The Black Dahlia Murder siempre han ido desfilando, cual funambulistas, sobre el fino cable que, al final del recorrido, acaba por convergir en una mezcla bastante competente de death metal más técnico, death metal más melódico y deathcore blackenizado. Como resultado, el grupo tiene una base bastante amplia de fans que no nos perdemos ni una. Los hay de los que lanzan puños y patadas al aire en ese hueco que siempre suele improvisarse entre las filas dos y siete; también los hay de los que se llenan el chaleco del Bershka de parches. Pero también los hay de la vieja escuela, de esos que no se mueven un ápice durante todo el show, y que llevan la cola de caballo más larga que jamás hayas visto.
Pero todo es armonioso cuando los de Waterford aparecen en escena. Sin embargo, antes de llegar a ese punto, tuvimos el honor y el placer de deleitarnos con Virvum, unos suizos que hicieron las delicias del estático respetable y que nos tuvieron un ratito la mar de entretenido, oiga, entre blast beats, tappings y demás virtudes del death más técnico y corrosivo.
Virvum
Los suizos saltaron al escenario, con la precisión que caracteriza a los suyos, exactamente a las 20:45. Una guitarra acústica nos mostró, de espaldas al público (qué típico es aparecer así en escena), a una banda que posee una fuerza para practicar un death metal que, técnicamente hablando, es impresionante de ver… y vaya si les pudimos ver… digamos que estaban todos como muy delante, muy en el filo del escenario. El motivo no era otro que, tras el drumset de Diego Morenzoni ya estaba postrado el monstruoso set del genial Alan Cassidy, batería de The Black Dahlia Muerder. La verdad es que yo ni me había enterado, por eso es bueno ir a bolos con Beto, que como es un joven atractivo a la par que atento, se fija en estas mierdas… y en otras cosas.
Pero, aunque en su ptopuesta predominan los sonidos y los métodos del pasado, de la vieja escuela, creo que a Virvum les falta un algo. Con solo un álbum a sus espaldas (Illuminance, 2016), tienen todavía margen de maniobra para acabar de engrasar su maquinaria. Es de esas bandas que sabes que, nada más comenzar a tocar, te espera un viaje increíble, en el que quizá te pierdas por momentos. Es como subirse en una montaña rusa en la que medio recorrido te lo pasas con los ojos cerrados y te dejas llevar por tu intuición. Se notan las horas de curro que hay detrás de ellos. Lo atmosférica de su propuesta musical (me lo parece mí, o ahora todo el metal es como así, muy atmosférico y tal) y los infinitos cambios que ocurren a lo largo de sus temas, hicieron que, pese a leves y casi inapreciables errores, su actuación fuera la mar de entretenida.
En disco suena brutales, y su primera propuesta es impresionante. En general, su actuación estuvo bien… aunque a estas alturas ya habréis notado que estoy obviando por completo mencionar el nombre de alguna canción, pues lo desconozco, y eso que he contactado con ellos para enterarme, pero nada.
Ellos mismos se encargaron de recordarnos que ya habían estado, justamente en esa misma sala, un año antes. Espero y deseo volver a verles… en Boveda o donde sea.
The Black Dahlia Murder
The Black Dahlia Murder, como decía al inicio de esta chapa, recorre una línea muy fina entre varios géneros, pero en ocasiones también también difieren de la misma manera. Como tal, es increíble que la banda sea capaz de lograr tal sonido de la manera tan sencilla como lo hicieron hace unos días en la Sala Boveda de Barcelona. Además, es una banda que en los últimos tres o cuatro años, nos ha visitado ya hasta (si no voy errado) en tres ocasiones, y os aseguro que siempre, absolutamente SIEMPRE, es un placer verles regresar y hacerlo en una forma tan impecable. Como suele suceder con el público barcelonés, tardamos unos cuantos temas en entrar en calor, pero tras unos minutos de re-calentamiento, aquello se convirtió en una piscina de cerveza a base de la creación de adorables y brutales moshpits que fueron testigo de la muerte de unas cuantas pintas y algo que otro resbalón.
Sin embargo, así es como tenía que ser, ya que la sucesión de riffs comienzan de inmediato, con «Widowmaker» y «Jars», ambas incluidas en su ya lejano Nightbringers (2017) y no levantaron el pie del acelerador en lo que acabó por convertirse en un setlist la mar de decente y de una longitud considerable. El ritmo a lo largo de la noche fue innegable, ya que el grupo explota y te pone contra la pared en no pocas ocasiones, abarcando casi por completo (y digo «casi» porque no cayó ni una de Abysmal (2015)) toda la longitud de su destacada carrera. Nuevas pistas como «Catacomb Hecatomb», «Matriarch» o «Nightbringers», que fue dedicada a un tal Igor de Suecia, suenan cómodamente junto a sus temas más clásicos, como «Statutory Ape», «Funeral Thirst» o la final y apoteósica «I Will Return», que muestran que The Black Dahlia Murder es una banda de las bandas más consistentes de la actualidad, sobre todo en vivo. La multitud, que comenzó algo estática, no se detuvo desde -diría yo- «Miasma» y hasta el final, con multitud de surfistas y con un Trevor Strnad que nos demostró que posee una envidiable habilidad para sonar totalmente diferente a la par que vocalistas igualmente hábiles en un solo aliento. Es un tipo peculiar en escena.
Pero el más elocuente de la noche fue su guitarrista Brian Eschbach, único miembro original de la banda junto con Strnad. La -en ocasiones- rigidez de la actuación, fue salpicada por pequeños chistes y algún que otro speech, y hasta se atrevió a pasearse por la barra de la sala (cosa, por otro lado, cada vez más habitual entre las bandas que nos visitan) durante «I Will Return». Todo ello, en combinación con lo cómodos que se les veía orquestando tal carnicería, convirtió su bolo en una exhibición a menudo impresionante. La multitud, que acabó agotada y envuelta en sudor (doy fe de ello), se pasó agitando melena, brazos y demás extensiones de sus cuerpos con cada gota de death metal que nos ofrecieron, y, una vez ya finiquitado el tema, un uncía pregunta revoloteaba por el ambiente: ¿cuándo volverán? Aquella noche nos mostró que Barcelona tenía sed de The Black Dahlia Murder, unas ganas que estoy seguro que la mayoría de bandas ni siquiera son capaces de mantener llegadas a este punto de su carrera.
Setlist The Black Dahlia Murder:
Widowmaker
Jars
Contagion
Miasma
Matriarch
Statutory Ape
What a Horrible Night to Have a Curse
Nightbringers
Catacomb Hecatomb
As Good As Dead
Malenchantments of the Necrosphere
Funeral Thirst
On Stirring Seas of Salted Blood
Kings of the Nightworld
Everything Went Black
Deathmask Divine
I Will Return
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.