Parece que sí que ha merecido la pena la extensa espera de 15 años acerca de escuchar novedosas canciones de The Black Crowes, por cierto editadas éstas en la propia discográfica de la que ellos mismos son dueños, es decir, Silver Arrow Records.
Así pues, ya arribó Happiness Bastards (2024), la décima obra de estudio realizada por la banda liderada por los legendarios hermanos compositores Rich y Chris Robinson, los cuales ahora parece que tienen entre ellos mejor relación que antaño; aunque sin embargo, por el camino y con los años, ambos intérpretes ya se hayan desprendido de otros miembros clásicos del proyecto-madre como son el batería Steve Gorman o el guitarrista Marc Ford.
Sin embargo, de cara a este LP de 2024, el que se mantiene en referencia a los viejos tiempos es Sven Pipien (bajo) y debutan dentro de los Crowes, en lo que respecta al propio trabajo de sesión, el argentino Nico Bereciartua (guitarra); además de Brian Griffin (batería) y Erik Deutsch (teclados).
Aún con todo, para este año 2024, The Black Crowes han facturado un álbum magnífico y potentísimo, el cual, el mismo vocalista Chris Robinson, lo describe del siguiente modo en un comunicado oficial:
“Happiness Bastards es nuestra carta de amor al rock ‘n’ roll.”
Hablando de afecto emocional, apuntaremos que Camille Robinson, la estimada esposa de Chris, ha resultado la autora de la pintura en blanco y negro, la cual se superpone a la portada del LP The Southern Harmony and Musical Companion (1992). Se hace extraña, artísticamente hablando, esta maniobra óptica. Por lo tanto, ¿simboliza ésta misma cubierta unos Crowes que viven el presente pero que no pierden de vista el pasado? ¿Recuerda, relativamente, esta curiosa jugada visual a una semejante que llevó a cabo David Bowie con el frontal de The Next Day tapando el de Heroes?
Por otro lado, la producción de Bastardos de la Felicidad ha sido responsabilidad del respetado Jay Joyce (un habitual del country), el cual además ha efectuado aquí su aportación instrumentista a las seis cuerdas y a los teclados. Finalizaremos el apartado de créditos comentando que los vigorosos y, al mismo tiempo, aterciopelados coros soul y gospel de Vicki Hampton, Joanna Cotton y Robert Kearns fortalecen, de modo sensacional y fundamental, el resultado definitivo de Happiness Bastards; bajo mi punto de vista.
¿Las influencias pretéritas pasadas por el particular cedazo crowe? Las de siempre: The Faces, Led Zeppelin, Humble Pie, Aerosmith, The Rolling Stones o The Allman Brothers. No se dan amplias sorpresas ahí y es que ya conocemos, de experiencias previas, los diversos manantiales rockeros de donde, más o menos, sorben Los Cuervos Negros.
Así pues, el magistral combo de Atlanta comienza su irrefrenable y agreste galope con el vertiginoso rock-blues “Bedside Manners”, cuya contagiosa guitarra slide te apresa inevitablemente y cuya letra es un dardo contra una antigua amante. Un arranque ya de órdago y a velocidad de crucero. Prosigue metiéndote, completamente de lleno, en el minutaje musical la fulminante “Rats and Clowns”, la cual también desprende abundante electricidad y elevada tensión; efectivamente.
Prefiero los volcánicos acordes de los Crowes a los de los mismísimos Stones; en respuesta personal a tantas y tantas comparaciones ajenas entre ambas formaciones.
Es engañoso el apaciguado empiece acústico de la tercera tonada porque “poderosísimo, pomposo, majestuoso, rotundo y persuasivo” son cinco adjetivos que cuadran, perfectamente, con la casi totalidad de “Cross Your Fingers”; la cual habla de como superar diversos obstáculos vitales. Acto seguido, la trepidante y contagiosa “Wanting and Waiting” resulta muy prototípica de los mejores The Black Crowes y es como si este mismo corte fuera una pariente cercana del tema “Jealous Again” (1990) o de alguna pieza del LP By Your Side (1999), es decir, como si los hnos. Robinson hubieran regresado entre 25 y 35 años atrás, en dirección a su época más gloriosa, como si nada más hubiera acontecido desde entonces.
El exquisito, cálido, envolvente y penetrante folk-country “Wilted Rose” cuenta con la lujosa colaboración de la aclamada y premiada country woman Lainey Wilson pero la quietud no dura en exceso porque irrumpe, luego, otro bronco y tajante latigazo rockero de los que te sacuden la mente y el cuerpo, en esta ocasión a través de la sublime y excitante “Dirty Cold Sun”.
Sobre todo la armónica blues empapa la ondulante “Bleed It Dry”, donde The Black Crowes continúan con sus portentosas exhibiciones, además de recordarnos ellos porque una vez ocuparon el más alto trono de la Rock Galaxy y porque heredaron dicho cetro, por derecho propio, de los grupos de los años 60 y 70 citados al inicio.
Con un compás más informal, tabernero, bailable, ligero y jaranero suena la interesante “Flesh Wound”, la cual se desmarca del sonido habitual más férrico del combo de Georgia. De todos modos, con prontitud reaparecen los terrenos más pantanosos y agresivos por medio de la sólida e impetuosa “Follow the Moon”, donde se vierten acusaciones durante su letra; aunque sin especificar nítidamente el destinatario.
El resplandeciente LP se cierra con la bastante afligida, suave y aplacada “Kindred Friend” pero siempre con la descomunal clase y el intenso feeling que distingue a la agrupación sureña, toque lo que toque la misma.
En definitiva, que The Black Crowes despliegan un musculoso contraataque y aún se hallan en absolutamente plena forma, todo ello a través de Happiness Bastards; el cual se alza, firmemente, como un arrollador repertorio que las y los seguidores/as del grupo no deben perderse porque, efectivamente… ¡los enérgicos y fieros Robinson Brothers han vuelto a poner los motores a máxima potencia!
**(Convencido me hallo, al 100%, de que con esta fantástica obra de 2024, los Crowes se han situado a escasísimos milímetros de distancia de sus históricos álbumes, de los años 90).