empezando, claro, por la genial y potentísima Ultraviolence que lo abre. Se trata de un pepinaco afilado, sucio y malote que te escupe en la cara desde el primer momento. Hard rock con ínfulas punkarras que, sin complicarse la vida, te vapulea a base de puñetazos en el mentón uno tras otro y que supone un principio brutal e inmejorable para este disco. Si con esto no estás puesto en situación, hijo, no sé qué más te podemos ofrecer.
Ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-
«Jonestown Mind» siempre fue uno de mis temas favoritos, y supongo que los propios The Almighty pensaron algo parecido cuando lo eligieron como segundo single y vídeo del disco. Su guitarra angustiosa inicial da pie a un tema sencillo, accesible, melódico (bajo sus parámetros, claro) y luminoso con otro muy buen estribillo y todos los trademarks de la música de una banda que, con la motörhediana «Move Right In», pone una marcha más y nos vuelve a vapulear a discreción. Aquí retornan a saco con su vertiente más punk para formar una de las canciones más crudas y disfrutables de este Crank, que además de tralla contiene un solo magnífico y un trabajo al bajo de Floy London que pretende emular, con bastante éxito, al mismísimo Lemmy.
Aunque alguien puede tender a pensar que la mayor parte de los temazos más enormes de este disco se concentran en este primer pelotón que ya hemos superado, lo cierto es que lo que viene a partir de ahora tampoco se queda nada corto, más bien al contrario. La gamberra y potente «Crank & Deceit» es favorita habitual de cualquier aficionado a la banda que se precie gracias a una progresión casi perfecta, una actitud barriobajera, un trabajo instrumental genial y un pasaje épico (el que empieza estrictamente en el minuto 1:41, pero que ya venía un ratito gestándose) absolutamente brutal.
Una muchacha recitando de carrerilla y a toda velocidad los 29 estados de los Estados Unidos (algo que le cuesta casi 20 segundos de aguantar el aire) sirve como reconocible principio de «United States of Apathy», la crítica que los escoceses le dedican a esa acomodada sociedad americana que tanto entonces como hoy marcaban el devenir social, político y cultural del mundo entero. Musicalmente es un tema bastante melódico que también habría podido actuar de single de forma más que solvente. Una buena canción, sin duda, aunque no tanto como «Welcome to Defiance», un temarral brutal que te revienta el cuello sin piedad y que, quizás, llega a erigirse como uno de los momentos más brillantes del disco (que ya es decir).
Nos acercamos a la recta final sin bajar el pistón ni un milímetro. La más calmada (y también más larga del disco) «Way Beyond Belief», con su inicio acústico y sus aires más altamente melódicos sin dejar de ofrecer la misma energía y potencia a la que nos han ido acostumbrando hasta ahora, mantiene el nivel a la perfección, mientras que «Crackdown», aún siendo un buen tema, pasa un poco desapercibida en el panorama general del disco. Los que no pasan desapercibidos en absoluto son los dos pepinazos con los que lo cerramos: la pegadiza «Sorry for Nothing» y, sobretodo, la feroz y protestona «Cheat». Por si fuera poco, incluso el típico, pesado e innecesario hidden track tan típico de los noventa viene aquí casi inmediatamente después del últmo corte y no te tienes que tragar siete insportables minutos de silencio. Todo un placer, oye.
Hay bandas y discos que me extraña que no le gusten a absolutamente todo el mundo. Lo pienso de cualquier cosa de la Creedence Clearwater Revival, lo pienso de Karate y, sin duda, lo pienso de este Crank de The Almighty, un álbum que tiene todo para convencer y atrapar a punks, rockeros y heavies por igual. Además, aún hoy sigue sonando como si estuviera grabado ayer mismo, así que es tan buen momento como cualquier otro para ponerse con él. A mí, por lo menos, esta exhaustiva revisión ha conseguido que me pique por fin la curiosidad por escuchar el resto de su discografía. A ver qué tal está la cosa.
Por cierto, ese concierto de Pantera -gracias al cual les conocí- fue una auténtica mierda. Phil Anselmo y compañía estuvieron de cháchara, fumando porros y pasando de todo durante la mayor parte del concierto. Las huestes de Ricky Warwick, en cambio, nos volaron la cabeza a pesar de un sonido tirando a mediocre un rato antes. Y es que ni The Almighty ni ninguno de sus miembros tendrán la fama y el postureo de los americanos ni de la mayoría de grandes bandas que han trascendido a la historia, pero en calidad y en actitud no tienen nada que envidiarle a nadie. Una de las bandas, sin duda, más infravaloradas de los fértiles noventa.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.