Vamos a hablar de la nueva escuela. Esta se caracteriza por ser, cuanto menos, experimental respecto a su antecesora. No voy a ir de predicador ni de Dios, tengo mis criterios y me dan vértigo a veces las mezclas o nuevos sonidos que se dan en las bandas que la practican.
The Amity Affliction hará que los más clásicos se lleven las manos a la cabeza. Es una apuesta arriesgada donde, como si fuera un puchero, se ponen a cocer en una misma olla muchos ingredientes de procedencias muy distintas. Metalcore, electrónica, pop, incluso dubstep, son los géneros básicos que mezclan estos australianos… ¡Hey, quédate! Ya sea por curiosidad o por criticar, investiguemos y sepamos qué hay más allá de nuestras listas de reproducción de Spotify.
Nada más y nada menos que 15 años a sus espaldas, seis álbumes de estudio, presencia en festivales como el Wacken en Alemania y, actualmente, haciendo acto de presencia en nuestro país con la Route Ressurrection.
Nos encontramos aquí para echarle un ojo a Misery (2018), el último trabajo que sacó la cabecita el 24 de agosto de este año. Empieza con «Ivy (Doomsday)», tema que adelantaron a finales de junio. No le dan muchas vueltas, empieza con una púa haciendo de las suyas saltando de cuerda en cuerda y haciendo sonar notas alternadas de distintos acordes. De fondo un sintetizador se acerca in crescendo hasta llegar a un punto donde parece que va a romper, pero que cae en la misma guitarra, una batería y una voz limpia. Eso no se hace. Se mantiene hasta llegar al “heaven in my veins” que pronuncia el vocalista, con un piano de fondo, nítido y, aunque sea simple, hacen danzar bastante bien las pocas notas y sonidos que emplean. Finalmente llega la parte de tralla -depende de para quién-; no esperéis guitarras distorsionadas y un bombo del inframundo, pues apuestan por algo totalmente distinto. Voz limpia y voz raspada se mezclan, el bombo se oye limpio y de fondo los platos rellenan el ambiente. Guitarra y sintetizadores marcan la melodía. Repito, inusual, pero si salimos de nuestro prejuicio y vemos más allá de lo que nos dan para comer a diario, podemos apreciar la calidad musical, al margen de cómo se emplee esta.
“Feels Like I’m Dying” diría que es la canción más dubstepera del disco, si se me permite. El sintetizador toma mucha importancia y la batería lo realza con ritmos que nos traen a la cabeza aquel «Cinema» de Skrillex.
“Holier Than Heaven”, la que a mis oídos es la mejor canción del álbum. Supongo que porqué a partir del minuto 2:33 se da un fenómeno conocido como “te la has sacado”. Un breakdown original cuanto menos en el que todos los instrumentos se vuelven siervos de la voz, una voz dura y oscura.
Ahora viene el tema que más me incomoda escuchar, «Burn Alive». De verdad. Mi prima escucha ‘K’pop -creo que se llama-, buscad y escuchad, pues algo parecido… No, ahora de verdad. Me parece pesada, el ritmo es igual durante todo el tema, solo cambian las distorsiones y los gruñidos del cantante. A veces hay que saber cuando dejar un tema fuera del disco.
En quinto lugar, damos con el tema que apoda al trabajo, «Misery». Hagamos una pausa. Al margen del estilo o género que lleve una banda o solista, siempre me fijo en cómo ha mezclado y enfrentado notas, acordes y demás recursos. Para mí eso es el arte y ahí es cuando nuestro criterio debe pisotear a nuestros prejuicios. Dadle alguna que otra vuelta a este tema y os aseguro que cada vez apreciaréis un detalle distinto, mágico. Todo empieza con una guitarra pickeando unos acordes menores y un sintetizador que la acompaña hasta el primer riff. Acordaos bien de esas notas porqué nos seguirán durante todo Misery. Entra aquí una guitarra que hace de base, un batería que ama el sonido de su bombo -pero no tanto el de sus toms– y la voz limpia característica. ¡Detalles y más detalles! Sonidos que nacen, crecen y mueren en apenas tres segundos y que rompen la pesadumbre que en un principio nos podría transmitir. Si os aburrís adelantad la redondita de la barra roja del vídeo en YouTube hasta el minuto 2:27 y me contáis qué tal. De nuevo un breakdown maravillosamente alternativo y, ojo, que yo soy muy de esos breakdowns de china, voces del inframundo y hacerte añicos las cervicales; pero estos no están nada mal.
«Kick Rocks» es lo que no me quería encontrar. Si ya venía con miedo y pies de plomo, algo que no iba a tolerar es el pop metal, y eso es justo a lo que me suena este tema. Lo que lo hace ser tan popero es la batería y las notas empleadas, ¿no? Un poco como los últimos álbumes de Green Day que de punk tienen lo que yo de rubio.
Séptima canción, pensé que era un arcade, vaya intro. «Black Cloud» creo que nos trae la esencia más pura del grupo en este disco. Espero que logréis escucharlo como yo he podido. Cada instrumento, frase, todo está tan claro. No es complejo y eso lo hace bueno.
Nos acercamos al final y ha sucedido lo que me imaginaba; han pecado de cargante. Obviamente cada grupo tiene su estilo propio y todas las canciones tendrán rasgos compartidos pero lo que deben tener en cuenta es que antes de que dos temas se hagan iguales, mejor eliminar uno. “D.I.E.” no me ha dicho nada. Bueno sí, me gustaría destacar el primer solo que escucho en todo el álbum y que gratamente me ha sorprendido. Caída del minuto 2:18, toque fresco. Así sí. De esta forma logras que nos elementos iguales se vuelvan diferentes.
Y después de «Drag the Lake» llegamos a la recta final, los tres últimos temas. «Beltsville Blues» es pegadiza, ¿no lo creéis? Joder, ese riff, así pesado y que hace de columna vertebral del tema, mola. A parte este tema es una descarga de energía y me parece un punto muy a favor el protagonismo en tema de sonido que han tomado las guitarras. Parece que el vocalista se viene arriba al escuchar a sus colegaas de seis cuerdas y de nuevo nos saca el vozarrón que reíamos muerto después de “Holier Than Heaven”.
«Set Me Free» tiene una melodía principal a piano muy curiosa. Vale, este punto del tema estaba con las manos en la cara pidiendo morir por la monotonía del tema, pero ojo, de golpe otro solo me increpa y me alegra los oídos. Después de una voz dando un discurso, editada como si se oyera por un interfono, un cambio radical de tonalidad y un solo de esos que yo llamo “bien puestos” ya que siendo pocas notas y mediocre técnica llegan muy bien.
No os voy a engañar, una de las cosas que más me gusta al analizar un disco es con qué tema abren y con cuál cierran. Para mí dice mucho porque es el saborcito que te dejarán si le echas una pasada. Por ejemplo, los albaceteños en su «Sharpen the Guillotine», puede gustarte más o menos, pero su primer y último tema son un eargasm. «The Gifthorse» empieza con un olor decepcionante por una base de trap que suena de fondo rítmico. No, no mejora, de echo se le unen más elementos rítmicos básicos del trap... Dios, minuto 2:07, todo sigue igual. No me gusta este género, pero me habíais cautivado. Por favor, alegradme, por favor…. Menos mal, estos cabronazos han oído mis plegarias, ahí está: minuto 2:22, he visto la luz. Juego de voces perfectos, y la faceta más pesante, dentro de su sonido, que pueden ofrecer.
Hoy he estado como pez fuera del agua. Ni me gusta ni escucho metalcore o postcore, la verdad. No obstante, lo encuentro un buen ejercicio, para todxs, de verdad; es simple, deja de juzgar sin escuchar, mente en blanco y analiza los instrumentos, su papel y como se avienen los unos con los otros y te darás cuenta de que, aunque no te guste en absoluto, estos chicos han jugado bien sus cartas y han trabajado duro en esto.
Me despediré diciendo que para mí esto no es metal, desde luego, si más no un sucedáneo, pero igualmente merece ser valorado desde un punto de vista musical “neutro”.
¡Un placer!
Mi nombre es Roi. Joven e inexperto, pero curioso de cojones. Salté del punk a la nueva escuela y actualmente recupero esas asignaturas pendientes con los grandes de la historia del metal extremo. Estudiante de periodismo por el día y cantante de death por la noche. Como Batman, pero con menos dinero.